La radio de Darwin (47 page)

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Authors: Greg Bear

BOOK: La radio de Darwin
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—Por favor, Marge —la interrumpió Augustine—. Expondremos nuestras quejas en unos minutos.

—Lo siento —dijo Cross y cruzó los brazos.

El vicepresidente echó un vistazo por encima del hombro y examinó a la audiencia. Su mirada recayó sobre Kaye, y durante un momento pareció preocupado, luego volvió a mirar al frente.

—Estados Unidos es el único país que tiene que enfrentarse a la agitación civil —continuó Augustine—. Nos dirigimos hacia un desastre social de importantes proporciones. Hablando claramente, el público en general no comprende qué es lo que está sucediendo. Reaccionan de acuerdo a sus instintos básicos o de acuerdo a los dictados de demagogos. Pat Robertson, Dios le bendiga, ya ha recomendado que Dios fulmine a Washington con el fuego del infierno si se le permite al Equipo Especial continuar las pruebas con la RU—486. No es el único. Es bastante probable que el público le dé vueltas hasta encontrar algo, cualquier cosa, que les guste más que la verdad, y entonces se agrupará tras ese estandarte, y es probable que le dé un sentido religioso y que expulse a la ciencia por la ventana.

—Amén —dijo Cross. Las risas nerviosas se extendieron entre la reducida audiencia. El vicepresidente no sonrió.

—Esta reunión se fijó hace tres días. Los acontecimientos de ayer y hoy hacen todavía más urgente que mantengamos la unidad y la coordinación.

Kaye comprendió adónde quería llegar. Buscó a Robert Jackson y le localizó sentado junto a Cross. En ese momento, él torció la cabeza y desvió la vista hacia la izquierda durante un instante, mirándola directamente. Kaye sintió que se ruborizaba.

—Esto es por mí —le susurró a Dicken.

—No seas arrogante —le advirtió Dicken—. Hoy nos tocará a todos tragarnos algún sapo.

—Ya estamos paralizando los estudios sobre la RU—486 y sobre la que popularmente, y con bastante mal gusto, se conoce como RU-Pentium —añadió Augustine—. Doctor Jackson.

Jackson se puso en pie.

—Las pruebas preclínicas de todas nuestras vacunas e inhibidores de ribozimas no han demostrado eficacia contra las nuevas variedades halladas de SHEVA, lo que se conoce como SHEVA-X. Tenemos razones para creer que todos los nuevos casos de la Herodes de los tres últimos meses pueden atribuirse a infecciones laterales por SHEVA-X, que puede manifestarse en al menos nueve variedades distintas, todas con diferentes cubiertas de glicoproteínas. No podemos atacar al ARN mensajero del LPC en el citoplasma, porque nuestras ribozimas actuales no reconocen las formas mutadas. Resumiendo, estamos en un punto muerto en el tema de la vacuna. Probablemente no tendremos alternativas hasta dentro de unos seis meses.

Volvió a sentarse.

Augustine juntó los dedos simétricamente, formando un polígono flexible. La sala quedó en silencio durante un largo intervalo, absorbiendo las noticias y sus implicaciones.

—Doctor Phillips.

Gary Phillips, asesor científico del presidente, se levantó y se acercó al atril.

—El presidente desea que les manifieste su agradecimiento. Esperábamos haber podido conseguir mucho más, pero ningún esfuerzo investigador en ningún otro país ha obtenido mejores resultados que el INS y el Equipo Especial del CCE. Tenemos que comprender que nos enfrentamos a un oponente extremadamente hábil y versátil, y debemos hablar con una única voz, con determinación, para evitar llevar a nuestra nación a la anarquía. Por ese motivo he escuchado al doctor Jackson y a Mark Augustine. En estos momentos nuestra situación es muy delicada, públicamente delicada, y me han dicho que hay un desacuerdo potencialmente divisorio entre algunos miembros del Equipo Especial, especialmente dentro del equipo de Americol.

—No se trata de una división —dijo Jackson en tono ácido—. Sino de un cisma.

—Doctora Lang, me han informado de que no comparte algunas de las opiniones expresadas por el doctor Jackson y Mark Augustine. ¿Podría por favor exponerlas y clarificar su punto de vista, para que pudiésemos evaluarlo?

Kaye permaneció sentada por la sorpresa durante unos segundos, luego se levantó y consiguió decir:

—No creo que se me pueda escuchar con justicia en este momento, señor. Aparentemente soy la única persona en esta sala cuya opinión difiere de las declaraciones oficiales que obviamente están preparando.

—Necesitamos solidaridad, pero también necesitamos ser justos —contestó el asesor científico—. He leído sus artículos sobre los HERV, señora Lang. Su trabajo fue brillante e innovador. Es muy posible que la nominen para un premio Nobel. Se debe prestar atención a sus diferencias de opinión, y estamos dispuestos a escuchar. Lamento que nadie pueda permitirse el lujo de disponer del tiempo suficiente. Ojalá pudiésemos.

Le hizo un gesto indicándole que se adelantase. Kaye caminó hasta el atril. Phillips se apartó.

—He expresado mis opiniones en numerosas conversaciones con el doctor Dicken, y durante una conversación con la señora Cross y el doctor Jackson —dijo Kaye—. Esta mañana, he reunido un expediente de artículos de apoyo a mis teorías, algunos de ellos escritos por mí, y de pruebas obtenidas de trabajos de investigación del Proyecto Genoma Humano, de biología evolutiva e incluso de paleontología. —Abrió el maletín y le entregó el montón de carpetas a Nilson, que empezó a repartirlos.

—Todavía no tengo la prueba concluyente, que sostenga mis teorías —continuó Kaye, y bebió un sorbo del vaso de agua que le ofreció Augustine—. Las evidencias científicas obtenidas de las momias de Innsbruck aún no se han hecho públicas.

Jackson puso los ojos en blanco.

—Tengo informes preliminares de las pruebas reunidas por el doctor Dicken en Turquía y en la República de Georgia.

Habló durante veinte minutos, centrándose en los pormenores y en su trabajo sobre los elementos transposables y el HERV-DL3. Terminó vacilante describiendo el éxito de su búsqueda de las diferentes versiones del LPC el mismo día que se enteró por Jackson de que se habían encontrado mutaciones del SHEVA.

—Creo que los SHEVA-X son copias de seguridad, o respuestas alternativas al fracaso de la transmisión lateral inicial para producir niños viables. Los embarazos de la segunda fase inducidos por los SHEVA-X no estarán expuestos a la interferencia de virus herpes. Producirán niños viables y sanos. No tengo pruebas directas de esto último; no ha nacido todavía ningún niño de éstos, del que yo tenga conocimiento. Pero dudo que tengamos que esperar mucho. Deberíamos estar preparados.

Kaye estaba sorprendida de haber conseguido expresarse de forma tan coherente, aunque lamentablemente era consciente de que no podría conseguir que cambiasen de opinión.

Augustine la observaba con atención, con cierta admiración, y le sonrió brevemente.

—Gracias, doctora Lang —dijo Phillips—. ¿Alguna pregunta?

Frank Shawbeck levantó la mano.

—¿El doctor Dicken apoya sus conclusiones?

Dicken se adelantó.

—Las apoyé durante algún tiempo. Evidencias recientes me convencieron de que estaba equivocado.

—¿Qué evidencias? —gritó Jackson. Augustine meneó el índice en señal de advertencia, pero permitió la pregunta.

—Creo que el SHEVA está mutando de la forma en que lo hace un organismo causante de enfermedades —respondió Dicken—. No hay nada que me convenza de que no está actuando como un patógeno humano.

—¿No es verdad, doctora Lang, que formas previas de HERV, supuestamente no infecciosas, se han vinculado a determinados tipos de tumores? —preguntó Shawbeck.

—Sí, señor. Pero también están presentes de forma no infecciosa en otros muchos tejidos, incluyendo la placenta. Sólo ahora tenemos la oportunidad de comprender los diferentes papeles que pueden jugar estos retrovirus endógenos.

—No sabemos por qué están en nuestro genoma y en nuestros tejidos, ¿no es así, doctora Lang? —preguntó Augustine.

—Hasta ahora, no teníamos ninguna teoría que pudiese explicar su presencia.

—¿Aparte de su actividad como organismos causantes de enfermedades?

—Muchas sustancias de nuestros cuerpos son positivas y necesarias y aún así, en determinadas ocasiones, están implicadas en enfermedades —respondió Kaye—. Los oncogenes son genes necesarios que también pueden activarse y causar cáncer.

Jackson alzó la mano.

—Me gustaría zanjar esta discusión con un enfoque desde una perspectiva evolutiva —dijo—. Aunque no soy un biólogo evolucionista, y ni siquiera he interpretado nunca a ninguno en la televisión... —Se oyeron risitas entre la audiencia, pero tanto Shawbeck como el vicepresidente permanecieron serios— creo que absorbí lo suficiente del paradigma durante los años de instituto y de universidad. El paradigma consiste en que la evolución actúa por mutaciones aleatorias en el genoma. Esas mutaciones alteran la naturaleza de las proteínas o de otros componentes expresados por nuestro ADN, y normalmente son perjudiciales, provocando que el organismo enferme o muera. Sin embargo, a lo largo del tiempo, y bajo condiciones cambiantes, las mutaciones también pueden crear formas nuevas que confieran ventajas positivas. ¿Voy bien por ahora, doctora Lang?

—Ése es el paradigma —reconoció Kaye.

—Lo que usted parece estar implicando, sin embargo, es un mecanismo desconocido hasta ahora, a través del cual el genoma toma el control de su propia evolución, percibiendo de alguna forma cuándo ha llegado el momento de cambiar. ¿Es correcto?

—Tal como son las cosas —respondió Kaye— creo que nuestro genoma es mucho más listo que nosotros. Nos ha llevado decenas de miles de años llegar a un punto en que tenemos la esperanza de comprender cómo funciona la vida. Las especies del planeta han estado evolucionando, compitiendo y cooperando a la vez, durante miles de millones de años. Han aprendido a sobrevivir bajo condiciones que apenas podemos imaginar. Incluso los biólogos más conservadores saben que diferentes tipos de bacterias pueden cooperar y aprender unas de otras... pero ahora son muchos los que entienden que las diferentes especies de metazoos, plantas y animales como nosotros, hacen exactamente lo mismo cuando interpretan sus papeles en cualquier ecosistema. Las especies del planeta han aprendido a prever los cambios climáticos y a responder de forma anticipada, a partir con una cabeza de ventaja, y creo que en nuestro caso, nuestro genoma está respondiendo en este momento al cambio social y al estrés que provoca.

Jackson fingió reflexionar sobre esto antes de preguntar:

—Si usted fuese un director de tesis y uno de sus estudiantes le plantease la idea de basar su tesis en esta posibilidad, ¿le animaría a hacerlo?

—No —replicó Kaye de forma abrupta.

—¿Por qué no? —insistió Jackson.

—No se trata de un punto de vista muy extendido. La evolución ha sido un campo muy cerrado a nuevas ideas dentro de la biología, y sólo los muy valientes se atreven a desafiar el paradigma de la síntesis moderna del darwinismo. Ningún estudiante recién licenciado debería intentarlo por su cuenta.

—¿Charles Darwin estaba equivocado y usted tiene razón?

Kaye se volvió hacia Augustine.

—¿Está el doctor Jackson a cargo de este interrogatorio?

Augustine se acercó.

—Es una oportunidad para responder a sus oponentes, doctora Lang.

Kaye volvió a mirar a Jackson y a la audiencia, desafiante.

—No pretendo cuestionar a Darwin, siento un inmenso respeto por él. Darwin nos hubiese recomendado que no fijásemos nuestras ideas en piedra antes de asegurarnos de comprender todos los principios. Ni siquiera estoy rechazando la mayoría de los principios de la síntesis moderna; está bastante claro, todo lo que el genoma construya tiene que pasar la prueba de la supervivencia. Las mutaciones son una fuente de novedades inesperadas y en ocasiones útiles. Pero tiene que haber algo más para poder explicar lo que nos encontramos en la naturaleza. La síntesis moderna se desarrolló durante un período en el que tan sólo estábamos empezando a aprender la naturaleza del ADN y a sentar las bases de la genética moderna. Darwin se hubiese sentido fascinado al conocer lo que sabemos hoy en día, sobre los plásmidos y el libre intercambio de ADN, sobre la corrección de errores dentro del propio genoma, sobre copias y transposiciones y virus ocultos, sobre los marcadores y la estructura genética, sobre todos los tipos de fenómenos genéticos, muchos de los cuales no encajan del todo bien en las interpretaciones más rígidas de la síntesis moderna.

—¿Algún científico respetado apoya la teoría de que el genoma es una «mente» consciente, capaz de juzgar el entorno y determinar el curso de su propia evolución?

Kaye inspiró profundamente.

—Me llevaría varias horas corregir y desarrollar esa teoría tal como la ha expuesto usted. Pero, a grandes rasgos, la respuesta es que sí. Desafortunadamente, ninguno de ellos se encuentra aquí.

—¿No son polémicas sus opiniones?

—Por supuesto que lo son —dijo Kaye—. Todo es polémico en este campo. E intente evitar la palabra «mente», porque tiene connotaciones personales y religiosas que no conducen a nada. Yo utilizo el término red; una red perceptiva y adaptativa de individuos cooperando y compitiendo.

—¿Cree usted que esa mente o red podría ser en cierta forma el equivalente a Dios? —le planteó Jackson sin tono de suficiencia ni desdén, sorprendiéndola.

—No —dijo Kaye—. Nuestros propios cerebros funcionan como redes perceptivas y adaptativas, pero no creo que seamos dioses.

—Pero nuestros cerebros producen «mentes», ¿verdad?

—Creo que la palabra es de aplicación, sí.

Jackson levantó las manos con gesto de desconcierto.

—Con esto volvemos al principio. ¿Algún tipo de Mente, puede que con M mayúscula, determina la evolución?

—Vuelvo a repetir, el énfasis y la semántica tienen su importancia en este caso —respondió Kaye con calma, y se dio cuenta de que debería haber desestimado la pregunta sin más y no responderla.

—¿Ha conseguido alguna vez que se evaluase y publicase todo el alcance de sus teorías en alguna de las revistas más importantes?

—No —dijo Kaye—. He expresado algunos aspectos en mis artículos publicados sobre el HERV-DL3, que fueron evaluados.

—Muchos de sus artículos fueron rechazados por otras revistas, ¿no es cierto?

—Sí —contestó Kaye.

—Por ejemplo por
Cell
.

—Sí.

—¿Es
Virology
la revista más respetada dentro de su campo?

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