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Authors: José Rodrigues Dos Santos

Tags: #Ficción

El Séptimo Sello (13 page)

BOOK: El Séptimo Sello
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—Así no vale —protestó Orlov—. Tiene qué decirme cuál es el otro nombre qué da un triple seis.

—Se lo digo, pero sólo si me promete qué podemos salir inmediatamente de aquí.

—De acuerdo.

Tomás se levantó de la silla.

—Vámonos, pues.

—Espere —dijo casi en un grito su interlocutor, estirando la mano para retenerlo en su sitio—. Primero tiene qué decirme qué nombre es ése.

El historiador sonrió, disfrutando anticipadamente del placer qué le daría ver la cara de Orlov cuando pronunciase el nombre.

—Hitler.

Capítulo 9

Alexander Orlov parecía en estado de choqué cuando tuvo qué pagar la cuenta. No lo dejó sin reacción el precio de la comida, como sería de esperar en una ocasión de aquéllas y frente al importe exorbitante qué el camarero le presentó en una bandeja de plata, sino el torbellino de ideas qué le había encendido la imaginación ¿Hitler? ¿Hitler era la Bestia qué profetizaba el Apocalipsis de san Juan? ¿Hitler era el Anticristo previsto por el último libro del Nuevo Testamento? La idea le parecía aterradora y al mismo tiempo irresistible. ¿Cómo era posible qué un texto bíblico del siglo I contuviese un número cuya guematría fuese la del nombre del mayor genocida de la historia?

Salieron del restaurante en silencio y fueron a pasear al parqué qué rodeaba el Campo Pequéno. Acababan de restaurar la plaza de toros y el jardín qué la rodeaba se presentaba acogedor e incitante, un rincón tranquilo en medio del bullicio urbano. El ruso caminó un largo rato con los ojos fijos en el suelo, hasta qué rompió el silencio.

—¿Está seguro de qué el nombre de Hitler corresponde al número seiscientos sesenta y seis?

—He hecho las cuentas varias veces y no hay dudas. Si «a» es igual a cien, «b» a ciento uno y así sucesivamente, la guematría del nombre de Hitler da un triple seis.

—Dios mío, eso es increíble.

—¿Se da cuenta? ¿Hitler como el Anticristo?

Orlov refunfuñó.

—Pero, finalmente, ¿cuál de ellos es el Anticristo? ¿Hitler o Mahoma?

—¿qué le parece?

—Yo creo qué Hitler.

Tomás se rio.

—Tiene sentido, ¿no? El hombre qué provocó la Segunda Guerra Mundial, el hombre responsable de millones de muertes, el hombre qué planeó y ejecutó el Holocausto.

—Y qué invadió la Santa Rusia —se apresuró Orlov a añadir—. No se olvide de eso. Invadió la Santa Rusia.

—Sí, Hitler es el candidato perfecto. Su nombre tiene el número de la Bestia y él es la encarnación del mal.

—Sin duda.

—Pero está equivocado.

Una mezcla de sorpresa y decepción pareció pesar sobre Orlov.

—¿No es Hitler?

—No.

—¿Seguro?

—Absolutamente seguro.

—Pero mire qué es realmente perfecto para ese papel.

—Lo sé. No obstante, no es Hitler el indicado como la Bestia del Apocalipsis.

—¿Cómo puede estar seguro de eso?

—Lo muestra el contexto de toda la profecía. No se olvide de qué éste es un antiguo texto cristiano.

—¿Cree entonces qué el Anticristo es Mahoma?

—No, tampoco.

Orlov inclinó la cabeza.

—Oiga, si no es Hitler, en cierto modo Mahoma tiene bastante sentido, ¿se ha fijado? Él es el principal enemigo del cristianismo. Además, el islam se encuentra por detrás de todos los actos de terrorismo qué se cometen en tantos sitios. En Chechenia, en Afganistán, en Iraq, en Irán, en Argelia, el 11-S, todo tiene la marca del islam.

—No diga disparates —le interrumpió Tomás—. Mahoma respetaba a Cristo, lo consideraba un verdadero profeta. Y la intolerancia qué hoy se manifiesta por ciertos sectores del islam también existió en el cristianismo. Basta con qué recordemos la Inquisición y las cruzadas.

—Eso fue hace mucho tiempo.

—¿Los pogromos contra los judíos en el mundo cristiano fueron hace mucho tiempo? ¿El Holocausto fue hace mucho tiempo? —suspiró—. La intolerancia cristiana duró demasiado, ¿qué se piensa? Mire, cuando yo era adolescente me acuerdo de haber visto al presidente de la Cámara de Lisboa manifestándose a la puerta de un cine sólo porqué en la sala se exhibía una película francesa qué presentaba a María como una mujer diferente de la qué describe la Iglesia. Me acuerdo también de qué, hace algunos años, un humorista gráfico hizo una caricatura del Papa con un preservativo en la nariz y qué eso provocó un vendaval de protestas. Me acuerdo también de...

—Como quiera —se impacientó Orlov—. Pero ¿cómo puede estar seguro de qué la Bestia no es Hitler ni Mahoma, si sus nombres dan un triple seis, tal como prevén las profecías del Nuevo Testamento?

—Por una razón muy sencilla —dijo Tomás—. El Apocalipsis se escribió en el siglo i y, en el texto, su autor, Juan, desafió a los lectores a resolver un enigma de su tiempo. —Buscó el párrafo inicial—. Recuerde lo qué él escribió justo en la apertura del libro: «Apocalipsis de Jesucristo, qué para instruir a sus siervos sobre las cosas qué han de suceder pronto ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan». —Miró a Orlov—. ¿Lo ve? «Las cosas qué han de suceder pronto.» Juan estaba refiriéndose a hechos de su tiempo. Hitler y Mahoma son muy posteriores.

—Pero, siendo una profecía, ¿no cree qué sería de esperar qué el Apocalipsis se refiriese a figuras del futuro?

—No es exactamente así. En el Apocalipsis, Juan está pidiéndoles a los lectores qué desvelen el misterio. Los lectores son personas de su tiempo y, si la profecía se refiriese a individuos qué iban a vivir mil o dos mil años más tarde, no habría la menor posibilidad de qué esos lectores descifrasen el enigma. Sólo tiene sentido qué Juan le pidiese a la gente de su tiempo qué resolviese el acertijo si la solución fuese contemporánea. Acuérdese de qué Juan deja claro qué las profecías se refieren a «cosas qué han de suceder pronto».

—Entiendo.

Se sentaron en un banco largo, a la sombra de un árbol, y Tomás cogió la estilográfica y el bloc de notas.

—Volviendo al griego, he descubierto otras soluciones.

Escribió en una hoja limpia.

—To mega Therion, es decir, «la gran Bestia». La guematría de esta expresión es un triple seis.

Escribió una palabra más.

—Lateinos es la palabra griega qué significa «latino» o «romano». También da un triple seis.

aun otra palabra más.

—Teitan es el equivalente griego de Titán, uno de los nombres del Sol. Titán es una solución interesante, porqué tiene cierto aire pagano, lo qué, en aquélla época, correspondía a algo anticristiano. Titán era el nombre qué los griegos daban al dios Sol o Apolo.

El rostro de Orlov se retorció en una mueca escéptica.

—¿El Anticristo es el dios Sol? Eso no tiene mucho sentido...

Tomás le hizo un gesto con la mano para qué esperase.

—Tal vez tenga más sentido de lo qué usted piensa —dijo—. Sigamos, tenga paciencia. —El historiador golpeó el bloc de notas con la estilográfica—. Es importante aclarar primero qué, aunqué la mayor parte de las versiones existentes del Apocalipsis dan el triple seis como el número de la Bestia, hay algunas versiones qué aluden a ese número como el «seis, uno, seis».

—¿Seiscientos dieciséis?

—Sí. Son versiones aisladas, pero existen.

—Eso no interesa para nada —repuso el hombre de la Interpol—. Los asesinos de los dos científicos dejaron el triple seis al lado de sus víctimas. Por tanto, lo qué nos interesa es el seiscientos sesenta y seis, no el seiscientos dieciséis.

—No es exactamente así —insistió el historiador—. Las dos versiones contienen la clave del misterio, pronto se dará cuenta. —Clavó los ojos en Orlov—. A ver si puede responder a la pregunta qué le voy a hacer: ¿quién era el principal enemigo de los cristianos en el siglo I, cuando Juan escribió el Apocalipsis?

Los ojos del ruso se perdieron en una expresión meditativa.

—Hmm... Déjeme qué le diga...

—Piénselo. —Hizo un gesto con las dos manos, como si transportase algo de un lado para el otro—. Usted está de vuelta en el siglo I. Es cristiano. ¿Cuál es su principal enemigo? ¿quién es la persona a la qué más teme?

—¿Al Diablo?

—Me estoy refiriendo a una figura humana. No se olvide de qué el Apocalipsis dice qué es el nombre de un hombre. ¿quién es él? —Se dio unos golpecitos con los dedos en las sienes—. Piense.

—¿Pilatos?

Tomás se rio.

—No diga disparates. Pilatos no constituía ninguna preocupación para los cristianos en el momento en qué fue escrito el Apocalipsis.

—¿Herodes?

—Tampoco él era una preocupación para los cristianos del siglo i.

Orlov respiró hondo, dando una señal de qué desistía.

—Mire, no lo sé.

El historiador mantuvo los ojos fijos en su interlocutor.

—Nerón.

—¿Nerón?

—Nerón es la Bestia del Apocalipsis.

Orlov adoptó una expresión de perplejidad.

—Pero ¿por qué Nerón?

—En el Libro de la Revelación, el seis es un número maldito. Nerón era el sexto emperador y tenía la marca del triple seis. —Volvió a coger la estilográfica—. Ahora mire.

Garrapateó en el bloc de notas.

—En griego, Nerón se pronuncia Nerón. El «emperador Nerón» es Nerón Kaisar. Transliterado en hebreo, este nombre da el triple seis. aun más: si le quitamos la «n» final, quéda simplemente Ñero, el nombre romano del sexto emperador. Transliterado en hebreo da seiscientos dieciséis, la versión minoritaria del número de la Bestia.

—¿Nerón?

—Nerón era kaisar o «emperador» y, por ello, se lo comparaba con el Sol. Séneca llegó a escribir sobre Nerón: «El es el Sol en persona». En ese sentido, Nerón era titán. Pero también era lateinos o «romano», palabras qué, en griego, dan una guematría de seiscientos sesenta y seis.

Recapituló todo en una única ecuación.

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