Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—Comprendo que estés destrozado —aseguró—. Sé que querías mucho a Dumbledore. Hasta es posible que hayas sido su alumno favorito. El lazo que os unía…
—¿Qué quiere? —repitió Harry, y esta vez se detuvo.
Scrimgeour también se detuvo, se apoyó en su bastón y miró fijamente a Harry con expresión perspicaz.
—Dicen que fuiste con él cuando se marchó del colegio la noche que lo mataron.
—¿Quién dice eso?
—Alguien le hizo un encantamiento aturdidor a un
mortífago
en lo alto de la torre cuando Dumbledore ya había muerto. Y allí arriba también había dos escobas. En el ministerio sabemos sumar, Harry.
—Me alegro. Pero mire, adónde fui con él y qué hicimos allí es asunto mío. El no quería que lo supiera nadie.
—Haces gala de una lealtad admirable, desde luego —comentó Scrimgeour, que hacía visibles esfuerzos por contener su irritación—, pero Dumbledore ha muerto, Harry. Muerto.
—Dumbledore sólo abandonará el colegio cuando no quede aquí nadie que le sea fiel —dijo Harry sonriendo a su pesar.
—Mira, muchacho, ni siquiera él puede volver de…
—Yo no digo que pueda regresar. Usted no lo entendería. Pero no tengo nada que explicarle.
Scrimgeour vaciló un momento y, con un tono que pretendía ser delicado, dijo:
—El ministerio puede brindarte toda clase de protección, ya lo sabes, Harry. Para mí sería un placer poner a un par de mis
aurores
a tu servicio…
Harry rió.
—Voldemort quiere matarme él en persona y los
aurores
no van a impedírselo. Así que gracias por el ofrecimiento, pero no, gracias.
—Entonces —continuó Scrimgeour con tono más frío—, lo que te pedí en Navidad…
—¿Qué me pidió? ¡Ah, sí! Que le contara a todo el mundo el espléndido trabajo que están haciendo a cambio de…
—¡A cambio de levantarle la moral a la gente! —le espetó Scrimgeour.
Harry lo miró un momento y preguntó:
—¿Ha soltado ya a Stan Shunpike?
El rostro del ministro se congestionó y el muchacho se acordó de su tío Vernon.
—Ya veo que sigues…
—Fiel a Dumbledore, cueste lo que cueste —sentenció Harry—. Pues sí.
Scrimgeour le lanzó una mirada penetrante; luego giró sobre los talones y se marchó cojeando sin decir nada más. Harry comprobó que Percy y el resto de la delegación del ministerio lo esperaban. Lanzaban nerviosas ojeadas al sollozante Hagrid y a Grawp, que todavía no se habían levantado de sus asientos. Ron y Hermione corrían hacia Harry y se cruzaron con Scrimgeour. Harry se dio la vuelta y siguió andando despacio, dándoles tiempo para que lo alcanzaran. Los tres se reunieron por fin bajo la sombra de un haya donde se habían sentado a veces en tiempos más felices.
—¿Qué quería Scrimgeour? —susurró Hermione.
—Lo mismo que quería en Navidad —contestó Harry con desgana—. Pretendía que le pasara información confidencial sobre Dumbledore y que prestara mi cara y mi nombre para hacer propaganda del ministerio.
Ron pareció debatir un momento consigo mismo y luego le dijo a Hermione:
—¡Déjame volver y pegarle un puñetazo a Percy!
—No —repuso él con firmeza al tiempo que lo agarraba por el brazo.
—¡Me quedaré muy descansado!
Harry rompió a reír. Hasta Hermione sonrió un poco, aunque la sonrisa se le borró de los labios cuando miró hacia el castillo.
—No soporto pensar que quizá no volvamos a Hogwarts —dijo con un hilo de voz—. ¿Cómo pueden cerrar el colegio?
—A lo mejor no lo hacen —especuló Ron—. Aquí no corremos más peligro que en nuestras casas, ¿no? Ahora no estamos seguros en ningún sitio. Incluso diría que en Hogwarts estamos más protegidos, porque en ningún otro sitio hay tantos magos para defenderlo. ¿Tú qué opinas, Harry?
—Yo no pienso volver aunque el colegio siga abierto.
Ron se quedó mirándolo boquiabierto, pero Hermione dijo con voz triste:
—Ya me imaginaba que dirías eso. Pero entonces ¿qué harás?
—Volveré una vez más a casa de los Dursley porque Dumbledore así lo deseaba. Pero será una breve visita y después me iré para siempre.
—¿Y adónde irás si no piensas volver al colegio?
—He pensado que podría regresar al valle de Godric —murmuró Harry. Tenía esa idea en la cabeza desde la noche que murió Dumbledore—. Para mí, todo empezó allí. Tengo la sensación de que necesito ir a ese lugar. Así podré visitar la tumba de mis padres.
—Y luego ¿qué? —preguntó Ron.
—Luego tendré que buscar los otros
Horrocruxes
, ¿no? —contestó el muchacho mientras contemplaba el blanco sepulcro del director, que se reflejaba en el agua, al otro lado del lago—. Eso es lo que Dumbledore quería que hiciera, por eso me lo contó todo sobre ellos. Si él tenía razón, y estoy seguro de que así es, todavía quedan cuatro. Debo encontrarlos y destruirlos, y luego he de ir en busca de la séptima parte del alma de Voldemort, la parte que todavía está en su cuerpo, y matarlo. Y si por el camino me encuentro con Severus Snape —añadió—, mejor para mí y peor para él.
Hubo un largo silencio. La muchedumbre casi se había dispersado ya, mientras que los rezagados rehuían la monumental figura de Grawp, que seguía abrazando a Hagrid, cuyos aullidos de dolor todavía resonaban sobre las aguas del lago.
—Nos encontraremos allí, Harry —dijo Ron.
—¿Dónde?
—En casa de tus tíos. Y luego iremos contigo allá donde tú vayas.
—Ni hablar —replicó Harry; no había previsto eso, creía que sus amigos entenderían que quería hacer solo aquel peligrosísimo viaje.
—Una vez nos dijiste —intervino Hermione— que teníamos tiempo para echarnos atrás. Y ya lo ves, no lo hemos hecho.
—Estaremos a tu lado pase lo que pase —afirmó Ron—. Pero, ¡eh!, antes que nada, incluso antes de ir al valle de Godric, tendrás que pasar por casa de mis padres.
—¿Por qué?
—La boda de Bill y Fleur, ¿recuerdas?
Harry lo miró con asombro; la idea de que todavía pudiera existir algo tan normal como una boda parecía tan increíble como maravillosa.
—Sí, eso no podemos perdérnoslo —dijo al fin.
Sin pensarlo, Harry cerró la mano con fuerza alrededor del
Horrocrux
falso, pero pese a todo, pese al oscuro y sinuoso camino que veía extenderse ante él, pese al encuentro final con Voldemort que tarde o temprano se produciría —¿quién sabía si pasaría un mes, o un año, o diez?—, se animó al pensar que todavía quedaba un espléndido día de paz y que podría disfrutarlo con Ron y Hermione.
Título original:
Harry Potter and the Deathly Hallows
Traducción de Gemma Rovira Ortega
Editor del ePub original: Elvys (v1.1)
La fecha crucial se acerca. Cuando cumpla diecisiete años, Harry perderá el encantamiento protector que lo mantiene a salvo. El anunciado enfrentamiento a muerte con lord Voldemort es inminente, y la casi imposible misión de encontrar y destruir los restantes Horrocruxes más urgente que nunca. Ha llegado la hora final, el momento de tomar las decisiones más difíciles. Harry debe abandonar la calidez y seguridad de La Madriguera para seguir sin miedo ni vacilaciones el inexorable sendero trazado para él. Consciente de lo mucho que está en juego, sólo dentro de sí mismo encontrará la fuerza necesaria que lo impulse en la vertiginosa carrera para enfrentarse con su destino.
¡Ay! el tormento arraigado en el linaje,
el grito desgarrador de la muerte,
el golpe que rasga la vena,
la sangre que nadie restaña, la pena,
la maldición insoportable.
Pero hay un remedio en esta casa,
no fuera de ella, no,
no venido de otros, sino de ellos mismos
en su pugna sangrienta. A vosotros clamamos,
oscuros dioses que habitáis bajo la tierra.
Escuchad con atención, dichosos poderes subterráneos,
responded, enviad ayuda.
Amparad a estos muchachos, concededles la victoria ya.
Esquilo
,
Las coéforas
La muerte no es más que un viaje, semejante al que realizan dos amigos al separarse para atravesar los mares. Como aún se necesitan, ellos siguen viviendo el uno en el otro y se aman en una realidad omnipresente. En dicho divino espejo se ven cara a cara, y su conversación fluye con pureza y libertad. Tal es el consuelo de los amigos: aunque se diga que han muerto, su amistad y su compañía no desaparecen, porque éstas son inmortales.
William Penn
,
More Fruits of Solitude
En un estrecho sendero bañado por la luna, dos hombres aparecieron de la nada a escasos metros de distancia. Permanecieron inmóviles un instante, apuntándose mutuamente al pecho con sus respectivas varitas mágicas, hasta reconocerse. Entonces las guardaron bajo las capas y echaron a andar a buen paso en la misma dirección.
—¿Buenas noticias? —preguntó el de mayor estatura.
—Excelentes —replicó Severus Snape.
El lado izquierdo del sendero estaba bordeado por unas zarzas silvestres no muy crecidas, y el derecho, por un seto alto y muy cuidado. Al caminar, los dos hombres hacían ondear las largas capas alrededor de los tobillos.
—Temía llegar tarde —dijo Yaxley, cuyas burdas facciones dejaban de verse a intervalos cuando las ramas de los árboles tapaban la luz de la luna—. Resultó un poco más complicado de lo que esperaba, pero confío en que él estará satisfecho. Pareces convencido de que te recibirá bien, ¿no?