»Pasaron los años. Nos sustituíamos en todas las situaciones, en la clase, en familia, con los compañeros, las compañeras. Compartíamos la comida, nos cambiábamos los días. Vivíamos exactamente la misma vida, pero alternándonos. Fanny era la intelectual: ella me inició en los libros, en las ciencias, en la geología. Yo le enseñaba alpinismo, la montaña, los ríos. Entre las dos componíamos un personaje increíble… Una especie de dragón con dos cabezas.
»A veces mamá venía a vernos a la montaña. Nos traía provisiones. No nos hablaba nunca de nuestros orígenes, ni de los dos años vividos en Sarzac. Pensaba que esta impostura era para nosotras la única forma de vivir felices. Pero yo no había olvidado el pasado. Llevaba siempre conmigo una cuerda de piano. Y escuchaba siempre la sonata en
si
bemol. La sonata del pequeño cadáver en la bañera… A veces era presa de furores salvajes… Sólo apretando la cuerda de piano, me hacía profundos cortes en los dedos. Entonces me acordaba de todo. De mi miedo, en Sarzac, cuando interpretaba el papel de muchachito, de los domingos, cerca de Sète, cuando aprendí a escupir fuego, de la última noche, cuando me cortaron el dedo.
»Mamá nunca quiso darme el nombre de los asesinos, aquellos malvados que nos perseguían y que habían atropellado a mi padre. Yo le daba miedo, incluso a ella… Creo que había comprendido que un día u otro mataría a aquellos asesinos… Mi venganza sólo esperaba una pequeña chispa… Sólo lamento que esta historia de las fichas haya aparecido tan tarde, cuando los viejos Sertys y Caillois ya estaban muertos…
Judith se calló y apretó más firmemente su arma. Karim permaneció silencioso, y este silencio fue una interrogación. De repente, la joven gritó:
—¿Qué más quieres que te diga? ¿Que Caillois lo confesó todo, suplicándonos? ¿Que la chaladura ya se remontaba a generaciones? ¿Que ellos mismos continuaban cambiando los bebés? ¿Que planeaban casarnos, a mí y a Fanny con uno de esa raza fina y podrida de la facultad? Éramos sus criaturas, Karim…
Judith se inclinó.
—Eran dementes… Tarados sin remedio que creían actuar por el bien de la humanidad, creando un tronco genético perfecto… Caillois se tomaba por Dios, con su pueblo en marcha… Sertys criaba ratas por millares en el almacén… Ratas que representaban la población de Guernon… Cada roedor llevaba el nombre de una familia, ¿te dice algo esto? ¿Comprendes hasta qué punto estaban chalados, esos cerdos? Y Chernecé completó el cuadro… Decía que los iris del pueblo superior brillarían con un fulgor particular, y que él sería el centinela absoluto en el umbral del mundo, el que enarbolaría ante la humanidad esas antorchas en forma de pupilas…
Judith puso una rodilla en el suelo, con la Glock apuntando siempre a Karim, y bajó la voz.
—Con Fanny les jodimos a los retoños, créeme. Primero sacrificamos al pequeño Caillois, el primer día. Nos hacía falta una venganza a la altura de su conspiración… Fanny tuvo la idea de las mutilaciones biológicas… Dijo que debíamos destruirlos a fondo, como ellos habían destruido la identidad de los niños de Guernon… Dijo también que era preciso hacer estallar sus cuerpos en varios reflejos, como se rompería una garrafa, en mil fragmentos… Yo tuve la idea de los lugares: el agua, el hielo, el cristal. Y fui yo quien hizo el trabajo sucio… Quien hizo hablar al primer cerdo, a golpes de barra, de fuego, de
cutter…
»Después incrustamos el cuerpo en la roca y nos fuimos al almacén de Sertys a hacer toda la chapuza… Luego grabamos un mensaje en casa del bibliotecario… Un mensaje firmado "Judith", para dar miedo a esos canallas y hacerles comprender que el fantasma estaba de vuelta… Fanny y yo sabíamos que los otros conspiradores se presentarían de nuevo en Sarzac para verificar lo que creían saber desde 1982: que yo estaba muerta y enterrada en ese poblacho de mierda… Entonces fuimos allí y vaciamos mi ataúd… Lo llenamos con los huesos de los roedores que habíamos encontrado en el almacén; Sertys los guardaba etiquetados, ese cerdo de carroñero fetichista…
Judith se echó a reír y gritó de nuevo:
—¡Me imagino su jeta cuando abrieron la caja! —Pero enseguida recuperó la seriedad—. Era preciso que lo supieran, Karim… Era preciso que comprendieran que la hora de la venganza había sonado, que iban a reventar… Que iban a pagar por todo el mal que habían hecho a nuestro pueblo, a nuestra familia, a nosotras, las dos hermanas, y a mí, a mí, a mí…
Su voz se extinguió. El día proyectaba resplandores de nácar.
Karim murmuró:
—¿Y ahora? ¿Qué harás?
—Reunirme con mamá.
El poli pensó en la mujer colosal rodeada de sus fundas y sus telas multicolores. Pensó en Crozier, el hombre solitario, que debía encontrarse con ella al caer la noche. Aquellos dos acabarían en chirona, tarde o temprano.
—Tengo que arrestarte, Judith.
La joven rió burlonamente.
—¿Arrestarme? ¡Pero si soy yo quién tiene tu arma, pequeña esfinge! Si te mueves, te mato.
Karim se acercó e intentó sonreír.
—Todo ha terminado, Judith. Vamos a cuidarte, vamos a…
Cuando la joven apretó el gatillo, Karim ya había desenfundado la Beretta que llevaba siempre en la espalda, la Beretta que le había permitido vencer a los
skins,
el arma del último recurso.
Sus balas se cruzaron y dos detonaciones resonaron al alba. Karim salió indemne pero Judith retrocedió con gracia. Como llevada por una danza, titubeó unos segundos mientras el torso ya se cubría de rojo.
La joven soltó el arma automática, esbozó varios pasos y cayó al vacío. Karim creyó ver pasar por su cara una sonrisa.
Gritó de repente y se precipitó al borde de las rocas para divisar el cuerpo de Judith, la niña a quien había querido —ahora lo sabía— más que a nada en el mundo, durante veinticuatro horas.
Distinguió la silueta ensangrentada que bajaba por el río. Vio alejarse el cuerpo, alcanzar los de Fanny Ferreira y Pierre Niémans.
A lo lejos, rasgando el lecho de las montañas, se elevaba un sol incandescente.
Karim no hizo caso de él.
No veía qué clase de sol podía iluminar las tinieblas que aprisionaban su corazón.
[1]
En castellano en el original
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[2]
La final de la Recopa de fútbol de 1996 tuvo lugar en el mes de mayo pero el autor sitúa la acción en octubre.
(N. del E.)
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[3]
Inmigrante magrebí de segunda generación en Francia.
(N. de la T.)
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