James Potter y la Encrucijada de los Mayores (7 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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La figura de la puerta era pequeña y delgada. Su piel era de un verde amoratado, su gran cabeza casi no mostraba rasgos sobresalientes, con la sugerencia de unos grandes ojos almendrados apenas visibles al resplandor de la luz de la escotilla abierta.

Agachándose ligeramente para pasar por el umbral, de repente la figura cayó del extremo de la escotilla. Se tambaleó hacia adelante, ondeando los brazos, y pareció a punto de lanzarse sobre Frank. Él gateó hacia atrás desesperadamente, aterrado. La pequeña figura se inclinó hacia adelante, su cabeza desproporcionadamente grande zumbando hacia Frank, llenando su campo de visión.

Un momento antes de que Frank perdiera la consciencia se distrajo por el hecho bastante extraño de que la figura parecía llevar una mochila verde oscura bastante ordinaria colgando de los hombros.

Frank se desmayó con una mirada desconcertada en la cara.

James despertó exhausto a la mañana siguiente. Obligó a sus ojos a abrirse, tomando nota de las formas poco familiares a su alrededor. Estaba en una cama de cuatro postes en una habitación grande y redonda con un techo bajo. La luz solar brillaba alegremente, iluminando más camas, la mayoría de las cuales estaban deshechas y vacías. Lentamente, como una lechuza sacudiéndose sobre su percha, recordó la noche anterior: el Sombrero Seleccionador, estar de pie ante el retrato de la Dama Gorda y sin saber la contraseña Gryffindor, encontrarse con Ted, y después con el resto de los Gremlins.

Se sentó en la cama rápidamente, tocándose la cara. Se palmeó las mejillas, la frente, la forma de los ojos, y luego suspiró con alivio. Todo parecía haber vuelto a la normalidad. Algo llegó volando desde la cama de al lado, un periódico que James no reconoció. Estaba abierto por un artículo con el titular:
HOMBRE LOCAL INSISTE EN QUE COHETES MARCIANOS ROBAN SUS TOMATES
. James levantó la mirada. Noah Metzker estaba a los pies de su cama, con una mirada sardónica en la cara.

—Han vuelto a escribir mal la palabra "wocket"
1
.
(
1
Broma intraducible referida a la similitud entre la palabra Wocket y Rocket, que significa cohete)

2. Llegada de los Alma Aleron

Para cuando James se hubo vestido y bajado al Gran Comedor para desayunar eran casi las diez. Menos de una docena de estudiantes podían verse moviéndose desconsoladamente entre los restos del temprano apresuramiento de la mañana. En la esquina más alejada de la mesa Slytherin, Zane se sentaba encorvado y guiñando los ojos bajo un rayo de luz solar. Ante él estaba Ralph, que vio entrar a James y le saludó con la mano.

Mientras James atravesaba el Comedor, cuatro o cinco elfos domésticos, cada uno vistiendo grandes servilletas de lino bordadas con el emblema de Hogwarts, rodearon las mesas, siguiendo lo que en un principio parecían caminos al azar. Ocasionalmente, uno de ellos se agachaba bajo la superficie de una mesa, y reaparecía momentos después, lanzando casualmente un tenedor vagabundo o media galleta al desorden que había sobre la mesa. Cuando James pasó junto a uno de los elfos este se enderezó, alzando sus brazos flacuchos, y después bajándolos velozmente. El contenido de la mesa que había ante él giró como atrapado por un ciclón en miniatura. Con un gran estrépito de platos y platería, las esquinas del mantel salieron disparadas hacia arriba y se retorcieron alrededor de la pila de restos del desayuno, creando un enorme saco rechinante que flotó sobre la mesa de madera pulida. El elfo doméstico saltó del suelo al banco, luego a lo alto de la mesa y después girando en medio del aire, aterrizó ágilmente en lo alto del saco. Asió la parte superior retorcida, utilizando el nudo como si fuera un juego de riendas, y girándolo lo condujo bamboleante hacia las gigantescas puertas de servicio en el costado del Comedor. James se agachó cuando el saco pasó sobre su cabeza.

—Phew —masculló Zane mientras James se dejaba caer junto a él y se extendía hacia el último trozo de tostada—. Estos pequeños camareros vuestros son un poco raritos, pero saben cómo hacer una buena taza de café.

—No son camareros, son elfos domésticos. Leí sobre ellos ayer —dijo Ralph, masticando alegremente media salchicha. La otra mitad estaba pinchada en el extremo de un tenedor que utilizó como puntero para señalar a los elfos—. Trabajan abajo. Son como los elfos de esos cuentos de críos. Los que vienen por la noche y hacen todo el trabajo para el zapatero.

—¿El qué? —preguntó Zane por encima de su taza de café.

—El tipo que hace zapatos. Los tiene todos a medio terminar y esparcidos por ahí y no puede más de tanto trabajo. Conoces esa historia, ¿verdad? Así que se queda dormido y en medio de la noche todos esos pequeños duendes aparecen y sacan sus martillos y arreglan todos los zapatos por él. Se levanta y ¡Wow!, todo está genial. —Ralph mordió el resto de la salchicha de su tenedor y la masticó ruidosamente, mirando alrededor—. Sin embargo, nunca me los imaginé llevando puestas servilletas.

—Eh, chico alienígena, ya veo que tu cara ha vuelto a la normalidad —dijo Zane, examinando a James críticamente.

—Podríamos decir que sí, supongo —replicó James.

—¿Dolió cuándo Sabrina te cambio?

—No —dijo James—. Se sintió raro. Realmente raro. Pero no dolió. Simplemente volví a la normalidad a lo largo de la noche.

—Debe de ser una artista. Te veías genial. Pies palmeados y todo.

—¿De qué estáis hablando? —preguntó Ralph, mirando de uno a otro.

Le hablaron de la noche anterior, de alzar el Wocket y del granjero que se había desmayado cuando James, el pequeño extraterrestre, se había tambaleado y caído sobre él.

—Yo estaba escondido en la esquina del patio, cerca del cobertizo, y me provoqué una hernia intentando no reírme cuando caíste sobre él. ¡El Ataque de los Marcianos Torpes! —Se disolvió en risas y después de un momento, James se unió a él.

—¿De dónde sacaron la nave? —preguntó Ralph, dejando pasar la broma.

—Es solo un montón de alambre y papel maché —dijo Zane, apurando lo que quedaba de su café y golpeando la taza contra la mesa. Alzó el brazo y chasqueó los dedos dos veces—. Sabrina y Horace la hicieron el año pasado como parte del desfile de Navidad en Hogsmeade. Solía ser un caldero gigante. Ahora, con la ayuda de un poco de pintura y algo que Jennifer llama un encantamiento
visum-ineptio
, es el R.M.S. Wocket.

Un elfo doméstico muy pequeño se aproximó a Zane, frunciendo el ceño.

—¿Ha, er, chasqueado usted, joven amo? —La voz del elfo era irritantemente profunda, a pesar de su tamaño.

—Aquí tienes, colega —dijo Zane, ofreciendo al elfo la taza de café vacía—. Estupendo trabajo. Sigue así. Esto es para ti.

El elfo bajó la mirada al trozo de papel que Zane le estaba ofreciendo. Alzó los ojos otra vez.

—Gracias, joven amo. ¿Necesita, er, algo más?

Zane agitó la mano indiferente.

—No, gracias. Vete un rato a dormir o algo. Pareces cansado.

El elfo miró a Ralph, después a James, que se encogió de hombros e intentó sonreír. Poniendo los ojos en blanco apenas perceptiblemente, el elfo se metió el billete de cinco dólares en el interior de su servilleta y desapareció bajo la mesa. Zane parecía pensativo.

—Podría acostumbrarme a esto.

—No creo que se suponga que tengas que dar propina a los elfos domésticos —dijo Ralph inseguro.

—No veo porque no —dijo Zane frívolamente, estirándose—. Mi padre da propinas a todo el mundo cuando está de viaje. Dice que es parte de la economía local. Y fomenta un buen servicio.

—Y no puedes decir a un elfo doméstico que se vaya a dormir sin más —dijo James, comprendiendo repentinamente lo que acababa de ocurrir.

—¿Por qué demonios no?

—¡Porque eso es exactamente lo que hará! —dijo James con exasperación. Estaba pensando en el elfo doméstico de la familia Potter, un pequeño y triste elfo cuyo mal humor solo era sobrepasado por su absoluta determinación a hacer exactamente lo que se le pedía. No es que a James no le gustara Kreacher. Era solo que tenías que saber precisamente
como
pedirle las cosas—. Los elfos tienen que hacer lo que les dicen sus amos. Esa es simplemente la clase de seres que son. Probablemente ese esté ahora mismo volviendo a su alacena, o estante, o a donde sea que duerma e intentando pensar en cómo va a dormirse a media mañana. —James sacudió la cabeza, y entonces le vio la gracia. Intentó no sonreír, lo que solo empeoró la situación. Zane lo vio y lo señaló.

—¡Ja, ja! ¡Tú también lo encuentras divertido! —rió con satisfacción.

—No puedo imaginarme que tengan que hacer todo lo que nosotros les pidamos —dijo Ralph, frunciendo la frente—. Solo somos estudiantes. No los dueños del lugar ni nada. Somos de primero.

—¿Recuerdas el nombre del hechizo que Sabrina utilizó para hacer que el Wocket pareciera un Cohete? —preguntó James, girándose impresionado hacia Zane.


Visum-ineptio
—dijo Zane, evaluando el sonido del mismo—. Significa algo así como "engaña al ojo". Si sabes un poco de latín, puedes darle algo de sentido. Horace dice que solo ayuda a que la gente vea lo que creen que van a ver.

James frunció el ceño.

—¿Entonces el granjero al ver ese rayo de luz llegando del cielo a la granja,
esperaba
ver una nave alienígena?

—Seguro.
Todo el mundo
sabe que un rayo de luz, de noche, en medio de ninguna parte significa que los pequeños hombrecillos verdes están llegando.

—Eres un tipo extraño, Zane —dijo Ralph, no como un cumplido.

En ese momento, James sintió a alguien de pie tras él. Los tres se giraron, levantando la mirada. Era la chica Slytherin de la noche anterior, la que había dirigido el aplauso a James antes de su selección. Le estaba mirando con una expresión complacida y vagamente indulgente. Estaba flanqueada por otros dos Slytherin, un chico con rasgos apuestos y bastante afilados cuya sonrisa mostraba una carga horrible de dientes, y otra chica, que no estaba sonriendo. El calor arrobó las mejillas de James cuando recordó que estaba sentado en la mesa Slytherin. Antes de poder pensarlo, se levantó torpemente, con un trozo de tostada todavía pegado a la boca.

—¡No, no! —dijo la chica guapa, alzando la mano hacia él, con la palma hacia afuera, deteniéndole al instante casi como si hubiera utilizado magia—. No te levantes. Me alegro de ver que te sientes lo bastante cómodo como para sentarte a la mesa Slytherin con nosotros. Los tiempos son bastante distintos a los de tu padre. Pero estoy asumiendo demasiado. ¿Señor Deedle, sería tan amable de presentarme a su amigo?

Ralph tosió, aclarándose la garganta con embarazo.

—Uh, este es mi amigo James Potter. Y él es Zane. Olvidé su apellido. Lo siento. —dijo esto último a Zane que se encogió de hombros, sonrió a Ralph, después saltó sobre sus pies y se estiró sobre la mesa para estrechar la mano de la chica Slytherin.

—Walker. Zane Walker. Es un indiscutible y sincero placer conocerla, ¿Señorita...?

La sonrisa de la chica se amplió un poquito más e inclinó la cabeza, todavía mirando a Ralph.

—¡Oh! —dijo Ralph, saltando un poco—. Sí. Es, hmm, Tabitha Corsica. Es prefecta de la Casa Slytherin, de sexto, creo. Capitana del equipo de Quidditch. Y del equipo de debate. Y, hmm... tiene una escoba realmente guay. —Habiendo agotado todo lo que se le ocurría decir sobre ella, Ralph se derrumbó exhausto.

Tabitha finalmente aceptó la mano de Zane, sujetándola ligeramente antes de soltarla.

—Me alegro de que nos hayan presentado oficialmente. Señor Potter, ¿o puedo llamarte James? —dijo, girándose hacia él. Su voz era como campanas de plata y terciopelo, más baja que la del propio James, pero bastante hermosa. James comprendió que le estaba haciendo una pregunta, se sacudió a sí mismo y respondió.

—Sí. Claro. James.

—Y me encantaría que me llamaras Tabitha —dijo ella, sonriendo como si este gesto de familiaridad la complaciera inmensamente—. Solo quería decir, en nombre de toda la Casa Slytherin, que nos alegramos de que estés entre nosotros, y esperamos sinceramente que cualquier... —levantó los ojos, considerándolo—
prejuicio
se quede en el pasado, donde debe estar. —Giró a derecha e izquierda, abarcando a los dos Slytherin que la acompañaban—. Todos nosotros no sentimos más que el mayor de los respetos y sí, aprecio, por ti y por tu padre. ¿Podemos, supongo, esperar ser todos amigos?

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