Read La dama del arcángel: El Gremio de los Cazadores 3 Online
Authors: Nalini Singh
Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico
E
lena y Veneno ayudaron a Ransom a barrer las resbaladizas calles de Boston cuando las autoridades les pidieron que abandonaran el almacén. Solo encontraron a otro vampiro, pero estaba tan hundido en la sed de sangre que ni siquiera apartó la boca del cuello destrozado de su víctima cuando Ransom se situó tras él. La cabeza del monstruo rodó por la calle un instante después, y Ransom se manchó de sangre una vez más.
—Joder… —murmuró con voz cansada. La llovizna solo consiguió que la sangre se impregnara aún más, ya que no era lo suficiente intensa para limpiarla—. Toma, llama a los polis.
Cuando le lanzó el móvil, Elena pulsó el botón de rellamada para marcar el número que él había utilizado momentos antes.
Una vez dado el aviso, se sentó en los escalones de una de las elegantes casas antiguas alineadas en aquel tranquilo tramo de calle. En aquel momento todas estaban cerradas, y las luces resplandecían a través de las ventanas. Al parecer, los medios informativos habían difundido la noticia de que había una oleada de vampiros sedientos de sangre, y todos los que tenían un poco de sentido común se habían escondido a esperar a que pasara el estallido de violencia.
Para su sorpresa, Veneno se sentó a su lado, aunque dejó espacio suficiente entre ellos para no rozar sus alas por accidente. Elena no creía que aquel detalle fuera un gesto de cortesía hacia ella, sino más bien una costumbre, dado que el vampiro pasaba mucho tiempo con ángeles. Con todo, se lo agradecía.
De Ransom aceptaba aquel tipo de contacto, pero ¿de Veneno? Quizá trabajaran juntos en ocasiones, y tenía que reconocer que el vampiro había demostrado que había un corazón tras aquellos inquietantes ojos cuando dio su vida para proteger a los niños de la Galena poco tiempo atrás, pero con ella era mucho menos caritativo.
—Es una lástima lo de tu traje —le dijo mientras echaba un vistazo a las mangas enrolladas de su camisa blanca, llena de manchas de sangre.
—Era uno de mis favoritos. —Aquellos ojos verdes de pupilas alargadas se clavaron en ella.
Sin embargo, Elena había aprendido la lección. Volvió la vista hacia Ransom. Oyó la risa suave y provocadora de Veneno, pero no mordió el anzuelo. Si la hipnotizaba, sería una presa fácil, y no tenía claro que la criatura que moraba en el interior de Veneno fuera capaz de resistir la tentación de aprovechar la ventaja.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
El vampiro se inclinó hacia atrás y apoyó los codos en el escalón que había a su espalda mientras ambos observaban a Ransom, que estaba examinando a la víctima y a su asesino para intentar identificarlos.
—Esos ojos… —dijo Elena—, ¿cuánto tiempo tardaron en desarrollarse después de Convertirte? —Todos los vampiros habían sido humanos una vez, incluso Veneno.
El serpenteante encogimiento de hombros puso de manifiesto ante Elena la magnífica flexibilidad muscular que se ocultaba bajo los trajes elegantes que le gustaba llevar al vampiro.
—No hay acuerdo sobre eso. Neha dice que empezó en el momento de mi Conversión, que ella misma pudo ver cómo mis pupilas empezaban a cambiar de forma.
A Elena se le erizó el vello de todo el cuerpo al escuchar aquel nombre. La arcángel de la India nunca había sido miss Simpatía, pero tal y como demostraban los asesinatos de Celia y de Betsy, había llegado a convertirse en una pesadilla espeluznante cuyo único objetivo era vengar la muerte de su hija.
—¿Tú no estás de acuerdo? —le preguntó en un intento por librarse de aquella inquietante sensación.
Veneno alzó la vista hasta el cielo nocturno cubierto de nubes. En sus pestañas brillaban unas cuantas gotas de lluvia.
—Yo noté los cambios alrededor de un año después de mi Conversión. Eran cambios sutiles, pero me di cuenta de que el iris de mis ojos ya no tenía los bordes castaños, que había tomado un tono verde muy oscuro.
Elena se preguntó cómo habría afectado aquello al joven que Veneno era en aquel entonces. Quería averiguar si se había asustado, pero sabía que él no le confesaría algo así.
—¿Cuántos años duró todo el proceso? —preguntó en cambio, ya que supuso que el vampiro se mostraría mucho más dispuesto a responder a aquella cuestión.
—Diez —contestó él, que seguía contemplando el cielo mientras la lluvia caía sin cesar—. Fui el único de los Convertidos de Neha que sufrió un cambio tan radical, aunque creo que ella se sintió un poco decepcionada al ver que la transformación se limitaba a los ojos.
Al recordar la forma de moverse de Veneno durante la única vez que habían luchado juntos, Elena negó con la cabeza.
—Pero no es así, ¿verdad?
Su respuesta fue una sonrisa lánguida que la cazadora pudo atisbar por el rabillo del ojo.
—Ellie —dijo en aquel instante Ransom, que se había apoyado en la barandilla de metal que había junto a los escalones—. ¿Necesitas un lugar donde pasar la noche?
—No. Veneno me llevará de vuelta a Nueva York. —Junto a su arcángel. Con discusión o sin ella, no podía negar que lo echaba de menos. Por primera vez en su vida, tenía a alguien a quien podía considerar «suyo», y para su sorpresa, había descubierto que era tremendamente posesiva.
El rostro de Ransom se llenó de perversa alegría.
—Vives por todo lo alto, Ellie. Pronto te olvidarás de tus amigos.
—Ya te he tachado de mi lista de invitados a la fiesta.
El cazador echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—Me muero de ganas de verte ejerciendo de anfitriona con los jefazos.
—Eres la consorte de un arcángel —dijo Veneno, que se puso en pie con una elegancia sensual que procedía del mismo lugar que sus ojos—. Tendrás que aprender los rudimentos básicos del comportamiento civilizado.
Elena se aferró al hierro empapado de la barandilla y se levantó justo en el instante en que dos policías doblaron la esquina.
—¿En serio? Pues ser un gilipollas no parece haberte supuesto un problema a la hora de conseguir un puesto en la plantilla de Rafael.
Veneno sonrió y mostró aquellos colmillos de los que Elena había visto salir ponzoña.
—Puedo llegar a ser encantador, pero contigo no merece la pena el esfuerzo.
—Vaya… Está pidiendo que le den una buena patada en el culo —ronroneó Ransom—. Es una pena que ese baño de sangre tenga que esperar. —Se dio la vuelta y se acercó a los oficiales de policía. Elena y Veneno lo siguieron.
Tardaron solo quince minutos en cumplir con las formalidades (los polis estaban más que dispuestos a concederles unas medallas después de la nochecita que había tenido la ciudad) y luego se marcharon. Ransom había dejado su moto cerca del lugar donde había aterrizado el helicóptero, y Elena le dio un abrazo cuando llegaron hasta allí.
—¿Cómo está tu bibliotecaria? —le susurró al oído.
Los labios del cazador se curvaron contra la piel de su cuello.
—Me hace papilla el cerebro.
Asombrada por el hecho de que Ransom tuviera una relación estable, Elena se apartó un poco.
—¿Cuándo piensas presentármela?
—No quiero ahuyentarla todavía.
Lo había dicho en broma, pero en sus palabras había una pizca de verdad: los cazadores a menudo tenían problemas para conservar a las personas a quienes amaban por la misma razón que los policías. El miedo incesante a coger el teléfono o a abrir la puerta para recibir las peores noticias desgastaban los vínculos emocionales hasta dejarlos en nada.
Elena lo abrazó de nuevo.
—Si ha conseguido aguantar tanto, creo que la base es sólida.
—Sí, yo también quiero pensar así. —Ransom la estrechó con fuerza—. Pero no pienso dar nada por sentado, y mucho menos a Nyree.
Nunca le había oído hablar tan en serio de una mujer. Esperaba de verdad que esa tal Nyree no le rompiera el corazón. Observó cómo su compañero se subía en la moto antes de alejarse hacia el helicóptero con Veneno.
De repente se dio cuenta de que aquella noche no solo había mantenido una conversación bastante razonable con el vampiro, también habían conseguido no amenazarse de muerte ni una sola vez. Lo más probable era que aquello fuera un efecto colateral de la adrenalina, de la camaradería que surge al luchar juntos en una batalla sangrien…
La tierra se estremeció bajo sus pies.
Con fuerza.
Elena plegó las alas contra la espalda cuando el movimiento la arrojó de costado sobre el cemento, el mismo costado sobre el que había caído frente al almacén. Se hizo otra rascada en la cara y más cortes en las palmas de las manos.
Unas manos le aferraron los tobillos.
Bajó la vista y descubrió que Veneno la sujetaba con fuerza, con los pies enlazados en la base del helicóptero.
—¿Qué cojo…?
Al seguir la dirección de su mirada, se quedó sin respiración. El otro lado del muelle de cemento había desaparecido sin más. No había más que un agujero en la tierra, un agujero cuyos bordes dentados le destrozarían las alas… y se encontraba a menos de cinco centímetros del abismo. Tras hacerle un gesto de asentimiento a Veneno, dejó que el vampiro tirara de ella mientras la tierra se sacudía.
En cualquier otra situación habría resultado perturbadoramente íntimo sentir sus manos en las pantorrillas, en los muslos y en las caderas, mientras tiraba de ella hasta que pudo ponerse de pie en el helicóptero y extender las alas sobre ambos.
—¡El helicóptero podría caer! —le gritó cerca de la oreja para que la oyera sobre el rugido del terremoto.
El cabello de Veneno voló hacia atrás.
—¡Ya he presenciado otros terremotos! ¡Me da la sensación de que este acabará pronto! —Al cobijo de su ala, el vampiro le agarró la cadera cuando empezó una nueva sacudida.
Y con aquella sacudida llegó también un aroma siniestro y familiar.
En aquel instante, con tanta rapidez como habían comenzado, los temblores cesaron y se llevaron la esencia consigo antes de que Elena hubiera tenido tiempo de descifrarla. No obstante, sabía que era la misma que había percibido sobre las aguas del Hudson.
Se alejó a gatas tan rápido como pudo, aunque sus alas protestaron ante aquella sensación, y se puso en pie.
Veneno hizo lo mismo un instante después con aquella elegancia de serpiente que lo caracterizaba, aunque no realizó ningún comentario sobre la torpe escapada de Elena.
—Tenemos que marcharnos antes de que se produzca otro terremoto. —Ya había estirado el brazo hacia la puerta de la cabina del piloto.
—Espera. —Elena sintió que se le helaba la sangre y echó a correr mientras gritaba las instrucciones por encima del hombro—: ¡Pon el motor en marcha! ¡Tengo que encontrar a Ransom!
Veneno ya estaba a su lado antes de que terminara de hablar. Elena no se molestó en maldecir por lo bajo. Siguió la familiar esencia de Ransom, que aunque no era tan evidente como el rastro de un vampiro, era más intensa que la de la mayoría de los humanos. Aceleró el paso hasta el estrecho camino que él había tomado para salir a la carretera principal.
—¡Allí!
La moto se había estrellado contra el muro de contención que había al otro lado del camino, y el cuerpo de Ransom permanecía inmóvil sobre el asfalto. Elena se agachó a su lado para buscarle el pulso.
—Gracias a Dios…
Ransom soltó un gruñido.
—¿Ellie?
—¿Puedes moverte? —preguntó, mientras recorría su cuerpo con las manos—. ¿Algún hueso roto? ¿Algún problema en la espalda?
Ransom apretó los puños y se arrodilló sobre el suelo.
—Estoy bien, solo un poco aturdido. No había llegado muy lejos cuando empezó el terremoto. —Abrió los ojos de par en par, unos ojos que parecían enormes en su rostro.
—Vendrás con nosotros —le dijo Elena al tiempo que tiraba de él para ayudarlo a ponerse en pie. Luego se pasó el brazo de su compañero por encima del hombro.
—Mi moto… —Aún sobrecogido, el cazador echó un último vistazo a aquella cosa con ruedas que había llegado a convertirse en su orgullo y su alegría.
Veneno se situó al otro lado del cazador.
—Llamaré a uno de los vampiros de la ciudad en cuanto estemos en el aire. La recogerán.
No hubo más palabras mientras trotaban hacia el helicóptero llevando a Ransom medio a rastras. Apenas habían entrado en el aparato cuando la tierra comenzó a sacudirse de nuevo.
Sin molestarse en ponerse los auriculares, Veneno gritó:
—¡Agarraos! —Y acto seguido hizo volar al pájaro.
Dieron unos cuantos bandazos debido a la insuficiente acción del rotor, pero Veneno, con la mandíbula apretada y las manos firmes, logró mantenerse en el aire. Elena bajó la vista cuando comenzaron a ascender.
—Joder…
La ciudad se sacudía literalmente por debajo de ellos. Ciertas partes de la carretera se alzaban en una ola arrolladora, y los edificios se derrumbaban hacia los cañones recién creados. Lo único bueno era que el terremoto no parecía afectar a toda la ciudad, sino solo a aquella localización: a una zona de un radio de unos cincuenta metros alrededor del lugar donde habían aparcado el helicóptero.
Un fenómeno que no tenía nada de natural.
«Ella despierta.»
Y si podía hacer aquello mientras dormía…
Después de obligar a Ransom a ir al hospital para hacerse un chequeo, Elena se negó a marcharse hasta que llegó su bibliotecaria. Nyree fue toda una sorpresa, porque Elena no tenía ni idea de lo que debía esperar. La mujer no llegaría al metro sesenta de estatura, y tenía unas curvas tan letales que resultaba evidente que el jersey de color ciruela que llevaba abotonado hasta el cuello no era más que un intento de camuflaje que no funcionaba; ni siquiera combinado con una falda larga que parecía salida de los años cincuenta y unos zapatos planos, ambas prendas de color negro.
Mientras Nyree se acercaba al cubículo de Ransom, Elena descubrió que su piel tenía un ligero tono marrón. Sus rasgos eran tan inusuales que resultaba difícil encajarlos en una raza. Sin embargo, eran sus ojos lo que más llamaba la atención. Enormes y de color chocolate oscuro, rezumaban preocupación.
Estaba tan concentrada en su hombre que ni siquiera se había dado cuenta de la proximidad de Elena.
—¡Ransom! —Apartó el cabello de la cara del cazador, que se había sentado en la cama, y examinó sus heridas con toquecitos muy tiernos y delicados—. Te han hecho mucho daño, cariño.
Para sorpresa de Elena, Ransom, por lo general duro como una piedra, no apartó las manos de su amante. Todo lo contrario: se inclinó hacia ellas. Era la primera vez que lo veía permitir que alguien lo atendiera… y aquello hizo que sintiera muchísima curiosidad por la mujer que había atrapado su corazón. Con todo, tendría que satisfacer aquella curiosidad otro día. Sin salir de las sombras, los dejó allí abrazados y se alejó del lugar.