James Potter y la Encrucijada de los Mayores (9 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Convierto en mi resolución de Año Nuevo evitar cualquier clase con ese tipo —dijo Zane gravemente.

Ralph y James asintieron.

James divisó al tercer profesor del Alma Aleron justo cuando salía lenta e imperiosamente del Dodge Hornet. Se alzó en toda su altura, giró la cabeza lentamente, como si examinara a cada cara de la multitud. James jadeó, y sin pensar, se agachó detrás de la fornida figura de Ralph mientras la profesora recorría la multitud. Cuidadosamente, James espió sobre el hombro de Ralph.

—¿Qué haces? —preguntó Ralph, esforzándose para ver a James por el rabillo del ojo.

James se asomó sobre el hombro de Ralph. La mujer no le estaba mirando en absoluto.

No parecía estar mirando nada, precisamente, a pesar de la expresión escrutadora de su cara.

—Esa mujer alta de ahí. La del chal en la cabeza. ¡La vi la otra noche en el lago!

Zane se puso de puntillas.

—¿La que parece una momia gitana?

—Sí —dijo James, sintiéndose de repente estúpido. La mujer del chal parecía mucho mayor de lo que la recordaba. Sus ojos eran de un gris embotado, su cara oscura, huesuda y marcada. Un mozo le ofreció un largo bastón de madera y ella lo aceptó con un asentimiento. Empezó a abrirse paso entre la multitud del patio lentamente, golpeando con el bastón hacia adelante, como tanteando el camino.

—A mí me parece que está tan ciega como el proverbial murciélago —dijo Zane dudosamente—. Quizás fue un caimán lo que viste en el lago en vez de a ella. Sería un error comprensible.

—¿Tíos, sabéis quién es ese otro profesor? —interrumpió de repente Ralph con voz baja y respetuosa, señalando al hombre rechoncho de las gafas cuadradas—. ¡Es...! ¡Es...! ¡Es el de cinco... no! ¡Espera el de cincuenta...! —balbuceó.

Zane miró hacia el pórtico frunciendo el ceño.

—¿El tipo pequeño con las gafas a lo John Lennon y ese pequeño y raro cuello andrajoso?

—¡Sí! —jadeó Ralph excitadamente, señalando a Zane como si intentara sacar el nombre del hombre de su cabeza—. ¡Ese... oh, como se llama! ¡Es dinero!

—Me sorprende que digas algo así, Ralph —dijo Zane, golpeándole la espalda.

Justo entonces, la directora McGonagall se tocó la garganta con la varita y habló, magnificando su voz de forma que resonara a través del patio.

—Estudiantes, profesores y personal de Hogwarts, por favor únanse a mí dando la bienvenida a los representantes de Alma Aleron y el Departamento de Administración Mágica de los Estados Unidos.

Otra ráfaga de aplauso maquinal llenó el patio. Algunos de los estudiantes de la orquesta, tomando el anuncio como una señal, comenzaron a tocar de nuevo el himno americano. Tres o cuatro músicos más se les unieron apresuradamente, intentando coger el ritmo, antes de ser silenciados por las frenéticas señas del profesor Flitwick.

—Estimados invitados de Hogwarts —continuó la directora, asintiendo hacia la multitud de recién llegados—. Gracias por unirse a nosotros. Todos ansiamos un año de aprendizaje mutuo e intercambio cultural con tan firmes y leales aliados como son nuestros amigos de Estados Unidos. Y ahora, representantes de Alma Aleron, si fueran tan amables de adelantarse para que pueda presentarlos a sus nuevos pupilos.

James asumió que el profesor alto de los rasgos severos sería el líder, pero no era así. El mago rechoncho de las gafas cuadradas se aproximó al pórtico y se inclinó galantemente ante la directora. Se giró y se dirigió a la multitud sin utilizar su varita, su clara voz de tenor llevada expertamente, como si hablar en público fuera algo a lo que estaba bastante acostumbrado.

—Estudiantes de Hogwarts, profesores y amigos, gracias por tan cálida bienvenida. No esperábamos menos, aunque os aseguro que no necesitábamos nada tan grandioso. —Sonrió y guiñó un ojo a la multitud—. No sentimos emocionados por la idea de ser parte de su educación este año, y déjenme asegurarles que el aprendizaje será indudablemente en ambos sentidos. Podría, en este punto, quedarme aquí de pie al sol y regalarles interminables e impresionantes anécdotas sobre todas las diferencias y similitudes entre los mundos mágicos europeo y americano y prometo que tal diatriba sería, por supuesto, interminablemente interesante... —De nuevo la sonrisa y la sensación de una broma mutua y privada—. Pero como puedo ver que mi propia delegación de estudiantes está ansiosa por librarse tan rápidamente como sea posible de nuestra supervisión, solo me queda asumir que lo mismo se aplica a nuestros nuevos amigos de Hogwarts. Así que simplemente proporcionaré las presentaciones necesarias para que sepáis quién enseñará qué, y después os liberaré a todos para que atendáis vuestros diversos asuntos.

—Ya me gusta este tío —oyó James que decía Ted en algún lugar tras él.

—Sin ningún orden en particular —gritó el mago regordete—. Déjenme presentarles al señor Theodore Hirshall Jackson, profesor de Tecnomancia y Magia Aplicada. También es un general de tres estrellas de la Milicia Libre de Salem-Dirgus, así que os aconsejo a todos que le llaméis "señor" tantas veces como sea posible cuando os dirijáis a él.

La cara del Profesor Jackson estaba tan impasible como el granito, como si hiciera mucho tiempo que se hubiera insensibilizado ante las bromas de su colega. Se inclinó ligera y grácilmente, su barbilla alzada y sus ojos oscuros gravitando hacia algún lugar sobre la multitud.

—Junto a él —continuó el profesor, gesticulando expansivamente con un brazo—. La profesora de Adivinación, Encantamientos Avanzados y Parapsicología Remota, Desdemona Delacroix. También hace un delicioso
gumbo
, eh, bastante
intimidante
, aunque os consideraréis muy afortunados sin duda si alguna vez se os permite saborearlo.

La mujer oscura con el chal sobre el cabello sonrió al orador, y la sonrisa transformó su cara de vieja fea esquelética hasta asemejar a algo parecido a una abuela disecada pero agradablemente traviesa. Se giró y sus ojos ciegos deambularon, sin enfocarse, sobre el gentío, arrugándose mientras sonreía. James se preguntó cómo podía haber pensado que esa mirada ciega y acuosa había sido la misma que había visto perforándole a través de la oscuridad del lago la noche anterior. Por otro lado, ella acababa de llegar, razonó. No podía haber estado allí la noche anterior.

—Y finalmente —dijo el profesor—, por último y posiblemente el menos relevante, permítanme presentarme a mí mismo. Vuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, jefe del equipo de debate de Alma Aleron, y extraoficialmente pero muy voluntariamente competidor de Ajedrez Mágico, Benjamin Amadeus Franklyn, a su servicio. —Se inclinó profundamente, abriendo los brazos, su canoso cabello cayendo hacia adelante.

—¡Eso es lo que estaba intentado decir! —susurró Ralph ásperamente—. ¡Estaba en tu billete, tonto!

Codeó a Zane en las costillas, casi tirando al suelo al chico más pequeño.

Minutos más tarde, James, Zane y Ralph subían las escaleras hacia la sala común de Ravenclaw.

—¿Benjamin Franklyn? —repetía Zane incrédulamente—. No puede ser el Ben Franklyn original. Sería... —Pensó un momento, frunciendo el ceño—. Bueno, no sé como de viejo, pero realmente, realmente viejo. Alocadamente viejo. Más viejo que McGonagall incluso. No puede ser.

Ralph silbaba, intentando mantener el paso.

—Te lo estoy diciendo, creo que estos magos... nosotros los magos... tenemos formas de quedarnos por aquí mucho tiempo. No es nada sorprendente cuando piensas en ello. Ben Franklyn casi parece un mago cuando lees sobre él en los libros de historia muggle. Quiero decir, el tipo captó un relámpago con una llave atada al cordel de una cometa.

James estaba pensando.

—Recuerdo que mi tía Hermione me habló de algún viejo mago sobre el que estudió en su primer año. Nicholas Flammel o algo así. Tenía una especie de piedra que le hacía vivir para siempre, o casi. Por supuesto, esa es la clase de cosa que siempre parece estar cayendo en las manos equivocadas, así que al final la destruyó y acabó muriendo como todo el mundo. Aún así, creo que probablemente haya un montón de formas de que brujas y magos prolonguen la vida mucho tiempo, incluso sin la piedra de Flammel.

—Quizás debieras conseguir su autógrafo en uno de tus billetes de cien dólares —reflexionó Ralph para Zane.

—No tengo ninguno de cien. Le di mis últimos cinco al portero elfo de abajo. Eso era todo lo que tenía.

—¡No es un portero! —James intentó de nuevo convencer a Zane.

—¿Cómo que no? Nos abrió la puerta —dijo Zane plácidamente.

—¡Ralph le dio con ella cuando la empujó para abrir! ¡No estaba intentando abrirla
para
nosotros!

—Bueno, sea como sea, se me acabó el dinero. Solo espero que el servicio no se resienta.

Zane se detuvo delante de la puerta de la sala común de Ravenclaw. El águila del llamador de la puerta habló con una voz alta y chillona.

—¿Cuál es el significado del sombrero en el arte de la magia?

—Ahhh, Jesús, se supone que tienen que ser fáciles —se quejó Zane.

—¿Estás seguro de que está bien que nosotros entremos aquí? —dijo Ralph, arrastrando los pies—. ¿Qué hay de las reglas sobre los que se cuelan en salas comunes que no son las suyas?

—No hay ninguna regla al respecto que yo sepa —dijo James—. Simplemente no creo que la gente lo haga mucho.

Esto no pareció aliviar la mente de Ralph. Miraba arriba y abajo por el pasillo impacientemente.

—El sombrero... el sombrero... —mascullaba Zane, mirándose los zapatos—. Sombrero, sombrero, sombrero. Conejo saliendo de un sombrero. Sacas cosas de un sombrero. Probablemente sea una metáfora o algo. Te pones el sombrero en la cabeza... tu cerebro está en tu cabeza, bajo el sombrero. hmm... —Chasqueó los dedos y levantó la mirada hacia el llamador del águila—. ¿No puedes sacar de un sombrero lo que en realidad no hayas puesto ya en tu cabeza?

—Burdo, pero bastante cerca —replicó el llamador. La puerta chasqueó y se abrió.

—¡Guau! —dijo James, siguiendo a Zane a la sala común—. ¿Y tus padres son muggles?

—Bueno, como ya he dicho, mi padre hace películas, y mi madre tiene percepciones extrasensoriales sobre casi todo, yo intento pasar de ella, así que asumo que estoy inusualmente preparado para el mundo mágico —dijo Zane con un ademán de la mano—. Bueno. Esta es la sala común Ravenclaw. No hay luz eléctrica ni una maquina de Coca-cola a la vista. Sin embargo tenemos una estatua realmente guay y un fuego de chimenea parlante. Vi en él a mi padre anoche. Se está adaptando a todo esto un poco demasiado bien, si me preguntáis a mí.

Zane los guió a través de las habitaciones Ravenclaw, aparentemente inventado detalles siempre que no los conocía. Ralph y Zane intentaron enseñar a James como se jugaba al rummy con un mazo de cartas muggles, pero James no conseguía interesarse en las cartas de reyes, reinas y jotas que no se atacaban realmente unas a otras. Cuando se aburrieron, Ralph los llevó a la sala común Slytherin, conduciéndoles a través de un laberinto de oscuros pasadizos iluminados con antorchas. Se detuvieron ante una gran puerta que dominaba el final de un corredor. En medio de la puerta residía la escultura de latón de una serpiente enroscada, con la cabeza proyectándose amenazadoramente, tenía la boca abierta.

—Oh, sí —masculló Ralph. Se sacudió hacia atrás la manga, revelando un nuevo anillo que llevaba en la mano derecha. El anillo estaba engastado con una gran esmeralda verde, en forma de ojo con una pupila vertical. Ralph lo presionó cuidadosamente en una de las órbitas oculares de la serpiente. La otra cuenca volvió a la vida, con un resplandeciente verde.

—¿Quieeeen bussssca entrar? —dijo la cabeza de la serpiente con una fina voz silbante.

—Yo. Ralph Deedle. Slytherin, primer año.

El brillante ojo verde pasó sobre James y Zane.

—¿Y esssstosss?

—Mis amigos. Yo, uh, respondo por ellos.

El brillante ojo estudió a Zane y después a James durante un rato incómodamente largo, y después finalmente se apagó. Una serie de complicados chasquidos, golpes y estruendos llegaron desde dentro de la puerta. Esta se abrió pesadamente.

Las habitaciones Slytherin ocupaban un espacio grande y gótico excavado bajo el lago. Gruesas ventanas de cristal tintado en los techos abovedados miraban hacia arriba a través de las profundidades del lago, haciendo que la parpadeante luz del sol se filtrara con un tono verdoso sobre el cristal iluminando los retratos de Salazar Slytherin y su progenie. Incluso Ralph parecía nervioso mientras les mostraba el sitio. Solo había unos pocos estudiantes en la sala común, descansando sobre el mobiliario con extravagante indolencia. Seguían a Zane y James con los ojos, sonriendo enigmáticamente pero aparentemente sin malicia. Ralph masculló saludos rígidamente.

Los cuartos de los Slytherin dieron a James la sensación de ser de tan buen gusto y tan ricos como la recámara en la que podría dormir un capitán pirata. La habitación era amplia, con un suelo hundido y techos bajos de los que colgaban lámparas de cabeza de gárgolas. Las grandes camas tenían grandes pilares cuadrados de madera en cada esquina. El emblema de la Casa Slytherin colgaba de los cortinajes en el extremo de cada cama. Los tres chicos treparon a la cama inmaculadamente hecha de Ralph.

—Estos tipos son bastante elegantes y fríos —admitió Ralph en voz baja, señalando a los propietarios de las otras camas—. A decir verdad, me siento un poco fuera de lugar aquí. Me gustaban más las habitaciones de Ravenclaw.

—No sé —dijo Zane, mirando alrededor admirado—. Está claro que tienen estilo decorando. Aunque será difícil dormir con todas esas cabezas de animales en las paredes. ¿Esa es de un dragón?

—Sí —replicó Ralph, su voz tensa y cansada—. Estos tipos las traen de sus casas. Tienen familias que realmente salen a cazar dragones.

James frunció el ceño.

—Yo creía que la caza de dragones era ilegal.

—Sí —susurró Ralph severamente—. Esa es la cuestión, ¿no? ¡Estos tíos tienen familias que tienen cotos de caza donde pueden dispararle a cualquier cosa! Eso de ahí es el cráneo de un unicornio. Todavía tiene el cuerno, aunque dicen que no es un cuerno auténtico. El auténtico es demasiado valioso para usos mágicos como para dejarlo colgado de la pared. ¡Y esa cosa que hay tras la cama de Tom es la cabeza de un elfo doméstico! ¡Las ponen en la pared cuando les despiden! ¡Y os juro que me mira a veces! —Ralph se estremeció y después pareció decidir que había hablado demasiado. Apretó la boca en una fina línea y miró de James a Zane.

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