Read Gusanos de arena de Dune Online
Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert
Tags: #Ciencia Ficción
Mientras Teg hacía girar la nave por encima de uno de los poblados, la gente empezó a salir y a señalar. Sheeana y Stuka se pegaron contra las ventanas de plaz con entusiasmo, buscando los hábitos negros distintivos de la Bene Gesserit, pero no vieron ninguno.
Una formación rocosa se elevaba por detrás del poblado, una muralla defensiva que les protegía del polvo y la arena. La gente estaba en lo alto de los puntos más altos, agitando las manos, pero Teg no habría sabido decir si sus gestos eran amistosos o amenazadores.
—Mirad, se cubren la cabeza y el rostro con paños y filtros —dijo Liet—. El aumento de la aridez les obliga a adaptarse. Para vivir aquí, en la zona que limita con las dunas, tienen que aprender a conservar los líquidos corporales.
—Podríamos enseñarles cómo hacer destiltrajes —dijo Stilgar con una sonrisa—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me puse uno decente. Llevo una docena de años en esa nave, ahogando mis pulmones con humedad. ¡Estoy impaciente por volver a respirar aire seco!
Teg encontró una zona despejada e hizo descender el transporte ligero. Se sintió inexplicablemente inquieto cuando vio que los nativos corrían hacia ellos.
—Evidentemente se trata de campamentos nómadas. ¿Por qué no trasladarse tierra adentro, donde el clima es más acogedor?
—La gente se adapta —dijo Sheeana.
—Pero ¿por qué? Sí, la franja desértica no deja de extenderse, pero aún hay gran cantidad de bosques, incluso ciudades, no muy lejos de aquí. Esta gente podría evitar la arena durante generaciones. Y sin embargo se obstinan en quedarse.
Antes de que la escotilla se abriera y dejara entrar una bocanada de aire reseco, los nómadas rodearon el transporte. Sheeana y Stuka, ataviadas con el hábito negro tradicional de Casa Capitular para que sus hermanas refugiadas pudieran reconocerlas, encabezaron el grupo valientemente. Teg las siguió, junto a Stilgar y Liet.
—Somos Bene Gesserit —gritó Sheeana a aquella gente en galach universal—. ¿Hay entre vosotros alguna de nuestras hermanas? —Protegiéndose los ojos de la luz, escrutó los pocos rostros ajados de mujeres que vio, pero no obtuvo respuesta.
—Quizá es mejor que probemos en otro poblado —en un susurro. Sus sentidos estaban alerta.
—Todavía no.
Un anciano se acercó, quitándose una máscara filtradora de encima del rostro.
—¿Preguntáis por las Bene Gesserit? ¿Aquí en Qelso? —Aunque su acento era basto, se le entendía. A pesar de su edad, parecía sano y enérgico.
Stuka tomó la delantera y se puso delante de Sheeana.
—Las que llevaban hábitos negros, como nosotras. ¿Dónde están?
—Todas muertas. —Los ojos del anciano destellaron.
Stuka reaccionó demasiado tarde. Moviéndose como una serpiente, el hombre arrojó un cuchillo que llevaba oculto en la manga, con una puntería mortífera. La multitud se abalanzó sobre ellos.
Stuka se aferró con torpeza a la hoja que tenía clavada en el pecho, pero no consiguió que sus dedos la obedecieran. Sus rodillas se doblaron y su cuerpo cayó por un lado de la rampa de la nave.
Sheeana retrocedió enseguida. Teg gritó a Liet y Stilgar que volvieran atrás mientras sacaba una de las pistolas aturdidoras que había cogido de la armería de la no-nave. Una piedra voluminosa golpeó a Stilgar en la cabeza. Liet ayudó a su amigo, tratando de arrastrarlo a la nave. Teg disparó un haz de energía plateada que hizo que parte de la multitud se desplomara, pero siguieron lloviendo cuchillos y piedras.
La gente enfervorecida atacó la rampa desde todos los lados, y se abalanzó sobre Teg. Muchas manos sujetaron su muñeca antes de que pudiera volver a disparar, y alguien le arrebató el aturdidor. Otros prendieron a Liet y se lo llevaron.
Sheeana luchó en un remolino de golpes de su repertorio Bene Gesserit. No tardó en quedar rodeada por un círculo de atacantes caídos.
Con un rugido Teg se preparó para acelerar su metabolismo y así evitar los golpes y las armas, pero un segundo rayo plateado como la lluvia salió de su aturdidor y los derribó primero a él y luego a Sheeana.
— o O o —
Al poco la gente del campamento ató las manos de sus cuatro prisioneros con fuertes cordeles. Aunque estaba muy magullado, Teg recuperó la conciencia y vio que Liet y Stilgar estaban atados juntos. El cuerpo de Stuka seguía cerca de la rampa, y sus atacantes estaban registrando el transporte ligero y sacando cosas.
Un grupo de hombres levantó el cuerpo de Stuka. El anciano recuperó su cuchillo, arrancándolo del pecho de la muerta, y lo limpió en su hábito con expresión de asco. Miró el cadáver con ira y escupió, y entonces se acercó a los prisioneros. Mirando a los tres hombres, meneó la cabeza con aire de desaprobación.
—No me he presentado. Podéis llamarme Var.
Sheeana lo miró con gesto desafiante.
—¿Por qué nos haces esto? Dices que conoces la orden de la Bene Gesserit.
El rostro de Var se crispó, como si hubiera preferido no hablar con ella. Se inclinó sobre Sheeana.
—Sí, conocemos a las Bene Gesserit, Vinieron hace años y soltaron sus criaturas demoníacas en nuestro mundo, Un experimento, dijeron. ¿Un experimento? ¡Mirad qué han hecho con nuestra preciosa tierra! Todo se está convirtiendo en polvo. —Levantó el cuchillo y pensó por un momento, y entonces lo guardó—. Cuando nos dimos cuenta de lo que aquellas mujeres estaban haciendo, las matamos a todas, pero ya era tarde, Ahora nuestro planeta se muere, y lucharemos para proteger lo que queda de él.
La primera ley de viabilidad comercial es saber reconocer una necesidad y satisfacerla. Cuando las necesidades aceptables no se presentan por sí solas, un buen hombre de negocios debe crearlas como sea.
Directiva comercial de la CHOAM
Cuando un nuevo navegante murió en su tanque, pocos entre los administradores de la Cofradía Espacial lloraron su pérdida. Simplemente, el crucero gigante fue trasladado a los astilleros de Conexión para adaptarlo a los compiladores matemáticos ixianos.
Se consideraba un progreso.
Después de largos años de práctica, Khrone disimuló sin apenas esfuerzo el placer que le producía aquella visión. Hasta la fecha, todos los aspectos de aquel vasto plan habían salido como se esperaba, como las piezas de dominó que caen una tras otra. Con su disfraz habitual de ingeniero de inspecciones ixiano, el líder de la miríada de Danzarines Rostro esperaba en una plataforma elevada con suelo de cobre, contemplando los clamorosos astilleros, mientras las corrientes cálidas y los humos industriales flotaban a su alrededor.
Cerca, el administrador humano Rentel Gorus no supo disimular su satisfacción con la misma eficacia. Sus ojos lechosos pestañearon y miraron al muelle del piloto de la nave decomisada.
—Ardrae era uno de los navegantes más viejos que quedaba en nuestra flota comercial. Incluso con la drástica interrupción en el suministro de especia, se aferró a la vida mucho más de lo que esperábamos.
Un rollizo representante de la CHOAM dijo:
—¡Navegantes! Ahora que están dejando de sangrar nuestros recursos uno a uno, los beneficios de la Cofradía aumentarán significativamente.
Sin que su amo dijera nada, su ayudante mentat recitó:
—Conociendo la vida de este navegante, y considerando la cantidad de melange que se necesitó para su mutación y conversión inicial, he calculado la cantidad total de especia que ha consumido mientras ha estado al servicio de la Cofradía. Teniendo en cuenta la fluctuación en los precios debida a la saturación relativa del mercado de los años tleilaxu y la subida astronómica reciente debida a la grave escasez, la Cofradía podría haber comprado tres cruceros habilitados con campos negativos por el mismo precio en especia.
El hombre de la CHOAM musitó algo, disgustado, mientras que Khrone guardó silencio. Lo mejor siempre era escuchar y observar. Siempre podía contar con que los humanos sacarían sus propias conclusiones (equivocadas muchas de ellas) si les orientabas en la dirección correcta.
Saboreando sus secretos, Khrone pensó en los numerosos embajadores que la Cofradía había enviado al frente para negociar un tratado de no agresión con las máquinas pensantes, para declararse neutrales y asegurar así la supervivencia de la Cofradía. Pero muchos de estos emisarios eran Danzarines Rostro de Khrone, que fracasaron deliberadamente en sus intentos. Los otros —los humanos— nunca regresaban.
Ahora que Richese había sido convenientemente destruido por las Honoradas Matres (guiadas secretamente por los Danzarines Rostro de Khrone), los humanos no tenían más remedio que recurrir a Ix y la Cofradía para conseguir los aparatos tecnológicos que necesitaban. Los astilleros de Conexión siempre habían sido inmensos complejos para la construcción de enormes naves interestelares.
La flota defensiva de Murbella estaba creciendo con notable rapidez, pero Khrone sabía que ni siquiera eso serviría frente a la magnitud y el poderío militar de Omnius, que llevaba miles de años preparándose. Las instalaciones de Ix (controladas también por los Danzarines Rostro) seguían retrasando el desarrollo y modificación de los destructores de los que dependía la defensa de la Hermandad. Y puesto que cada nueva nave de la Cofradía estaba controlada por un compilador matemático y no un navegante, la madre comandante y sus aliados se iban a encontrar con muchas sorpresas.
—Construiremos más naves para compensar la obsolescencia de los navegantes —prometió el administrador Gorus—. Nuestro contrato con la Nueva Hermandad parece infinito. Nunca habíamos tenido un volumen tan grande de negocio.
—Y sin embargo, el comercio interplanetario ha caído drásticamente. —El representante de la CHOAM asintió con el gesto mirando a Khrone y Gorus—. ¿Cómo pagará la Hermandad estas naves y armas?
—Satisfarán sus compromisos con una cantidad mayor de melange —dijo Gorus.
Finalmente Khrone llevó la conversación a donde él quería.
—¿Por qué no aceptar el pago en caballos o petróleo o alguna otra sustancia obsoleta e inútil? Si vuestros navegantes se están muriendo y vuestras naves funcionan a la perfección con los compiladores ixianos, la Cofradía ya no necesita melange. ¿De qué puede serviros?
—Desde luego, su valor ha disminuido grandemente. En el último cuarto de siglo, siguiendo a la destrucción de Rakis, los mundos tleilaxu y tantas otras cosas, la cantidad de personas que pueden permitirse la especia con motivos recreativos ha quedado reducida a muy poco. —El representante de la CHOAM miró a su mentat, dándole la razón—. Casa Capitular quizá tiene el monopolio de la melange, pero ha racionado la especia para consumo popular con mano tan dura que ella misma ha ahogado su mercado. Y en la actualidad son pocos los que realmente la necesitan. Ahora que la gente ha aprendido a vivir sin especia, ¿estarían dispuestos a readquirir su adicción?
—Probablemente —dijo Gorus—. Solo tenemos que bajar los precios drásticamente y tendremos una estampida de clientes.
—Las brujas siguen teniendo el control en Buzzell —señaló el mentat—. Tienen otras formas de pagar.
El hombre de la CHOAM arqueé las cejas con desdén. Los sonidos que profirió hacían innecesarias las palabras.
—¿Productos de lujo en tiempo de guerra? No es una buena inversión.
—Y conseguir soopiedras ahora tampoco es fácil para ellas —señaló—, puesto que unos monstruos marinos están destruyendo los lechos de conchas y atacando a los que las recogen.
Khrone escuché con atención. Sus espías le habían traído informes perturbadores pero intrigantes sobre los extraños sucesos en Buzzell y un posible proyecto secreto de los navegantes con sede allí. Había solicitado más información.
Khrone observó mientras una máquina con aspecto de mandíbula montada sobre una grúa forzaba el muelle del piloto del crucero gigante decomisado. Los pesados elevadores suspensores chirriaron y gruñeron al sacar el tanque de gruesas paredes de plaz del navegante. Durante el lento y torpe proceso de extracción, el tanque se enganchó en el borde del hueco de la estructura del crucero. Una de las placas del casco se soltó y cayó dando vueltas, golpeando el lado de la nave y levantando una lluvia de chispas, hasta que finalmente cayó estruendosamente en el suelo.
Penachos de gas naranja de especia escapaban de la cámara del navegante, vapores sueltos de combustión que se filtraban a la atmósfera. Diez años antes, una cantidad de gas de especia como la que se estaba perdiendo habría bastado para comprar un palacio imperial. En cambio, el representante de la CHOAM y el administrador Gorus vieron cómo se disipaba sin hacer comentarios. Gorus habló a un pequeño micrófono que tenía en el cuello de la ropa.
—Depositad el tanque ante nosotros. Queremos verlo.
La grúa levantó la cámara de gruesas paredes, apartándola del cuerpo del crucero, y la llevó hacia la plataforma de observación. Los suspensores bajaron el contenedor con suavidad hasta la cubierta de cobre, donde se posó con un sonido inquietantemente pesado. El gas de especia seguía escapando por la fisura en el grueso plaz.
Los vapores de melange tenían un olor extrañamente neutro y metálico, y Khrone supo que el navegante los había aspirado y aspirado hasta que prácticamente no quedó potencia en la especia. A una escueta señal del administrador de ojos lechosos, unos silencios operarios de la Cofradía abrieron una tapa del tanque y la especia que quedaba en el interior salió como en un estertor de muerte.
Conforme el gas salía, las nubes turbias del interior empezaron a remolinear y a disiparse, dejando a la vista una silueta tirada en el suelo. Khrone había visto navegantes otras veces, por supuesto, pero este estaba flácido, con la piel gris, y bien muerto. La cabeza bulbosa y los ojos pequeños, manos palmeadas, piel lisa de anfibio le daban a la criatura el aspecto de un feto grande y deforme. Ardrae había muerto hacía días por falta de especia. Aunque ahora la Cofradía tenía montones de especia en sus stocks, ya hacía un tiempo que el administrador Gorus había cortado el suministro a los navegantes.
—Mirad, un navegante muerto. Una imagen que muy pocos podrán volver a ver.
—¿Cuántos sobreviven aún en vuestras naves? —preguntó Khrone.
Gorus se mostró evasivo.
—Entre las naves que aún tenemos en inventario solo quedan trece navegantes con vida. Esperamos que mueran de forma inminente.
—¿Qué quiere decir «que aún tenemos en inventario»? —preguntó al hombre de la CHOAM.