El tercer brazo (46 page)

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Authors: Jerry Pournelle Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El tercer brazo
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—¿Adónde quieres llegar?

—Bueno, Victoria no para de llamarlos animales. En especial le gusta la palabra alimañas. Quizá sea porque no les importa cuánto material desperdician, aunque se pueda reciclar. Eso es lo que están haciendo todas esas naves pequeñas, recogiendo cosas que se soltaron durante la contienda.

Glenda Ruth asintió.

—Sí. ¿Cómo se encuentra Terry?

—Respirando por sí mismo. Quiero un médico humano.

—Aguanta. Terry es duro. —Silencio—. No pude mirar.

—Me di cuenta —repuso Jennifer.

—Tú crees que no siente nada, y casi tienes razón, él no recordará lo mala que es la situación. Pero su cuerpo, sus nervios, está herido, Jennifer, y yo puedo sentirlo. ¡Oh, demonios, no me dejes tú también!

—¿También?

—¡Freddy me vio! Me vio apartarme de Terry. Melindrosa. ¡Voy a perderle, Jennifer!

—No si te ve salvar nuestros culos. Pero, amiga, estás haciendo malabarismos con huevos inapreciables en una gravedad variable.

Glenda Ruth sólo asintió. No podía contestar que por lo menos el programa seguía tal como lo habían planeado.

—Espero que no se encuentre demasiado cansado, señor —dijo Chris Blaine.

—Aún no, no en esta gravedad —repuso Bury. Miró al otro extremo del cuarto a Omar, quien de nuevo sostenía a Alí Babá—. En contra de toda explicación me siento atraído hacia el ca… hacia Alí Babá. Un placer inesperado. Pero me temo que nos hemos alejado de las comodidades del Simbad en vano. Excepto, desde luego, para tranquilizar a nuestros anfitriones. —Era una situación delicada, aumentada porque nadie quería hablar de ello. Se trataba de lo único en que la India y los Comerciantes de Medina habían mostrado un completo acuerdo: ninguno permitiría al otro hablar a solas con Horace Bury—. Se aferran a mí como a un talismán —añadió Bury.

—O como a una tarjeta de crédito —sugirió Blaine, y Bury le miró con ojos centelleantes.

La puerta exterior se abrió y entró una forma delgada y larga. El pajeño se dirigió a Omar y aguardó pacientemente que éste y Eudoxo se reunieran a su alrededor; luego, habló con excitación.

—Es algo importante —afirmó Blaine. Activó el micrófono de su comunicador—. Capitán, acaba de llegar un mensajero de la India. Sea lo que fuere que esté diciendo, consiguió que las dos Mediadoras le escuchen con suma atención.

—¿Podría ser algo sobre el
Hécate
? —preguntó la voz de Renner.

—No…

—Manténgase en línea.

—¿Qué? —demandó Joyce—. ¿Qué sucede? —Se acercó más a los pajeños, la cámara zumbando con suavidad.

—Rawlins ha divisado una flota —informó Renner—. Una grande, procedente del interior del sistema. Orbita hiperbólica, acelerando como si dispusiera de mucha energía.

—Naves de guerra —dijo Blaine.

—Eso es lo que parece —acordó Renner—. No sé de quien sera, pero vienen hacia aquí.

—Excelencia, tenemos noticias —dijo Omar.

—Excelencia, todos los humanos se hallan a salvo. Uno, el ingeniero de la nave, fue herido de una manera que no logro entender, pero se me ha garantizado que no se debió a falta alguna de los Tártaros de Crimea, a quienes se ha persuadido del valor que tienen sus invitados. Uno de mis aprendices, muy joven e inexperto, pero que domina el ánglico, ha sido aceptado por los Tártaros y en su momento se le permitirá hablar con los humanos —Omar rebosó alegría—. Por supuesto, para él será un placer invitar a un representante de nuestros aliados de Medina, tan pronto como éste llegue.

—Son nuevas espléndidas —comentó Bury—. Estamos en deuda con ustedes. Me pregunto si podríamos abusar de la hospitalidad de Medina por un favor más.

—Sólo ha de pedirlo, dando por hecho que sea posible —dijo Eudoxo. —Un mensaje —indicó Bury—. Sería bueno para todos los involucrados si se informara a Lord Blaine que sus hijos se hallan a salvo.

Eudoxo y Omar se miraron. La atención de Alí Babá permaneció clavada en Bury.

—Una idea interesante —comentó Eudoxo—. Aunque presenta considerables dificultades técnicas. Ni la India ni Medina controlan la Hermana de Eddie el Loco. Tampoco los Tártaros de Crimea. El Kanato domina ese punto y aun ahora están agrupando más naves de guerra para consolidar su posesión. Con naves propias, y de otros. Tememos que han creado una alianza formidable, una que incluso en este momento puede continuar creciendo.

—Una acción combinada de Medina y la India podría bastar para escoltar a una nave hasta la Hermana —dijo Omar—. Pero como la India posee más naves en esa zona, nuestras pérdidas serían mayores. Exigiríamos compensación.

—Tenía en mente algo más sencillo —intervino Bury—. Enviar un mensaje a través del punto de Eddie el Loco al Ojo de Murcheson. Cojan una de sus naves nominales. Fíjenle un transmisor con una capa gruesa de material adecuadamente ablativo con un artilugio mecánico que lo active una vez que haya cruzado. Dejen que transmita su posición. Los cubos de mensaje del interior deberían sobrevivir lo suficiente para ser recogidos.

—Un artilugio mecánico sencillo —dijo Omar.

—La conmoción del Salto es una experiencia que con anterioridad se nos había descrito, y que ya he experimentado en persona dos veces —comentó Eudoxo—. Es… formidable. Excelencia, no hace falta indicarle que el contenido de un mensaje a su flota de batalla del bloqueo sería de gran interés para todos nosotros. ¿Llamará usted a esa flota aquí?

—No lo creo —repuso Bury—. Pero ¿no sería sin duda provechoso para nosotros tener esos recursos no desdeñables a nuestra disposición? —Miró de manera significativa a los Guerreros pajeños—. Y, desde luego, continuaríamos disfrutando de su espléndida hospitalidad mientras negociamos.

Eudoxo y Omar intercambiaron miradas; luego, Eudoxo comenzó a hablar, despacio y con cuidado, en la lengua glotal que habían estado empleando los pajeños para comunicarse con sus Amos. Los dos Amos contestaron, cada uno a una Mediadora, en ningún momento al otro. Se despachó al mensajero. Volvieron dos; transmitieron mensajes a cada una de las Mediadoras. Los Amos hablaron rápida y brevemente, las Mediadoras durante más rato. La discusión prosiguió un buen tiempo mientras la cámara de Joyce zumbaba.

Bury esperó con una expresión de calma serena. Alí Babá la imitó, un estudio de seria concentración. Blaine informó de los desarrollos al Simbad y a Renner.

Por último, Eudoxo habló:

—Parece que tiene usted razón, Excelencia. Quizá necesitemos de su flota. Contabilizamos cinco flotas que, con toda probabilidad, están convergiendo sobre nosotros. Una es de Bizancio. Disponemos de informes de que los Amos de las lunas de Paja Beta, el grupo que hemos llamado el Imperio persa, se encuentran agrupando una flota. El Kanato ha llamado a los aliados en su ayuda para mantener a la Hermana. Otro grupo grande viene desde la dirección del sol.

—En otras palabras, todo el mundo que tiene naves de guerra se está involucrando —resumió Joyce Trujillo.

—Así es —afirmó Omar—. Y por ello nuestros Amos han llegado a un acuerdo. La sociedad entre Medina y la India se renovará. Una vez que ello se consiga, sería bueno invocar los recursos que pueda aportar su Imperio.

—Antes de que nos maten a todos —dijo Joyce.

Omar hizo una reverencia.

—Así es.

Los Ingenieros habían levantado una pantalla alrededor de la zona donde el Doctor Doolittle y sus asistentes trabajaban en Terry. Freddy permaneció allí durante diez horas, mientras Jennifer y Glenda Ruth esperaban solas. Por último, salió.

—Tendré que volver dentro de un rato —dijo—. Quieren mis opiniones. La mayoría de lo que me preguntan lo desconozco, pero puedo operar el sistema de ficheros de datos para el Doctor Doolittle. Casi todos se hallan en gráficos. Algunos se los tengo que leer, con la ayuda de gestos. Aprende deprisa, los números ya los entiende. ¿Hay algo de café?

Jennifer le pasó un bulbo.

—Debería calentarlo.

—Calienta el siguiente. Éste me lo beberé.

—De acuerdo —colocó un bulbo en el microondas y lo encendió. Freddy, no he oído a Victoria ahí dentro.

—Lleva horas ausente. Uno de los otros, creo que el Ingeniero que estuvo… mejorando el
Hécate
, vino y se la llevó, y eso fue lo último que vi de ella. A veces le hablo a un micro y el Doctor Doolittle escucha lo que debe ser una traducción, pero no sé quién hay del otro lado. —Sorbió el café tibio—. Está bueno. Gracias.

—¿Cuándo puedo verle? —el grito de Jennifer sonó más como un gemido.

Freddy miró a Glenda Ruth.

Ésta eliminó su expresión pensativa y tuvo un escalofrío.

—Creo que deberías esperar a que te lo digan. Está sucediendo algo extraño.

—Tengo miedo —dijo Jennifer—. Él y yo hablamos de… Creció en Tanith, ya lo sabéis. ¡Freddy, se pondrá bien!

—Si los pajeños pueden conseguirlo, así será —repuso Freddy—. Se están dedicando a ello. Disponen de un instrumento del tamaño de una raqueta de tenis que coloca una imagen tridimensional del interior de Terry en nuestra pantalla tri-vi. Le tienen estabilizado. Su presión arterial lleva horas igual.

No fue obvio al instante: la forma vaga de la Mezquita había sido un bloque de hielo de agua penetrado por túneles cuando el
Simbad
se acopló. Pero los Ingenieros habían estado trabajando, tallando cuartos en el hielo, aislando, decorando. El salón, emplazado justo fuera de la antecámara de compresión del
Simbad
, no había parado de crecer durante las negociacíones. Ahora había una cocina pequeña, un guardarropa y un minigimnasio acabado a medias junto al foso de conversación en el que había sillones y sofás humanos y pajeños. Chris temía que adquiriría el tamaño de la ciudad de Serpens antes de que llegaran a conseguir algo.

Eudoxo habló larga e intensamente con el Amo llamado Almirante Mustafá Pachá. De vez en cuando Omar hablaba con el Amo de la India en la lengua gutural que Chris Blaine había aprendido a reconocer como el dialecto comercial pajeño. Alí Babá iba de Bury a Omar y de vuelta a Horace, pero su atención siempre estaba en Bury.

Los mensajeros marchaban de un lado a otro como monos araña de cabezas grandes, asimétricos, hermosos sólo en su agilidad. Las Mediadoras y los Amos tomaban frecuentes períodos de descanso y regresaban siempre juntos, a veces con cachorros pajeños. Ahora hablaban las Mediadoras, con viveza, como si ya no se hubiera discutido todo hasta la saciedad.

Chris observaba y escuchaba y, al cabo, se ofreció a hablar para la cámara de Joyce. Ésta trató de hallar una excusa para negarse y se rindió casi al instante.

—Gracias, teniente Blaine —dijo con suma cortesía, y le situó en un rincón del nuevo salón.

Bien: postura de erudito, ningún signo sexual, dale lo mejor de ti.

—Para tender un puente entre dos idiomas se requiere una lengua franca, porque los matices y los supuestos básicos no sirven. Hace falta siempre que los matices no funcionan. Pero la lengua pajeña es inflexión y lenguaje corporal y hasta olor, y cualquiera de esas tres cosas ha de ser descartada ante un teléfono, o trajes presurizados, o un vídeo con una mala conexión. Lo extraño es la facilidad con que estos pajeños usan lo que pueden y descartan lo demás. No es sólo la flexibilidad de la lengua comercial. Por lo general deben crear una lengua comercial en el acto —Chris vio que unas orejas de trasgo se centraban en él y se preguntó cuánto entenderían. Cuanto entendería él—. Aquí tenemos un ejemplo. Alí Babá, que aún no ha entrado en la edad de la razón, comprende claramente el concepto llamado Fyunch(click) en la lengua de Paja Uno. Le estamos observando aprender el ánglico y la nueva lengua franca de manera simultánea, y en horas ha dominado lo que un niño humano brillante quizá cogiera en días o semanas. La especialización biológica en funcionamiento. Y, por supuesto, hemos visto eso en las otras especialidades. Estamos aprendiendo mucho sobre los pajeños, y eso es importante.

—¿Podría explayarse más en eso, teniente? —preguntó Joyce. Su tono de voz fue altamente profesional.

—Esta vez no tenemos elección —repuso Chris—. Los bloqueos no van a funcionar. Deberemos aprender a convivir con los pajeños…

—De un modo u otro —dijo Joyce, pero su propio micrófono no estaba encendido—. Teniente… —Calló.

Ahí volvían los mensajeros emparejados. Chris los contempló corretear por la roca multicolor de la sala, interrumpiendo sus zancadas y entrando en canales y depresiones. Los había observado varias veces, y en esta ocasión no le cupo duda: su pelaje cambiaba de color para hacer juego con el de la roca. Eso lo conseguía la piloerección, exponiendo diferentes capas, pero el efecto los ocultaba como camaleones. Llegaron hasta sus respectivos Amos, se aferraron a los pelajes de éstos y susurraron brevemente.

Los Amos tuvieron un último intercambio con sus Mediadores, y los cuatro Mediadores se acercaron al grupo humano.

—Excelencia —comenzó Omar—, me complace informarle que Medina y la India han llegado a un acuerdo, en principio y en todos los detalles esenciales. —Hizo una reverencia; sus pies abandonaron la roca y retornaron cuando se enderezó.

—Es satisfactorio —dijo Bury.

Eudoxo también hizo una reverencia. Nadie rió.

—Hemos llegado a un acuerdo sobre nuestro rango y dominios, pero lo más importante es que hemos llegado a un acuerdo sobre usted. No le revelarnos nada nuevo al decir que nuestras elecciones son limitadas, y que nuestro mayor bien es su amistad.

Bury asintió.

—Más satisfactorio aún. Es un honor ser sus amigos.

—Gracias —repuso Omar—. Nos damos cuenta de que aunque le vigilemos componiendo el mensaje que enviará a sus colegas del Escuadrón de Eddie el Loco, todavía debemos confiar en usted para que nos explique Su significado. Antes de que lo envíe, naturalmente querrá hablar con la tripulación a bordo de su nave, y es inútil retenerle aquí. Cuando haya completado el mensaje, la India lo entregará. Se está preparando una nave adecuada.

En esta ocasión la sonrisa de Bury fue cálida y auténtica.

—Nuestro agradecimiento. Su hospitalidad ha sido admirable, aunque quizá mis amigos se encuentren más cómodos a bordo de nuestro propio yate.

—Hay una cuestión —indicó Omar—. Mi colega en la flota de los Tártaros de Crimea transmite su observación personal de que todos los humanos a bordo del
Hécate
están vivos, y sólo el ingeniero-guerrero ha sido herido; mas por motivos que la Mediadora de los Tártaros de Crimea no explica ni discute, no se le ha permitido hablar con ellos. Se nos ha prometido que ello cambiará pronto.

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