Las mujeres casadas no hablan de amor (30 page)

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Authors: Melanie Gideon

Tags: #Romántico

BOOK: Las mujeres casadas no hablan de amor
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—Sí, ya lo has dejado suficientemente claro. Imagino que empezarás a buscarte otra dama de honor, una que no sea una zorra como yo.

Nedra inspira profundamente.

Fantaseo con la idea de arrojar el teléfono contra la pared, en lugar de cortar la comunicación, pero no tengo dinero para comprar uno nuevo y no estoy en una película de Nora Ephron (aunque me encantaría, porque entonces sabría que por muy mal que se pusieran las cosas, habría un final feliz en Nochevieja), así que presiono enérgicamente el «Off» y dejo en la pantalla una marca indeleble de Castaño Dorado Medio de Clairol.

78

De
: Dramaturgia creativa

Ejercicio
: Escribir ahora la misma escena de ruptura, pero en dos frases.

—No vayas —dice la mejor amiga.

—Tengo que ir —dice la protagonista.

79

El 28 de julio es un día perfecto de verano. No hay humedad y el termómetro marca veinticuatro grados. Paso una hora en mi habitación, tratando agónicamente de decidir qué ponerme para ir a ver a Investigador 101. ¿Falda y sandalias? Demasiado infantil. ¿Vestido veraniego? Demasiado arreglada. Al final, me decido por unos vaqueros y una blusa campesina, pero me pongo un poco del maquillaje nuevo que me compró Nedra: rímel y un toque rápido de colorete. Éste es mi auténtico yo y tendrá que bastar. Si no le gusta, peor para él. La conversación que he tenido con Nedra me ha sacudido. Casi deseo decepcionar a 101, ahuyentarlo para que no sea yo quien tenga que tomar una decisión y la tome él por mí.

En el piso de abajo, Caroline y William están preparando una ensalada. Cuando entro en la cocina, William me mira asombrado.

—¡Qué guapa! —dice—. ¿Vas a salir?

—Voy a tomar el té con Nedra después de la cena, así que tendré que cenar rápidamente.

—¿Desde cuándo Nedra toma el té por la noche?

—Dice que tiene algo que contarme.

—Eso da un poco de miedo.

—Ya sabes cómo es Nedra.

Me sorprende mi habilidad para mentir sin esfuerzo.

Suena el timbre de la puerta y miro la hora. Son las seis.

—¿Esperan a alguien los niños?

William se encoge de hombros.

Voy hasta la puerta con mis alpargatas nuevas y aprovecho la ocasión para practicar un paso más sexy. Balanceo un poco las caderas e inclino la cabeza con coquetería. Después, me vuelvo, para asegurarme de que William no me ha visto. Está de pie delante de un armario abierto, estudiando su interior. Abro la puerta.

—¡Alice! —exclama Bunny—. ¡Cuánto tiempo!

Las horas siguientes transcurren así:

18.01 Intento componer la cara para que no se me note la estupefacción. Hemos confundido las fechas. Creíamos que Bunny y Jack llegaban mañana por la noche, pero están aquí, un día antes de lo previsto, ante nuestra puerta.

18.03
Jampo
acude corriendo a la puerta, ladrando como un condenado.

18.04
Jampo
muerde a Bunny en una pierna y le sale sangre. Bunny grita de dolor.

18.05 Al oír el grito, William, Caroline, Zoé y Peter corren al vestíbulo.

18.07 Primeros auxilios en la cocina, mientras yo balbuceo sin parar: «Ha sido sólo un pellizco, no una mordedura. ¿Dónde están las tiritas? ¿Tenemos mercromina? ¡Eso no es mercromina! ¡Es goma arábiga!»

18.09 A William le rechinan los dientes mientras le limpia la herida a Bunny.

18.10 Miro la hora.

18.15 William pregunta si alguien quiere beber algo.

18.17 Abro una botella de pinot noir y sirvo a los mayores.

18.19 Me bebo el vino de un trago y me sirvo más.

18.20 William me sugiere un poco de moderación.

18.30 Suena la alarma del horno y William saca los macarrones gratinados con queso.

18.31 Todos exclaman que huelen de maravilla y que están deseando probarlos.

18.35 Iniciamos un debate sobre las ventajas e inconvenientes de usar gruyere en lugar de cheddar, más tradicional, para preparar macarrones gratinados con queso.

18.40 Les digo a Bunny y a Jack lo mucho que me entusiasma que hayan decidido alojarse con nosotros.

18.45 Bunny pregunta si me siento bien. Le digo que me siento bien y que por qué pregunta. Dice algo respecto a las gotas de sudor que me perlan la frente.

18.48 Bunny le pregunta a Caroline cómo va su búsqueda de empleo.

18.49 Caroline responde que genial: la han nombrado directora general de Google.

18.51 Les digo a todos que lo siento muchísimo, pero que tengo un compromiso que no me puedo saltar. Tampoco puedo llamar para cancelarlo, porque a Nedra se le cayó ayer mismo el móvil en el retrete y está ilocalizable.

18.51 William me lleva aparte y me dice que no puede creer que vaya a salir: «¡Bunny y Jack acaban de llegar!»

18.52 Le digo que lo siento, pero que me tengo que ir.

18.52 William me recuerda que la idea de invitar a Bunny y a Jack fue mía. No es justo que ahora él tenga que quedarse solo haciendo de anfitrión. Me ruega que no me vaya.

18.53 Me voy de todos modos.

19.05 Sintiendo la adrenalina en las venas, llego a Tea & Circumstances y busco una mesa. Investigador 101 también se ha retrasado.

19.12 Miro la hora.

19.20 Abro la app de Facebook en el móvil. No hay publicaciones nuevas y no está conectado.

19.25 Pido un té con limón. Preferiría un café, pero no quiero arriesgarme a que me deje mal aliento.

19.26 Miro Facebook.

19.27 Vuelvo a mirar Facebook.

19.29 Apago el teléfono y lo vuelvo a encender.

19.42 Me siento muy mayor.

19.48 Le envío un mensaje por Facebook.

¿Habíamos dicho a las siete o a las ocho? Quizá dijimos a las ocho. En cualquier caso, aquí estoy.

20.15 Estúpida, estúpida mujer.

Miro las alpargatas nuevas y la mancha de pintalabios en la taza. Me pongo a temblar, desde la punta de los pies hasta los hombros.

—¿Se encuentra bien? —me pregunta en voz baja la camarera, un minuto después.

—Estoy bien, estoy bien —murmuro.

—¿Está segura?

—Acabo de recibir una mala noticia.

—Oh. Vaya. Lo siento mucho. ¿Puedo hacer algo por usted?

—No, gracias.

—De acuerdo. Bueno, no dude en llamarme si necesita algo, lo que sea.

Se aleja rápidamente.

Me quedo en mi mesa, con la cabeza enterrada entre los brazos. De pronto, suena el móvil. Es un mensaje de Facebook de John Yossarian.

Lo siento. Me surgió un imprevisto.

Contemplo sus palabras en estado de choque. Muy bien, perfecto. Hay una razón para que no haya venido. Pero ¿quién se cree que es para dejarme plantada? Oscilo entre el deseo desesperado de creerle y las ganas de decirle que se vaya a la mierda, pero antes de poder contenerme, escribo:

Estaba preocupada por usted.

Casi en seguida, vuelve a sonar el tono de un mensaje.

Gracias por su comprensión. No estoy jugando con usted. Habría querido estar allí más que nada en el mundo. Tiene que creerme.

Levanto la vista de la pantalla del teléfono. Tea & Circunstances está desierto. Por lo visto, nadie quiere té ni circunstancias después de las ocho de la noche. Leo y releo sus dos últimos mensajes. Aunque dice todo lo que tiene que decir, creo que nunca me he sentido tan sola. ¿Será cierto que le surgió un imprevisto? ¿Habrá tenido alguna vez la intención de venir a verme? ¿Habrá cambiado de idea en el último minuto? Quizá decidió que yo le gustaba más de lejos y que conocerme en el mundo real arruinaría su fantasía. ¿Y qué hay de mi fantasía, la fantasía de que había un hombre real en alguna parte que me veía tal como soy, un hombre que no podía dejar de pensar en mí, un hombre que me hacía sentir una mujer por quien merecía la pena obsesionarse? ¿Y si el verdadero Investigador 101 es sólo un imbécil patético que se divierte dando falsas ilusiones a mujeres solitarias de mediana edad?

Me siento demasiado herida para mentir. Tecleo.

Yo también habría querido más que nada en el mundo que usted estuviera aquí.

Pulso «Responder» y apago el teléfono.

20.28 Me meto en el coche.

20.29 Salgo para casa.

20.40 Aparco en la entrada del garaje.

20.41 Abro la puerta.

20.42 —¿Alice? —grita William—. Te estábamos esperando. Ven a reunirte con nosotros.

20.44 Llena de culpa al oír la voz de William, compongo una sonrisa y me dirijo por el pasillo hacia el cuarto de estar.

TERCERA PARTE
80

—¡Justo a tiempo! Alice zanjará la cuestión —dice Bunny, recibiéndome con una sonrisa.

Bunny está sentada en el diván, como si llevara toda la vida sentada en el mismo sitio. Tiene la pierna vendada apoyada sobre un cojín, va descalza y luce las uñas de los pies pintadas de un alegre tono mandarina. Incluso herida, es un auténtico ejemplo de cómo envejecer con gracia y elegancia. Debe de tener más de sesenta y está más guapa que nunca.

—Bunny, siento mucho lo de la pierna.

—Bah —dice Bunny—. Ahora ya somos amigos, ¿verdad,
Jampo
?

Jampo
está acurrucado en su camita de perro, en un rincón de la sala. Cuando oye su nombre, levanta la cabeza.

—Perro malo y apestoso —lo recrimino.

Él gruñe por lo bajo y, después, vuelve a apoyar la cabeza sobre las patas cruzadas.

Jack se pone de pie, con sus piernas largas, sus pecas y su mata de pelo rojizo. Es del mismo color que los gatos anaranjados o los melocotones con nata, igual que Caroline. No lo conozco tanto como a Bunny, aunque prácticamente viví en el teatro Blue Hill cuando estábamos montando la obra. Sólo recuerdo que era muy amable conmigo y que decía ser el «chico para todo» de Bunny.

—Ven, Alice. Te cedo mi asiento —dice.

—Aquí también hay sitio —dice William, dando una palmada en uno de los cojines del sofá.

No consigo mirarlo a la cara.

—No importa. Me sentaré en el suelo.

Jack arquea las cejas.

—Prefiero sentarme en el suelo, de verdad.

—Es cierto —dice William—. Muchas veces se sienta en el suelo, aunque haya sillas disponibles.

—Yo también prefería sentarme en el suelo —dice Jack—, hasta que mis caderas dejaron de preferirlo.

—¿Ya has tomado tu aspirina infantil de hoy? —pregunta Bunny.

—La aspirina infantil no tiene nada que ver con las caderas —dice Jack.

—No, pero tiene que ver con el corazón, mi amor —dice Bunny.

Se me había olvidado que Bunny llama a Jack «mi amor», algo que siempre me ha parecido muy romántico. Cuando se acabaron las funciones de
La camarera
y volví a Boston, intenté llamar a William «mi amor», pero me sonaba afectado. Hay que ganarse el derecho a hablar así, o nacer con ello. Miro a William, que me devuelve la mirada con una sonrisa, y siento náuseas.

—Jack tuvo un pequeño problema cardíaco hace unos meses —explica Bunny.

—Espero que no fuera nada grave —digo.

—No —dice Jack—. Bunny se preocupa innecesariamente.

—Lo que hago es cuidarte —dice Bunny.

—Sí, si cuidarme significa borrarme todas las canciones de Rihanna del iPod y sustituirlas por Verdi.

—¿Te gusta Rihanna? —pregunto asombrada.

—Escuchaba la música demasiado fuerte —dice Bunny—. Un marido sordo y enfermo del corazón es más de lo que puedo tolerar.

—Una pena —dice Jack—. Un poco de sordera nunca es mala para el matrimonio —añade con un guiño.

—¡Alice! —exclama Bunny—. ¡Estás preciosa! ¡Resplandeciente! Los cuarenta son una época fantástica. Antes de ponerte demasiado cómoda, ven aquí y salúdame como es debido.

Atravieso la habitación, me siento al borde del diván y me hundo en sus brazos. Huele exactamente como la recordaba: a freesia y magnolia.

—¿Todo bien? —susurra.

—Cosas de la vida —susurro a mi vez.

—¡Ah, la vida! Después hablamos, ¿de acuerdo? —me dice al oído.

Asiento, la abrazo una vez más y me instalo a su lado en el suelo.

—¿Cuál era la discusión, entonces? —pregunto.

—¿Christiane Amanpour o Diane Sawyer? —dice Bunny.

—A decir verdad, me gustan las dos —respondo—. Pero si tuviera que elegir, me quedaría con Christiane.

—No estamos diciendo cuál de las dos es mejor periodista —dice William—, sino cuál es más atractiva.

—Pero ¿qué importancia tiene cuál sea más atractiva? —replico—. Son mujeres que entrevistan a presidentes, a primeros ministros y a todo tipo de personas importantes.

—Eso mismo he dicho yo —dice Bunny.

—¿Qué tal está Nedra? —pregunta William.

—Yo… ejem…

—Tú… ejem… —dice él.

—Lo siento, estoy un poco cansada. Está muy bien. Teníamos mucho de qué hablar.

—¿De verdad? —dice—. ¿No habías hablado con ella ayer?

«Conserva la calma, Alice. No te compliques. Hagas lo que hagas, no mires hacia arriba, ni desvíes la mirada a la derecha cuando le respondas, porque eso es señal segura de que estás mintiendo. Y, sobre todo, no parpadees. Nada de parpadear.»

—Bueno, sí, por teléfono; pero casi nunca tenemos ocasión de hablar en persona, las dos solas. Ya sabes —digo, mirándolo directamente a los ojos.

William me estudia con cara de asombro. Yo intento suavizar la mirada.

—Nedra es la mejor amiga de Alice. Está a punto de casarse —explica William.

—¡Qué maravilla! ¿Quién es el afortunado? —pregunta Bunny.

—La afortunada. Se llama Kate O'Halloran —digo yo.

—Ah, muy bien. Nedra y Kate. Espero conocerlas pronto —dice Bunny.

—Alice será su dama de honor —dice William.

—En realidad, todavía no he aceptado.

—Ya imagino por qué. ¡«Dama» suena tan medieval! ¿Por qué no «mujer»? «Mujer de honor» —dice Bunny.

Asiento sin pensarlo demasiado. Sí, ¿por qué no? Soy una mujer de honor, o al menos lo era antes de esta noche.

—Bueno —dice Jack, mirando el reloj—. Estoy exhausto. Vamos a la cama, Bunny. Para nosotros, es casi la una de la madrugada.

—¡Lo siento! —exclamo, poniéndome de pie de un salto—. ¡Qué grosera he sido! ¿Nadie os ha enseñado vuestra habitación?

Oigo el ruido de la televisión en el sótano y las voces de los niños comentando el programa.

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