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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

Excesión (42 page)

BOOK: Excesión
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–Goo'i'ea –dijo con voz aguda. Alargó la mano hacia un nudo que había en la parte trasera del mistretl y le clavó las espuelas a la montura en la parte inferior del cuello. El sobresaltado Ysner se puso en marcha, dejando la trampa detrás. El vehículo se inclinó hacia delante mientras la pareja de mistretl e ysner desaparecía por la cada vez más vacía calle. Genar-Hofoen y Flin cayeron sobre una maraña de arneses. La chica gritó "¡Joder!" y entonces, al chocar con el suelo, perdió el sentido.

Algo golpeó a Genar-Hofoen en la cabeza con mucha fuerza. Se desvaneció un momento y cuando despertó se encontró mirando una cara enorme, una cara monstruosa, que lo observaba con unos gigantescos ojos prismáticos y azules. Entonces vio el rostro de la mujer. El rostro de Dajeil Gelian. Tenía sangre en el labio superior. Lo miró, atontada, y a continuación levantó la vista y vio la cara del enorme animal que los estaba observando. Hubo una especie de zumbido procedente de alguna parte. Genar-Hofoen sintió que sus piernas perdían toda la sensibilidad. La mujer se desplomó sobre ellas. Sintió náuseas. Unas líneas de puntos rojos que cruzaban el cielo empezó a flotar detrás de sus párpados cuando cerró los ojos. Cuando los obligó a abrirse de nuevo, ella volvía a estar allí. Alguien que se parecía a Dajeil Gelian y que no era ella. Pero que tampoco era Flin. Vestía de forma diferente, era más alta y su expresión... no era la misma. Y, en todo caso, Flin seguía tirada sobre sus piernas, inconsciente.

No comprendía lo que estaba pasando. Sacudió la cabeza. Le dolía.

La chica que no era Dajeil ni Flin se inclinó rápidamente, lo miró a los ojos, se quitó la capa y la arrojó al suelo en un solo movimiento. A continuación empujó su cuerpo para colocarlo sobre ella, apartando al mismo tiempo el de Flin. Genar-Hofoen trató de mover los brazos pero no consiguió gran cosa.

La capa se volvió rígida debajo de él, se enroscó a su alrededor y empezó a flotar. Genar-Hofoen gritó y trató de luchar contra los negros pliegues que lo estaban envolviendo, pero volvió a sonar aquel zumbido y su visión se apagó antes incluso de que la capa terminara de envolverlo.

8. Hora de matar
I

La forma más habitual de explicarlo era recurriendo a una analogía. Así era como se te presentaba la idea cuando eras niño. Imagina que estás viajando por el espacio y llegas a un planeta muy grande y casi perfectamente plano en el que viven unas criaturas compuestas por una capa de átomos: en la práctica, bidimensionales. Estas criaturas nacerían, vivirían y morirían igual que nosotros y podrían muy bien poseer auténtica inteligencia. Inicialmente no conocerían ni podrían asimilar la idea de la tercera dimensión pero serían capaces de vivir sin problemas en sus dos dimensiones. Para ellas, una línea sería como un muro (o, vista desde un extremo, parecería un punto). Un círculo completo sería como una habitación cerrada.

Puede que, si fueran capaces de construir máquinas que les permitieran viajar a grandes velocidades por la superficie de su planeta –que para ellos sería su universo– pudieran dar la vuelta al planeta y regresar al punto del que habían partido. Pero lo más probable es que la posibilidad se presentara primero en la teoría. En cualquiera de los casos, llegarían a la conclusión de que su universo era tanto cerrado como curvo y que existía una tercera dimensión a la que ellos no tenían acceso. Como estaban familiarizados con la idea del círculo, probablemente bautizaran la forma de este nuevo universo como "hipercírculo" en vez de inventar una nueva palabra. La gente del mundo tridimensional, por supuesto, lo llamaría esfera.

La situación era similar para quienes vivían en tres dimensiones. En un momento dado, toda civilización que estuviera dando los primeros pasos de un desarrollo avanzado descubría que si emprendías un viaje por el espacio en una línea aparentemente recta, pasado algún tiempo acababas por regresar al punto de partida porque tu universo tridimensional era en realidad tetradimensional. Como la gente estaba familiarizada con la idea de la esfera, tendía a bautizar su forma como hiperesfera.

Normalmente, hacia el mismo punto en el desarrollo de una sociedad, se llegaba a la conclusión de que –a diferencia del planeta en el que vivían las criaturas bidimensionales:– el espacio no estaba solo curvado en forma de hiperesfera sino que también estaba en expansión, incrementando gradualmente su tamaño como una pompa de jabón al otro extremo de una pajita en la que alguien estuviera soplando. A un ser tetradimensional situado a una distancia suficiente, las galaxias tridimensionales le parecerían diminutos diseños impresos en la superficie de aquella esfera en expansión, generalmente alejándose unas de otras a causa de la expansión general de la hiperesfera pero –al igual que los cambiantes remolinos y espirales de color que se veían en la pompa de jabón– capaces de deslizarse y moverse por esa superficie.

Por supuesto, en la hiperesfera tetradimensional no había equivalente a la pajita ni nadie que soplara desde el exterior. La hiperesfera se expandía por sí sola, como una explosión tetradimensional, lo que conducía a la idea de que una vez no había sido más que un punto, una diminuta semilla que había hecho explosión. La detonación había creado –o al menos producido– la materia y la energía, el tiempo y las mismas leyes físicas. Más tarde –tras enfriarse, fundirse, cambiar por espacio de períodos inimaginablemente largos y experimentar una inmensa expansión– había dado a luz al universo frío, ordenado y tridimensional que la gente podía ver a su alrededor.

En algún momento del progreso de una sociedad tecnológicamente avanzada, en ocasiones tras haber alcanzado alguna clase de éxito limitado en el acceso al hiperespacio y, más habitualmente después de algún avance teórico, se llegaba a la conclusión de que la esfera no era la única que existía. El universo en expansión se encontraba en el interior de otro más grande, que a su vez estaba completamente sumergido en una burbuja de espacio-tiempo de un diámetro aún mayor. Lo mismo se aplicaba al universo sobre/en el que te encontrabas: había universos más pequeños y jóvenes en su interior, plegados como las capas de un envoltorio de papel alrededor de un regalo esférico.

Había más; complicaciones en siete y más dimensiones que implicaban la existencia de un torus gigante en el que el universo tridimensional podía describirse como un círculo, contenido y continente de otros torus, meta-realidades que alojaban poblaciones enteras... pero por lo general se consideraba que las complicaciones de los universos múltiples, concéntricos y secuenciales eran suficientes por el momento.

Lo que todo el mundo quería saber era si existía alguna forma de viajar de un universo a otro. Entre dos universos cualesquiera había algo más que hiperespacio vacío: había una cosa llamada red de energía. Era muy útil –sus hebras sueltas podían usarse para impulsar las naves y también se habían utilizado como arma– pero también era un obstáculo que –según todo lo que se sabía hasta la fecha– se había mostrado inaccesible a la investigación inteligente. Parecía que determinados agujeros negros estaban ligados a la red y, por consiguiente, puede que lo estuvieran al universo que se extendía más allá, pero nadie había logrado nunca llegar intacto hasta uno de ellos ni había reaparecido en forma reconocible alguna. También existían agujeros blancos: fuentes violentamente furiosas que arrojaban al universo torrentes de energía con la potencia de un millón de estrellas y que parecían también conectados a la red... pero jamás se había captado cuerpo, nave, o información alguna que brotara de sus tumultuosas bocas; ni el equivalente a una bacteria aerobia, ni una sola palabra, ninguna lengua, solo aquel caudal incoherente de energías en cascada y partículas supercargadas.

El sueño que albergaba cada Involucionado, el sueño al que se aferraban casi todas las civilizaciones tecnológicamente avanzadas con fervor casi religioso, era el de que un día sería posible viajar de un universo a otro, atravesar una de aquellas burbujas en expansión para –aparte de todo lo demás– no tener que sufrir nunca el destino final del propio universo. Alcanzar lo que sin duda sería la Sublimación, la auténtica Trascendencia, consumar la definitiva Superación y hacerse con el poder definitivo.

La Unidad General de Contacto de clase Río
Destino susceptible de cambio
se había detenido en el espacio. Localmente, tomando la Excesión como punto de referencia, estaba estacionaria. La Excesión estaba igualmente estática, tomando como punto de referencia la estrella Esperi. La entidad se encontraba allí, a pocos minutos luz de distancia, un punto sin rasgos distintivos en el tejido del espacio real, con una solitaria hebra de aspecto igualmente monótona conectada con la capa inferior de la red energética... y una segunda unida a la capa superior.

La Excesión estaba haciendo exactamente lo mismo que llevaba haciendo las últimas dos semanas: nada. La
Destino susceptible de cambio
había llevado a cabo todas las mediciones iniciales y los exámenes preliminares de la entidad pero había recibido la encarecida recomendación de no ir más allá. No debía iniciar contactos directos, ni siquiera por medio de drones, naves menores o sondas. En teoría, podía desobedecer si quería. La nave era su propia dueña. Podía tomar sus propias decisiones... pero en la práctica tenía que seguir el consejo de aquellos que, si no sabían más que ella, eran al menos más sabios.

Responsabilidad colectiva. También conocida como compartir las culpas.

Así que lo único que había hecho después del primer y excitante momento, cuando había sido el centro de atención y todos habían querido saber lo que podía decirles de la cosa que había encontrado, había sido permanecer allí, todavía en el centro de los acontecimientos pero sintiéndose, sin saber muy bien por qué, un poco ignorada.

Informes. Redactaba informes. Hacía tiempo que había dejado de intentar que parecieran diferentes u originales.

La nave se aburría. Y era también consciente de la existencia de una corriente subterránea y continua de miedo. Una emoción real que le provocaba, según el momento y su estado de ánimo, fastidio, vergüenza o indiferencia.

Esperaba. Observaba. Más allá de ella, a su alrededor, la mayor parte de su pequeña flota de módulos y satélites, algunos de sus más capaces drones y gran variedad de artefactos especializados que había construido específicamente para el caso, flotaban también, esperando y observando. En el interior de la nave, la tripulación humana discutía la situación, examinaba los datos que recibían a través de sus sensores y de la pequeña nube de máquinas dispersas que la rodeaban. La nave pasaba parte de su tiempo organizando juegos para entretener a los humanos. Y mientras tanto seguía vigilando la Excesión y el espacio circundante, esperando a que apareciera la primera de las otras naves.

Dieciséis días después de que la nave de la Cultura hubiera tropezado con la Excesión y seis días después de que el descubrimiento se hubiera hecho público, apareció la primera nave y su presencia se manifestó en el sistema sensorial principal de la
Destino susceptible de cambio
. La UGC ascendió un peldaño en su estado de preparación, envió un informe sobre lo que estaba ocurriendo a la
Gradiente ético
y la
No se inventó aquí
, clavó el escáner de rastros a la señal que se le acercaba, inició una reconfiguración experimental de sus plataformas de sensores remotos y empezó a acercarse al recién llegado, rodeando el perímetro de seguridad de la Excesión a una velocidad que confiaba fuera un apropiado intermedio entre una parsimonia educada y una urgencia alarmada. Envió una señal interrogativa estándar a la otra nave.

La embarcación era la
Consejo sobrio
, una Exploradora de la Quinta Flota del Clan de los Observadores de las Estrellas del Elenco Zetético. La
Destino susceptible de cambio
respiró aliviada. El Elenco era un amigo.

Completadas las identificaciones, las dos naves se encontraron, localmente estacionarias y a unas decenas de kilómetros, junto al perímetro de seguridad que había establecido la nave de la Cultura alrededor de la Excesión.

~ Bienvenida.

~ Gracias... Santo estatismo. ¿Está esa cosa ligada a la red o me engañan mis sensores?

~ Si tus sensores están engañándote, los míos están haciendo lo mismo conmigo. Impresionante, ¿no? Uno se acostumbra bastante cuando lleva una semana o dos sentado observándolo, puedes creerme. Confío en que estés aquí solo para observar. Es lo que yo estoy haciendo.

~ ¿Esperando a la caballería?

~ Eso es.

~ ¿Cuándo llegarán?

~ Eso es información restringida. ¿Me prometes que esto no saldrá del Elenco?

~ Prometido.

~ Un VS Medio llega dentro de doce días. El primer Vehículo General de Sistemas, dentro de catorce, luego uno cada pocos días durante una semana, después uno al día y luego varios al día, para cuando calculo que empezarán a presentarse algunos de los otros Involucionados. No me preguntes lo que los VGS considerarán el quorum necesario para actuar. ¿Y vosotros?

~ ¿Podemos hablar extraoficialmente, y entre nosotros?

~ Muy bien.

~ Otra de nuestras naves se dirige aquí, pero se encuentra todavía a dos días de distancia. El resto de la flota está indeciso, pero han dejado de alejarse. Perdimos una nave por esta zona,
La paz trae plenitud
.

~
Ah. ¿De veras? ¿Y cuándo fue eso, aproximadamente?

~ En algún momento entre 28.789 y 805.

~ De modo que la información sigue siendo confidencial.

~ Sí, registramos esta zona lo mejor que pudimos durante dos semanas pero no encontramos nada. ¿Qué te ha traído a ti aquí?

–Una sugerencia de mi VGS natal, la
Gradiente ético
. En 841. Quería que echase un vistazo en la Nube Superior del Remolino Foliar Superior. No me dio ninguna razón. Topé con esto de camino aquí. Eso es todo lo que sé. –Y la
Destino susceptible de cambio
pensó fríamente en aquella sugerencia. La zona de la Nube Superior se encontraba muy lejos de allí, pero eso no significaba nada. Lo que importaba era que le habían dado una localización muy precisa y la sutil recomendación de que estuviera atenta por si aparecía algo interesante por el camino. Teniendo en cuenta su posición cuando su VGS natal le hizo la sugerencia, era inevitable que su ruta la llevara cerca de la Excesión... Habían pasado treinta y seis días entre la fecha posible de la desaparición de la nave del Elenco y el momento en que a ella la habían enviado a lo que empezaba a parecer una encerrona... ¿Qué habría ocurrido en ese tiempo? ¿Podía haber informado en secreto a la Cultura alguna nave del Elenco? Pero si ese era el caso, ¿cómo era posible que esta información hubiese resultado tan precisa y una sola nave hubiera topado prácticamente de frente con la maldita Excesión, cuando el Elenco había pasado allí dos semanas con las siete octavas partes de una flota entera sin encontrar nada?– Si quieres, puedes preguntarle a la
Gradiente ético
qué la indujo a hacer aquella sugerencia.

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