James Potter y la Encrucijada de los Mayores (5 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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¿Qué pensaría
El Profeta
, o el resto del mundo mágico, del hijo de la amada y legendaria figura si se sentaba en esa silla y el Sombrero Seleccionador le proclamaba otra cosa que no fuera un Gryffindor? Allí atrás, en el andén nueve y tres cuartos, James había confiado este mismo miedo a su padre.

—No hay más magia en ser un Gryffindor que en ser un Hufflepuff o un Ravenclaw o un Slytherin, James —había dicho Harry Potter, agachándose y poniendo una mano en el hombro del muchacho. James había apretado los labios, sabía que su padre diría algo parecido.

—¿Te habría consolado eso hace años cuando estabas a punto de sentarte en la silla y ponerte ese sombrero en la cabeza? —Había preguntado en voz baja y seria.

Su padre no había respondido, solo había apretado los labios, había sonreído apenadamente y sacudido la cabeza.

—Pero yo era un chaval preocupado y un poco superficial por aquel entonces, James, muchacho. Intenta no ser como yo en ese aspecto, ¿vale? Se han dado grandes brujas y magos en todas las casas. Me sentiré orgulloso y honrado de tener a mi hijo en cualquiera de ellas.

James había asentido, pero no había funcionado. Sabía lo que en realidad quería... y esperaba... su padre, a pesar de la charla. James tenía que ser un Gryffindor, como mamá y papá, como sus tíos y su tía, como todos los héroes y leyendas de los que había oído hablar desde que era un bebé, hasta remontarse al propio Godric Gryffindor, el más grande de todos los fundadores de Hogwarts.

Pero ahora, de pie, observando al Sombrero Seleccionador siendo convocado y sujeto entre los delgados brazos de la directora McGonagall, descubría que todos sus miedos y preocupaciones de algún modo habían desaparecido. Había estado rondándole una idea durante las últimas horas. Ahora pasó a primer plano en su mente. Había asumido todo el tiempo que no tenía más elección que competir con su padre e intentar llenar sus enormes zapatos. Su consecuentemente terrible miedo había sido no estar a la altura de la tarea, fracasar. ¿Pero y si había otra opción? ¿Y si simplemente no lo intentaba?

James miró a continuación, sin ver, como los primeros estudiantes eran llamados a la silla, como el sombrero era colocado sobre sus cabezas, casi ocultando sus ojos intensamente curiosos y vueltos hacia arriba. Parecía una estatua... una estatua de un muchachito con el indomable cabello negro de su padre y la nariz y los labios expresivos de su madre. ¿Y si simplemente no intentaba estar a la altura de la gigantesca sombra lanzada por su padre? No es que no pudiera ser grande a su propio modo. Sería solo de una forma muy diferente. Una forma decididamente,
intencionadamente
muy diferente. ¿Y si empezaba aquí? Aquí mismo, en la plataforma, en su primer día, siendo proclamado... bueno, algo que no fuera un Gryffindor. Eso sería todo lo que se necesitaría. A menos que...

—James Potter. —La voz de la directora tañó con su distintiva forma de pronunciar la erre de su apellido.

Se sobresaltó, levantando la mirada hacia ella como si se hubiera olvidado de que estaba allí. Parecía tener cien pies de altura allí de pie sobre la plataforma, con el brazo extendido sujetando el Sombrero Seleccionador sobre la silla, lanzando una sombra triangular sobre ella. Estaba a punto de adelantarse y trepar el pequeño tramo de escaleras hasta la plataforma, cuando un ruido estalló tras él. Le sorprendió y preocupó por un momento. Sintió el irracional temor de que de algún modo sus pensamientos habían escapado y le habían traicionado, de que ese era el ruido de la mesa Gryffindor poniéndose en pie, abucheándole. Pero no era un abucheo. Era un aplauso, cortés y sostenido, en respuesta a la llamada de su nombre. James se giró hacia la mesa Gryffindor, con una sonrisa de gratitud y felicidad ya iluminando su cara. Pero no eran ellos los que aplaudían. Estaban sentados allí más bien inexpresivos. La mayoría de sus cabezas se habían girado hacia la fuente del sonido. James se giró, siguiendo su mirada. Era la mesa Slytherin.

James sintió que echaba raíces en el lugar. La mesa entera le estaba mirando con sonrisas agradables, todas abiertas, felices, aplaudiendo. Uno de los estudiantes, una chica alta y muy atractiva con ondulado cabello negro y grandes y chispeantes ojos, estaba de pie. Aplaudía ligeramente pero confiada, sonriendo directamente a James. Finalmente, las otras mesas empezaron a unírseles, primero uno aquí y otro allá, y después con una sostenida y bastante asombrosa ovación.

—Sí. Sí, gracias —gritó la directora McGonagall sobre el aplauso—. Eso será suficiente. Todos estamos muy, er, felices de tener al joven Señor Potter entre nosotros este año. Ahora, si queréis volver a vuestros asientos... —James empezó su ascenso hasta el estrado mientras el aplauso moría. Cuando se giró y se sentó en la silla, oyó a la directora mascullar—... así podremos terminar y cenar antes del próximo equinoccio.

James se giró para mirarla pero solo vio la oscura masa del Sombrero Seleccionador posándose sobre él. Cerró los ojos firmemente y sintió la fresca suavidad del sombrero cubrirle la cabeza, deslizándose sobre su frente.

Instantáneamente todo sonido se detuvo. James estaba en la mente del sombrero, o quizás era a la inversa. El sombrero hablaba, pero no a él.

—Potter, James, sí, he estado esperando a este. Otro Potter que se coloca bajo mi ala. Siempre difíciles son estos... —murmuraba para sí mismo, como disfrutando del desafío—. Valor, sí, como siempre, pero el valor es barato en la juventud. Aún así, buen material para Gryffindor, como los anteriores.

El corazón de James saltó. Entonces recordó la idea que había tenido antes de subir al estrado, y vaciló.
No tengo que jugar a este juego
, pensó para sí mismo.
No tengo que ser un Gryffindor.
Pensó en el aplauso, pensó en la cara de la chica guapa del largo cabello ondulado, de pie tras el estandarte verde y plata.

—¡Slytherin, piensa! —consideró el sombrero en su cabeza—. Sí, siempre cabe esa posibilidad también. Como su padre. Hubiera sido un gran Slytherin, pero no quiso. Hmm, muy inseguro de sí mismo está este, y eso es nuevo en un Potter. La falta de seguridad no es un rastro ni Gryffindor ni Slytherin. Quizás Hufflepuff sería mejor...

Hufflepuff no
, pensó James. Las caras nadaron hacia él en su mente. Mamá, papá, tío Ron y tía Hermione, todos Gryffindors. Desaparecieron y vio a la chica de la mesa Slytherin, sonriendo, aplaudiendo. Se oyó a sí mismo pensar, como había pensado minutos antes,
Podría ser grande de un modo diferente, un modo intencionalmente diferente...

—Hufflepuff no, ¿hmm? Quizás tengas razón. Sí, ahora lo veo. Por supuesto podrías serlo, pero ciertamente no lo eres. Mis instintos iniciales eran correctos, como siempre. —Y entonces, en voz alta, el Sombrero Seleccionador gritó el nombre de su casa.

El sombrero fue arrancado de su cabeza, y James realmente creyó oír la palabra "Slytherin" todavía resonando entre las paredes, ya miraba con repentino horror hacia la mesa verde y plata para verlos aplaudir, cuando comprendió que la mesa bajo el león carmesí era la que se había levantado de un salto y aplaudía.

La mesa Gryffindor vitoreaba ruidosa y rabiosamente, y James comprendió ahora lo mucho más que le gustaba este aplauso que el cortés y bien practicado de antes. Saltó de la silla, bajó corriendo los escalones, y se mezcló entre los festejadores. Muchas manos palmearon su espalda y se extendieron para chocar con él esos cinco. Un asiento cerca de la parte delantera se despejó para él y una voz le dijo al oído cuando los vítores finalmente se apagaron.

—No lo dudé ni por un minuto, colega —susurró la voz alegremente. James se giró para ver a Ted dedicarle un asentimiento confiado y una palmada en la espalda antes de volver a sentarse en su sitio. Girándose otra vez para observar el resto de la ceremonia de selección, James se sintió tan repentina y perfectamente feliz que pensó que podría partirse en dos justo por la mitad. No
tenía
que seguir exactamente los pasos de su padre, pero quizás podía empezar haciendo las cosas deliberadamente distintas mañana. Por ahora, se vanaglorió en el conocimiento de que mamá y papá estarían emocionados al saber que él, como ellos, era un Gryffindor.

Cuando el nombre de Zane fue mencionado, este subió trotando los escalones y se dejó caer en la silla como si pensara que esta fuera a llevarle en un paseo por la montaña rusa. Sonreía cuando la sombra del sombrero cayó sobre su cabeza, y en cuanto lo hizo el sombrero gritó.

—¡Ravenclaw!

Zane alzó las cejas y meneó la cabeza adelante y atrás de un modo alegremente confuso que arrancó una risa alborozada a la multitud mientras los Ravenclaw celebraban y le llamaban a su mesa.

El resto de los de primero se abrieron paso hasta el estrado y las mesas de las Casas se fueron llenando sensiblemente.

Ralph fue el último en subir y sentarse en la silla. Pareció encoger un poco bajo el sombrero mientras este pensaba durante un tiempo sorprendentemente largo. Entonces, con una floritura de su pico, el sombrero anunció.

—¡Slytherin!

James estaba atónito. Había estado seguro de que al menos uno de sus nuevos amigos terminaría sentado junto a él en la mesa Gryffindor. Ninguno de los dos se había unido a él sin embargo, y uno de ellos, el que menos esperaba, se había convertido en un Slytherin. Por supuesto, había olvidado que él mismo casi había conseguido que le seleccionaran allí. ¿Pero Ralph? ¿Un nacido muggle si es que alguna vez hubo alguno? Se dio la vuelta y vio a Ralph sentándose a la mesa en el otro extremo de la habitación, siendo palmeado en la espalda por sus nuevos compañeros de casa. La chica de los ojos chispeantes y el cabello negro ondulado estaba sonriendo de nuevo, agradable y acogedoramente.
Quizás la Casa Slytherin ha cambiado
, pensó.
Papá y mamá a penas se lo creerían.

Finalmente, la directora McGonagall guardó el Sombrero Seleccionador.

—Estudiantes de primer año —llamó—. Vuestra nueva Casa es vuestro hogar, pero todos somos vuestra familia. Disfrutemos de las competiciones dondequiera que podamos encontrarlas, pero no olvidemos nunca donde reside nuestra lealtad última. Y ahora —se empujó las gafas sobre la nariz y se dirigió a la multitud—, anuncios. Como siempre, el Bosque Prohibido está fuera de los límites para los estudiantes siempre. Os aseguro que esta no es simplemente una preferencia académica. Los de primero podéis preguntar a cualquier estudiante mayor excepto al señor Ted Lupin y al señor Noah Metzker, cuyo consejo podríais desear evitar en esta cuestión... ellos ya saben lo que pueden esperar si deciden ignorar esta regla.

James dejó que el resto de los anuncios le resbalaran mientras examinaba las caras de la multitud. Zane, en la mesa Ravenclaw, había empujado un cuenco de avellanas hasta él y estaba trabajando determinadamente para acabárselo. Al otro lado de la habitación, Ralph captó la mirada de James y gesticuló maravilladamente hacia sí mismo y sus nuevos compañeros de casa, pareciendo preguntar a James si todo iba bien. James se encogió de hombros y asintió sin comprometerse.

—Dejándonos con el último asunto del orden del día —dijo finalmente la directora, con el acompañamiento de unos pocos vítores valientes—. Algunos pueden haber notado que hay una silla vacía entre nuestros profesores sobre el estrado. Tened la seguridad de que tendréis profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y que indudablemente será un experto muy dotado y bien cualificado en la materia. Llegará mañana por la tarde, junto con un grupo completo de compañeros profesores, estudiantes y asociados, como parte un intercambio internacional anual entre su escuela y la nuestra. Espero que todos estéis mañana por la tarde en el patio principal para la llegada de los representantes de Alma Aleron y el Departamento de Administración Mágica de los Estados Unidos.

Sonidos de mezcla de excitación y burla hicieron erupción en el Comedor cuando los estudiantes se volcaron instantáneamente a discutir este bastante notable giro de los acontecimientos con sus compañeros. James oyó a Ted decir:

—¿Que va a ser capaz de enseñarnos un viejo yanqui sobre las artes oscuras? ¿Qué canal están sintonizando?

Hubo un coro de risas. James se dio la vuelta, buscando a Zane. Le encontró, cruzó con él la mirada, y le señaló, encogiéndose de hombros. Tu gente va a venir, dibujó silenciosamente con la boca. Zane se puso una mano en el corazón y saludó con la otra.

En medio del debate, la cena apareció en las largas mesas, y James, junto con el resto de Hogwarts, la atacó con fervor.

Era ya casi medianoche para cuando James se abrió paso hasta el retrato de la Dama Gorda que marcaba la entrada de la sala común Gryffindor.

—Contraseña —cantó ella. James se detuvo de golpe, dejando que su mochila verde se deslizara de su hombro y golpeara con un ruido sordo el suelo. Nadie le había dado ninguna contraseña.

—No sé la contraseña aún. Soy de primero. Soy un Gryffindor —añadió débilmente.

—Puede ser —dijo la Dama Gorda, mirándole de arriba a abajo con un aire de cortés paciencia—. Pero sin contraseña no se entra.

—¿Quizás podría darme una pequeña pista por esta vez? —dijo James, intentando sonreír animosamente.

La Dama Gorda le miró compasivamente.

—Pareces haber malinterpretado desafortunadamente la naturaleza de la palabra "contraseña", querido.

Hubo una conmoción en las escaleras móviles cercanas. Aparecieron oscilando y se detuvieron, dando ligeros bandazos, en el extremo del rellano. Un grupo de estudiantes mayores las subían, riendo y haciéndose callar los unos a los otros escandalosamente. Ted estaba entre ellos.

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