Jesús me quiere (4 page)

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Authors: David Safier

Tags: #Humor

BOOK: Jesús me quiere
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* * *

—Marie, ¡haz el favor de contestar! —me conminó Gabriel.

En toda la iglesia sólo se oía una cosa: el ruido de mis tripas.

—Marie —suplicó Sven, a punto de sufrir un ataque de pánico.

* * *

Pensé en las lágrimas de mis hijas, que todavía no habían nacido. Y de repente supe por qué no quería tener hijos con Sven.

Le quería. Pero no lo suficiente para toda una vida.

¿Qué le dolería más? ¿Que le dijera «no» ahora o que me divorciara de él después?

Capítulo 7

—¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? —sollocé sentada en el suelo frío del lavabo de señoras de la iglesia.

—Has dicho «no» —contestó Kata, que estaba sentada a mi lado y se encargaba de que el papel de váter empapado de lágrimas fuera a parar al cubo del WC.

—¡Ya sé lo que he dicho! —aullé.

—Ha sido la respuesta correcta. ¡Valiente y sincera! —me consoló Kata, y desenrolló un poco más de papel para mí—. Poca gente tiene tanto valor. En tu lugar, la mayoría habrían dicho «sí» y habrían cometido un tremendo error. Sí, vale, también podrías haber escogido un momento mejor para quitártelo de encima…

—¿Ya se han ido los invitados? —pregunté.

—Sí. Y seguro que los niños quedarán traumatizados para toda la vida en lo que respecta al tema del matrimonio —dijo Kata, sonriendo afablemente.

—¿Y… y Sven?

—Está al otro lado de la puerta y quiere hablar contigo.

Dejé de berrear. ¿Sven me esperaba en la puerta? Si se lo explicaba todo, a lo mejor entendería que yo sólo quería ahorrarle más dolor. Que los dos habríamos sido infelices. Sí, seguro que lo entendería, a pesar del sufrimiento que acababa de causarle. Después de todo, era un hombre muy comprensivo.

—Déjalo pasar —le pedí a Kata.

—No creo que sea buena idea…

—Déjalo pasar.

—Lo que quería decir realmente con «no creo que sea buena idea» era que es una idea descabellada.

—¡Déjalo pasar! —insistí.

—De acuerdo.

Kata se levantó y salió. Yo me incorporé a duras penas, con el vestido arrugadísimo, me acerqué al espejo y me vi la cara llorosa y el maquillaje corrido. Me eché un poco de agua fría y el maquillaje todavía se corrió más.

Sven entró en el lavabo, tenía los ojos enrojecidos, era evidente que él también había llorado. Yo esperaba que me perdonaría. Era de tan buena pasta que seguramente lo haría.

—Sven… —me erguí y busqué las palabras apropiadas para reparar lo que se había roto.

—¿Sabes qué, Marie? —me interrumpió.

—¿Qué…? —pregunté con cautela.

—A partir de ahora, los masajes en los pies te los vas a hacer tú… ¡si te llegas con esos michelines!

Me quedé conmocionada.

Sven salió precipitadamente del lavabo.

Y Kata me pasó un brazo por los hombros con ternura.

—Por lo visto, no te quería como eres.

* * *

Yo me habría apalancado unos cuantos años en el lavabo de señoras de la iglesia, pero el pastor Gabriel no lo permitió. Me pidió que me fuera, sorprendentemente, sin una sola palabra de recriminación.

—Al fin y al cabo —dijo—, en ningún pasaje de la Biblia está escrito que haya que contestar afirmativamente a la pregunta de «¿Quieres…?».

Cuando salía de la iglesia, mi mirada volvió a fijarse casualmente en una imagen de Jesús. Recordé que, en las clases de confirmación, Gabriel nos había explicado que Jesús había convertido agua en vino para que pudiera continuar la celebración de una boda. Bueno, por lo visto, aquel día no nos hacía falta un invitado de ese estilo.

* * *

Los parientes y los amigos de Sven ya no estaban en la puerta de la iglesia, lo cual me alivió enormemente, puesto que, por una fracción de segundo, había temido que me lapidarían a la antigua usanza. Sólo mi familia seguía reunida: mi madre, mi padre, Michi y Swetlana, que, a aquellas alturas, seguro que también se preguntaba qué familia era aquélla en la que pretendía colarse pérfidamente.

Mi padre le hacía reproches a mi madre:

—Tú tienes la culpa de todo. Por tu culpa es incapaz de asumir un compromiso.

Al oírlo, quise volver de inmediato al lavabo.

Pero mi madre me vio y se abalanzó hacia mí.

—Cariño, si necesitas hablar con alguien…

Uf, lo que me faltaba: psicoterapia con mamá.

—Puedes venir conmigo a Hamburgo —se ofreció, pero más por una mezcla de sentimiento de culpa y de reflejos profesionales de terapeuta que por verdadero amor de madre.

Mi padre se nos acercó y se ofreció:

—Puedes dormir en tu antigua habitación.

Tanto daba que yo hubiera ofendido a su Swetlana, tanto daba que aún estuviera enfadado: yo era su hija y siempre tendría un lugar para mí en su casa. Eso estuvo bien.

Michi también quería ayudarme:

—Puedes pasar la noche en mi casa. Tengo unas películas de terror estupendas para distraerte:
Saw, Saw II, Novia a la fuga

A pesar de todo, se me escapó una sonrisa. Michi siempre conseguía hacerme reír más y mejor que Sven o Marc. Lástima que mis hormonas no compartieran su afición por el buen humor.

—Vete a dormir a casa de Michi —me susurró Kata— y acuéstate con él.

No me podía creer lo que acababa de proponerme y me sonrojé, medio de rabia, medio de vergüenza.

—Eso distrae. Y él te quiere desde hace siglos —concluyó.

—En primer lugar, no me quiere desde hace siglos —mascullé—. Y, en segundo lugar, Michi y yo tenemos una amistad platónica.

—Marie —contestó Kata—, Platón era un perfecto idiota.

* * *

Me decanté contra las películas de terror en casa de Michi y contra las horas de terapia con mi madre y acepté el ofrecimiento de mi padre. Poco después entré en mi antigua habitación. Tenía el mismo aspecto de siempre, es decir, patético. En la pared había pósters de boybands, cuyos miembros seguramente hacía mucho que estaban en paro. Me quité el vestido de novia y me dejé caer en ropa interior (no tenía nada que ponerme) sobre mi vieja cama mullida. Profundamente deprimida, miré al techo, donde podía verse una gran mancha de humedad: el entramado del tejado estaba roto. Mi padre dijo que lo haría reparar pronto, lo cual era una feliz idea, puesto que todo parecía indicar que me quedaría el resto de la vida en aquella habitación. Al menos, no quería volver a salir nunca más fuera, al puñetero mundo.

Kata se sentó en el suelo y se apoyó en la cama. No hablaba, sólo dibujaba tranquilamente su tira cómica. Al cabo de un rato, contemplé el resultado.

—¿Todas las tiras cómicas de la semana que viene van a ir sobre el desastre de mi boda? —pregunté.

—De la semana que viene y de la otra —dijo Kata sonriendo burlona.

—¿Y hasta cuándo piensas seguir dibujándolas?

—Hasta que madures —contestó con cariño.

—Ya he madurado —protesté débilmente.

Kata me miró compadeciéndome:

—No es verdad.

—Dijo ella, la que no quiere involucrarse en ninguna relación —repliqué herida. Desde que Lisa la abandonó en el hospital, Kata sólo había tenido rollos de una noche.

—Es mucho más sabio no atar tu corazón a nada ni a nadie y disfrutar del momento —explicó Kata en tono desenfadado.

Aquella frase volvió a demostrar que, en el fondo de su corazón, Kata estaba muy desilusionada en cuestiones de amor. Pero me sentía demasiado hecha trizas para decírselo.

—¿Podrías dejarme sola? —le pedí después de un breve silencio.

—¿Se te puede dejar sola? —preguntó con cautela.

—Se puede —aseguré valerosa.

Mi hermana me dio un beso en la frente, cerró el bloc y se fue. Cogí lápiz y papel de mi antiguo escritorio y me senté sobre la cama para elaborar una lista de cosas positivas y negativas de mi vida. Mi terapeuta me recomendó una vez que lo hiciera en situaciones de crisis para darme cuenta de que mi vida no era tan mala como yo creía.

Cosas negativas en mi vida

1. He echado al traste una boda porque sentía bien poco por el hombre con el que quería casarme.

2. Y mucho por el hombre que me había engañado con un florero de la talla 34.

3. La última vez que yo me puse una talla 34 tenía trece años.

4. Odio mi trabajo más que muchos palestinos a los judíos.

5. No tengo perspectivas para cambiar de trabajo.

6. Casi no tengo amigos.

7. Seguro que medio Malente me odia por lo que le he hecho a Sven.

8. Vuelvo a dormir en la habitación que tenía de niña.

9. A los treinta y cuatro años.

10. Está claro que Kata tiene razón: no he madurado de verdad.

No se me ocurrió nada más. Sólo diez puntos negativos. O sea, ni de lejos una docena. No estaba mal. Sin embargo, afectaban a todos los aspectos esenciales de mi vida: amor, trabajo, amigos, carácter.

Cosas positivas en mi vida

1. Tengo una hermana como Kata.

Tardé muchísimo en dar con un segundo punto.

2. No me puede pasar nada peor.

Entonces oí los jadeos de mi padre en su dormitorio. Y Swetlana gritó:

—¡Oh, sí!

Taché el segundo punto de la lista.

Capítulo 8

Entretanto

Hay personas que, por amor, sacrifican su matrimonio, otras su profesión y otras su sistema nervioso. Pero, comparadas con el pastor Gabriel, todos eran simples aficionados de pacotilla. Treinta años atrás, no sólo había sacrificado la que había sido su existencia hasta entonces, sino también cosas nada despreciables, como sus alas y la inmortalidad. Y todo porque, siendo un ángel, se había enamorado de una mortal. Muchos ángeles lo hacen, pero Gabriel siempre había pensado que a él nunca le ocurriría. Él era un arcángel. ¡El arcángel Gabriel! ¡El responsable de todos los ángeles! El que había anunciado a María que tendría un hijo.

Pero un día vio en la Tierra a una chica que le tocó el corazón (metafóricamente hablando, ya que los ángeles no tienen órganos). Más aún: al verla, se alegró de no tener órganos, porque seguramente se le habrían descolocado de pura excitación.

Gabriel se enamoró perdidamente a primera vista. Y eso que a lo largo de su existencia inmortal había visto a mujeres mucho más guapas: Cleopatra, María Magdalena, aquella muchacha misteriosa que pintó Leonardo da Vinci… Y también había conocido a mujeres mucho más valientes; Juana de Arco, por ejemplo, era impresionante, aunque a veces desconcertara con su furor.

En cambio, la dama de la que se enamoró era de lo más normal. Una más entre miles, qué va, entre millones. Gabriel no conseguía explicarse por qué precisamente aquella mujer le fascinaba tanto, por qué de repente añoraba cosas tan tontas como pasarse horas acariciándole el cabello. Sí, el amor tenía la increíble y desconcertante cualidad de ser inexplicable. Incluso para un ángel.

Gabriel luchó mucho tiempo contra sus sentimientos, pero acabó pidiéndole a Dios que lo convirtiera en humano para poder cortejar a aquella mujer. Dios le escuchó, Gabriel perdió las alas, vino al mundo como mortal e intentó ganarse el corazón de su adorada. En vano, ya que ella no lo amaba.

¡Esos estúpidos humanos con su libre albedrío!

La mujer que tanto amaba se casó con otro. Y tuvo dos criaturas con aquel hombre. Llamadas Kata y Marie.

* * *

A la mañana siguiente de la boda anulada de Marie, Gabriel fue a Hamburgo y se presentó por sorpresa en la puerta de la madre de Marie, con la que había mantenido contacto durante aquellas décadas. Ella no sabía que él aún la amaba. Tampoco sabía que Gabriel había sido un ángel. Dios le había prohibido, igual que a los otros trescientos ángeles que a lo largo de los milenios se habían convertido por amor en humanos (incluida Audrey Hepburn), que revelara su origen.

—Silvia, ¿has leído el Apocalipsis de san Juan en la Biblia? —preguntó Gabriel apremiante.

—Sí, y lo encontré sorprendente; en cierto modo, perturbador —respondió Silvia, la madre de Marie.

—La mayoría de la gente no conoce esa revelación —refunfuñó Gabriel—. Y eso que ocupa los últimos veintidós capítulos de la Biblia.

—Es que la mayoría de la gente no lee los libros hasta el final —dijo Silvia sonriendo satisfecha.

—¡Pues es importante leer hasta el final! —insistió Gabriel.

Le molestaba que la mayoría viera las Sagradas Escrituras como una especie de bufet libre y sólo picaran lo que les convenía según su manera de ver el mundo. Cuando él iba a un bufet libre, ¡siempre probaba todos los platos! Al menos eso era lo que hacía antes; ahora, la acidez de estómago lo incordiaba a menudo. ¡Ser mortal tenía ciertamente desventajas!

—Vale —la madre de Marie sonrió irónicamente—, en esa parte de la Biblia se habla de la batalla final entre el bien y el mal. Parece una primera versión descartada de
El señor de los anillos.

—¡No es
El señor de los anillos
! —protestó Gabriel.

—Pero casi: Satanás envía al mundo a los tres jinetes del Apocalipsis…

—¡Son cuatro! —corrigió el pastor—. Guerra, Hambre, Enfermedad y Muerte.

—Y Jesús regresa a la Tierra y vence a Satanás y a sus jinetes, arre, arre, caballito —se burló Silvia.

—Sí, eso es exactamente lo que hará —insistió Gabriel.

—Y luego, Jesús crea con Dios un reino de los cielos en la Tierra —dijo Silvia sonriendo aún más abiertamente.

—¡Así será!

—Diría que el Juan que escribió eso en la Biblia hacía pluriempleo cultivando
cannabis.

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