Las horas oscuras (76 page)

Read Las horas oscuras Online

Authors: Juan Francisco Ferrándiz

Tags: #Histórico, Relato

BOOK: Las horas oscuras
8.14Mb size Format: txt, pdf, ePub

Dana meditaba aquellas enigmáticas palabras tratando de no dejarse llevar por la inquietud. Quería disfrutar de su nueva vida, con su hijo y en el lugar donde quería estar. Buscaba crecer en sabiduría, encauzar su futuro y enlazarlo con Brian. Aprendería a escribir con ayuda de los monjes para poder copiar en gaélico y latín las varas Filí halladas en el
sid
.

Pero, a pesar de los esfuerzos, una púa ponzoñosa seguía inserta en su corazón y turbadoras pesadillas brotaban de la herida. Había faltado a su promesa. No podía dejar de pensar que debía buscar a Brigh, allá donde estuviera; las posibilidades de hallarla eran tan remotas como las de encontrar a Calhan, y en ese caso lo consiguió.

La mujer dejó atrás sus recuerdos y se centró en la ceremonia que presenciaba. El hermano Berenguer leyó un capítulo del Apocalipsis, Guibert entonces se abrió el hábito y mostró la base del cuello. Brian se acercó con una espesa mixtura de color negro y con un fino pincel trazó sobre la piel una serpiente en círculo sobre una cruz. Los monjes mostraron la marca que tenían en ese mismo lugar y sonrieron.

—Hoy es sólo tinta —dijo Brian henchido de orgullo—. Cuando progreséis en vuestra vocación y experiencia, si sois digno, regresaréis al monasterio de Bobbio, donde el sagrado Árbol de la Cruz y el
ouroboros
del conocimiento serán grabados en vuestra piel de modo indeleble y quedaréis unido al resto de los hermanos del Espíritu con un vínculo eterno. Recibid ahora nuestra bendición.

En ese momento Adelmo, que se había ausentado un instante, regresó con una sonrisa. Detrás, observando la consagración con cierta envidia, se encontraba el abad Kennedy junto a varios monjes llegados del monasterio de Kells.

Aguardaron en silencio para unirse luego a las letanías y cánticos finales. Poco después, Brian se acercó a un rincón de la iglesia y tomó el Códice de San Columcille.

—Mi padre lo dejó en el continente porque intuía que su belleza para recrear la vida del Redentor lograría redimir hasta las almas más oscuras. —De soslayo miró a Michel, que permanecía pensativo—. Culminó su misión con éxito pero no pudo cumplir la promesa que hizo a vuestro predecesor. Hoy, yo en su nombre, devuelvo al monasterio de Kells su más preciado tesoro, para que sus hermanos y las generaciones futuras de Irlanda puedan admirar y comprender el valor de los libros, de las enseñanzas y revelaciones que contienen. Que Dios permita que sigan existiendo y que la humanidad pueda leerlos todos, no sólo éste, sin el miedo a la hoguera que enciende el ignorante.

—Que así sea para mayor gloria del Altísimo. —El abad Kennedy extendió las manos con lágrimas en los ojos. Su comunidad había renunciado hacía décadas a recuperarlo.

—Tratad de no reflejar en vuestras crónicas su regreso —indicó Michel casi en un susurro. Separarse del códice y poner en peligro a esos ingenuos monjes le entristecía mucho más de lo que mostraba, pero el libro debía regresar a Kells, pues a ellos pertenecía—. Su más letal enemigo sigue acechando.

—Jamás habrá salido de nuestros muros —aseguró el monje irlandés comprendiendo la advertencia.

Dana se acercó a un emocionado Brian pero evitó tomarle la mano ante los religiosos. Ambos observaron cómo las dos comunidades se dirigían en silencio al refectorio, donde se ofrecería una cena especial en honor de la delegación llegada de Kells. Con el cumplimiento de su promesa se cerraba otro periplo iniciado en tiempos de Patrick O’Brien.

—La belleza y la fuerza que desprende ese códice han mantenido viva la llama del Espíritu de Casiodoro durante años —indicó Brian con una sonrisa—. Son incontables los libros que hemos salvado gracias a su luz. Tengo el pálpito de que Irlanda sabrá conservarlo durante siglos. —Extendió las manos para abarcar el monasterio y añadió—: Sólo ruego a Dios que nos permita preservar también el resto de las obras.

Dana, aprovechando ese momento de soledad, lo abrazó y acercó su boca a sus labios.

—Lo lograrás, Brian de Liébana, y yo estaré a tu lado.

Epílogo


Venid, joven, acercaos. Deteneos un instante y sentaos aquí, en esta piedra frente al mar. Hoy está seca y caliente… ¡Cómo brilla el sol en este día! ¿No os parece un regalo? Los druidas cuentan que hace mucho tiempo, en días como éstos, las pulidas piedras de los túmulos esparcían sus rayos por la isla bendiciendo el vínculo con nuestros dioses. Ahora están cubiertos de verdín y musgo, pero ellos siguen ahí, ocultos en sus palacios, cantando a sus héroes y rememorando las gestas que los hicieron inmortales. Tal vez algún día regresen, como vos…
.

»Sé quién sois, vuestros rasgos irlandeses así me lo revelaron la primera vez que pasasteis por este camino. ¿Cuándo fue? Hace ya tiempo, no lo recuerdo bien, mi vieja cabeza ya no es la de antes… Mis hijos no me creyeron… “¡Padre, nadie salió vivo entonces de San Columbano! ¡Más vale que no andéis diciendo esas tonterías o nos buscaremos problemas!” Eso repetían una y otra vez haciéndome callar, pero yo sabía que habíais vuelto hecho un hombre… ¡Qué bella era Gwid, vuestra madre! Aún me conmuevo cuando recuerdo sus ojos verdes como esmeraldas. Esmeralda…, así llaman a esta isla. Me dijeron que asististeis a la reunión de los clanes en Mothair y sólo reclamasteis la propiedad del monasterio y las tierras circundantes. Cedisteis el trono a vuestro primo, el joven Cáthair O’Brien. Sabia decisión. Quienes lo conocen aseguran que es sensato y justo, aunque yo habría preferido que hubieseis aceptado el trono, así habría podido alardear en la aldea de que os conocí aquí, en estas piedras junto al mar. Los druidas han determinado que el momento propicio para la coronación sea la próxima fiesta de Samhain. Confío en que el nuevo rey traiga prosperidad a estas tierras
.

»Todos comentan que habéis sido generoso al permitir que los huesos del obispo Morann reposen en San Columbano. ¿Quién lo iba a imaginar? Su relato en el juicio heló el corazón de todos. Su traición y la de Cormac O’Brien… ¡que los demonios se los lleven! Me contaron que Morann no quiso defenderse, que aceptó la sentencia Brehon y que él mismo se anudó la soga alrededor del cuello. ¡Cuánto me habría gustado verlo
!

»Hoy es un día dichoso. ¡Cuánta luz! Una bendición para mis huesos
.

»Los jóvenes sois necios al despreciar estos instantes de paz, siempre os halláis sumidos en preocupaciones. El terrible demonio que os atacó ha desaparecido, pero su aura oscura sigue flotando sobre Clare. Algunos aseguran que no pudo sobrevivir a la caída, pero otros creen que no ha muerto. Se sabe que dos días después una pequeña embarcación desapareció del puerto de Doolin sin que nadie se lo explique. Dicen que algún día regresará y su estirpe se esparcirá por el mundo tras el fin de este milenio. En las tabernas se cuentan historias siniestras acerca de ese hombre y su cautiva, una extraña muchacha con dotes para ser una poderosa druidesa. Id con cuidado, joven, cuando dos fuegos se juntan se forma otro mayor y más hambriento… Veo que vuestra mirada se ha ensombrecido, también pensáis que será así y no queréis permitirlo. Algo ominoso ha quedado urdido en el tapiz del destino y algún día deberéis resolverlo, junto con esa bella mujer a la que os habéis unido. Pero yo confío en vos, ¡sois un O’Brien
!

»Muchas brumas se acumulan más allá del horizonte, pero estamos en primavera y todo fluye con sosiego. Los hombres reparan los tejados de sus casas porque saben que regresarán los días grises, la humedad y las tormentas. Haced siempre caso a la gente de Irlanda, es sabia y su sangre es vieja
.

»Mirad el mar. ¿No sentís cómo se sosiega vuestro corazón? Disfrutad hoy de esta calma, alabad a Dios por este regalo, pero no olvidéis repararos también la techumbre, cambiar el bálago y las vigas que estén podridas. Estad preparado y atento. Los tiempos de oscuridad y amargura retornarán, como siempre ocurre, pues, al fin y al cabo, así se dispuso cuando el mundo fue creado. ¿No estáis de acuerdo, joven
?

— Fin —

Juan Francisco Ferrándiz Pascual
nacido en Cocentaina (Alicante) en 1971. Se licenció en Derecho y en la actualidad ejerce como abogado en Valencia. Anteriormente publicó la novela
“Secretum Templi”
(Editorial Marfil) escrita en valenciano.
“Las horas oscuras”
significa su entrada en el panorama nacional.

Notas

[1]
Sistema legal irlandés de origen druídico codificado entre los siglos VI-IX y recopilado posteriormente por monjes de la isla. Prima la compensación a la víctima o familia de la víctima, denominada
derbfine
, sobre el castigo al infractor. En época precristiana se conocía como
Fénechas
(«leyes del timón de tierra»).
<<

[2]
Dublín.
<<

[3]
Una de las más eficaces maldiciones proferidas por los druidas. Se pronuncia gritando y, para aumentar sus terribles efectos, en la postura mágica.
<<

[4]
Celebración celta de los muertos, la noche del 31 de octubre, que posteriormente derivará en la fiesta de Halloween.
<<

[5]
Festividad celta que se celebra el 1 de mayo.
<<

[6]
Método de adivinación, practicado por los druidas y reconocidos en las Leyes Brehon, que consiste en mascar la carne de un puerco y realizar una serie de complejos rituales, entre ellos, encantar las palmas de las manos y mantenerlas en las mejillas hasta dormirse. El vaticinio es revelado en sueños.
<<

[7]
Aprendices del «conocimiento del roble».
<<

[8]
Escocia.
<<

[9]
Fue canonizada por el papa Clemente II en 1047.
<<

Other books

Forgotten Life by Brian Aldiss
Salting the Wound by Janet Woods
A Major Connection by Marie Harte
The Fellowship by William Tyree
Murder in Wonderland by Leslie Leigh