La comunidad del anillo (68 page)

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Authors: J. R. R. Tolkien

Tags: #Fantasía épica

BOOK: La comunidad del anillo
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En seguida el espejo se aclaró y Frodo vio un paisaje crepuscular. Unas montañas oscuras asomaban a lo lejos contra un cielo pálido. Un camino largo y gris se alejaba serpenteando hasta perderse de vista. Allá lejos venía una figura descendiendo lentamente por el camino, débil y pequeña al principio, pero creciendo y aclarándose a medida que se acercaba. De pronto Frodo advirtió que la figura le recordaba a Gandalf. Iba a pronunciar en voz alta el nombre del mago cuando vio que la figura estaba vestida de blanco y no de gris (un blanco que brillaba débilmente en el atardecer) y que en la mano llevaba un báculo blanco. La cabeza estaba tan inclinada que Frodo no le veía la cara, y al fin la figura tomó una curva del camino y desapareció de la vista del espejo. Una duda entró en la mente de Frodo: ¿era ésta una imagen de Gandalf en uno de sus muchos viajes solitarios de otro tiempo, o era Saruman?

La visión cambió. Breve y pequeña pero muy vívida alcanzó a ver una imagen de Bilbo que iba y venía nerviosamente por su cuarto. La mesa estaba cubierta de papeles en desorden; la lluvia golpeaba las ventanas.

Luego hubo una pausa y en seguida siguieron unas escenas rápidas y Frodo supo de algún modo que eran partes de una gran historia en la que él mismo estaba envuelto. La niebla se aclaró y vio algo que nunca había visto antes pero que reconoció en seguida: el Mar. La oscuridad cayó. El mar se encrespó y se alborotó en una tormenta. Luego vio contra el sol, que se hundía rojo como sangre en jirones de nubes, la silueta negra de un alto navío de velas desgarradas que venía del oeste. Luego un río ancho que cruzaba una ciudad populosa. Luego una fortaleza blanca con siete torres. Y luego otra vez la nave de velas negras, pero ahora era de mañana y el agua reflejaba la luz, y una bandera con el emblema de una torre blanca brillaba al sol. Se alzó un humo como de fuego y batalla y el sol descendió de nuevo envuelto en llamas rojas y se desvaneció en una bruma gris; y un barco pequeño se perdió en la bruma con luces temblorosas. Desapareció y Frodo suspiró y se dispuso a retirarse.

Pero de pronto el espejo se oscureció del todo, como si se hubiera abierto un agujero en el mundo visible, y Frodo se quedó mirando el vacío. En ese abismo negro apareció un Ojo, que creció lentamente, hasta que al fin llenó casi todo el espejo. Tan terrible era que Frodo se quedó como clavado al suelo, incapaz de gritar o de apartar la mirada. El Ojo estaba rodeado de fuego, pero él mismo era vidrioso, amarillo como el ojo de un gato, vigilante y fijo, y la hendidura negra de la pupila se abría sobre un pozo, una ventana a la nada.

Luego el Ojo comenzó a moverse, buscando aquí y allá y Frodo supo con seguridad y horror que él, Frodo, era un de esas muchas cosas que el Ojo buscaba. Pero supo también que el Ojo no podía verlo, no todavía, a menos que él mismo así lo desease. El Anillo que le colgaba del cuello se hizo pesado, más pesado que una gran piedra y lo obligó a inclinar la cabeza sobre el pecho. Pareció que el espejo se calentaba y unas volutas de vapor flotaron sobre el agua. Frodo se deslizó hacia adelante.

—¡No toques el agua! —le dijo dulcemente la Dama Galadriel.

La visión desapareció y Frodo se encontró mirando las frías estrellas que titilaban en el pilón. Dio un paso atrás temblando de pies a cabeza y miró a la Dama.

—Sé lo que viste al final —dijo ella — pues está también en mi mente. ¡No temas! Pero no pienses que el país de Lothlórien resiste y se defiende del enemigo sólo con cantos en los árboles, o con las débiles flechas de los arcos élficos. Te digo, Frodo, que aún mientras te hablo, veo al Señor Oscuro y sé lo que piensa, o al menos lo que piensa en relación con los elfos. Y él está siempre tanteando, queriendo verme y conocer mis propios pensamientos. ¡Pero la puerta está siempre cerrada!

La Dama levantó los brazos blancos y extendió las manos hacia el este en un ademán de rechazo y negativa. Eärendil, la Estrella de la Tarde, la más amada de los elfos, brillaba clara allá en lo alto. Tan brillante era que la figura de la Dama echaba una sombra débil en la hierba. Los rayos se reflejaban en un anillo que ella tenía en el dedo y allí resplandecía como oro pulido recubierto de una luz de plata, y una piedra blanca relucía en él como si la Estrella de la Tarde hubiera venido a apoyarse en la mano de la Dama Galadriel. Frodo miró el anillo con un respetuoso temor, pues de pronto le pareció que entendía.

—Sí —dijo ella adivinando los pensamientos de Frodo—, no está permitido hablar de él y Elrond tampoco pudo. Pero no es posible ocultárselo al Portador del Anillo y a alguien que ha visto el Ojo. En verdad, en el país de Lórien y en el dedo de Galadriel está uno de los Tres. Este es Nenya, el Anillo de Diamante, y yo soy quien lo guarda.

"El lo sospecha, pero no lo sabe aún. ¿Entiendes ahora por qué tu venida era para nosotros como un primer paso en el cumplimiento del Destino? Pues si fracasas, caeremos indefensos en manos del enemigo. Pero si triunfas, nuestro poder decrecerá y Lothlórien se debilitará, y las marcas del Tiempo la borrarán de la faz de la tierra. Tenemos que partir hacia el oeste, o transformarnos en un pueblo rústico que vive en cañadas y cuevas, condenados lentamente a olvidar y a ser olvidados.

Frodo bajó la cabeza. —¿Y vos qué deseáis?

—Que se cumpla lo que ha de cumplirse —dijo ella—. El amor de los elfos por esta tierra en que viven y por las obras que llevan a cabo es más profundo que las profundidades del mar, y el dolor que ellos sienten es imperecedero y nunca se apaciguará. Sin embargo, lo abandonarán todo antes que someterse a Sauron, pues ahora lo conocen. Del destino de Lothlórien no eres responsable, pero sí del cumplimiento de tu misión. Sin embargo desearía, si sirviera de algo, que el Anillo Unico no hubiese sido forjado jamás, o que nunca hubiese sido encontrado.

—Sois prudente, intrépida y hermosa, Dama Galadriel — dijo Frodo y os daré el Anillo Unico, si vos me lo pedís. Para mí es algo demasiado grande.

Galadriel rió de pronto con una risa clara.

—La Dama Galadriel es quizá prudente —dijo—, pero ha encontrado quien la iguale en cortesía. Te has vengado gentilmente de la prueba a que sometí tu corazón en nuestro primer encuentro. Comienzas a ver claro. No niego que mi corazón ha deseado pedirte lo que ahora me ofreces. Durante muchos largos años me he preguntado qué haría si el Gran Anillo llegara alguna vez a mis manos, ¡y mira!, está ahora a mi alcance. El mal que fue planeado hace ya mucho tiempo sigue actuando de distintos modos, ya sea que Sauron resista o caiga. ¿No hubiera sido una noble acción, que aumentaría el crédito del Anillo, si se lo hubiera arrebatado a mi huésped por la fuerza o el miedo?

"Y ahora al fin llega. ¡Me darás libremente el Anillo! En el sitio del Señor Oscuro instalarás una Reina. ¡Y yo no seré oscura sino hermosa y terrible como la Mañana y la Noche! ¡Hermosa como el Mar y el Sol y la Nieve en la Montaña! ¡Terrible como la Tempestad y el Relámpago! Más fuerte que los cimientos de la tierra. ¡Todos me amarán y desesperarán!

Galadriel alzó la mano y del anillo que llevaba brotó una luz que la iluminó a ella sola, dejando todo el resto en la oscuridad. Se irguió ante Frodo y pareció que tenía de pronto una altura inconmensurable y una belleza irresistible, adorable y tremenda. En seguida dejó caer la mano, y la luz se extinguió y ella rió de nuevo, y he aquí que fue otra vez una delgada mujer elfa, vestida sencillamente de blanco, de voz dulce y triste.

—He pasado la prueba —dijo—. Me iré empequeñeciendo, marcharé al oeste y continuaré siendo Galadriel.

 

Permanecieron largo rato en silencio. Al fin la Dama habló otra vez. —Volvamos —dijo—. Tienes que partir en la mañana, pues ya hemos elegido y las mareas del destino están subiendo.

—Quisiera preguntamos algo antes de partir —dijo Frodo—, algo que ya quise preguntárselo a Gandalf en Rivendel. Se me ha permitido llevar el Anillo Unico. ¿Por qué no puedo ver todos los otros y conocer los pensamientos de quienes los usan?

—No lo has intentado —dijo ella—. Desde que tienes el Anillo sólo te lo has puesto tres veces. ¡No lo intentes! Te destruiría. ¿No te dijo Gandalf que los Anillos dan poder de acuerdo con las condiciones de cada poseedor? Antes que puedas utilizar ese poder tendrás que ser mucho más fuerte y entrenar tu voluntad en el dominio de los otros. Y aun así, como Portador del Anillo y como alguien que se lo ha puesto en el dedo y ha visto lo que está oculto, tus ojos han llegado a ser penetrantes. Has leído en mis pensamientos más claramente que muchos que se titulan sabios. Viste el Ojo de aquel que tiene los Siete y los Nueve. ¿Y no reconociste el anillo que llevo en el dedo? ¿Viste tú mi anillo? —preguntó volviéndose hacia Sam.

—No, Señora —respondió Sam—. Para decir la verdad, me preguntaba de qué estaban hablando. Vi una estrella a través del dedo de usted. Pero si me permiten que hable francamente, creo que mi amo tiene razón. Yo desearía que tomara usted el Anillo. Pondría usted las cosas en su lugar. Impediría que molestasen a mi padre y que lo echaran a la calle. Haría pagar a algunos por los sucios trabajos en que han estado metidos.

—Sí —dijo ella—. Así sería al principio. Pero luego sobrevendrían otras cosas, lamentablemente. No hablemos más. ¡Vamos!

8

Adios a Lórien

Aquella noche la Compañía fue convocada de nuevo a la cámara de Celeborn y allí el Señor y la Dama los recibieron con palabras amables. Al fin Celeborn habló de la partida.

—Ha llegado la hora —dijo — en que aquellos que desean continuar la misión tendrán que mostrarse duros de corazón y dejar este país. Aquellos que no quieren ir más adelante pueden permanecer aquí, durante un tiempo. Pero se queden o se vayan, nadie estará seguro de tener paz. Pues hemos llegado al borde del precipicio del destino. Aquellos que así lo deseen podrán esperar aquí a la hora en que los caminos del mundo se abran de nuevo para todos, o a que sean convocados en última instancia en auxilio de Lórien. Podrán entonces volver a sus propios países, o marchar al largo descanso de quienes caen en la batalla.

Hubo un silencio.

—Todos han resuelto seguir adelante —dijo Galadriel mirándolos a los ojos.

—En cuanto a mí —dijo Boromir—, el camino de regreso está adelante y no atrás.

—Es cierto —dijo Celeborn—, ¿pero irá contigo toda la Compañía hasta Minas Tirith?

—No hemos decidido aún qué curso seguiremos —dijo Aragorn—. No sé qué pensaba hacer Gandalf más allá de Lothlórien. Creo en verdad que ni siquiera él tenía un propósito claro.

—Quizá no —dijo Celeborn—, sin embargo cuando dejéis esta tierra habéis de tener en cuenta el Río Grande. Como algunos de vosotros lo sabéis bien, ningún viajero con equipaje puede cruzarlo entre Lórien y Gondor, excepto en bote. ¿Y acaso no han sido destruidos los puentes de Osgiliath y no están todos los embarcaderos en manos del enemigo? "¿Por qué lado viajaréis? El camino de Minas Tirith corre por este lado, al oeste; pero el camino directo de la misión va por el este del río, la orilla más oscura. ¿Qué orilla seguiréis?

—Si mi consejo vale de algo, yo elegiría la orilla occidental, el camino a Minas Tirith —respondió Boromir—. Pero no soy el jefe de la Compañía.

Los otros no dijeron nada y Aragorn parecía indeciso y preocupado. —Ya veo que todavía no sabéis qué hacer —dijo Celeborn—. No me corresponde elegir por vosotros, pero os ayudaré en lo que pueda. Hay
entre vosotros
algunos capaces de manejar una embarcación.: Legolas, cuya gente conoce el rápido Río del Bosque; y Boromir de Gondor y Aragorn el viajero.

—¡Y un hobbit! —gritó Merry—. No todos nosotros pensamos que los botes son caballos salvajes. Mi gente vive a orillas del Brandivino.

—Muy bien —dijo Celeborn—. Entonces proveeré de embarcaciones a la Compañía. Serán pequeñas y livianas, pues si vais lejos por el Río, habrá sitios donde tendréis que transportarlas. Llegaréis a los rápidos de Sarn Gebir y quizás al fin a los grandes saltos de Rauros donde el Río cae atronando desde Nen Hithoel; y hay
otros peligros.
Las embarcaciones harán que vuestro viaje sea menos trabajoso por un tiempo. Sin embargo, no os aconsejarán: al fin tendréis que dejarlas a ellas y al río y marchar hacia el oeste, o el este.

Aragorn agradeció a Celeborn repetidas veces. La noticia de los botes lo tranquilizó, pues durante unos días no sería necesario decidir el curso. Los otros parecían también más esperanzados. Cualesquiera fuesen los peligros que los esperaban allá adelante, parecía mejor ir a encontrarlos navegando el ancho Anduin aguas abajo que caminar trabajosamente con las espaldas dobladas. Sólo Sam titubeaba: él por lo menos pensaba aún que los botes eran tan malos como los caballos salvajes, si no peores y no todos los peligros a los que había sobrevivido le habían probado lo contrario.

—Todo estará preparado para vosotros y
os esperará
en el puerto antes del mediodía —dijo Celeborn—. Os enviaré a mi gente en la mañana para que os ayude en los preparativos del viaje. Ahora os desearemos a todos buenas noches y un sueño tranquilo.

—¡Buenas noches, amigos
míos!
—dijo Galadriel—. ¡Dormid en paz! No os preocupéis demasiado esta noche pensando en el camino. Pues los caminos que seguiréis todos vosotros ya se extienden quizás a vuestros pies, aunque no los veáis aún. ¡Buenas noches!

 

La Compañía se despidió y regresó al pabellón. Legolas fue con ellos, pues ésta era la última noche que pasarían en Lothlórien y a pesar de las palabras de Galadriel deseaban estar todos juntos y discutir los pormenores del viaje.

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