Los Exteriores eran los mundos fuera del Imperio del Hombre. Algunos eran inofensivos, otros no. Quince años atrás, la piratería Exterior había sido expulsada de la Compra de Maxroy y del sistema. Habría cabido esperar que el flujo de dinero por el sistema hubiera disminuido. Sólo Bury habría notado que no había descendido lo suficiente. Él vendía civilización; y la Compra estaba adquiriendo demasiada…
Y Bury disponía de cierto tiempo… y Autonética Imperial era propietaria de tres naves aquí…
El camarero de ojos almendrados intentó ocultar una sonrisa afectada cuando trajo el plato principal de Renner. Era algo llamativo, un cuenco poco profundo de unos treinta centímetros de ancho y doce centímetros de alto. Los clientes de otras mesas interrumpieron la conversación para mirar cuando lo colocó delante de Renner.
Las criaturas en el cuenco podrían haber sido cangrejos de cuatro patas. Les palpitaban los lados. Renner recordó leer que eran animales de tierra. Casi podían llegar hasta el borde del cuenco antes de cejar en su intento. Sus ojos estaban clavados en los de Renner mientras ascendían hacia él. Parecían hambrientos y decididos.
—Coge el crótalo —dijo Belinda en voz baja—. Es el tenedor de dos dientes. Usa el pulgar y dos dedos. —Se hallaba junto al cuenco. Renner lo cogió. Belinda susurró—: Clávalo justo detrás de la lámina de la cabeza. Hazlo con la suficiente fuerza como para ensartar los dientes. No querrás que se te caiga.
Titubear era malo: los grips se moverían. No podías culparlos. Renner apuñaló a uno y levantó el tenedor. Belinda dijo:
—Desengánchalo con el borde. No clavaste con bastante fuerza. Muerden. —Renner lo desenganchó y probó con otro. Los bichos no eran rápidos, pero no resultaba fácil centrar el tenedor. Lo clavó—. Bien. Levántalo. Con la mano izquierda coge el rabo. Tira con fuerza.
Tiró. El rabo exoesquelético se desprendió, dejando al descubierto cinco centímetros de carne blanca.
Todos los ojos estaban fijos en Renner, observando cómo hacía el ridículo. El rabo desnudo se retorció. Se sintió como un asesino.
—¡Así acabas, desgraciado habitante del desierto! —comentó—. ¿Nos hablarás ahora de vuestros movimientos de tropas?
—En realidad, era delicioso. Deberías probarlo —dijo Renner. Bury sólo le miró—. He hecho eso antes, ¿sabes? Pedir algo llamativo, como crépes swettes. Hacer que me miren a mi, y luego captar una conversación, En esta ocasión solicité que viniera el dueño. Apareció para darnos una conferencia. «Mire ese grip. ¿Ve cómo se mueve? Por un lado, si se mueven mucho, quizá estén enfermos. Por otro, si no se mueven, no han comido bien. Por la mano que aprieta, si son demasiado jóvenes y sanos, se escaparán y tratarán de comerle a usted. Eso no le gustaría.» Di un buen salto cuando metió la mano en el cuenco. Eso le gustó. «Pero mire, vea cómo ataca mi dedo artificial. Éste es un grip sano. En otros sitios, ven a un turista y le sirven cualquier cosa. Aquí no. Lex Shibano no sirve nada más que comida sana. Si entra en su cuerpo, debe ser buena. Yo…»
—¡Renner!
—Oh. En cualquier caso, una vez que apareció Shibano, nadie quiso estar cerca de nosotros. Imagino que es uno de los riesgos de comer ahí.
Cuando se fue, la gente de la mesa de al lado había perdido todo el interés. Así que escuché disimuladamente un poco. Creo que los dos hombres que había a mi derecha eran banqueros.
—Supongo que irás al grano tarde o temprano.
Renner asintió.
—«Podríamos vender y obtener beneficios. Aunque la bolsa está subiendo en Tabletop. Podríamos aguantar y conseguir dinero de verdad.» El otro dijo: «Por la mano que aprieta, la inflación es desmesurada en Tabletop. Metámonos en otra cosa». —Bury envejecía mientras miraba—. Hablé con Belinda. Tiene ambiciones, pero, demonios, no es estúpida. Ella… veamos si lo hago bien…
»“Sí, Kevin, podría haberme pasado la vida como un ama de casa decente. La vida de granja no es mala si puedes permitirte mantener las maquinas…, pero si tengo cuidado y suerte, quizá consiga llegar a Esparta. Hacerme rica. Luego montar un restaurante o algo. ¿Cuáles son mis posibilidades de llegar a Esparta?”
»No quería mentirle, así que…
—Continúa.
—No dije nada. Bajó la vista a su plato y comentó: «La mano que aprieta es que nunca seré otra cosa que un desecho de Maxroy. El acento, la forma en que camino…, ¿cuán alto puedo subir?».
Renner se detuvo para dejar pasar café negro más allá de su lengua y hacerlo bajar con medio vaso de agua.
—La mano que aprieta —apuntó Bury.
—Quería una copa. La llevé a la Cima del Mundo. Es un bar y restaurante giratorio en el extremo del espaciopuerto. Las personas de la mesa de al lado parecían prospectores. «Los precios son buenos para la magnesita de ópalo y necesitamos el dinero.» El segundo sujeto dijo: «Tengo entendido que cada vez es más difícil encontrar bloques tan grandes como el que tenemos nosotros. El precio subirá». El primero comentó: «Horace Bury aterrizó ayer en la Compra. Si alguien es capaz de encontrar la fuente real, ése es él. La mano que aprieta es que será mejor que vendamos nuestras acciones ahora antes de que caiga el precio». ¡Bury, estaba en todas partes!
—¿Más?
—Envié a Belinda de vuelta al rincón de la interacción. Lo que busca es un billete de salida. Creyó que era yo. Pensé que lo mejor era enviarla de regreso. Un coche partió justo detrás del taxi. No le di importancia, yo sólo tiendo a fijarme…
—Es mi entrenamiento.
—Exacto. Seguí andando hasta la sección del desecho. Quería una visión general, y de verdad me pareció que estaba sobre algo. Ahí es donde me emborraché tanto. El whisky local. Hecho de…
—¿«La mano que aprieta»?
Renner sorbió más café.
—¡Aghh! Parecían cazadores. Olían como cazadores. «Oh, estoy acostumbrado a cazar a los fantasmas de la nieve. Las pieles se venden por mucho, y si conoces sus costumbres, no son tan peligrosos.» Uno dijo: «Por otro lado, sorprendieron a Serge Levoy hace un mes. ¿Crees que quizá están aprendiendo? ¿Mutando?». Otro se rió y comentó: «Por la mano que aprieta, Page, eres demasiado perezoso para hacer otra cosa a fin de ganarte la vida».
Bury tuvo un escalofrío.
—A través del Saco de Carbón. La Paja se encuentra justo del otro lado. Los pajeños debieron haber cruzado el Saco de Carbón en naves más lentas que la luz.
—No desde que estuvimos allí —dijo Renner—. No ha habido tiempo suficiente. Y antes que eso… Bury, no pudieron usar el truco de la vela de luz para cruzar el Saco de Carbón. El solo hecho de enviar aquella nave a Nueva Cal les absorbió tantos recursos que colapsó toda su civilización.
—La mano que aprieta —musitó Bury—. O sea, el tercer brazo. Tres alternativas, una de ellas dominante. Dos brazos derechos delicados y un izquierdo poderoso. La gente no piensa de esa manera. ¡Los pajeños sí! Hay demasiado dinero en este planeta. Nosotros buscábamos Exteriores. Quizá no sean ellos. Tal vez es mucho peor que los Exteriores.
—No me lo creo.
—Yo no quiero creerlo. —Bury hizo una mueca—. Es una pena que Nabil tuviera que matar a los tres que te atacaron. Creo que podríamos haber averiguado algo interesante de ellos.
Renner intentó parecer pensativo, pero se rindió. Acabó el vaso de agua.
—¿Cómo es eso?
—Te querían vivo. No fueron los actos de atracadores fortuitos. El Pacífico Sam es un gas que usa la policía, no se vende a los ciudadanos. Eran diestros, y estaban desesperados, y disponían de recursos, pero si de verdad hubieran sido expertos, habrían tenido éxito.
—Diestros aficionados desesperados —dijo Renner—. ¿Quiénes?
—Confío en que lo sepamos por la mañana.
—¿Excelencia?
Bury se volvió.
—¿Tienes algo, Nabil?
—La oficina de registros está cerrada y su computadora no responde, de modo que esta noche no podemos comprobar las identificaciones del patrón retinal, pero Wilfred ha hecho progresos. Ni el primero ni el segundo de los asesinos muestra rastro alguno de oscurecimiento en los pulmones, nada de alcohol ni drogas en la corriente sanguínea.
—Busca cafeína.
Nabil asintió y habló ante la consola.
—Mormones —comentó Renner—. Eso lo limita un poco. Estoy a punto de derrumbarme, Horace.
—A la cama.
Renner estaba desnudo en la sauna. A pesar del agua y de las vitaminas que había tomado la noche anterior, le palpitaba la cabeza, y su estómago rechazaba cualquier noción de comida. Cuando el aire frío le rozó, rugió:
—¡Córtalo!
Nabil sonrió con disimulo.
—Anoche le complació más verme.
—Seguía borracho. ¿Qué tienes?
—Su Excelencia desea verle. Hemos identificado a los asesinos. Son miembros de la tripulación del Nauvoo Vision.
—¿Nauvoo Vision?
—El nombre es mormón, La nave pertenece a Autonética Imperial. Renner silbó.
—¿A Bury? ¿Por qué demonios la tripulación de una de las naves de Bury trataría de matar a su piloto?
—No matar. Secuestrar —repuso Nabil. Con cuidado cerró la puerta de la sauna.
—Nauvoo Vision —dijo Bury—. Capitán Reuben Fox. Nativo de la Compra de Maxroy. Mormón, y recluta tripulación mormona.
—¿Corruptible? —preguntó Renner.
Bury se encogió de hombros.
—Jamás he tenido motivos para averiguarlo. Valdría la pena pasar de contrabando magnesita de ópalo si hubiera suficiente cantidad, pero de hecho es muy rara. Es el único artículo que exporta este mundo que soporta algún arancel.
—¿Qué más sabes de él?
—Muy poco. Creo que nunca le he conocido. Debe de haberle ascendido mi capitán de Sector. —Bury habló en voz baja en árabe a su computadora de bolsillo—. Quizá merezca la pena averiguar por qué, aunque la razón parece bastante clara. Fox ha sido un capitán útil.
—Creo que deberíamos hablar con él —indicó Renner—. Y será mejor que alerte al Servicio de Inteligencia de la Marina.
Bury hizo una mueca.
—Supongo que tienes razón. En especial desde que puede haber pajeños involucrados.
—También tendrá que saberlo el Gobernador.
—No me gusta la atención del gobierno. ¿Debo confiar en el Gobernador? Si alguien en este mundo tiene tratos con pajeños…
—Le verás esta noche para cenar. Horace, anoche me persiguieron.
Nabil alzó la vista de la consola.
—Eso es verdad. Resulta bastante claro. Le siguieron, con la esperanza de cogerle solo o únicamente con la mujer. Dejó un taxi esperando cuando fue a la Cima del Mundo.
—Sí…
—Hemos localizado al conductor. Su taxi fue interceptado en Madame Regina’s por tres hombres con una historia inverosímil. Perdieron interés cuando descubrieron que usted no iba dentro.
—Entonces queda claro que de verdad iban tras de mí. Aún me duele la cabeza.
—No es de extrañar, dado lo que bebiste —comentó Bury.
—Tomo mis reconstituyentes nerviosos. Bury, ¿por qué me querían?
—Imagino que por sus llaves —repuso Nabil—, y tal vez por las instruccíones de cómo entrar en la casa. Llevaban otras drogas. El Serconal habría inducido la cooperación, o por lo menos eso debieron pensar.
—¡Es ilegal! —protestó Renner.
Bury se rió.
—El Serconal no sólo es ilegal, sino que está estrechamente controlado. Sería difícil para mí conseguir un suministro. Nuestros enemigos tienen recursos.
El capitán Reuben Fox era un hombre de cabello oscuro proximo a los cuarenta años. Se hundía y zangoteaba al caminar. Por lo demás no parecía achacoso. A diferencia de la tripulación de la Marina, los civiles podían descuidar sus ejercicios de caída libre, y recuperar los músculos era un infierno.
Daba la impresión de ir deprisa, aunque no marchaba a mucha velocidad.
—¡Horace Bury! Su Excelencia, nunca esperé que nos conoceríamos. ¿Qué le trae…, quiero decir, qué podemos hacer por usted mi nave y yo?
Bury exhibió su sonrisa pública y reservada. Parecía ser sólo un hombre viejo y barbudo con una nariz muy prominente y una sonrisa suave, todo lo cual refutaba su reputación.
—A menudo inspecciono mis naves. ¿De qué otro modo podría conocer los problemas en mi organización?
—¡Excelencia, no tengo problemas!
—Lo sé. Posee un buen historial, libre de problemas. Cuénteme un poco de las operaciones normales de su nave.
—Sentémonos —Fox se dejó caer pesadamente en una silla. De hecho, Bury ya estaba sentado. Era un hombre viejo, y siempre que podía usaba una silla de viaje—. Somos una nave de carga —comenzó Fox—. Lo que a menudo se llama un carguero de servicio irregular. El nombre viene de los tiempos antes del vuelo espacial. Recibimos órdenes para traer cargamento aquí, y cuando disponemos del suficiente flete o pasajeros para hacer que el viaje sea lucrativo, vamos a Darwin. A veces llegamos tan lejos como a Xanadu, y en una ocasión hasta Tabletop, pero por lo general sólo a Darwin.
—Y supongo que también se mueve dentro de este sistema.
—No a menudo —repuso Fox—. Si tenemos cargamento para el interior del sistema de la Compra, podemos alterar nuestro curso hasta el punto de Salto y usar el lanzador.
De camino a la nave, Bury había inspeccionado cuadros computerizados de la Nauvoo Vision. Era una nave versátil, un vehículo con alas que podía aterrizar en el agua y tenía capacidad interestelar, pero sin Campo Langston. Llevaba avíos para una cabina expandida de pasajeros o un contenedor de carga, pero cualquiera debería añadirse en órbita.
El lanzador (o cañón de expulsión, o tubo AWOL) era un acelerador lineal. Una hilera de monturas recorría toda la extensión del casco, y los anillos electromagnéticos estaban almacenados a bordo. Los lanzadores eran corrientes a bordo de naves que tenían una ruta fija en sistemas muy poblados. También podían lanzar vehículos salvavidas. No obstante, Bury preguntó:
—¿Le da mucho uso al lanzador? ¿Realmente merece la pena cargar con su masa?
—Sí, Excelencia. El sistema de la Compra es escaso en metales. Hay pocas minas. Tampoco tiene casi nada en cuanto a asteroides, pero nos durarán los siguientes diez mil años. Las minas deben recibir suministros.
Bury se había dado cuenta, en su rápida lectura de los registros de la Nauvoo, de que los anillos y monturas en el lanzador habían sido reemplazados dos veces en trece años. Una montura había perdido su alineación y en este momento aguardaba ser sustituida. Los pagos de las minas respaldaban la declaración de Fox de que sí lo usaba mucho.