Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos (17 page)

BOOK: Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos
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Poco amigo de alegrías y sonrisas, no consta que Newton se tomara a broma sus continuas distracciones. (Se cuenta, a ese respecto, sin duda de modo exagerado, que sólo se le vio reír francamente un día que un alumno le preguntó cuánto podría valer un obsoleto libro de Euclides). No obstante, Newton, como suele pasar con los verdaderos despistados geniales, era a la vez muy metódico. A este respecto son famosos los diferentes cuadernos (gran parte de los cuales se conservan) en que anotaba su actividad diaria (desde la más importante a la más cotidiana). Por ejemplo, se conserva su cuaderno juvenil
de pecados
, en el que anotaba diaria y escrupulosamente cuanto pecado hubiera cometido ese día (cosas tales como «impertinencia con mi madre» o «robo de cerezas»).

Pero no se acaban ahí los rasgos curiosos de la personalidad de Newton. Por ejemplo, sentía una verdadera pasión por los experimentos, a los que se entregaba en cuerpo y alma. Por ejemplo, para estudiar la forma en que el ojo humano capta la luz se dedicaba a mirar al sol con un solo ojo para observar los colores e incluso presionaba con un punzón su globo ocular para alterar momentáneamente la curvatura de la retina y constatar las variaciones que ello implicaba. En cierta época de su vida, efectuó completísimos cálculos sobre las medidas del Arca de la Alianza, el templo de Salomón o, en otro orden de temas, las leyes de propagación histórica de las plagas de langostas en relación a la velocidad de expansión del Islam. No es raro, por tanto, que en el ambiente premodemo en que vivió, su interés cayera finalmente en la alquimia, efectuando innumerables experimentos químicos que llegaron a afectar seriamente a su salud, al provocarle una peligrosa intoxicación de mercurio.

Por otra parte, la célebre disputa surgida entre Newton y Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) a causa del reconocimiento público de cuál de los dos había enunciado en primer lugar el método matemático del cálculo infinitesimal fue enconada y muy violenta. Actualmente, se sabe con casi total seguridad que fue Newton quien lo hizo en primer lugar, aunque tardó mucho más en publicar sus conclusiones y por tanto éstas no pudieron ser conocidas previamente por Leibniz. Por ello, en realidad, ambos han de compartir ese honor. Pero en aquellos tiempos, la controversia alcanzó repercusión a escala internacional, participando en ella, en un bando u otro, numerosos científicos. Un gran número de artículos defendieron públicamente la candidatura de Newton, aunque casi todos ellos fueron redactados por el propio Newton y publicados con el nombre de sus amigos. Cuando la disputa se fue enconando más y más, Leibniz acudió a la mediación de la
Royal Society
británica, sin dar importancia al hecho de que el presidente de aquella asociación era precisamente su oponente, Isaac Newton. Este, beneficiándose de ello, hizo nombrar una comisión que estudiara el caso formada totalmente por partidarios suyos. No satisfecho aún con ello, redactó personalmente el informe final de la comisión y forzó a la
Royal Society
a que lo publicase. El informe, lógicamente, daba toda la razón a Newton, estigmatizando a Leibniz como plagiario. Incluso, Newton redactó un resumen anónimo del informe para los anales de la Sociedad y manifestó repetidamente en público su gran satisfacción por haber «roto el corazón de Leibniz».

Y es que, de igual modo que ninguno de sus contemporáneos y sus biógrafos pone en cuestión su genialidad, tampoco dudan al calificar a Newton de persona cruel, insensible, vanidosa y extremadamente ambiciosa. La carrera pública de Newton, que llegó a ser el primer científico de la historia que obtuvo un título nobiliario por sus actividades científicas, culminó al obtener el lucrativo puesto de Director de la Real Casa de Moneda, puesto desde el que desató una increíble y despiadada campaña contra la falsificación de monedas, que condujo a la horca a no pocos hombres.

E
l médico, alquimista y químico alemán Philippus Theophrastus Bombastus von Hohenheim (1493-1541), más conocido con el sobrenombre de
Paracelso
, fue un hombre genial, pero insoportable. A juzgar por el testimonio de sus contemporáneos, Paracelso fue extremadamente vanidoso y engreído, también egoísta y ampuloso, con no pocos rasgos de locura y delirios de grandeza. Por ejemplo, él mismo hizo extender el rumor de que había hecho un pacto con el diablo, por lo que poseía el secreto del elixir de la eterna juventud, había fabricado el
homúnculo
(hombre artificial) y estaba a punto de encontrar el bálsamo natural con que sería capaz de reconstruir cualquier tejido dañado.

E
l compositor ruso Serguei Prokofiev (1891-1953) compuso una ópera,
El gigante
, cuando tenía sólo siete años, y usando únicamente las teclas blancas de su piano.

E
l gran pianista y compositor ruso Serguei Vassilievich Rachmaninov (1873-1943) es considerado como el músico de primera fila poseedor de una mayor envergadura digital, alcanzando con sus dedos hasta 12 teclas blancas de un piano convencional, lo que, según se asegura, le permitía producir con la mano izquierda un acorde de do, mi bemol, sol, do sol.

D
esde que la artritis hizo presa de los dedos de la mano del pintor Auguste Renoir (1841-1919), éste hacía que le ataran los pinceles a la mano para poder seguir pintando.

E
l filósofo y escritor francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) llegó a estrenar dos óperas con libreto y música propios, que obtuvieron un gran éxito de público.

S
egún se ha calculado, Félix Lope de Vega (1562-1635) escribió entre 1.500 y 2.200 obras de teatro, que sumarían en su conjunto unas 133.000 páginas, con unos 21.000.000 de versos (lo cual le convertiría sin ninguna discusión en el dramaturgo más prolífico del mundo), de los cuales sólo se conservan unas 426 obras y 42 autos sacramentales. Esta ingente actividad creativa (que hizo que Miguel de Cervantes le llamara «Monstruo de la Naturaleza») comenzó con una sorprendente precocidad. Al parecer, Lope de Vega ya leía en latín a los cinco años y tradujo a Claudio cuando tenía diez. A los doce, además de saber tañer instrumentos musicales, cantar y manejar la espada con brío y habilidad, había completado su primera obra en cuatro actos,
El verdadero amante
. Sin embargo, pese a su evidente precocidad y genio, siempre se mostró acomplejado por su origen plebeyo (provenía de una humilde familia santanderina de la Vega de Carriedo), por lo que al comenzar su actividad literaria añadió a su nombre un segundo apellido (
y Carpio
), que en realidad pertenecía a un tío suyo, inquisidor de Sevilla. De este asunto también hizo burla, en su enconada disputa, Luis de Góngora, que sí había tenido cuna noble.

E
l médico, erudito, políglota y científico inglés Thomas Young (1773-1829) fue un niño prodigio que aprendió a leer a los 2 años y que había leído la Biblia dos veces a los 4. Durante su juventud estudió una docena de idiomas y aprendió a tocar una gran variedad de instrumentos musicales.

Grandes amantes

S
egún las crónicas, el califa Abderramán II de Córdoba (793-852) sólo hacía el amor con vírgenes, no repitiendo nunca con la misma mujer.

G
abriele D'Annunzio (1863-1938), escritor, aventurero, estadista y
enfant terrible
de la escena cultural italiana durante más de cuarenta años, fue también un famoso conquistador amoroso. Sonados fueron sus romances con célebres bellezas de la época, como Maria Hardouin di Gallese (su esposa), Elvira Leoni, las condesas Maria Anguissola, Giuseppina Mancini y Natalia Golubeva, la actriz Eleonora Duse, la marquesa Alessandra Carlotti di Rudini y la pianista Luisa Bàccara. Pero, además, D'Annunzio poseía una personalidad harto excéntrica. Por ejemplo, tenía la costumbre de dormir apoyando su cabeza en una almohada rellena de mechones de pelo cortados a sus conquistas, o la de servir vino en una copa hecha con el cráneo de una muchacha que supuestamente se había suicidado por él. Según confesión propia, su secreto afrodisíaco era la estricnina, que tomaba antes de cada aventura. Acorde con su personalidad provocadora, este gran escritor afirmaba ser odiado por no menos de mil maridos.

A
juzgar por los comentarios de los cronistas de la época, Napoleón Bonaparte (1769-1821) fue protagonista de una actividad amorosa incesante durante su explosivo matrimonio con Josefina. De hacer caso a los biógrafos, los gritos y jadeos de la pareja asustaban a todo el palacio en los momentos de máximo ardor. Según confesó Josefina, a Napoleón le gustaba el sexo veloz y furioso: «como un bombero apagando un fuego». Al parecer, el ardor de la pareja era tal que, en su noche de bodas, el perro de Josefina, creyendo que Napoleón hacía daño a su ama, se abalanzó contra él y le mordió.

E
l rey Carol II de Rumania (1893-1953) fue, al contar de las crónicas, lo que se conoce como un verdadero
atleta sexual
. Se dice que «debido al anormalmente largo órgano sexual» de su majestad era necesario ampliar quirúrgicamente la capacidad vaginal de sus amantes, so riesgo de que éstas, caso de no hacerlo así, muriesen «como consecuencia de roturas del perineo».

A
pesar de que en los registros de sus andanzas que nos han llegado
sólo
constan ciento dieciséis amantes, Giacomo Girolamo Casanova de Seingalt (1725-1798) se jactó públicamente de haber seducido a miles de mujeres, preferentemente esposas e hijas de sus amigos. Según él, el secreto de su resistencia física y de su apetito amatorio residía en la sobredosis de ostras, no menos de cincuenta, con que se desayunaba cada mañana. Según cuenta en sus memorias, otro truco que utilizaba, esta vez para no dejar embarazadas a sus muchas amantes, era un método anticonceptivo
infalible
: introducía una canica de oro de 60 gramos en la vagina de sus amantes-víctimas.

A
l parecer, Catalina II
La Grande
(1729-1796), esposa de Pedro III y zarina de todas las Rusias tras destronar a su marido (que murió en circunstancias harto extrañas, a las que ella no fue ajena), gozaba en la época más activa de su vida de un promedio de seis relaciones sexuales al día. Sin embargo sus comienzos matrimoniales no auguraban dicha vorágine sexual. Según parece confirmado, se mantuvo virgen los ocho primeros años de su matrimonio, debido a la fimosis que impedía a su marido serlo realmente. Cuando luego se resarció estableciendo el récord comentado, contaba con veinte amantes oficiales, aunque en determinados momentos llegaron a ser hasta ochenta. Entre ellos: el príncipe Sergio Saltikov, Estanislao Augusto Poniatovski (que gracias a la ayuda de la zarina llegaría a ser rey de Polonia), Gregorio Orlof, Wasseltchikov y el tuerto Gregorio Potemkin. Entre asalto y asalto, aun practicaba su segundo placer: el voyeurismo. Se cuenta, asimismo, que su médico personal, Rogerson, y su alcahueta privada, madame Protas, probaban personalmente a sus amantes antes de aconsejar a su majestad.

A
unque se la tiene por egipcia, la famosa faraona Cleopatra (69-30 a. de C.) nació en Macedonia, hija de Tolomeo XI
Auletes
. Cual era costumbre entre los faraones, se casó con dos de sus hermanos: Tolomeo XII
Dionisio
y Tolomeo XIII, y fue amante de Julio César y de Marco Antonio. Su éxito entre los hombres parece que alcanzó cotas inusitadas. Se supone que se inició en el arte amatorio a los doce años. Posteriormente, fue una alumna aventajada de las cortesanas del Ninfeo, el más afamado burdel de Alejandría. La experiencia le debió resultar gratificante, puesto que años después mandó construir un templo como residencia para sus cientos de jóvenes amantes, a quienes se les administraban drogas para aumentar su lujuria y voluptuosidad. Con ellos practicó tanto dicho arte que, a juzgar por los testimonios que nos han llegado, y a pesar de que, al parecer, no poseía una belleza demasiado espectacular, aunque sí un atractivo irresistible, llegó a ser una consumada maestra, tanto en técnica, como en resistencia: se afirma que era capaz de yacer con cien hombres en una sola noche. No es extraño, a juzgar por estos antecedentes, que tanto Julio César como Marco Antonio cayeran rendidos (tal vez, literalmente) a sus pies.

E
l general chino Chang Chung Chang (1880-1935) fue durante muchos años un conocido y admirado amante que dominó la escena galante de la corte manchú de la China de comienzos del siglo XX. El general era más conocido, por razones anatómicas obvias, como:
El general de las tres piernas
y
Chang, cañón del setenta y dos
.

E
l escritor inglés Charles Dickens (1812-1870) compartió domicilio con su esposa, Kate Hogarth, y las dos hermanas de ésta, Mary y Georgina, con quienes aparentemente tuvo una relación más que amistosa. Sin embargo, a despecho de este posible matrimonio a
varias bandas
, su verdadero amor fue la joven actriz Ellen Teman. No obstante, a pesar de tanta compañía nocturna, Dickens sólo podía dormir, al parecer, si colocaba la cabecera de la cama orientada exactamente hacia el norte y se echaba exactamente en su centro.

D
el famoso delincuente estadounidense John Dillinger se cuenta que siempre estuvo bien armado, en más de un sentido. En 1934, este gángster caía acribillado a balazos por agentes del FBI. Durante la autopsia, uno de los forenses le cortó el pene y lo guardó como reliquia, asombrado de su tamaño. Al parecer, su miembro alcanzaba increíblemente los 50 centímetros en acción. Sin embargo, nunca ha vuelto a reaparecer el supuesto pene de John Dillinger y, por tanto, nunca se ha podido valorar este extremo hasta su justa medida.

A
l parecer, el rey español Fernando VII (1784-1833) contaba con un órgano genital de dimensiones desmesuradas que hizo aconsejable que la reina María Cristina, su cuarta y última esposa, tomase medidas preventivas por prescripción facultativa. La reina, por consejo médico, interponía una almohadilla agujereada a la entrada de su vagina.

L
a cortesana griega Mnesarete (siglo IV a. de C.), más conocida como
Friné
(literalmente «sapo», al parecer por el color de su piel), fue considerada como una de las más hermosas mujeres de toda la historia de la antigua Grecia. Su cuerpo sirvió como modelo a Praxíteles, uno de sus muchos amantes, para realizar la estatua de la diosa Afrodita conocida como
Venus de Cnido
. En cierto momento de su vida, en el curso de un festival, se soltó los cabellos, se desnudó y se sumergió en el mar, inspirando al pintor Apeles su
Afrodita Anadiomena
. Pues bien, esta mujer extraordinaria fue una de las
hetairas
o cortesanas más famosas de la Grecia clásica. En cierta ocasión, tras rechazar repetidamente los requiebros y las solicitudes de un tal Eutías, éste la denunció, acusándola de impiedad (uno de los delitos más graves de la época) al profanar los misterios eleusinianos. Compareció ante el tribunal de los heliastas y estaba a punto de ser condenada a muerte, cuando tomó la palabra en su defensa el buen orador Hipérides. Su bello y encendido alegato no encontró, sin embargo, respuesta favorable del jurado. En un último argumento desesperado, hizo que la acusada se despojara del peplo y apareciese desnuda ante el tribunal, al tiempo que exclamaba: «Olvidad, si os parece, todos mis anteriores argumentos. Pero, ved, ¿no lamentaréis condenar a muerte a la propia diosa Afrodita? ¡Piedad para la belleza!». Tan convincente e inapelable debió ser este último argumento que Friné fue absuelta por el tribunal de todos los cargos y fue puesta inmediatamente en libertad. Puede decirse que, por una vez, triunfó la verdad desnuda. Gracias a su éxito profesional, Friné amasó una inmensa fortuna, hasta el punto de que llegó a financiar la restauración de las murallas de Tebas y levantó en su casa una estatua de oro macizo en honor a Zeus, estatua en la que por cierto se podía leer la siguiente inscripción: «Gracias a la intemperancia de los griegos». Sin embargo, como es natural, los encantos de la bella Friné se desvanecieron al llegar a la vejez, a lo que, como es natural (o, al menos, habitual), Friné no se resignó, recurriendo a multitud de afeites y remedios cosméticos. A propósito de esto, el comediógrafo Aristófanes llegaría a decir: «Friné ha convertido su rostro en una botica».

A
l último emperador jarifiano de Marruecos, Muley Ismail Es Semin (1672-1727), conocido por el sobrenombre de
El sediento de sangre
, se le atribuyen 1.056 hijos, 700 de ellos varones, tenidos con sus 8.000 mujeres y concubinas.

E
l cuarto emperador mogol de la India, Jahangir, que se mantuvo en el trono entre 1605 y 1627, poseía un harén de 300 esposas, otras 5.000 concubinas y 1.000 muchachos con que satisfacer su diversas aficiones sexuales. Además, mantenía en su palacio 12.000 elefantes, 10.000 bueyes, 2.000 camellos, 3.000 venados, 4.000 perros, 100 leones amaestrados, 500 búfalos y 10.000 palomas mensajeras.

E
l rey francés Luis XIV (1638-1715), además de su esposa, la infanta española María Teresa (1638-1683), tuvo numerosas favoritas, concubinas y amantes reales. Entre las principales estuvieron Louise-Françoise de La Baume, duquesa de La Vallière (que le dio cuatro hijos); la marquesa de Montespan (con quien tuvo 8 hijos); la marquesa de Maintenon (con la que se llegó a casar morganáticamente en secreto), y la duquesa de Fontanges.

L
uis XV de Francia (1710-1774), además de la compañía de sus sucesivas favoritas Madame Pompadour (1721-1764) y Madame Du Barry (1743-1793), disfrutaba de un verdadero harén o burdel real en su palacio de Versalles. Este nutrido gineceo fue conocido en la corte de la época como
Le parc aux cerfs
(«El parque de los ciervos»). En los aproximadamente treinta y cuatro años en que este harén fue visitado por el rey, estuvo siempre bien surtido de jovencitas que desde la adolescencia sólo tenían un único cometido: estar siempre dispuestas a satisfacer al rey en cualquier deseo. Cuando cumplían los dieciocho años, eran recompensadas con su matrimonio con un caballero de la corte.

A
unque ella misma aseguraba haber nacido en Sevilla en 1823, la bailarina y cantante María Dolores Gilbert [o Porris] y Montes (1818?-1861), mucho más conocida con su nombre artístico de
Lola Montes
, que recorrió con gran éxito y no pocos escándalos la Europa de la primera mitad del siglo XIX, había nacido en Limerick, Irlanda. Al cumplir los trece años, descubrió que podría conseguir todo cuanto se propusiese si sabía aprovechar su extraordinario atractivo físico; y eso fue algo que hizo durante toda su vida, aunque no por ello dejando de mostrar un criterio muy selectivo. Por ejemplo, en cierta ocasión, se negó a mantener relaciones con el virrey de Polonia porque éste llevaba dentadura postiza. Tras casarse tres veces y mantener escandalosas relaciones con muchos amantes de toda Europa (incluidos Franz Liszt y Alejandro Dumas, padre), se convirtió en amante oficial del rey Luis I de Baviera, quien le otorgó los títulos de baronesa de Rosenthal y condesa de Landsfeld. Cierto escritor contó que el rey le había confesado que la Montes «podía realizar milagros con los músculos de sus partes privadas» y que se convenció de ello cuando «logró que tuviese diez orgasmos en un periodo de veinticuatro horas». Fue tal lo escandaloso de la relación, que, ante la presión cortesana y popular, el rey tuvo que abdicar. Ante el cariz que tomaron los acontecimientos, Lola Montes emigró entonces a Inglaterra, y más tarde a los Estados Unidos, donde se mantuvo fiel hasta el final a ese mismo estilo de vida.

E
l sobrenombre del nigromántico siberiano Grigorii Efimovich Novy (1872-1916),
Rasputín
, significa en ruso algo así como «libertino». Y no fue, según todos los testimonios, un sobrenombre gratuito ni desacertado. Al parecer, su gran carisma entre las mujeres se debió no sólo a su carácter misterioso y a una gran facilidad verbal e hipnótica (aunque, por cierto, ni siquiera sabía leer y escribir), sino también a cierta parte de su organismo que alcanzaba, según descripción que dejó escrita su propia hija, los 35 centímetros de turgente longitud y que él no se esforzó en mantener inactiva. Cierta parte de su organismo que le fue cortada, por cierto, en el mismo momento de su asesinato. Precisamente, en 1968, apareció en el barrio parisino de Saint-Denis un supuesto pene de
Rasputín
, guardado en una caja de madera y en poder de una anciana mujer, que afirmaba ser la antigua amante de Rasputín.

U
na de las más conocidas aficiones del Cardenal Richelieu, además de las de dormir y cuidar gatos, fue la de galantear y sostener aventuras amorosas con cortesanas. Se cuenta que pagó cincuenta mil coronas por pasar una sola noche con la más famosa cortesana de su época, Ninón de Lenclos. Ésta, después de aceptar el dinero, envió a una amiga para que la sustituyese.

S
egún los textos antiguos, al rey Salomón (h. 1020-929 a. de C.) se le suponía un harén de 1.000 mujeres (700 esposas y 300 concubinas). Además, protagonizó algunos sonados romances con otras mujeres, como la legendaria reina de Saba Balkis o Makeda, con quien tuvo un hijo, Menelik, que fundaría la dinastía abisinia o salomónida de Etiopía.

L
a escritora francesa Aurore Dupin, baronesa de Dudevant, más conocida en el mundo literario con el seudónimo de
Georges Sand
(1804-1876), fue una fiel seguidora de la corriente romántica. Y no sólo intelectualmente, sino también en su vida personal, hasta el punto de que engrosó la nómina de sus amantes hasta un límite verdaderamente notable. A pesar de haberse casado jovencísima con el barón Casimir Dudevant (a quien, por cierto, sorprendió en la cama con una criada cuando ella sólo contaba 18 años, hecho que tal vez determinó su futura promiscuidad), mantuvo relaciones amorosas, entre otros muchos, con los siguientes personajes famosos: Jules Sandaeu, la actriz Marie Dorval, amante a su vez de Alfred de Vigny (de quien también fue
amiga
la misma Georges Sand), Prosper Merimée, Pietro Pagello, Alfred de Musset y Frédéric Chopin (con quien vivió un conocido romance en la Cartuja de Valldemosa mallorquina). Aunque no todos sus amantes fueron personajes célebres. Por ejemplo, sin romper su matrimonio original, vivió un apasionado romance con un lisiado al que le faltaban las dos piernas.

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