La loba de Francia (43 page)

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Authors: Maurice Druon

Tags: #Novela, Histórico,

BOOK: La loba de Francia
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El precedente de la Carta Magna de 1215, impuesta a Juan Sin Tierra por sus barones, que llevaba en esencia el reglamento de las libertades inglesas, continúa presente en el espíritu de los Parlamentos. El que se celebró en 1311 obligó a Eduardo II a aceptar una carta que instituía alrededor del rey un consejo de «ordenadores» compuesto por los grandes barones elegidos por el Parlamento, que ejercían verdaderamente el poder en nombre del soberano.

Eduardo II luchó toda su vida contra estas disposiciones, rechazándolas primero y sometiéndose a ellas después de la derrota de 1314 por los escoceses. Se libró de estas disposiciones, y para su desgracia, cuando, en 1322, las luchas por la influencia dividieron a los «ordenadores» y logró aplastar en las batallas de Shrewsbury y Boroughbridge al partido de Lancaster-Mortimer, que se había alzado en armas contra él.

Recordemos, por último, que el Parlamento inglés no tenía sede fija, sino que podía ser convocado por el soberano en cualquier ciudad del reino donde él se encontrara.
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7. En 1308, por lo tanto, cinco años antes, Roger Mortimer de Wigmore, nombrado Gran Juez y teniente del rey de Inglaterra en Irlanda, había batido, a la cabeza de un ejército de las Marcas, a Eduardo Bruce, rey de Irlanda y hermano del rey Roberto Bruce de Escocia. La captura y ejecución de Eduardo Bruce señalaron el fin del reino irlandés. Sin embargo la autoridad real inglesa fue tenida allí en jaque durante largo tiempo.

8
El asunto del condado de Gloucester, muy oscuro y embarullado, surgió por las fabulosas pretensiones que tenía sobre este condado Hugh Despenser el joven, pretensiones que no hubieran prosperado de no haber sido el favorito del rey.

Hugh el joven, no contento con haber recibido todo el Glamorgan, como herencia de su mujer, exigía, en contra de sus cuñados, y en particular de Mauricio de Berkeley, todas las posesiones de su difunto suegro el conde. La nobleza del sur y del oeste de Inglaterra se alarmó y Tomas de Lancaster se puso a la cabeza de la oposición con tanto más ardor cuanto que en el clan adverso se encontraba su peor enemigo, el conde de Warenne, que le había quitado su mujer, la hermosa Alicia.

Los Despenser, desterrados un tiempo por una orden del Parlamento, promulgada por la presión de los Lancaster en armas, regresaron en seguida, ya que Eduardo no podía vivir sin su amante, ni sin la tutela de su primo Tomas.

La vuelta de los Despenser al poder dio ocasión a que se reanudara la rebelión, pero Tomas de Lancaster, tan infortunado en el combate como en el matrimonio, dirigió mal la coalición. No habiendo llegado a tiempo para ayudar a los barones de las Marcas galesas, éstos tuvieron que batirse solos en el oeste, en Shrewsbury, en enero de 1322, donde fueron hechos prisioneros los dos Mortimer; mientras que el propio Tomas de Lancaster, a la espera de refuerzos escoceses en Yorkshire, fue derrotado dos meses después en Boroughbridge y condenado inmediatamente a muerte.
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9. La comisión del obispo de Exeter fue dada, según el Calendario close rolls, el 6 de agosto de 1323. Sobre el asunto Mortimer se dieron otras órdenes, principalmente la del 10 de agosto a los sherifs del condado de Kent y la del 26 de agosto al mismo conde de Kent. Parece que el rey Eduardo no supo el destino del fugitivo antes del primero de octubre.

10
María de Francia, la más antigua de las poetisas francesas, vivió en la segunda mitad del siglo XII en la corte de Enrique II Plantagenet, donde había sido llevada o llamada por Alienor de Aquitania, princesa infiel al menos a su primer esposo el rey de Francia, pero verdaderamente exquisita, y que había creado a su alrededor, en Inglaterra, un verdadero centro de arte y poesía.

Alienor era nieta del duque Guillermo IX, también poeta.

Las obras de María de Francia tuvieron una inmensa popularidad, no solo en vida de su autora, sino también durante todo el siglo XIII y principios del XIV.
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11. La compañía de los Tolomei, una de las más importantes bancas sienesas junto con la de los Buonsignori, era poderosa y célebre desde comienzos del siglo XIII. Su principal cliente era el papado. Su fundador, Tolomeo Tolomei, había participado en una embajada cerca del Papa Alejandro III. Durante el pontificado de Alejandro III, los Tolomei fueron banqueros exclusivos de la Santa Sede. Urbano IV los exceptuó de la excomunión general decretada contra Siena entre 1260 y 1273. Hacia esta época (fin del reinado de San Luis, comienzos del de Felipe III) los Tolomei comenzaron a aparecer en las grandes ferias de Champaña, y Spinello fundó la rama francesa de la compañía. Todavía existe en Siena una plaza y un palacio Tolomei.

12
La ordenanza de Carlos IV sobre prohibición de salida de moneda francesa dio ocasión, ciertamente, al tráfico ilegal, ya que otra ordenanza publicada cuatro meses después, prohibía comprar oro y plata a curso más alto que el de las monedas del reino. Un año después les retiraron a los mercaderes italianos el derecho de burguesía, lo que no significa que tuvieran que abandonar a Francia, sino simplemente volver a comprar, una vez más, la autorización para tener comercio.
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13
19 de noviembre de 1323. Juan de Cherchemont, señor de Venours en Poitou, canónigo de nuestra señora de París, tesorero de la catedral de Laon, había sido ya canciller al final del reinado de Felipe V. Carlos IV, a su advenimiento al trono, lo reemplazó por Pedro Rodier. Pero Carlos de Valois, cuyo favor había sabido ganarse, lo repuso en su cargo en esta fecha.
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14. El reglamento propuesto al Papa, después de un consejo general celebrado en Gisors en julio de 1323, preveía que el rey sería beneficiario de trescientas mil libras de las cuatrocientas mil de los gastos accesorios. Pero se especificaba también -y en esto se le veía la oreja a Valois- que si el rey de Francia, por la razón que fuera, no se ponía a la cabeza de la expedición, este desempeño pasaría por derecho a Carlos de Valois, quien se beneficiaría entonces a título personal de los subsidios proporcionados por el Papa.

15
Se suele olvidar que hubo dos guerras de Cien Años entre Inglaterra y Francia.

La primera, que va desde 1152 a 1259, se consideró terminada por el tratado de París, concluido por San Luis y Enrique III Plantagenet. De hecho, entre 1259 y 1338, los dos países entraron en conflicto armado dos veces más, siempre por la cuestión de Aquitania: en 1294 y, como se verá, en 1324. La segunda guerra de Cien Años, que empezó en 1328, no tuvo por origen la diferencia de Aquitania, sino la sucesión al trono de Francia.
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16. Esto da un ejemplo del extremado embrollo a que había llegado el sistema feudal, sistema que generalmente se presenta como muy sencillo, y que efectivamente lo era en su origen; pero que acabó por ahogarse en las complicaciones nacidas con su uso, Hay que darse cuenta de que la cuestión de Saint-Sardos, o el asunto de Aquitania en general no eran excepciones, sino que lo mismo ocurría con Artois, Flandes, las Marcas galesas, los reinos de España, el de Sicília, los principados alemanes, Hungría, y con toda Europa.

17. Estas cifras han sido calculadas por los historiadores según documentos del siglo XIV, basándose en el censo del número de parroquias, y de los difuntos de cada parroquia, a razón de cuatro habitantes por difunto. Se entienden para el periodo alrededor de 1328.

Durante la segunda guerra de Cien Años, los combates, el hambre y las epidemias hicieron decrecer la población en más de un tercio; hubo que esperar cuatro siglos para que Francia volviera a alcanzar el nivel demográfico y de riqueza que tuvo con Felipe el Hermoso y sus hijos. A comienzos del siglo XIX se podía considerar que en cinco departamentos franceses, la densidad media de la población no había llegado a las cifras de 1328. Incluso en nuestros días, algunas ciudades, prósperas en la Edad Media y arruinadas por la guerra de los Cien Años, están por debajo de su situación de entonces. Con esto se puede considerar lo que costó a Francia la guerra inglesa.

18. Nuestros lectores tal vez se sorprendan por el empleo de piezas de artillería en el asedio de La Rèole en 1324. En efecto, la aparición de la artillería de pólvora data tradicionalmente de la batalla de Crecy en 1346.

Crecy fue la primera batalla en que se empleó la artillería en campo raso y en guerra de movimiento. No se trataba, sin embargo, más que de armas de relativamente poco calibre, que no hicieron grandes estragos ni impresión. Ciertos historiadores franceses han exagerado los efectos de esta artillería para explicar una derrota debida mas a la fogosa tontería de Felipe VI y de sus barones que al empleo por sus adversarios de armas nuevas.

Pero los «tiros de pólvora» de Crecy eran una aplicación de la gruesa artillería de fuego empleada en los asedios desde hacía una veintena de años, junto con la artillería clásica -incluso se puede decir antigua ya que había variado poco desde César y hasta desde Alejandro Magno- que lanzaba sobre las ciudades, por sistemas de palanca, balancín, contrapeso o muelles, bolas de piedra o materias ardientes. Las primeras bombardas sólo lanzaban bolas de piedra semejantes a las de las balistas, manganos y otras catapultas. La novedad consistía en el medio de lanzamiento. Parece que la artillería de pólvora nació en Italia, ya que el metal que rodeaba a las bombardas se llamaba «hierro lombardo». Los pisanos usaban estos ingenios en los años que nos ocupan.

Carlos de Valois fue probablemente el primer estratega de Francia que empleó esa nueva artillería. La había pedido el mes de abril de 1324 y se había entendido con el senescal de Languedoc para que la reuniera en Castelsarrasin. Por lo tanto, su hijo Felipe VI no pudo sorprenderse de las pequeñas bolas que le dispararon en Crecy.

19. Recordemos que el rey de Francia no era en esta época soberano de Aviñón. En efecto, Felipe el Hermoso había tenido gran cuidado en ceder al rey de Nápoles sus títulos de condominio sobre Aviñón para no aparecer a los ojos del mundo como tutor directo del Papa. Pero por la guarnición instalada en Villeneuve, y por la situación geográfica del establecimiento papal, tenía a la Santa Sede y a toda la Iglesia bajo su vigilancia.

20. Eso aconteció, efectivamente, en 1330, cuando los romanos eligieron al antipapa Nicolás V.

21. El castillo de los Papas, tal como lo conocemos, es muy diferente del palacio de Juan XXII, del que solo quedan algunos elementos en la parte llamada «viejo palacio». El enorme edificio que da celebridad a Aviñón es principalmente obra de los papas Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI y Urbano V. Las construcciones de Juan XXII fueron completamente restauradas y absorbidas, al punto de desaparecer casi en el nuevo conjunto. Esto no desmerece el hecho de que Juan XXII fuera el verdadero creador del Palacio de los Papas.

22
Jacobo Fournier, hijo de un panadero de Foix en Ariege, confidente del Papa Juan XXII, fue Papa diez años después, con el nombre de Benedicto XII.
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23. Juan XXII, que gustaba de los animales exóticos, tenía en su palacio un zoo que contenía, entre otros animales, un león, dos avestruces y un camello.

24. La cuestión merecía ser planteada, ya que los príncipes de la Edad Media tenían frecuentemente seis e incluso ocho padrinos y madrinas. Sin embargo, en derecho canónico sólo se consideraba tales a quienes habían tenido al niño sobre la fuente bautismal. El proceso de anulación del matrimonio de Carlos IV y Blanca de Borgoña, conservado en el departamento de manuscritos de la Biblioteca Nacional, es uno de los documentos más ricos en información sobre las ceremonias religiosas de las familias reales. La asistencia era numerosa y variada; el bajo pueblo acudía como a un espectáculo, y los oficiantes quedaban casi ahogados por la multitud. La afluencia y la curiosidad eran tan grandes como en los actuales matrimonios de las estrellas del cine, y el recogimiento igualmente ausente.

25. Los hermanamientos por cambio y mezcla de sangre, practicados desde la más remota antigüedad, y las asociaciones llamadas primitivas, se usaban todavía a fines de la Edad Media.

Existían en el Islam; los usaba también la nobleza de Aquitania, tal vez por herencia de los moros.

Se encuentran huellas de ellos en ciertas deposiciones del proceso de los Templarios. Parece que se perpetúan, como acto de contramagia, en algunas tribus de gitanos. El hermanamiento podía señalar un pacto de amistad, de compañerismo y también pacto de amor, espiritual o no. Los más célebres hermanamientos citados por la literatura medieval caballeresca son los realizados por el conde Gerardo de Rosellon y la hija del emperador de Bizancio (y delante de sus cónyuges respectivos), por el caballero Gauvain, por la condesa de Die, por el famoso Parsifal.

26. Este derecho le fue concedido por Clemente V en 1313. Carlos de Valois contaba entonces 43 años.

27
Wautier (o Wauter, o Vautier, según las diferentes redacciones) por Walter. Se trataba de Walter Stapledon, lord tesorero. El original de esta carta, al igual que las siguientes está en francés.
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28
Recordamos que el año tradicional comenzaba el primero de enero, mientras que el año administrativo comenzaba en Pascua.
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29. Esta manera de hacer viajar a un niño no era anormal, aunque fuera poco confortable. A fines del siglo XIII y comienzos del XIV, las sillas de viaje, aunque llevaban un arzón muy alto o fuste trasero en forma de respaldo sobre el que se apoyaba el caballero, no tenían arzón delantero y se presentaban muy lisas sobre la cruz del caballo.

La silla de combate llevaba un fuste delantero muy alzado para que el caballero, pesadamente armado y que había de soportar choques violentos, estuviera como encajado entre los arzones anterior y posterior.

30. La transacción se había hecho en agosto de 1317 entre Felipe V y Clemencia.

31
Luis XIV saldría por esta misma puerta de la torre del Temple, 467 años después, para ir al cadalso. No puede dejar de asombrar esta coincidencia y el fatídico lazo entre el Temple y la dinastía capetina.
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32
Chaalis, en el bosque de Ermenonville, es uno de los primeros monumentos góticos de la Isla-de-Francia. Sobre este antiguo priorato que dependía de los monjes de Vezelay, el rey Luis el Gordo fundó, un año antes de su muerte, en 1136, un amplio monasterio del que sólo quedan, después de las demoliciones de la Revolución, algunas ruinas imponentes. San Luis residió allí frecuentemente. Carlos IV hizo dos breves estancias en mayo y junio de 1322, además de la descrita aquí, en junio de 1326. Felipe VI residió allí a comienzos de marzo de 1329, y luego Carlos V. En el Renacimiento, cuando Hipólito de Este, cardenal de Ferrare, fue abad comanditario, el Tasso estuvo allí dos meses. Esta frecuencia de estancias reales en las abadías y monasterios, tanto de Francia como de Inglaterra, se ha de achacar menos a las piadosas disposiciones de los soberanos que al hecho de que en la Edad Media, los monjes tenían una especie de monopolio de la industria hotelera. No había convento algo importante que no tuviera su hospedería, y más confortable que la mayoría de los castillos próximos. Los soberanos de viaje se instalaban en ellos con su corte ambulante, al igual que en nuestros días se hacen reservar, para ellos y su sequito, un piso en un palacio de la ciudad o de una estación balnearia.
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