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Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—¿Cómo sabe usted todo eso? —le preguntó Harry. El corazón le latía muy deprisa y se sentía mareado. Recordaba haber estado preocupado por la ausencia de Kreacher durante las Navidades, y recordaba también que el elfo había aparecido de repente en el desván…
—Kreacher me lo contó todo anoche —contestó Dumbledore—. Verás, cuando le diste aquel críptico mensaje al profesor Snape, él comprendió que habías tenido una visión de Sirius atrapado en las profundidades del Departamento de Misterios. El profesor Snape hizo lo mismo que tú: intentó ponerse rápidamente en contacto con Sirius. Debería aclarar que los miembros de la Orden del Fénix disponen de métodos de comunicación más fiables que la chimenea del despacho de Dolores Umbridge. El profesor Snape comprobó que tu padrino estaba vivo y a salvo en Grimmauld Place.
»Sin embargo, al ver que no regresabas de tu incursión en el Bosque Prohibido con Dolores Umbridge, el profesor Snape se preocupó, pues tú debías de seguir creyendo que lord Voldemort mantenía cautivo a Sirius, y alertó de inmediato a varios miembros de la Orden. —Dumbledore suspiró profundamente de nuevo y prosiguió—. Alastor Moody, Nymphadora Tonks, Kingsley Shacklebolt y Remus Lupin estaban en el cuartel general cuando el profesor Snape estableció contacto. Todos acordaron ir enseguida en tu ayuda. El profesor Snape pidió que Sirius se quedara en el cuartel general, pues necesitaba que alguien permaneciera allí para contarme a mí lo ocurrido, dado que yo llegaría a Grimmauld Place en cualquier momento. Entre tanto, el profesor Snape tenía intención de buscarte en el bosque.
»Pero Sirius no quiso quedarse atrás mientras los demás acudían en tu ayuda. Delegó en Kreacher la tarea de contarme lo sucedido. Así pues, cuando llegué a Grimmauld Place, poco después de que todos hubieran salido hacia el Ministerio, fue el elfo quien me contó, riendo a carcajadas, adónde había ido Sirius.
—¿Riendo? —preguntó Harry con voz apagada.
—Sí, ya lo creo. Verás, Kreacher no podía traicionarnos completamente. Pese a no ser guardián de los secretos de la Orden, no podía revelar nuestro paradero a los Malfoy ni contarles los planes confidenciales de la Orden que le habían prohibido revelar. Estaba atado por los encantamientos de su raza, es decir, no podía desobedecer una orden directa de su amo, Sirius. Pero dio a Narcisa cierta información que para Voldemort fue muy valiosa, aunque a Sirius debió de parecerle lo suficientemente sabida para que no se le ocurriera prohibirle a Kreacher que la repitiera.
—¿Qué información era ésa? —inquirió Harry.
—Que la persona que más quería Sirius en el mundo eras tú, y que tú lo considerabas a él una mezcla de padre y hermano —contestó Dumbledore—. Voldemort ya estaba enterado, por supuesto, de que Sirius pertenecía a la Orden y de que tú sabías dónde estaba; pero la información de Kreacher le hizo comprender que por quien no dudarías jamás en arriesgar la vida era por Sirius Black.
Harry tenía los labios resecos y entumecidos.
—Entonces… cuando anoche le pregunté a Kreacher si Sirius estaba allí…
—Los Malfoy, siguiendo sin duda las instrucciones de Voldemort, le habían dicho a Kreacher que tenía que hallar la forma de mantener alejado a Sirius después de que tú hubieras tenido la visión de que Voldemort estaba torturándolo. Así, si decidías comprobar si Sirius estaba en la casa o no, Kreacher tendría que fingir que no estaba. Ayer el elfo hirió a Buckbeak, el
hipogrifo
, y cuando tú apareciste en la chimenea, Sirius estaba arriba curándolo.
Harry tenía la sensación de que no le entraba aire en los pulmones y su respiración era rápida y entrecortada.
—¿Y Kreacher le contó todo eso… riendo? —dijo con voz ronca.
—No quería contármelo, pero soy lo bastante hábil en Legeremancia para saber cuándo me están mintiendo, y… lo persuadí para que me explicara toda la historia antes de salir hacia el Departamento de Misterios.
—Y pensar que Hermione siempre nos decía que teníamos que ser amables con él —susurró Harry apretando los puños sobre las rodillas.
—Ella tenía razón, Harry. Cuando instalamos nuestro cuartel general en el número doce de Grimmauld Place, advertí a Sirius que debía tratar a Kreacher con amabilidad y respeto, y también le dije que Kreacher podía ser peligroso para nosotros. Creo que Sirius no me tomó muy en serio; nunca consideró al elfo un ser con sentimientos tan complejos como los de los humanos…
—No culpe a… No hable… de Sirius… como si… —Harry no podía respirar bien, y por eso no articulaba las palabras con precisión; la rabia, que había disminuido un poco, volvía a arder en él: no permitiría que Dumbledore criticara a su padrino—. Kreacher es un mentiroso…, un ser repugnante… Se merecía…
—Kreacher es lo que los magos hemos hecho que sea, Harry —razonó Dumbledore—. Sí, debemos tenerle lástima. Su existencia ha sido tan desgraciada como la de tu amigo Dobby. Estaba obligado a obedecer a Sirius porque tu padrino era el último miembro de la familia a la que estaba esclavizada, pero no sentía una lealtad sincera hacia él. Y pese a todos los defectos de Kreacher, hay que reconocer que Sirius no hizo nada para que su vida resultara más agradable.
—
¡NO HABLE ASÍ DE SIRIUS!
—gritó Harry. Se había levantado, enfurecido, y estaba a punto de abalanzarse sobre Dumbledore, que no había entendido en absoluto a Sirius, ni lo valiente que había sido, ni lo mucho que había sufrido—. ¿Y Snape? —le espetó Harry—. De él no dice nada, ¿verdad? Cuando le dije que Voldemort tenía a Sirius se limitó a burlarse de mí, como de costumbre.
—Harry, sabes perfectamente que delante de Dolores Umbridge el profesor Snape no podía hacer otra cosa que simular que no te tomaba en serio —respondió Dumbledore sin vacilar—, pero, como ya te he explicado, en cuanto pudo informó a la Orden de lo que tú le habías dicho. Fue él quien dedujo adónde habías ido cuando no regresaste del bosque. También fue él quien le dio a la profesora Umbridge un
Veritaserum
falso cuando ella intentaba obligarte a revelarle el paradero de Sirius.
Harry hizo caso omiso de aquella información; le producía un tremendo placer culpar a Snape porque eso aliviaba su propio sentimiento de culpa, y quería oír a Dumbledore darle la razón.
—Snape… Snape… provocaba a Sirius… Daba a entender que era un cobarde por quedarse en la casa…
—Sirius era demasiado maduro e inteligente para permitir que lo hirieran tan débiles insultos.
—¡Snape dejó de darme clases de Oclumancia! ¡Me echó de su despacho!
—Lo sé, lo sé —admitió Dumbledore con pesar—. Ya he dicho que cometí un error al no enseñarte yo mismo, aunque entonces estaba seguro de que nada podía ser más peligroso que abrir tu mente a Voldemort si te hallabas en mi presencia…
—Snape no hizo más que empeorar las cosas, la cicatriz siempre me dolía más después de las clases con él… —Harry recordó las opiniones de Ron sobre el tema e insistió—. ¿Cómo sabe que no intentaba debilitarme aún más, facilitarle el camino a Voldemort para que entrara en mi…?
—Confío en Severus Snape —se limitó a decir Dumbledore—. Pero olvidé, otro error de anciano, que hay heridas tan profundas que nunca llegan a cicatrizar. Creí que el profesor Snape podría superar sus sentimientos hacia tu padre, pero es evidente que me equivoqué.
—Y eso está bien, ¿no? —gritó Harry ignorando las expresiones de pavor y los murmullos de desaprobación de los retratos de las paredes—. Snape puede odiar a mi padre, pero Sirius no puede odiar a Kreacher, ¿verdad?
—Sirius no odiaba a Kreacher —lo corrigió Dumbledore—. Lo consideraba un criado que no merecía ni respeto ni atención. A veces la indiferencia y la frialdad causan mucho más daño que la aversión declarada. La fuente que hemos destruido esta noche era una mentira. Nosotros, los magos, llevamos demasiado tiempo maltratando a nuestro prójimo y abusando de él, y ahora estamos sufriendo las consecuencias.
—
¿INSINÚA QUE SIRIUS MERECÍA LO QUE LE PASÓ
? —gritó Harry.
—Yo no he dicho eso, ni me lo oirás decir jamás —repuso Dumbledore, impasible—. Sirius no era un hombre cruel y en general era amable con los elfos domésticos, pero no sentía ningún afecto por Kreacher porque el elfo le recordaba la casa que tanto había odiado.
—¡Sí, claro que la odiaba! —saltó Harry con la voz quebrada; le dio la espalda a Dumbledore y se apartó de la mesa. Ahora el sol iluminaba toda la habitación, y los ojos de los retratos siguieron a Harry, que caminaba sin percatarse de lo que hacía, sin ver siquiera el despacho—. Usted lo obligó a permanecer encerrado en aquella casa, pero él la odiaba, por eso anoche quiso salir de allí.
—Yo sólo intentaba mantener a Sirius con vida —aclaró Dumbledore con serenidad.
—¡A la gente no le gusta que la encierren! —replicó Harry furioso al tiempo que se daba la vuelta y se enfrentaba a Dumbledore—. A mí me hizo usted lo mismo el verano pasado…
Dumbledore cerró los ojos y se tapó la cara con sus manos de largos dedos. Harry se quedó observándolo, pero aquella inusitada muestra de agotamiento, o de tristeza, o de lo que fuera, no lo ablandó. Al contrario: estaba todavía más rabioso con Dumbledore por dar muestras de debilidad y porque era injusto que mostrara flaqueza cuando Harry quería hacerle culpable.
Dumbledore bajó las manos y miró a Harry a través de las gafas de media luna.
—Ha llegado el momento de que te explique lo que debí explicarte hace cinco años, Harry. Siéntate, por favor. Voy a contártelo todo. Sólo te pido que tengas un poco de paciencia. Cuando haya terminado, tendrás ocasión de gritarme, de hacer lo que quieras. No te lo impediré.
Harry lo miró un instante con rabia; luego volvió junto a la silla que había enfrente de Dumbledore y se sentó.
El director contempló brevemente los iluminados jardines a través de la ventana y luego volvió a dirigirse a él.
—Hace cinco años, Harry, llegaste a Hogwarts sano y salvo, como yo había planeado y previsto. Bueno, quizá no tan sano y salvo. Habías sufrido. Yo sabía que sufrirías cuando te dejé ante la puerta de la casa de tus tíos. Sabía que estaba condenándote a diez oscuros y difíciles años. —Hizo una pausa, pero Harry no dijo nada—. Te preguntarás, y con motivo, por qué tenía que ser así. ¿Por qué no podía haberte acogido una familia de magos? Muchos lo habrían hecho de buen grado, y habría sido para ellos un placer y un honor criarte como a un hijo.
»La respuesta es que mi prioridad era mantenerte con vida. Estabas en peligro, un peligro de cuya gravedad quizá sólo yo fuera consciente. Sólo hacía unas horas que Voldemort había sido derrotado, pero sus seguidores, y muchos de ellos son tan terribles como él, todavía andaban sueltos y estaban desesperados y encolerizados. Además, yo tenía que tomar una decisión respecto a los años venideros. ¿Acaso creía que Voldemort se había marchado para siempre? No. No sabía si tardaría diez, veinte o cincuenta años en regresar, pero estaba convencido de que lo haría, y también estaba seguro, conociéndolo como lo conozco, de que no descansaría hasta haberte matado.
»Sabía que los conocimientos de magia de Voldemort eran más amplios quizá que los de ningún otro mago vivo. Asimismo sabía que ni los más complejos y potentes hechizos o encantamientos protectores serían invencibles el día que él regresara con todo su poder.
»Pero también sabía cuál era su punto débil. Así que tomé una decisión. Estarías protegido por una antiquísima magia que él conoce, desprecia y, por lo tanto, siempre ha subestimado, en su propio perjuicio. Me refiero, por supuesto, al hecho de que tu madre muriera para salvarte. Ella te dio una prolongada protección que él no esperaba, una protección que fluye por tus venas hasta hoy. Así que puse toda mi confianza en la sangre de tu madre. Te entregué a su hermana, su único familiar vivo.
—Mi tía no me quiere —saltó Harry—. No le importa…
—Pero te acogió —lo interrumpió Dumbledore—. Quizá te acogiera a regañadientes, con rabia, de mala gana, contra su voluntad, pero de todos modos te acogió, y al hacerlo selló el encantamiento que yo te había hecho. El sacrificio de tu madre convirtió el vínculo de sangre en el escudo más fuerte que yo podía ofrecerte.
—Sigo sin…
—Mientras puedas llamar hogar al sitio donde habita la sangre de tu madre, allí Voldemort no podrá tocarte ni hacerte ningún daño. Él derramó la sangre de tu madre, pero ésta sigue viva en ti y en tu tía. Así que la sangre de tu madre se convirtió en tu refugio. De hecho, sólo tienes que regresar con tus tíos una vez al año, y en esa casa él no podrá hacerte daño mientras puedas considerarla tu hogar. Tu tía está al corriente de todo porque le expliqué lo que yo había hecho en una carta que deposité junto a ti cuando te dejé en su puerta. Ella sabe que tenerte en su casa es lo que te ha mantenido con vida estos quince años.
—Un momento —dijo Harry—. Espere un momento. —Se enderezó en la silla mirando fijamente a Dumbledore—. Usted le envió aquel vociferador. Usted le dijo que recordara… ¡Era su voz!
—Creí que quizá necesitara que le recordaran el pacto que había sellado al acogerte —respondió Dumbledore agachando ligeramente la cabeza—. Sospeché que el ataque de los
dementores
le habría hecho pensar en los peligros que suponía tenerte como hijo adoptivo.
—Así fue. Bueno, a mi tío más que a ella. Él quería echarme de casa, pero cuando llegó el vociferador, ella… ella dijo que debía quedarme. —Harry miró el suelo un momento y luego añadió—: Pero ¿qué tiene eso que ver con…?
No podía pronunciar el nombre de Sirius.
—Después, hace cinco años —prosiguió Dumbledore como si no hubiera hecho ninguna pausa en su relato—, llegaste a Hogwarts, quizá ni tan contento ni tan bien alimentado como a mí me habría gustado, pero al menos vivo y con buena salud. No eras ningún príncipe mimado, sino un niño todo lo normal que yo podía esperar que fueras, dadas las circunstancias. Hasta ese instante mi plan estaba funcionando.
»Y entonces… Bueno, seguro que recuerdas los sucesos de tu primer año en Hogwarts tan claramente como yo. Aceptaste de una forma magnífica el reto al que te enfrentabas, y pronto, mucho más pronto de lo que yo había imaginado, te encontraste cara a cara con Voldemort. Volviste a sobrevivir. Y no sólo eso. Impediste que él recuperara su poder y su fuerza, y así retrasaste su regreso. Luchaste como un hombre. El orgullo que sentí por ti… no puede expresarse con palabras.