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Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

Harry Potter y el Misterio del Príncipe (51 page)

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
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—¿Por qué? —preguntó Harry mirándolo a los ojos—. ¿Por qué regresó? ¿Llegó a averiguarlo?

—Tengo algunas ideas —respondió el anciano profesor—, pero nada más.

—¿Qué ideas, señor?

—Te lo contaré cuando hayas recuperado ese recuerdo del profesor Slughorn. Confío en que cuando consigas esa última pieza del rompecabezas, todo quedará claro… para ambos.

Harry se moría de curiosidad, y aunque Dumbledore fue a abrir la puerta para indicarle que la clase había terminado y debía marcharse, aún hizo otra pregunta:

—¿Quería el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, como la vez anterior? En realidad no dijo…

—Sí, claro que quería ese puesto. Eso se demostró poco después de nuestra breve entrevista. Y desde que me negué a dárselo nunca hemos podido conservar el mismo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras más de un año.

21
La Sala Incognoscible

Durante la semana siguiente, Harry se estrujó el cerebro buscando una manera de que Slughorn le entregara el auténtico recuerdo, pero no se le ocurrió ninguna idea genial y acabó recurriendo a lo que últimamente solía hacer cuando se sentía perdido: enfrascarse en su libro de Pociones con la esperanza de que el príncipe hubiera garabateado algún comentario útil en alguna página.

—Ahí no vas a encontrar nada —le dijo Hermione el domingo por la noche.

—No empieces, Hermione. Si no llega a ser por el príncipe, ahora Ron no estaría aquí sentado.

—Estaría aquí sentado si hubieras escuchado a Snape en primero —repuso ella con desdén.

Harry no le hizo caso. Acababa de encontrar un conjuro (
¡Sectumsempra!
) escrito en un margen, seguido de las intrigantes palabras «para enemigos», y se moría de ganas de probarlo. Pero no le pareció oportuno hacerlo delante de Hermione, así que dobló con disimulo la esquina de la hoja.

Estaban sentados delante del fuego en la sala común, donde aún quedaban unos pocos compañeros de sexto que pronto se irían a dormir. Un rato antes, al volver de cenar, hubo cierto alboroto porque en el tablón de anuncios habían puesto un letrero con la fecha del examen de Aparición. Los alumnos que el 21 de abril —fecha del primer examen— tuviesen diecisiete años podrían apuntarse a sesiones de prácticas complementarias. Se realizarían en Hogsmeade rodeadas de estrictas medidas de seguridad.

A Ron le entró pánico al leer la noticia porque todavía no había conseguido aparecerse y temía no estar preparado para aprobar el examen; Hermione, que ya había logrado aparecerse dos veces, se sentía un poco más confiada, pero Harry, que cumpliría los diecisiete años cuatro meses más tarde, no podría examinarse aunque estuviera lo bastante preparado.

—¡Pero tú al menos sabes aparecerte! —le dijo Ron con nerviosismo—. ¡Cuando llegue julio no tendrás ningún problema!

—Sólo lo he hecho una vez —le recordó Harry. Al fin, en la última clase, había conseguido desaparecerse y rematerializarse dentro de su aro.

Ron, que había perdido bastante tiempo hablando de sus preocupaciones respecto a la Aparición, se decidió a terminar una redacción condenadamente difícil, encargada por Snape, que Harry y Hermione ya habían acabado. Harry estaba convencido de que Snape iba a ponerle mala nota en ese trabajo por haber discrepado con él sobre la mejor forma de enfrentarse a los
dementores
, pero no le importaba: lo que más le interesaba en ese momento era el recuerdo de Slughorn.

—En serio, Harry, ese estúpido príncipe no te ayudará en esta misión —insistió Hermione—. Sólo hay una manera de obligar a alguien a hacer lo que uno quiera: la maldición
imperius
, pero es ilegal…

—Sí, ya lo sé, gracias —dijo Harry sin desviar la mirada del libro—. Por eso busco algo diferente. Dumbledore me advirtió que el
Veritaserum
no serviría, pero quizá encuentre otra cosa: alguna poción o algún hechizo…

—No estás enfocando bien este asunto —se obstinó su amiga—. Dumbledore afirma que eres el único que puede sonsacarle ese recuerdo. Eso da a entender que tú puedes convencerlo con algo que no está al alcance de nadie más. No se trata de hacerle beber una poción; eso podría hacerlo cualquiera…

—¿«Velijerante» va con uve? —dijo Ron, sacudiendo la pluma entre los dedos y sin desviar la vista de su hoja de pergamino—. Creía que iba con be.

—Va con be y ge —corrigió Hermione echando un vistazo a la redacción—. Y «augurio» se escribe sin hache. ¿Qué pluma estás utilizando?

—Una de las de Fred y George con corrector ortográfico incorporado. Pero me parece que el encantamiento está perdiendo su efecto.

—Ya lo creo —dijo Hermione, y le señaló el título de la redacción—, porque nos preguntaban cómo nos enfrentaríamos a un
dementor
, no a un
dugbog
, y que yo sepa tampoco te llamas Roonil Wazlib, a menos que te hayas cambiado el nombre.

—¡Ostras, no! —exclamó Ron contemplando horrorizado la hoja—. ¡No me digas que tengo que volver a escribirlo todo!

—No te preocupes, se puede arreglar —dijo ella; cogió la redacción y sacó su varita mágica.

—Te adoro, Hermione —murmuró él, y se recostó en la butaca frotándose los ojos, cansado.

Ella se ruborizó ligeramente, pero se limitó a comentar:

—Que Lavender no te oiga decir eso.

—No me oirá —masculló Ron—. O quizá sí… y entonces me dejará.

—Si lo que quieres es terminar esa relación, ¿por qué no la dejas tú a ella? —preguntó Harry.

—Nunca has dejado a nadie, ¿no? —repuso su amigo—. Cho y tú simplemente…

—Nos fuimos a pique, sí, es verdad —admitió Harry.

—¡Ojalá nos pasara eso a Lavender y a mí! —exclamó Ron mientras miraba cómo Hermione, sin decir nada, iba tocando con la punta de la varita cada una de las palabras mal escritas y las corregía—. Pero cuanto más le insinúo que quiero dejarlo, más se aferra ella a mí. Es como salir con el calamar gigante.

Unos veinte minutos más tarde, la chica le entregó la redacción.

—Aquí tienes —le dijo.

—Muchas gracias. ¿Me prestas tu pluma para escribir las conclusiones?

Harry, que no había vuelto a encontrar nada útil o sugerente en las notas del Príncipe Mestizo, levantó la vista del libro y vio que se habían quedado solos en la sala común, pues incluso Seamus había subido a acostarse maldiciendo a Snape y su redacción. Lo único que se oía era el chisporroteo del fuego y el rasgueo de Ron, que acababa su trabajo sobre los
dementores
con la pluma de Hermione. Cerró el libro del Príncipe Mestizo y empezó a bostezar cuando…

¡Crac!

Hermione soltó un gritito, Ron manchó de tinta la redacción y Harry exclamó:

—¡Kreacher!

El elfo doméstico hizo una exagerada reverencia y, con la nariz casi pegada a los deformados dedos de sus pies, dijo:

—El amo quería informes regulares sobre las actividades del pequeño Malfoy, y Kreacher ha venido a…

¡Crac!

Dobby, con un cubre tetera torcido a modo de gorro, se apareció al lado de Kreacher.

—¡Dobby también ha colaborado, Harry Potter! —exclamó, y le lanzó a Kreacher una mirada furibunda—. ¡Y Kreacher debería avisar a Dobby cuándo piensa ir a ver a Harry Potter para que así puedan presentar sus informes juntos!

—¿Qué significa esto? —preguntó Hermione, aún sorprendida por sus repentinas apariciones—. ¿Qué pasa, Harry?

Harry vaciló porque no le había contado que los dos elfos debían seguir a Malfoy por orden suya; su amiga era muy susceptible en todo lo relativo a los elfos domésticos.

—Es que… les pedí que siguieran a Malfoy —reconoció al fin.

—Noche y día —precisó Kreacher con un gruñido.

—¡Dobby lleva una semana sin pegar ojo, Harry Potter! —declaró Dobby con orgullo, y se tambaleó un poco.

Hermione se alarmó.

—¿No has dormido nada en todo ese tiempo, Dobby? Pero Harry, supongo que no le has ordenado que…

—No, claro que no —se apresuró a aclarar el muchacho—. Dobby, puedes dormir, ¿de acuerdo? A ver, ¿habéis averiguado algo? —preguntó antes de que Hermione volviera a intervenir.

—El amo Malfoy hace gala de la nobleza que corresponde a su sangre limpia —dijo Kreacher con voz ronca—. Sus facciones recuerdan la elegante fisonomía de mi ama y sus modales son los mismos que…

—¡Draco Malfoy es un niño malo! —chilló Dobby—. ¡Es un niño malo que… que…! —Un escalofrío lo sacudió desde la borla del cubre tetera hasta la punta de los calcetines, y de pronto echó a correr hacia la chimenea como si fuera a arrojarse al fuego.

Harry, a quien no sorprendió ese arranque, lo alcanzó enseguida y lo sujetó con fuerza por la cintura. El elfo forcejeó unos segundos y luego dejó de oponer resistencia.

—Gracias, Harry Potter —jadeó—. A Dobby todavía le cuesta hablar mal de sus antiguos amos…

Harry lo soltó. Entonces Dobby se colocó bien el cubre tetera y le dijo a Kreacher con tono desafiante:

—¡Pero Kreacher debería saber que Draco Malfoy no se porta bien con los elfos domésticos!

—Sí, no nos interesa que nos cuentes lo encantado que estás con Malfoy —terció Harry—. Ve al grano y explícanos qué ha estado tramando.

Kreacher, rabioso, volvió a hacer una reverencia y dijo:

—El amo Malfoy come en el Gran Comedor, duerme en un dormitorio de las mazmorras, asiste a clase en diversas…

—Dobby, dímelo tú —se impacientó Harry, admitiendo que Kreacher era un caso perdido—. ¿Ha ido a algún sitio al que no debía ir?

—Harry Potter, señor —chilló Dobby, y en sus enormes y esféricos ojos se reflejó el resplandor del fuego—, el chico Malfoy no está violando ninguna norma, al menos que Dobby sepa, pero sigue interesado en evitar que lo detecten. Ha realizado visitas regulares al séptimo piso con varios estudiantes que montan guardia mientras él entra en…

—¡En la Sala de los Menesteres! —comprendió Harry de pronto, y se dio en la frente con
Elaboración de pociones avanzadas
. Hermione y Ron se quedaron mirándolo—. ¡Ahí es donde se esconde! ¡Ahí es donde hace… lo que sea que hace! Y por eso desaparece del mapa. ¡Ahora que lo pienso, en el mapa nunca he visto la Sala de los Menesteres!

—A lo mejor los merodeadores no sabían de su existencia —sugirió Ron.

—Supongo que esa particularidad forma parte de la magia de la sala —observó Hermione—. Si necesitas que no pueda detectarse, no se detecta.

—Dobby, ¿has conseguido colarte y ver qué hace Malfoy?

—No, Harry Potter, eso es imposible.

—No, no es imposible. El año pasado, Malfoy se coló en nuestro cuartel general; por lo tanto, yo también he de poder colarme y espiarlo.

—Dudo que lo logres —discrepó Hermione mientras cavilaba sobre el asunto—. Malfoy sabía exactamente cómo estábamos utilizando la sala porque esa idiota de Marietta se chivó. É l necesitaba que la sala se convirtiera en el cuartel general del
ED
y en eso se convirtió. Pero tú no sabes en qué se transforma cuando Malfoy entra en ella, de modo que tampoco sabes en qué pedirle que se transforme.

—Eso ya lo solucionaremos —dijo Harry quitándole importancia—. Buen trabajo, Dobby.

—Kreacher también ha hecho un buen trabajo —comentó Hermione con dulzura; pero, en lugar de mostrarse agradecido, el elfo dejó de mirarla con sus grandes y enrojecidos ojos y, con voz ronca, dijo observando el techo:

—La sangre sucia le está diciendo algo a Kreacher; Kreacher fingirá que no la oye…

—¡Basta! —le espetó Harry, y Kreacher hizo una última reverencia y se desapareció—. Tú también, Dobby. Vete y duerme un poco.

—¡Gracias, Harry Potter, señor! —chilló Dobby alegremente, y también se esfumó.

Harry se volvió hacia sus amigos.

—¿Qué os parece? —les dijo exultante—. ¡Ya sabemos adónde va Malfoy! ¡Ahora lo tenemos acorralado!

—Sí, es genial —masculló Ron con desánimo mientras intentaba secar el borrón de tinta en que se había convertido su redacción casi terminada.

Hermione la cogió una vez más y empezó a limpiar la tinta empleando su varita. Mientras lo hacía, preguntó:

—Pero ¿qué significa que sube allí con «varios estudiantes más»? ¿Cuánta gente hay implicada? No creo que confíe en muchos lo suficiente para revelarles lo que está urdiendo…

—Sí, a mí también me extraña —concedió Harry frunciendo el entrecejo—. A Crabbe le dijo que lo que él, Malfoy, hacía no era asunto de su incumbencia… Entonces ¿qué les dice a todos esos… todos esos…? —Su voz se fue apagando y se quedó contemplando el fuego sin verlo—. ¡Tate! ¡Pero qué idiota soy! —exclamó de pronto en voz baja—. ¡Está más claro que el agua! Abajo, en la mazmorra, había una gran cuba llena… Pudo robar un poco durante aquella clase…

—¿Robar qué? —preguntó Ron.

—Poción
multijugos
. Robó un poco de la que Slughorn nos mostró en la primera clase de Pociones. Y no hay varios estudiantes montando guardia para Malfoy, sólo son Crabbe y Goyle, como siempre… ¡Todo encaja! —Se levantó de un brinco y empezó a pasearse por delante de la chimenea—. Ambos son lo bastante estúpidos para hacer lo que Malfoy les ordene aunque no les revele sus planes. Pero como no quiere que los vean merodeando cerca de la Sala de los Menesteres les hace tomar poción
multijugos
, para que adopten la apariencia de otras personas… Aquellas dos niñas que lo acompañaban cuando se saltó el partido de… ¡Ja! ¡Eran Crabbe y Goyle!

—¿Quieres decir —preguntó Hermione bajando la voz— que aquella niña cuya balanza reparé…?

—¡Pues claro! —afirmó Harry arqueando las cejas—. ¡Claro que sí! Malfoy debía de estar en la sala en ese momento, y ella… pero ¿qué digo?, ¡él dejó caer la balanza para avisar a Malfoy que no saliese porque había alguien en el pasillo! ¡Y lo mismo pasó con aquella niña que dejó caer los huevos de sapo! ¡Hemos pasado de largo varias veces sin darnos cuenta!

—¿Así que consigue que Crabbe y Goyle se transformen en chicas? —dijo Ron y soltó una carcajada—. ¡Jo! No me extraña que últimamente estén un poco amargados… Me sorprende que no lo manden a…

—A mí no me sorprende. No se atreven porque Malfoy les ha enseñado la Marca Tenebrosa —dedujo Harry.

—Hum… La Marca Tenebrosa que no sabemos si existe —terció Hermione con escepticismo mientras enrollaba la redacción de Ron, ya seca, y se la devolvía antes de que sufriera más daños.

—Ya lo comprobaremos —sentenció Harry.

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