Read Gusanos de arena de Dune Online
Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert
Tags: #Ciencia Ficción
En las antiguas escrituras, los leviatanes de las profundidades eran más que el juicio de Dios sobre los powindah incrédulos. Significaban el regreso del Profeta, el Mensajero de Dios, resucitado de entre las cenizas de Rakis en una nueva forma adaptada.
Los primeros avistamientos de las bestias se habían producido a los seis meses. Al principio las historias que contaban los fibios que recogían soopiedras fueron recibidas con incredulidad, hasta que los gusanos atacaron ante asentamientos humanos. Según los testimonios oculares —y las Bene Gesserit habían sido entrenadas para una observación precisa—, los monstruos se habían hecho mucho más grandes de lo que Waff había previsto. ¡Señal de que Dios había bendecido su trabajo, sin duda!
Mientras tuvieran alimento, los gusanos seguirían creciendo y multiplicándose. Al parecer les gustaban especialmente los grandes cholistes que producían las soopiedras, y atacaban los lechos que los fibios tenían a su cuidado. Aquellas criaturas acuáticas se habían unido para expulsar a los monstruos, pero habían fracasado.
Waff sonrió. Por supuesto que habían fracasado. Nadie puede cambiar la senda que Dios ha creado.
Las brujas furiosas habían dirigido partidas de caza en botes sobre las aguas, guiadas por fibios vengativos. Suplicaron a Casa Capitular que enviara armas para matar a los gusanos. Pero con las fuerzas del Enemigo atacando cientos de mundos periféricos y las industrias de Conexión e Ix consumiendo la mayor parte de los recursos de la Nueva Hermandad, las armas que enviaron fueron bien pocas.
Las Bene Gesserit necesitaban la riqueza de las soopiedras para construir y reponer sus ejércitos adelantándose al Enemigo, pero si los gusanos de mar producían lo que Waff esperaba, aquellas criaturas valdrían mucho más que ninguna gema. Pronto habría múltiples fuentes de especia, incluyendo una nueva forma más potente. Waff podía trasplantar a las criaturas en cualquier otro mundo oceánico, donde medrarían sin necesidad de reconfigurar un ecosistema entero. Considerando el monopolio que tenían actualmente sobre la melange, esto no gustaría a la Hermandad.
El piloto hizo girar el abejorro de cabeza. Los ayudantes miraban fijamente los monitores.
—Detecto sombras a diferentes profundidades. Numerosos rastros. Estamos cerca.
Waff se fue entusiasmado al otro lado de la aeronave y miró a las aguas picadas. Los emisores de impulsos seguían lanzando su canto de sirena, y las plataformas de caza pasaban veloces junto a ellos.
—Preparaos para actuar en cuanto detectéis un gusano. Quiero ver uno. Avisadme cuando haya un avistamiento.
En el agua, Waff reparó en dos fibios de piel lustrosa que parecían intrigados por los emisores de impulsos y toda aquella actividad. Uno de ellos levantó una mano palmeada en una señal incomprensible mientras las aeronaves-abejorro y las plataformas de caza pasaban por encima.
—Gusano emergiendo —anunció uno de los hombres—. Objetivo encontrado.
El pequeño tleilaxu corrió a la cabina, Abajo, una figura larga y oscura apareció rompiendo las aguas como una gran ballena.
—Debemos capturarlo y matarlo. Es la única forma de ver qué lleva dentro.
—Sí —dijo el hombre de la Cofradía. Waff entrecerró los ojos; no acababa de entender a aquella gente. ¿Estaba de acuerdo con él o se estaba limitando a aceptar una orden? Esta vez no le importó.
Waff echó un vistazo al mapa de la proyección y vio que su búsqueda les había llevado a una de las islas habitadas. Una vez verificara el éxito de los nuevos gusanos, no habría necesidad de seguir manteniendo el secreto. Las brujas no podrían hacer nada, ni contra los gusanos ni contra lo que producían. No podrían detenerle. En el día de hoy, cuando capturaran un espécimen y confirmaran los resultados de los experimentos, todo quedaría muy claro.
Enseñaremos a las brujas lo que hay bajo las olas y dejaremos que saquen sus propias conclusiones.
La aeronave de cabeza aminoró la velocidad, entre el zumbido de los motores. En cuanto el gusano de mar emergió entre las olas, segmentado y reluciente, los cazadores de Waff lanzaron una andanada de arpones supersónicos desde las plataformas. Las puntas dentadas se clavaron en la bestia antes de que se diera cuenta del peligro y pudiera sumergirse, se anclaron en la piel blanda de los segmentos mientras el gusano se sacudía y se retorcía. Waff sintió alegría, y una ligera punzada de compasión. Desde detrás del vehículo de cabeza, otros tres abejorros dispararon sus arpones y empezaron a tirar de los cables de hiperfilamento.
—¡No lo destrocéis! —Waff pensaba matar aquella cosa de todos modos, un sacrificio necesario en nombre del Profeta, pero si la carcasa y los órganos internos estaban demasiado deteriorados, la disección sería más difícil.
El grupo de abejorros entró en modo suspensión sobre las olas, con los cables tensos, mientras el gusano se debatía. Un fluido lechoso rezumó al agua y se disipó antes de que Waff pudiera pedir a uno de los hombres que recogiera muestras. Otros gusanos de mar rodearon a su hermano como tiburones hambrientos.
El gusano medía veinte metros de largo… un ritmo de crecimiento enorme para un espacio tan breve. Estaba impresionado. Si las criaturas se reproducían con la misma rapidez con que estaban creciendo, los océanos de Buzzell no tardarían en llenarse. No podía pedir más.
La bestia herida no tardó en quedar exhausta. Mientras los motores vibraban por la presión, las naves de la Cofradía empezaron a arrastrar el gusano que se debatía débilmente hacia el arrecife más próximo, apenas visible entre los bancos de niebla. Las pequeñas plataformas de caza regresaron a las aeronaves-abejorro, y atracaron en el interior de las abarrotadas cámaras de carga.
La isla era uno de los principales puestos de la Hermandad para el procesamiento de soopiedras, y contaba con barracones, almacenes y una zona aplanada a modo de puerto espacial, capaz de dar cabida a pequeñas naves. ¡Dejemos que las brujas vean esto!
Volando en formación, las aeronaves-abejorro arrastraron al gusano cautivo a la orilla. Allá abajo, en el agua, al menos veinte fibios aparecieron armados con toscos tridentes y lanzas… ¡como si pensaran que podían hacer algo contra aquellas criaturas gigantes! Lanzando amenazas e insultos, los fibios atacaron al gusano atrapado, cercenando y cortando.
Molesto por aquella interferencia, Waff se volvió hacia sus hombres.
—¡Ahuyentadlos! —Utilizando dos pequeños cañones montados en el muelle de la aeronave-abejorro de cabeza, los hombres de la Cofradía dispararon aleatoriamente contra los fibios y mataron a dos. Los otros se sumergieron. Al principio dejaron los cuerpos ensangrentados de sus compañeros flotando en la superficie, pero unos momentos después un grupo de fibios regresó, cuando estaban tratando de retirar a sus compañeros caídos, un segundo gusano de mar apareció y devoró los cuerpos.
El zumbido de las aeronaves-abejorro atrajo a una multitud de mujeres a los muelles, que vieron cómo arrastraban aquel premio viscoso hacia el puerto del poblado. Hermanas con vestimentas negras dejaron sus barracones, pensando que quizá habían llegado contrabandistas o representantes de la CHOAM. Después de las recientes predaciones de los gusanos de mar, la mayoría de las operaciones con las soopiedras se habían interrumpido. Los cubos de clasificación y las cadenas de empaquetado estaban callados y desatendidos.
Con el pecho henchido de orgullo, Waff saltó desde la rampa al embarcadero de metal y piedra mientras los hombres de la Cofradía subían y sacaban a la criatura del agua. Su cola estrecha cayó con flacidez al agua. Exhausto por la lucha, y rezumando fluido por las heridas de los arpones, el gusano se sacudió una vez más y agotó sus últimas energías. Aunque Waff y sus ayudantes habían conquistado y doblegado al gusano, le impresionaba estar tan cerca de aquella criatura extraordinaria.
Siete fibios curiosos flotaban junto a los pilares del embarcadero, mirando. Musitaban entre ellos con reverencia, con sus voces burbujeantes y sibilantes.
Waff se plantó con aire triunfal ante aquella cosa enorme y chorreante. Del cuerpo resbalaba limo, y un fluido lechoso y gris le salía de la boca. Los largos dientes afilados eran finos como agujas. Y, en lugar de apestar a pescado, el gusano de mar despedía un olor fuerte y dulce, con un toque de canela…
¡Perfecto!
Unas mujeres se acercaron para plantarle cara a Waff.
—Nunca habíamos capturado y matado a un gusano de mar —dijo una hermana con vestido marrón que se presentó como Corysta. Parecía contenta de ver al leviatán muerto—. Han provocado grandes destrozos en los mares.
—Y seguirán haciéndolo. Aprended a adaptar vuestras operaciones. —Waff le dio la espalda para dar instrucciones a su equipo, y entonces dijo a Corysta y las otras Bene Gesserit que se apartaran—: Esto es un asunto estrictamente de la Cofradía. No intentéis interferir.
Aunque estaba muerto, el gusano de mar se sacudía por los impulsos nerviosos. Waff ordenó a sus hombres que dejaran la carcasa en el suelo para que pudiera diseccionarla sin interrupciones. Los ayudantes de la Cofradía le trajeron un cortador láser; una sierra de hilo shiga superfino, extensores y palas.
Poniendo el cortador láser a su máxima potencia y sujetándolo con las dos manos, Waff orientó el rayo hacia el lado en un amplio arco y abrió al gusano, de modo que los segmentos redondeados quedaron partidos por la mitad sobre el suelo. Los hombres de la Cofradía se acercaron inmediatamente con instrumentos para abrir la herida y dejar la estructura interna al descubierto. Waff estaba disfrutando de la carnicería. El Profeta estaría tan contento con él…
A modo de preparación, había matado y hecho la autopsia de dos de los especímenes originales y más pequeños en su laboratorio, así que conocía la disposición básica de los órganos. El gusano es una criatura biológicamente sencilla, y trabajar en una escala tan grande facilitaba mucho las cosas. Agua y limo rezumaron al suelo y le salpicaron. En otras circunstancias, esto le habría repugnado, pero aquello era la esencia sagrada del Profeta. El tleilaxu aspiró con fuerza y, sí, definitivamente, percibía un toque en aquel olor, el aroma intenso y vital de la melange pura. No había duda.
Waff metió los brazos hasta el hombro en los órganos, palpando, identificando estructuras específicas por la forma y la textura. Los ayudantes de la Cofradía utilizaron grandes palas para echar los restos al suelo. Brujas y fibios contemplaban la escena fascinados, pero Waff no les prestó ninguna atención.
Sin hacer caso de las hermanas, visiblemente confusas e impotentes, con el láser cortó más adentro, hizo una raja a lo largo y estuvo rebuscando entre aquellos despojos hediondos, hasta que finalmente salió un terrón enorme púrpura azulado de material parecido a un hígado. Waff retrocedió unos pasos para respirar, y luego volvió a inclinarse encima, pinchando y probando con los dedos. Con el cuchillo láser practicó un corte en el punto más bajo.
Del interior brotó un rico aroma a esencia de canela, tan denso que pudo verse en la forma de vapores. Waff se tambaleó mareado. La intensidad de la melange casi le derriba.
—¡Especia! ¡La criatura está saturada de melange! Especia extremadamente concentrada.
Las hermanas se miraron entre ellas y se acercaron con expresión curiosa.
—¿Especia? ¿Los gusanos de mar producen especia? —Los hombres de la Cofradía se plantaron cerca de Waff y su premio cerrando el paso a las Bene Gesserit.
—¡Los gusanos de mar han destruido nuestros lechos de soopiedras! —gritó otra mujer.
Waff las miró con suficiencia.
—Estas criaturas pueden haber destruido una economía en Buzell, pero han creado una más importante. —Sus ayudantes recogieron el inmenso órgano saturado de melange y lo llevaron a la aeronave más próxima. Waff tendría que probar aquella sustancia con detalle, pero ya sabía lo que iba a encontrar.
En el crucero que esperaba en órbita, el navegante Edrik estaría contento.
Chorreando cieno y agua de mar, Waff volvió apresuradamente a la nave.
Algunos ven la especia como una bendición, otros como una maldición. Sin embargo, para todos es una necesidad.
P
LANETÓLOGO
P
ARDOT
K
YNES
, cuadernos originales de Arrakis
Tras un largo y agotador viaje por el Imperio Antiguo, desde los planetas que se preparaban para la batalla, hasta los astilleros de la Cofradía o las zonas de extracción de soopiedras en Buzzell, la madre comandante Murbella regresó a Casa Capitular con una renovada determinación. Había pasado muchos meses fuera, y sus alojamientos en Central le parecieron los de una extraña. Apresuradas acólitas y operarios masculinos corrieron a descargar sus pertenencias de la nave.
Tras llamar educadamente a la puerta, una acolita entró. La joven tenía el pelo corto y castaño y sonrisa furtiva.
—Madre comandante, Archivos envía estos gráficos actualizados. Se suponía que debían estar preparados a vuestra llegada. —Le tendió unos finos mapas con líneas detalladas, y retrocedió sobresaltada cuando vio la carcasa de un robot de combate en un rincón de la habitación, desactivado pero aún en pie, como un trofeo de guerra.
—Gracias. No te preocupes por la máquina, está tan muerta como pronto lo estarán todas. —Murbella cogió los informes de manos de la joven. Y de pronto cuando la miró, se dio cuenta de que era su hija Gianne, la última que tuvo con Duncan Idaho. Otra de sus hijas, Tanidia, criada también por la Nueva Hermandad, había desembarcado allí para trabajar entre la Missionaria.
¿Saben Gianne o Tanidia quiénes son sus padres?
Años atrás Murbella había decidido decir a Janess quiénes eran sus padres, y la joven se lanzó al estudio y comprensión de la figura de su famoso padre. Pero dejó que las otras dos se criaran a la manera tradicional. Dudaba que supieran lo especiales que eran.
Gianne parecía vacilar, como si esperara que la madre comandante le pidiera otra cosa. Aunque ya sabía la respuesta, en un impulso Murbella preguntó:
—¿Cuántos años tienes, Gianne?
A la joven pareció sorprenderle que conociera su nombre.
—Veintitrés, madre comandante.
—Y aún no has pasado por la Agonía. —No era una pregunta.
Ocasionalmente, la madre comandante había sentido la tentación de utilizar su posición para interferir en la educación de la joven, pero no lo había hecho. Una Bene Gesserit no debía manifestar este tipo de debilidades.