Espejismos (16 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Espejismos
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Sin embargo, cuando estoy a punto de girar hacia mi calle, me lo pienso mejor. La verdad es que no puedo permitirme ese tipo de lujos. No puedo malgastar el tiempo. Así que, en lugar de eso, cambio de sentido y me dirijo hacia el centro urbano de Laguna. Me abro camino entre las empinadas y estrechas calles, paso junto a chalets bien atendidos con hermosos jardines y junto a las mansiones en forma de «L» que hay al lado. Voy a ver a la única persona que sé que puede ayudarme.

—Ever.

Sonríe al tiempo que se aparta el cabello rojizo ondulado de la cara y fija sus ojos castaños en los míos. Y, aunque he llegado sin previo aviso, no parece sorprendida lo más mínimo. Sus poderes psíquicos hacen que resulte muy difícil sorprenderla.

—Siento aparecer así, sin llamarte antes. Supongo que…

No me deja terminar la frase. Se limita a abrirme la puerta y hacerme un gesto para que pase. Me acompaña hasta la mesa de la cocina junto a la que ya me senté en otra ocasión: la última vez que tuve problemas y no tenía nadie más a quien acudir.

Hubo un tiempo en el que la despreciaba; la despreciaba con toda mi alma. Y, cuando empezó a convencer a Riley de que debía avanzar (de que debía cruzar el puente hacia el lugar donde la esperaban nuestros padres y Buttercup), la odié incluso más. No obstante, aunque antes la consideraba mi peor enemiga junto con Stacia, ahora me parece que ha pasado ya mucho tiempo desde todo aquello. La miro mientras se mueve por la cocina para preparar un té verde con galletitas y me siento culpable por no haberme mantenido en contacto con ella, por venir solo cuando necesito ayuda desesperadamente.

Intercambiamos los cumplidos de rigor y después toma asiento enfrente de mí, acuna entre sus manos la taza de té y me dice:

—¡Has crecido! Sé que no soy muy alta, pero es que ahora me sacas casi un palmo…

Me encojo de hombros. No sé muy bien cómo lidiar con esto, pero tengo la certeza de que es mejor que me vaya acostumbrando. Si creces varios centímetros en cuestión de días, la gente suele notarlo.

—Supongo que he madurado tarde. Estoy «dando un estirón»… o algo así —replico. Esbozo una sonrisa torpe al darme cuenta de que necesito buscar una respuesta mucho más convincente, o al menos aprender a responder con más convicción.

Ella me mira y asiente con la cabeza. No se ha tragado ni una palabra, pero deja pasar el tema.

—Bueno, ¿cómo va el escudo? ¿Aguanta?

Trago saliva con fuerza y parpadeo una vez… y luego otra. Estaba tan concentrada en mi misión que había olvidado el escudo que me ayudó a crear. El escudo que me sirvió para bloquear todos los ruidos y sonidos la última vez que se fue Damen. El mismo escudo que desmantelé cuando regresó.

—Ah, bueno… digamos que me deshice de él —le digo. No puedo evitar encogerme por dentro cuando las palabras salen de mis labios, ya que recuerdo que nos llevó casi una tarde entera ponerlo en su lugar.

Ella sonríe y me observa por encima de su taza.

—No me sorprende. Ser normal no es tan bueno como dicen, al menos cuando ya has experimentado otras cosas…

Parto un trozo de la galletita de avena y hago un gesto indiferente con los hombros. Sé que si dependiera de mí, sería normal en ese sentido todos los días.

—Así que no has venido por el escudo… ¿De qué se trata, entonces?

—¿Quieres decir que no lo sabes? ¿Qué clase de vidente eres tú? —Me echo a reír, aunque demasiado alto para un chiste tan pobre y estúpido.

Sin embargo, Ava se limita a encogerse de hombros y recorre el aborde de su taza con un dedo en el que lleva un anillo enorme antes de decir:

—Bueno, no tengo tanta experiencia como tú a la hora de leer mentes. Aunque sí que percibo algo muy serio en este asunto.

—Se trata de Damen —comienzo, aunque hago una pausa para apretar los labios—. Él… él… Ha cambiado. Se ha convertido en una persona fría, distante, incluso cruel, y yo… —Bajo la mirada. La verdad que subyace bajo esas palabras hace que resulte mucho más difícil pronunciarlas—. No me devuelve las llamadas, no habla conmigo en el instituto, incluso ha cambiado de sitio en clase de lengua, y ahora… ahora sale con una chica que… Bueno, digamos sin más que es una chica horrible. Y, cuando digo horrible, me refiero a horrible de verdad. Así que ahora él también es horrible…

—Ever… —empieza a decirme con voz amable y mirada dulce.

—No es lo que piensas —le digo—. No es eso en absoluto. Damen y yo no rompimos, no teníamos problemas, no es eso. Un día todo iba genial… y al siguiente… no.

—¿Y ocurrió algo que precipitara ese cambio? —Tiene una expresión pensativa y no aparta sus ojos de los míos.

«Sí, vino Roman. Eso fue lo que ocurrió», pienso. Pero, dado que no puedo explicarle mis sospechas y decirle que Roman es un inmortal renegado (a pesar de todas las pruebas de lo contrario) que está empleando algún tipo de método de control mental de masas, la hipnosis o algún hechizo (aunque no estoy segura de si esto último es posible o no) con los estudiantes de Bay View, me limito a contarle el extraño comportamiento que muestra Damen últimamente: los dolores de cabeza, los sudores y otras cuantas cosas de las que me parece seguro hablar.

Después contengo el aliento mientras ella da un sorbo de su té y contempla el hermoso jardín a través de la ventana antes de volver a concentrar su mirada en mí.

—Cuéntame todo lo que sepas sobre Summerland —me dice.

Miro fijamente las dos mitades de la galletita que aún no me he comido y mantengo los labios cerrados. Nunca había oído mencionar esa palabra de una forma tan abierta y casual. Siempre lo había considerado un lugar sagrado que nos pertenecía a Damen y a mí. No tenía ni la menor idea de que los mortales también conocieran su existencia.

—Seguro que has estado allí. —Deja la taza y arquea las cejas—. ¿Durante tu experiencia cercana a la muerte, quizá?

Asiento mientras recuerdo las dos ocasiones en que he estado allí: la primera cuando morí; la segunda, con Damen. Y me quedé tan fascinada con aquella dimensión mágica y mística de grandes prados fragantes y árboles palpitantes… que no quería marcharme de aquel lugar.

—¿Visitaste los templos cuando estuviste allí?

¿Templos? Yo no vi ningún templo. Elefantes, playas y caballos… cosas que ambos hicimos aparecer, pero ningún tipo de residencia ni edificio.

—Los templos de Summerland, también conocidos como los Grandes Templos del Conocimiento, son legendarios. Creo que las respuestas que buscas se encuentran allí.

—Pero… pero ni siquiera sé muy bien cómo llegar allí sin Damen. Bueno, al menos sin morir y todo eso… —La miro—. ¿Cómo es posible que hayas oído hablar de ese lugar? ¿Has estado allí?

Ella niega con la cabeza.

—Llevo años intentando acceder. Y, aunque he estado muy cerca en varias ocasiones, jamás he conseguido atravesar el portal. Pero puede que, si combinamos nuestra energía, si aunamos nuestras fuentes por decirlo de alguna manera, consigamos pasar.

—Es imposible —le aseguro, recordando la última vez que intenté acceder de esa manera. Y, aunque Damen ya había empezado a mostrar signos de malestar, tenía más poder que Ava en su mejor día—. No es tan sencillo. Aunque juntáramos nuestra energía, nos resultaría mucho más difícil de lo que crees.

Sin embargo, ella sacude la cabeza y sonríe antes de levantarse de la silla.

—Nunca lo sabremos si no lo intentamos, ¿verdad?

Capítulo veintitrés

L
a sigo hasta que llegamos a un pasillo corto. Mis chanclas golpetean contra una alfombra roja trenzada mientras pienso: «Esto nunca funcionará».

Si no logré acceder al portal con Damen, ¿cómo voy a poder hacerlo con Ava? Porque, aunque parece una mujer con bastantes dotes psíquicas, la mayoría de sus habilidades solo sirven para las fiestas en las que se predice el futuro con cartas sobre una mesa plegable y se embellece con la esperanza de obtener una buena propina.

—Nunca funcionará si no crees en ello —me dice justo cuando se detiene frente a una puerta de color añil—. Tienes que tener fe en el proceso. Y, además, antes de entrar debes dejar libre tu mente de cualquier tipo de negatividad. Necesitas deshacerte de todos los pensamientos tristes, o de cualquier otra cosa que pueda deprimirte y llevarte a las palabras «No puedo».

Respiro hondo y contemplo la puerta mientras lucho contra el impulso de poner los ojos en blanco. No puedo evitar pensar: «Genial. Debería habérmelo imaginado». Este es el tipo de supercherías que te ves obligada a tolerar cuando tratas con Ava.

Pero lo único que digo es:

—No te preocupes por mí, estoy bien. —Asiento con la esperanza de parecer convincente, ya que quiero evitar su sistema de meditación en veinte pasos o cualquier otro rollo místico que pueda tener en mente.

No obstante, Ava permanece inmóvil, con las manos en las caderas y los ojos clavados en los míos. Se niega a dejarme entrar hasta que acceda a aligerar mi carga emocional.

Así pues, cuando me pide que cierre los ojos, lo hago.

Solo para acelerar los acontecimientos.

—Ahora, quiero que imagines que unas largas raíces emergen de las plantas de tus pies y se introducen profundamente en la tierra, que penetran en el suelo y se extienden sin cesar. Siente cómo profundizan más y más hondo, hasta que alcanzan el núcleo de la tierra y no pueden ir más allá. ¿Lo tienes?

Asiento mientras imagino lo que me cuenta, pero solo para que podamos ir al grano, no por que crea en ello.

—Ahora respira hondo; respira hondo unas cuantas veces y deja que tu cuerpo se relaje. Siente cómo se relajan tus músculos y la tensión se desvanece. Permite que cualquier emoción o pensamiento negativo desaparezca. Destiérralos de tu campo de energía y mándalos a paseo. ¿Puedes hacer eso?

Claro, lo que sea, pienso. Hago lo que me pide y me sorprendo bastante al descubrir que mis músculos empiezan a relajarse. Y, cuando digo que se relajan, me refiero a que se relajan de verdad. Como si descansara después de una larga batalla.

Supongo que no era consciente de lo tensa que estaba ni de cuánta negatividad arrastraba hasta que Ava me pidió que me liberara de ellas. Y, aunque estoy dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de entrar en esa habitación y acercarme un poco más a Summerland, debo admitir que parte de este rollo abracadabra funciona de verdad.

—Ahora concentra toda tu atención en la parte superior de la cabeza, en la coronilla. Imagina que un rayo sólido de luz blanca y dorada penetra por ese lugar y baja por tu cuello, el torso y las piernas hasta llegar a los pies. Siente cómo esa luz cálida y maravillosa sana cada parte de ti, cómo baña cada una de tus células tanto por dentro como por fuera. Todo rastro de tristeza y rabia se transforma en una energía llena de amor gracias a esta poderosa fuerza sanadora. Siente cómo esa luz inunda tu interior como un rayo constante de luminosidad, amor y absolución, un rayo sin principio ni fin. Y, cuando empieces a notarte más ligera, cuando empieces a sentirte limpia y purificada, abre los ojos y mírame. Pero solo cuando estés lista.

Hago lo que me dice, sigo todo el ritual de la luz blanca, decidida a participar y a fingir al menos que me tomo todos los pasos con seriedad, ya que parece importante para Ava. Y, cuando imagino un rayo dorado que atraviesa mi cuerpo, baña mis células y todo ese rollo, intento también calcular durante cuánto tiempo debo mantener los ojos cerrados para que no parezca que finjo.

Sin embargo, sucede algo extraño. Me siento más ligera, más feliz, más fuerte y, a pesar del estado de desesperación en el que he llegado a su casa, satisfecha.

Y cuando abro los ojos, veo que ella me sonríe y que todo su cuerpo está rodeado del aura de color violeta más hermosa que he visto jamás.

Abre la puerta y la sigo al interior. No puedo evitar parpadear y entornar los ojos mientras me acostumbro a las paredes de color púrpura de esa pequeña estancia casi sin amueblar que, a juzgar por su aspecto, parece servir de santuario.

—¿Es aquí donde lees el futuro? —pregunto mientras contemplo la gran colección de cristales, velas y símbolos icónicos que cubren las paredes.

Ella niega con la cabeza y se sienta en un almohadón bordado que hay sobre el suelo antes de darle unos golpecitos al que hay justo a su lado para indicarme que me siente también.

—La mayoría de las personas que vienen a mi casa ocupan un espacio emocional oscuro, y no puedo arriesgarme a que entren aquí. Me he esforzado mucho por mantener la energía de esta estancia pura, limpia y libre de toda oscuridad, así que no permito que nadie, ni siquiera yo, entre a menos que su energía haya sido purificada. Porque, aunque sé que crees que es una estupidez, también sé que te has sorprendido al ver lo bien que te sientes.

Aprieto los labios y aparto la mirada. Sé que no hace falta que me lea la mente para saber lo que estoy pensando. Mi rostro me delata… es incapaz de mentir.

—He pillado todo ese rollo de la luz sanadora —le digo mientras contemplo la persiana de bambú que cubre la ventana y la estantería llena de estatuillas de deidades de todo el mundo—. Y debo admitir que ha hecho que me sienta mejor. Pero ¿de qué va todo eso de las raíces? Me ha parecido bastante raro.

—Se llama «conectar con la tierra». —Sonríe—. Cuando has llegado a mi puerta, tu energía parecía muy dispersa, y eso te ha ayudado a contenerla. Te sugiero que lleves a cabo este ejercicio a diario.

—Pero ¿no nos impedirá llegar a Summerland si ya hemos conectado con la tierra aquí… ?

Se echa a reír.

—No; en todo caso, te ayudará a permanecer concentrada en el lugar al que quieres ir realmente.

Contemplo la habitación y me fijo en que está tan abarrotada que resulta difícil ver lo que hay.

—Así que este es tu santuario personal, ¿no? —pregunto al final.

Ava sonríe mientras sus dedos juguetean con una hebra suelta de su almohadón.

—Es el lugar al que vengo a orar, meditar e intentar alcanzar las dimensiones del más allá. Y tengo el fuerte presentimiento de que esta vez conseguiré llegar hasta allí.

Flexiona las piernas para adoptar la posición del loto y me hace una señal para que yo haga lo mismo. Al principio no puedo evitar pensar que mis nuevas y larguiruchas piernas jamás se doblarán y se entrelazarán como las suyas; pero al cabo de un momento me quedo atónita al ver que se flexionan a la perfección y se colocan una encima de la otra de una manera cómoda y natural, sin el menor tipo de resistencia.

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