Eternidad (29 page)

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Authors: Greg Bear

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Eternidad
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¿Cómo la encontraste?

Rhita se lo contó.

Ellos la creyeron.

Sintieron un gran interés por la sophé.

Está muerta
, les informó Rhita.

Tú eres de ella.

Tampoco esta vez haría falta respuesta.

Un tiempo de intensa incomodidad, peor que el dolor.

Casi valía la pena experimentar el paso del tiempo.

Sin memoria, ella se encontraba frente al mar, en un lugar de firmamento azul y mármoles ruinosos.

Eso pasó, y regresó. Rhita, con muchos menos años, estaba en el santuario de Athéné Lindia. Lo recordaba todo, incluida su vida después de este momento. Había un joven cerca de ella, un tanto apuesto, de rostro indefinido. Llevaba una camisa de byssos blanco y pantalones oscuros con las perneras rasgadas y atadas, como un pescador, pero no lo era. Se preguntó si él era un amante, pero no lo era; tampoco era un amigo.

—¿Esto es agradable para ti? —preguntó él, caminando a su alrededor—. Por favor, di la verdad.

—No duele.

—Espero que perdones nuestra intrusión. Hemos tenido pocas oportunidades de trabajar directamente con tu especie. Te han tratado rudamente.

Ella no se lo perdonó. Su confusión era demasiado grande para semejantes cortesías.

—¿Preferirías que yo tuviera un nombre?

—De todos modos no te conoceré.

—¿Preferirías que nos quedásemos aquí?

Parecía aconsejable decir que sí. Rhita cabeceó, disfrutando del Sol y la fresca tranquilidad del templo abandonado, pero no creía estar allí de veras.

Soy Rhita, se dijo. Estoy viva. Tal vez me han llevado a través de la puerta.

Tal vez la abuela vino del Hades.

32
Ciudad Thistledown

Por razones que sólo estaban claras para él y su asesor, el presidente había decidido no alojarse en los aposentos formales del Nexo, debajo de la cúpula. En vez de eso, se quedó provisionalmente en un pequeño apartamento austero de un edificio del siglo V del Viaje, adyacente al arborétum, a un kilómetro de la cúpula. Cuatro horas después de que Mirsky declarara, Parren Siliom recibió en audiencia a Korzenowski, Mirsky, Olmy y Lanier. Sus modales aunque formales, eran muy bruscos. Parecía dominado por la ira.

—Perdón por mi franqueza —le pictografió a Korzenowski—. Nunca he estado en la Vía y ahora, cerca de la Tierra, nunca he visto una maniobra tan traicionera por parte de un ciudadano insigne del Hexamon.

Korzenowski inclinó la cabeza, con expresión adusta.

—Hago esta petición a disgusto; me están presionando —dijo—. Creo que es obvio.

—Sin duda todo el Nexo necesita una sesión talsit —dijo Parren Siliom, apretándose la nariz. El presidente miró a Lanier, pareció descartarlo con un parpadeo; concentró su atención en Mirsky—. El Hexamon se considera una sociedad avanzada, sean cuales sean las limitaciones que nos hayamos impuesto... pero me cuesta creer que nuestra labor pueda tener consecuencias de tanto alcance.

—Estáis en una encrucijada —dijo Mirsky.

—Eso afirmas tú. Sin embargo, no somos del todo inocentes. Recuerdo bien el modo en que Olmy engañó a los geshels hace varios años, cuando trajo de vuelta al Ingeniero. Presto un servicio a todos los naderitas verdaderos. Pero ¿estamos ante otra clase de engaño, ante otra manipulación?

—Es evidente que mi historia es cierta —dijo Mirsky.

—No tan evidente para alguien que ha pasado los últimos diez años combatiendo contra una oleada de simpatizantes de la reapertura. He luchado con el Ingeniero a mi lado, aunque ahora eso resulte difícil de creer.

Lanier tragó saliva.

—¿Puedo sentarme? —preguntó.

—Por supuesto —dijo Parren Siliom—. Mi ofuscación influye sobre mis modales. —El presidente ordenó que se formara una silla para Lanier, y luego ordenó sillas para todos—. Hablaremos un buen rato.

»Soy un hombre bastante práctico —continuó—, tan práctico como puede serlo un político a cargo de una nación de soñadores e idealistas. Eso cree ser el Hexamon, y lo ha sido durante siglos. Pero también hemos sido tozudos, fuertes y voluntariosos. Una vez afrontamos el reto de la Vía. Pero estuvimos a punto de ser derrotados por los jarts, y ellos han tenido décadas para perfeccionar sus tácticas. Todos creemos que han ocupado toda la Vía, ¿verdad?

Lanier fue el único que se abstuvo de asentir. Se sentía como un enano entre aquellos gigantes, de nuevo viejo, una carga inútil.

—¿Entiendes mi confusión? —le preguntó Parren Siliom a Korzenowski.

—Sí, lo entiendo, ser presidente.

—Entonces aclárame las cosas. Tú estás convencido, ¿pero me juras por el Buen Hombre, por la Estrella, el Hado y el Pneuma que no formas parte de una confabulación para reabrir tu creación, y que no has inventado todo este episodio?

Korzenowski miró al presidente en silencio, ofendido.

—Lo juro.

—Lamento poner en duda tu integridad, ser Korzenowski, pero debo estar absolutamente seguro. ¿No tenías conocimiento previo del retorno de ser Mirsky?

—Sospechaba que podía suceder algo parecido, pero no creía que sucediera. No, no tenía conocimiento previo del mismo.

—¿Estás convencido de que la Vía ha causado este daño?

—No daño, ser —dijo Mirsky—, sino obstrucción.

—Lo que sea. ¿Estás convencido? —El presidente miró severamente a Korzenowski.

—Sí.

—Comprenderás que la mayoría de los repcorps y senadores sienten por ti un gran respeto, pero que en este caso tus motivaciones pueden ser sospechosas. Consagraste gran parte de tu vida a crear la maquinaria de la sexta cámara y la Vía. Debes de haber sentido un orgullo lógico al cambiar el curso de la historia de Thistledown. Sería muy comprensible que pensaras que tu posición ha empeorado después de tu encarnación y después de la Secesión. Personalmente, sé que no has tratado de alentar a los neogeshels. —Más calmado, el presidente se restregó las manos y se sentó entre ellos—. Si abrimos la Vía, ser Olmy, ¿estaremos en guerra con los jarts?

—Creo que sí.

Eso es
, pensó Lanier.

—Si no abrimos la Vía, ser Mirsky, y tomamos precauciones para cerrarla desde nuestro extremo, ¿atentaremos contra los distantes y nobles esfuerzos de nuestros descendientes?

—De los descendientes de todas las criaturas inteligentes de nuestro universo, ser presidente. Sí.

Parren Siliom se reclinó en la silla y cerró los ojos.

—Recuerdo claramente algunas partes de tu testimonio. Sin duda los repcorps y senadores también las están repasando. —Hizo una mueca—. El procedimiento de votación será muy engorroso. Nunca hemos realizado un plebiscito para todo el Hexamon. ¿Comprendes los problemas que eso representa? Mirsky negó con la cabeza.

—Permíteme enumerarlos. Los procedimientos de votación en Thistledown y los distritos orbitales son muy diferentes de los de la Tierra. La mayoría de los ciudadanos de la Tierra deben votar físicamente. Llevaría meses organizar semejante votación. No estamos preparados.

»Cada ciudadano del espacio deberá copiar una personalidad parcial en una
mens publica
, la Memoria de Ciudad. Los parciales se juntan en un todo unificado, usando métodos estrictamente establecidos en la constitución del Hexamon, y pueden votar al cabo de dos o tres segundos sobre cualquier tema, aunque por ley se les concede mucho más tiempo para tomar una decisión. Los ciudadanos pueden actualizar sus parciales una vez al día, si quieren, para reflejar el cambio de actitudes personales. Los parciales no pueden desarrollar opiniones propias.

»Éstas son las consideraciones técnicas. En lo concerniente a las medidas públicas, si reabrimos la Vía para destruirla, agraviamos a quienes desean que la Vía permanezca cerrada y se evite todo conflicto con los jarts. Desde luego no satisfacemos a quienes desean reocupar la Vía. Y no cabe duda de que los jarts se opondrán encarnizadamente a nuestros esfuerzos. Tal vez la Vía represente para ellos mucho más que para nosotros; parecían mucho más obstinados en sus proyectos. ¿Estoy en lo cierto, ser Olmy?

—Si.

Parren Siliom entrelazó las manos.

—No sé cómo abordarán este problema nuestros ciudadanos de la Tierra, o si están capacitados para juzgarlo. Para la mayoría de los viejos nativos, la Vía es un concepto muy confuso. Los ciudadanos de la Tierra todavía no tienen acceso directo a vastas memorias de ciudad o bibliotecas. No obstante, sospecho que los neo-geshels invocarán las leyes de la Recuperación para excluir a la Tierra de la votación. Eso sería enormemente irritante.

—Los senadores de la Tierra lucharían a brazo partido, ser —dijo Lanier.

—Hace tiempo que no se aplican las leyes de la Recuperación, pero todavía están vigentes.. —Parren Siliom alzó las manos, contrajo el rostro—. Según yo lo interpreto, ahora mismo en el Hexamon los que favorecen la reapertura y sus opositores están igualados. No descarto pues las coaliciones y las alianzas, la formación rápida de grupos de poder, tal vez incluso un predominio neogeshel en el Nexo. Los neogeshels podrían obligarme a actuar como ellos decreten, o a renunciar para formar ellos un nuevo gobierno. Estos problemas no son específicamente vuestros, compañeros míos, pero me los traéis a mí, y no puedo decir que os lo agradezca. Tampoco puedo prever el resultado de la votación. Nos enfrentamos a varios problemas, debemos tomar varias decisiones, y ahora que el genio ha vuelto a salir de la botella...

Parren Siliom se puso de pie, pictografió una pregunta al monitor del apartamento.

—Si podéis permanecer aquí unos minutos, caballeros, he dispuesto que otro viejo nativo se reúna con nosotros. Ser Mirsky debe recordarle. Fuisteis camaradas de armas durante la invasión de Thistledown por fuerzas de la Unión Soviética, antes de la Secesión... antes de la Muerte. Él regresó a la Tierra después de la Secesión, y ha vivido en lo que ahora llaman Anatolia.

Mirsky asintió con rostro grave. Lanier intentó recordar a los rusos supervivientes que habían colaborado con Mirsky, y en su memoria sólo encontró algunos rostros débilmente asociados con nombres. El agudo y acerbo zampolit Belozersky; el aplomado, sereno y sombrío Vielgorsky; el ingeniero jefe Pritikin.

El monitor parpadeó y Parren Siliom le ordenó que abriera la puerta.

—Caballeros, he aquí a ser Viktor Garabedian —anunció con aire triunfal. Se cree que pondrá en evidencia a Mirsky, pensó Lanier.

Garabedian entró en la habitación, canoso, delgado, ligeramente encorvado. Tenía las manos cubiertas de cicatrices, los ojos legañosos. Lanier reconoció su estado de inmediato. Lesión radiactiva limpiada con métodos talsit. Décadas atrás debió tratar de regresar a la Unión Soviética.

Garabedian miró a su alrededor; obviamente no estaba preparado para esta reunión. Miró a Mirsky y sonrió irónicamente. Mirsky parecía anonadado.

—Camarada general —dijo Garabedian.

Mirsky se levantó y se aproximó al anciano. Se estudiaron un momento, y luego Mirsky extendió los brazos y lo abrazó.

—¿Qué te sucedió, Viktor? —le preguntó en ruso, manteniendo al anciano a cierta distancia.

—Es una larga historia. Esperaba a otro viejo. No me dijeron que tendrías el mismo aspecto. Reconozco a ser Lanier, pero él aparenta su edad.

Farren Siliom se cruzó de brazos.

—Nos llevó varias horas localizar a ser Garabedian.

—Vivo lo más cerca posible de Armenia —le explicó Garabedian a Mirsky—. Habrán limpiado nuestro terruño dentro de pocos años, y entonces podré regresar. Trabajé como policía en las Fuerzas de Recuperación Soviéticas. Luché en la Liberación Armenia contra el Hexamon. No fue una guerra, en realidad. Parecíamos niños combatiendo a sus maestros y médicos con palos. Cuando sofocaron la rebelión, me hice granjero. ¿Dónde has estado, camarada general?

Mirsky miró cuanto lo rodeaba con lágrimas en los ojos.

—Amigos, Viktor y yo debemos hablar.

—Quieren que te haga algunas preguntas —dijo Garabedian.

—Sí, pero a solas. Todos salvo Garry. ¿Vendrás con nosotros? Necesitamos una habitación. —Miró de soslayo al presidente.

—Podéis usar una de mis habitaciones de trabajo —dijo Farren Siliom—. Grabaremos la reunión, por supuesto.

Lanier observó el cambio de expresión de Mirsky. Parecía más aguda, más aguileña, menos sosegada, más propia del Pavel Mirsky que había conocido en la Piedra cuatro décadas antes.

—Me gustaría hablar con ser Lanier un instante. Luego os acompañará —dijo Korzenowski.

El presidente guió a los dos hombres hacia otra sección del apartamento.

—Ser Lanier.

—Él es Mirsky —dijo Lanier.

—¿Lo dudabas?

—No.

—¿Pero esto es una prueba adicional?

—Para el presidente —dijo Lanier—. Ésta tiene que ser la prueba definitiva.

—El presidente tiene grandes dudas —le murmuró Olmy—. Tan grandes como su eficacia política.

El presidente se cruzó con Lanier en el ancho pasillo cilíndrico y saludó. Lanier, incómodo, siguió a Mirsky y Garabedian a la sala de trabajo y permaneció junto a ellos. Una mesita redonda se elevó del suelo, rodeada por varias sillas. La habitación olía a nieve limpia y pinos, residuo, sospechó Lanier, de un ambiente anterior. Garabedian, aferrando la gorra en sus manos rosadas y blancas, examinaba al viejo camarada con ojos maravillados de niño y con ojos fatigados de anciano.

—Garry, Viktor estuvo conmigo cuando las fuerzas de asalto invadieron la Patata... Thistledown. Estaba conmigo cuando nos rendimos, y después me aconsejó durante los malos tiempos... lo vi por última vez antes de ofrecerme para ir con los distritos geshels. Has pasado tiempos difíciles, Viktor.

Garabedian lo miraba boquiabierto. Se volvió a Lanier.

—Usted —dijo en un inglés vacilante— no se ha conservado joven. Pero el camarada general Mirsky...

—Ya no soy general —murmuró Mirsky.

—Él no ha cambiado en absoluto, salvo... —Garabedian miró de nuevo a Mirsky y le dijo en ruso—: Cambiaste después del atentado. Te volviste más decidido.

—Después emprendí un largo viaje.

—La gente que me trajo aquí... rara vez la vemos en Armenia. Viene a disolver nuestras pequeñas guerras, a detener nuestras plagas, a reparar nuestro equipo. Éramos como niños. Los odiábamos. Queríamos que nos dejaran en paz.

—Entiendo.

—Esta vez no me lo pidieron... Pavel. —Le costó un gran esfuerzo usar el nombre de pila de Mirsky—. Vinieron a decirme que me necesitaban, que yo era un testigo. Eran como la policía de los viejos tiempos. —Subió la voz—. ¿Cómo pueden tratarnos así, como a chiquillos? Hemos sufrido. Muchos murieron.

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