Las horas oscuras

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Authors: Juan Francisco Ferrándiz

Tags: #Histórico, Relato

BOOK: Las horas oscuras
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Mientras el mundo ve con temor la inminente llegada del año 1000, el abad Brian de Liébana y los monjes del monasterio de San Columbano, situado en el agreste y mágico paisaje irlandés, tendrán que enfrentarse al misterioso poder de las fuerzas del mal.

Cuentan los ancianos que hace mucho, mucho tiempo, cuando el mundo se estremecía por temor al inminente fin del milenio, un forastero llegó a las brumosas tierras de Irlanda con una misteriosa misión. Dicen que ese hombre, un monje atormentado y valeroso llamado Brian de Liébana, huía de unos malvados caballeros de tez pálida y alma oscura, cuyo nombre nadie osa pronunciar en voz alta sin santiguarse.

Los más viejos afirman que Brian y sus compañeros, sabios religiosos venidos de todo el continente, se atrevieron a reconstruir el monasterio de San Columbano, antaño escenario de una cruel matanza. Y aunque algunos juran que profanar esas ruinas supuso el inicio de todas las desgracias, otros opinan que fue la presencia intramuros de una hermosa mujer celta lo que desató la ira de Dios.

Pero si hay algo que nadie niega en esa isla de cielo gris y abruptas costas es que la muerte consiguió traspasar los muros del monasterio y extenderse por los senderos del bosque cual preludio del apocalipsis. Que una mano asesina, certera e impía, se cobró la vida de muchos inocentes, y que, durante largos meses, druidas y monjes, nobles y plebeyos vivieron atrapados bajo un denso manto de miedo y de sospechas.

Juan Francisco Ferrándiz

Las horas oscuras

ePUB v1.0

Dirdam
12.06.12

Juan Francisco Ferrándiz, 2012

Editorial: Grijalbo

Diseño de la cubierta: Random House Mondadori, S.A.

ISBN: 9788425347917

Editor original: Dirdam (v1.0
)

ePub base v2.0

A Stella, compañera y cómplice de este sueño desde el principio,

por su energía y entusiasmo, por el tiempo que llevamos caminando.

Para Clara y Marc, que perciben con sorpresa y algo desconcertados

mi vagar por este extraño sendero. Con ellos llegó la luz.

A mis padres y hermano Diego, por estar siempre cerca.

El germen de esta historia llegó engarzado con las notas de la pieza musical «Keening of the Three Marys»…

Tal vez en un tiempo remoto resonó algo así en aquellos viejos acantilados del oeste.

Bibliotecis sepulcrorum ritu in perpetuum clausis.

(Las bibliotecas, como las tumbas, estaban cerradas para siempre)

Ammianus Marcellinus
(siglo IV)

Primera parte

El camino hacia la luz

Irlanda, año 996


Venid, joven, acercaos. Deteneos un instante en este punto del camino y observad. Desde aquí se ve todo el acantilado, el oscuro mar de color índigo que se pierde en el horizonte y las blancas olas en combate contra las rocas; es la lucha eterna entre los elementos, cantada por los bardos en sus legendarias composiciones. El estallido de cada golpe de mar predispone al espíritu para escuchar las viejas historias que circulan por toda Irlanda. Quedaos conmigo un instante y sosegad vuestra alma. No os inquietéis, llegaréis a vuestro destino si eso es lo que os proponéis, pero ahora limitaos a disfrutar del viento húmedo y salado que asciende hasta aquí y hace ondear nuestras capas con violencia…, aspirad su fragancia, limpia, salvaje… Hace frío. Pronto llegará el invierno
.

»Vengo a este lugar desde que era niño, siempre los días que no llueve, que no son demasiados… Sentado en esta vieja roca observo orgulloso la belleza misteriosa del paisaje: los verdes pastos que cubren la ondulada planicie antes de morir abruptamente en el escarpado precipicio, las piedras desnudas que se enfrentan al mar
.

»Dicen que toda la isla es igual, pero no es cierto. Aquí, bardos y druidas forjaron nuestra memoria evocando la historia de sus paisajes, bosques y piedras, describiendo el fragor de míticas batallas, urdiendo increíbles aventuras y bellos romances. En este último confín del poniente se inspiraron para componer los versos que nos hablan de antiguos dioses, de los gigantescos fomorianos que habitaban la isla en el albor de los tiempos, de los Tuatha Dé Danann, poderosos héroes llegados de brumosas regiones allende el mar y que aún perviven en bosques, estanques y grutas como seres incorpóreos. Cantaron también la llegada de los milesios del sur y de tantos otros…

»Aunque venís de muy lejos, sabréis reconocer la magia de este lugar: algo de sangre irlandesa se adivina en vuestra pálida tez y en el verde de esos ojos que observan con interés cada detalle del paisaje, cada hálito de vida en la fértil naturaleza… Tal vez por eso, extranjero, vuestra llegada sólo es un regreso, como dirían los druidas
.

»¿Decís que vais a las ruinas de San Columbano? Disculpad a este pobre viejo, mis hijos dicen que hablo demasiado, pero ¿qué le queda a uno cuando ni sus manos ni sus piernas pueden aportar nada? Tan sólo la memoria, las lecciones de la vida y un puñado de consejos tras tantas penurias. ¿El viejo monasterio? ¡Hace años que nadie va allí! Desde que ocurrió la tragedia. ¿Cuánto hace? ¿Veinte años? ¿Treinta? Sí, puede ser… A veces mi memoria falla… ¡He vivido ochenta primaveras! Soy el más viejo de Mothair y puede que de toda la región de Clare, pero aún no he olvidado cómo se llega al recogido convento. Os anticipo, no obstante, que sólo hallaréis ruinas ennegrecidas y mucho dolor impregnado en sus piedras. Antes todo era distinto…

»Seguid el camino que bordea el acantilado, hacia el norte. Decidle al carretero que os acompaña que vigile las ruedas del carruaje, no seríais los primeros en precipitaros accidentalmente, y el mar, enardecido, os engulliría para siempre. La hierba oculta algunos tramos, pero seguid adelante, un sendero hollado durante miles de años no desaparece nunca del todo. Además, veréis las runas grabadas en las rocas; si vuestros ojos no las distinguen, pasad las manos sobre la rugosa superficie y las sentiréis con la yema de los dedos. Una gran roca, negra y puntiaguda, marca el principio del bosque; torced a la derecha e internaos en él. Dejad que las sombras de los robles y los tejos os envuelvan, pero no os amilanéis, pues el bosque es muy viejo, percibiría vuestro miedo, se nutriría de él y lo convertiría en la más horrible pesadilla. Cuando os sorprenda la noche, espero que alberguéis suficiente valor. Dudo que el arriero, si es un irlandés de ciudad, acceda a pasar por allí; os costará unos buenos peniques adicionales convencerle. Al salir del bosque os espera una pradera ondulante que muere en la costa, con grandes piedras que parecen haber brotado de la tierra. Es el círculo. Un lugar antiguo y poderoso, fuente de leyendas… Esas piedras las pusieron allí héroes cuyos huesos ya eran polvo hace demasiados siglos… Al final de la pradera, sobre un promontorio al borde del acantilado, se yerguen las ruinas del monasterio. Un pequeño muro delimita el convento. En su interior sólo quedan los escombros de las casas de los monjes, pero la última vez que visité el lugar seguían en pie la pequeña capilla, la esbelta torre circular y el gran edificio junto al abismo: la antigua fortaleza de los O’Brien
.

»Estuve allí muchas veces, era leñador, y cuando acude a mí el recuerdo de ese paisaje, el vello aún se me eriza… A plena luz del día, el mullido pasto, de un verde salpicado de diamantes, cubre toda la pradera hasta el acantilado. Jamás he visto un lugar tan bello y enigmático como el monasterio fundado por Patrick O’Brien, el legítimo rey de estas tierras, que para consagrarse a Dios renunció al trono a favor de su hermano, el actual monarca, Cormac O’Brien. Él fue el primero y el último abad de San Columbano
.

»Si vais allí, sed respetuoso, esa tierra ya era sagrada para los irlandeses antes de Patrick, mucho antes incluso de que san Patricio la besara en nombre de Jesucristo. Bajo los restos existe un túmulo muy antiguo; tal vez aún exista. Dicen que los antiguos dioses se ofendieron por esto… A los pocos años de su fundación, la desgracia se cernió sobre el lugar: ¡el fuego lo arrasó todo! Sólo unos pocos pastores se acercan allí desde entonces
.

»Sin duda tenéis grandes influencias para que el rey Cormac permita que os instaléis en las ruinas… porque ésa es la intención que albergáis, ¿no es cierto? Vuestro carro deja dos profundos surcos en el fango, demasiada carga para estar de paso…

»Veo por vuestra túnica oscura que sois monje, como lo fue Patrick. En Mothair todos somos cristianos, cristianos irlandeses, por supuesto. Mirad, justo ahí delante hay una cruz de piedra, dicen que la mandó esculpir el propio san Patricio mientras recorría la isla evangelizando. Irlanda está llena de ellas, ya lo habréis comprobado; pero no seáis ingenuo: igual que el musgo y el liquen amarillento invaden la piedra cruciforme, las costumbres y las creencias de la isla impregnan el mensaje de salvación traído de lejanas tierras. Si queréis ser aceptado, no sólo deberéis obedecer nuestras Leyes Brehon
[1]
,
sino también aprender a respetar la sutil energía que fluye tras cada ritual, tras las plegarias que los fieles elevan al cielo con fervor. Los antiguos dioses se resisten a desaparecer, sólo nos han permitido que les cambiemos los nombres, que pongamos cruces sobre sus altares, que les recemos con otras palabras. Así es en esta tierra. Las cosas cambian, es cierto, pero muy lentamente. No seáis como esos clérigos y eremitas que recorren los caminos con arengas incomprensibles y terribles amenazas. Observad y aprended. Dejad que la esencia celta de vuestra sangre guíe vuestro corazón en las horas oscuras y comprenderéis por qué todos los forasteros creen que Irlanda es mágica
.

»¡Pero marchad ya, joven! ¡No perdáis más tiempo con la cháchara de un pobre viejo! El sol ya desciende, el mar no tardará en engullirlo repentinamente…, luego las estrellas desaparecerán y llegará la lluvia. Seguid mis indicaciones y cruzad el umbral hacia una nueva vida… Y recordad: vengo a esta roca todos los días que no llueve. Tal vez nos veamos en otra ocasión…

Capítulo 1

Hermano Brian, las mulas se niegan a avanzar! —gritó el arriero para hacerse oír bajo la lluvia torrencial.

—¡Son las ruedas, han quedado atrapadas en el fango!

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