Planeamos estar de regreso en casa para mediados de julio, pero nuestra recepción fue tan masiva que una docena de teatros nos pidieron a gritos que hiciéramos una visita adicional, y que los bendijéramos con nuestra magia. Nos alegró el hecho de poder hacerlo cuando nos dimos cuenta de cuál era la dimensión del interés, y en consecuencia cuáles serían los honorarios que podríamos exigir por estas representaciones extras. Sería poco aconsejable dejar constancia del total de mis ganancias hasta que hayan sido calculados todos los gastos, y las pagas extras acordadas que debo entregar a mis asistentes, pero puedo decir con toda confianza que por primera vez en mi vida siento que soy un hombre rico.
21 de septiembre de 1892
En Londres.
Había esperado estar disfrutando del éxito de la gira, pero en cambio descubro que mientras he estado ausente, Borden ha estado ganando mucha atención. Parece que finalmente el público se ha encaprichado con uno de los trucos que ha estado realizando durante años, y es tremendamente solicitado.
A pesar de que he observado su actuación varias veces, nunca lo he visto hacer algo fuera de lo común. ¡Esto podría ser, por supuesto, que por varias razones raras veces me he quedado hasta el final de su actuación!
Cutter sabe tan poco como yo acerca de su aplaudido truco, por la evidente razón de que ha estado en Europa conmigo. Estuve a punto de quitarle importancia como si fuera algo irrelevante, hasta que leí parte de la correspondencia que me estaba esperando aquí. Dominic Brawton, uno de mis exploradores dentro del mundo de la magia, había enviado una nota muy escueta.
Mago
: Alfred Borden (
Le Professeur de la Magie
).
Truco
: «El nuevo hombre transportado».
Efecto
: brillante, para no perdérselo.
Adaptabilidad
: difícil, pero ya que Borden se las arregla de alguna manera, imagino que usted también podrá.
Le enseñé esto a Julia.
Más tarde le enseñé otra carta. ¡Me han invitado a llevar mi espectáculo de magia al Nuevo Mundo! ¡Si acepto comenzaríamos la gira en febrero con una residencia de una semana larga en Chicago! ¡Y luego una gira por las doce ciudades estadounidenses más importantes!
La idea simultáneamente me entusiasma y me agota.
Julia me dijo: —Olvídate de Borden. Debes llevar tu espectáculo a Estados Unidos.
Y yo también pienso que debo hacerlo.
14 de octubre de 1892
He visto el nuevo truco de Borden, y es bueno. Es endiabladamente bueno. Es mejor aún por ser simple. Me indigna decirlo, pero tengo que ser justo.
Comienza por subir arrastrando al escenario una caja de madera, de la clase habitual para todos los magos. Es lo suficientemente alta como para contener a un hombre o a una mujer, tiene tres paredes sólidas (la de atrás y las de ambos lados) y una puerta en la parte de adelante que se abre lo suficiente como para dejar al descubierto todo el interior. Está montada sobre ruedas, y éstas elevan el artefacto y muestran que no es posible ninguna fuga o entrada a través de la base, sin ser vista por el público.
Después de demostrar, como se suele hacer, que la caja se encuentra en ese momento vacía, Borden cierra la puerta de la caja y luego mueve el artefacto hacia el lado izquierdo del escenario.
De pie bajo la luz de los focos pronuncia entonces, con su poco convincente acento francés, un breve sermón acerca de los grandes peligros que conlleva lo que está a punto de realizar.
Detrás de él, una mujer extraordinariamente hermosa sube al escenario arrastrando una segunda caja, idéntica a la primera. Abre la puerta, para que el público pueda ver que ésta también está vacía. Con un movimiento de su capa negra, Borden entonces se da vuelta y entra con soltura y eficacia en la caja.
Justo en aquel instante, el tambor comienza un redoble.
Lo que sucede después ocurre en un instante. De hecho, lleva más tiempo escribirlo que verlo realizarse.
A medida que el tambor va subiendo el volumen de su redoble, Borden se quita el sombrero de copa, vuelve a entrar en los escondrijos de su caja, luego lanza su sombrero por el aire. Su asistente cierra la puerta de la caja de un portazo.
En ese
preciso instante
, la puerta de la primera cabina que vimos se abre de golpe, ¡y ahora Borden se encuentra allí por increíble que parezca! La caja en la que se introdujo tan sólo unos momentos antes se derrumba, y se desploma vacía sobre el suelo del escenario. Borden alza la mirada hacia el entretecho de cordaje, ve su sombrero cayendo en picado hacia él, lo coge, se lo pone sobre la cabeza, le da un golpecito para acomodarlo… ¡y luego sonriendo resplandecientemente camina hacia la luz de los focos para hacer su reverencia!
Los aplausos fueron roncos y estridentes, y admito que me uní a ellos.
¡Que me cuelguen si sé cómo hizo eso!
16 de octubre de 1892
Anoche llevé a Cutter al Watford Regal, donde estaba actuando Borden. El truco con las dos cajas no era un número de su actuación.
Durante el largo viaje de regreso a Londres, le describí a Cutter una vez más lo que había visto. Su veredicto fue el mismo que me dio cuando se lo conté por primera vez, hace dos días. Dice que Borden está utilizando un doble. Me habla de un número similar que vio representado hace veinte años, que utilizaba a una mujer.
No estoy seguro. A mí no me pareció que hubiera un doble. El hombre que se metió en una de las cajas y el hombre que salió de la otra era uno y el mismo. Yo estuve allí, y eso fue lo que vi.
25 de octubre de 1892
Debido a mis propios compromisos, me ha sido imposible ver la actuación de Borden todas las noches, pero Cutter y yo hemos asistido a su número dos veces esta semana. Aún no ha repetido el truco con las dos cajas. Cutter rehúsa especular hasta haberlo visto con sus propios ojos, pero dice que estoy haciéndole perder su tiempo y el mío. Se está convirtiendo en una fuente de tensión entre nosotros.
13 de noviembre de 1892
Por fin he visto a Borden realizar el truco de las dos cajas otra vez, y esta vez Cutter estaba conmigo. Sucedió en el Teatro Lewisham World, como parte de un programa de variedades por lo demás bastante sencillo.
Mientras Borden hacía aparecer la primera de sus dos cajas, y llevaba a cabo su rutina para demostrar que se encontraba vacía, sentí un estremecimiento de expectación. Cutter, a mi lado, levantó diestramente sus gemelos de teatro. (Lo miré de reojo para tratar de ver hacia dónde estaba mirando, y me llamó la atención notar que no estaba observando al mago para nada. Moviendo rápidamente los gemelos, parecía estar inspeccionando el resto del área del escenario; los bastidores, las bambalinas, el telón de fondo. Me maldije por no haber pensado en esto, y lo dejé para que continuara).
Seguí mirando a Borden. El truco fue conducido exactamente de la misma forma en que yo lo había observado la vez anterior, incluso repitió palabra por palabra el discurso con acento francés acerca del peligro. Cuando entró en la segunda caja, sin embargo, noté un par de diferencias con respecto a la ocasión anterior. La más insignificante era que había dejado la primera caja más cerca de la parte de atrás del escenario, y por lo tanto quedaba sumida en la oscuridad. (Una vez más miré rápidamente a Cutter, y me di cuenta de que no le estaba prestando ni la más mínima atención al mago, sino que en cambio tenía los gemelos apuntando fijamente hacia la caja que se encontraba sobre el escenario).
El otro cambio me interesó, y de hecho me divirtió un poco. Cuando Borden se quitó el sombrero y lo echó por los aires, yo estaba inclinado hacia delante, listo para ver cuál sería el próximo y sorprendente paso. En cambio, el sombrero se elevó rápidamente hacia las bambalinas, ¡y no volvió a aparecer! (Era evidente que había un tramoyista allí arriba, a quien le habían pasado un billete de diez chelines para que lo pescara al vuelo). Borden se dio la vuelta, miró al público con una sonrisa irónica y consiguió que se rieran. Mientras aún se oían las risas, extendió tranquilamente su mano izquierda… y el sombrero bajó suavemente desde las bambalinas, para que él pudiera alcanzarlo con un movimiento natural y nada forzado. Fue una técnica escénica excelente, y se merecía las renovadas risas del público.
Luego, sin esperar a que se apagaran las risas, y a una velocidad impresionante:
¡El sombrero volvió a elevarse! ¡La puerta de la caja se cerró de un portazo! ¡La puerta de la caja que se encontraba sobre el escenario se abrió de golpe! ¡Borden saltó fuera de allí, sin el sombrero! ¡La segunda caja se derrumbó! Borden atravesó el escenario dando ágiles brincos, tomó el sombrero ¡y se lo encajó en la cabeza!
Sonriendo resplandeciente, haciendo reverencias, saludando con la mano, recibió su bien merecido aplauso. Cutter y yo nos unimos a él.
En el ruidoso taxi que nos llevaba de regreso a Londres le pregunté a Cutter:
—Y bien, ¡qué me dices de eso!
—¡Brillante, señor Angier! —declaró—. ¡Verdaderamente brillante! Uno no tiene muchas oportunidades de ver un truco completamente nuevo.
Este elogio no me resultó muy agradable, debo decir.
—¿Sabes cómo lo hizo? —insistí.
—Sí, señor, lo sé —me contestó—. Y me imagino que usted también lo sabe.
—Yo estoy desconcertado como nunca lo he estado. ¿Cómo demonios puede estar en dos lugares al mismo tiempo? ¡No entiendo cómo puede ser posible!
—La verdad es que a veces me sorprende, señor Angier —dijo Cutter mordazmente—. Es un acertijo de lógica, que únicamente puede resolverse aplicando nuestra propia lógica. ¿Qué fue lo que vimos?
—A un hombre que se autotransportó en un instante desde una parte del escenario hasta la otra.
—Eso es lo que creemos haber visto, lo que se suponía que teníamos que ver. ¿Qué pasó realmente?
—¿Todavía sostienes que utiliza a un doble? —le pregunté.
—¿De qué otra forma podría realizarse?
—Pero tú lo viste igual que yo. ¡Ése no era ningún doble! Lo vimos claramente antes y después. ¡Era el mismo hombre! ¡El mismo!
Cutter me guiñó un ojo, luego se dio la vuelta y se quedó mirando fijamente hacia fuera, a las casas tenuemente iluminadas de Waterloo que estábamos pasando en aquel momento con el coche.
—¿Y bien? —le pregunté exigiendo una respuesta—. ¿Qué me dices?
—Le digo lo que ya le he dicho, señor Angier.
—Te pago para que me expliques lo inexplicable, Cutter. ¡No me faltes al respeto con esto! ¡Es un asunto de gran importancia profesional!
En aquel momento se percató de la gravedad de mi humor, justo a tiempo, pues la admiración rebosante de envidia que provocaba en mí la actuación de Borden se estaba convirtiendo en frustración y furia.
—Señor —dijo con tranquilidad—. Usted seguramente debe de saber algo acerca de la existencia de gemelos idénticos. ¡Allí tiene su respuesta!
—¡No! —exclamé.
—¿De qué otra forma podría realizarse?
—Pero la primera caja estaba vacía…
—Eso pareció —dijo Cutter.
—Y la segunda caja se derrumbó en el preciso instante en que salió de ella…
—También me pareció muy convincente.
Sabía lo que estaba diciendo; aquéllos eran efectos escénicos estándares cuyo fin es simular que un espacio que contiene a alguien está vacío. Varios de mis propios trucos resultan ser engaños similares. Mi dificultad era la misma que había sufrido siempre; cuando veo el truco de otra persona desde el auditorio, estoy tan confundido como cualquier otro. ¡Pero gemelos idénticos! ¡No había pensado en eso!
Cutter me había dado mucho en qué pensar, y después de dejarle en su habitación de alquiler, y de regresar aquí, estuve pensando. Ahora he escrito este informe en el que resumo esta noche, y creo que tengo que darle la razón. El misterio está resuelto.
¡Maldito Borden! ¡No un hombre, sino dos! ¡Maldito sea!
14 de noviembre de 1892
Le he contado a Julia lo que sugirió Cutter anoche, y para mi sorpresa se rió encantada.
—¡Brillante! —exclamó—. No habíamos pensado en eso, ¿verdad?
—¿Entonces tú también piensas que es posible?
—No solamente es posible, mi querido… es la
única
forma en que lo que has visto podría realizarse sobre un escenario.
—Supongo que tienes razón.
Ahora, irracionalmente, me siento enfadado con Julia. Ella no vio cómo se hacía el truco.
30 de noviembre de 1892
Ayer obtuve una opinión sumamente interesante de Borden, y además, algunos datos excepcionales sobre él.
Debería mencionar que toda esta semana no tuve la oportunidad de escribir en este diario porque he estado apareciendo como cabeza de cartel en el programa del Hipódromo de Londres. Éste es un inmenso honor, que ha cobrado importancia no solamente porque se han agotado las entradas en todas las representaciones (excepto una función de tarde), sino también por las reacciones del público. Otra consecuencia es que los caballeros de la prensa me están prestando algo de atención, y ayer un joven reportero del
Evening Star
vino a entrevistarme. Su nombre era señor Arthur Koeing, ¡y resultó ser tanto un informador como un reportero!
Durante el transcurso de una sesión de preguntas y respuestas me preguntó si tenía alguna opinión acerca de mis contemporáneos en el mundo de la magia. Como era de esperar me lancé a realizar un resumen apreciativo sobre lo mejor de mis colegas.
—No ha mencionado a
Le Professeur
—dijo mi interlocutor, cuando hice una pausa
—. ¿Tiene alguna opinión acerca de su trabajo?
—Me temo que no he estado presente en ninguna de sus actuaciones —objeté.
—¡Entonces debe ir a ver su trabajo! —exclamó el señor Koeing—. ¡Es el mejor espectáculo de Londres!
—¿Ah, sí?
—He visto su número varias veces —prosiguió el reportero—. Hay un truco que realiza, no todas las noches porque dice que lo agota demasiado, pero este truco…
—He oído algo acerca de él —dije, fingiendo no tener interés—. Algo que tiene que ver con dos cajas.
—¡Ese mismo, señor Danton! ¡Desaparece y reaparece en un segundo! Nadie sabe cómo lo hace.
—Nadie, es decir, nadie excepto sus colegas de profesión —le corregí—. Está utilizando procedimientos mágicos estándares.
—¿Entonces usted sabe cómo lo hace?