Yo: Perdoname, pero que te ama y no quiere dejar a la otra para estar con vos es mentira. ¿No te das cuenta que no cierra?
Dana: Pero es lo que él me dice… cuando estamos juntos haciendo el amor, y estuvo todo bárbaro, pero ahora que se fue estoy hecha pelota. Lo amo.
Fue entonces cuando se me ocurrió ahondar un poco más en la situación haciendo unas preguntas cuyas respuestas fueron claves para entender todo.
Prestemos atención y veremos como fue que Dana llegó a la situación de estar tan enamorada y desesperada por su ex.
Yo: Te quiero hacer unas preguntitas para aclarar un poco la cosa. ¿Puedo?
Dana: Dale.
Yo: Cuando se pelearon hace un año, ¿lo dejaste vos a él?
Dana: Sí.
Yo: ¿Y él cómo quedó?
Dana: Hecho mierda, hasta una vez amenazó con matarse.
Yo: Y durante este último año que no estuvieron en pareja, ¿se siguieron viendo?
Dana: Sí.
Yo: ¿Y él seguía enamorado de vos?
Dana: Sí.
Yo: ¿Y cuándo empezaron a curtir de nuevo?
Dana: Hace un mes.
Yo: ¿Y cuándo te enteraste que tiene otra mina?
Dana: Hace cuatro días.
Yo: ¿Y cuándo empezaste a sentir que lo amabas y querías volver a estar con él?
Dana: Cuando me enteré que está con otra.
Un capo.
El ex novio de Dana es un capo.
Analicemos un poco la situación.
Dana lo dejó hace un año y él quedó muy mal porque estaba perdidamente enamorado de ella. Hasta amenazó con matarse.
Durante un año se estuvieron viendo pero ella no quería volver con él.
Desde hace un mes que se están viendo como algo más que amigos, pero ella aún no quería volver.
Hace cuatro días Dana se enteró de que él tenía otra y ahí se le vino el mundo abajo y siente que es el hombre de su vida, y sólo quiere que estén juntos para siempre.
¿Por qué? Porque durante todo el tiempo que estuvieron separados, ella lo tuvo en sus manos. Sabía que cuando ella quisiera lo podía tener. A él por supuesto no le ocurría lo mismo con ella.
¿Cuándo aflojó? Cuando se dio cuenta de que no lo tenía más en sus garras. Que él ya no estaba a su disposición porque estaba con otra.
Lo había perdido. Y fue ahí cuando se dio cuenta de que quería tenerlo.
Lo más probable es que la otra mina ni siquiera existiera. O si existía era sólo para darle celos a Dana y que reaccione.
El tipo era un capo. La estaba haciendo super bien. Encima cuando ella le dice que lo ama y que quiere estar nuevamente con él, el tipo le dice que no.
Un maestro, porque si aflojara enseguida, ella volvería pronto a sentir lo mismo que antes. Y para peor, la próxima vez que estuviera en una situación similar, el verso de la otra mina ya no sería creíble, o si lo era, Dana sabría que cuando ella quisiera, él la dejaría y volvería.
Por lo tanto debía hacer que le cueste. Dana tenía que sufrir lo más posible.
No hay duda. Sólo se desea lo que no se tiene.
Entonces, luego de analizar toda la situación le di el siguiente consejo a Dana:
Yo: Y bueno, Dana… qué le vamos a hacer… a veces se gana y a veces se pierde.
O qué creían, ¿Qué me iba a pasar de bando y le iba a arruinar al pobre tipo todo el trabajo que estaba haciendo, que además era muy pero muy difícil?
Ni loco.
Ellas deciden. Nosotros acatamos. Aunque para despojarse un poco de la culpa digan: «Fue algo mutuo». Y tango lo dicen que hasta nosotros terminamos creyéndolo.
Si la situación actual es que nuestra mujer no quiere estar con nosotros por el motivo que fuera y eso nos tiene extremadamente mal, significa que nosotros no decidimos nada. Si hubiéramos tenido oportunidad de decidir hubiéramos dicidido seguir juntos. Y son ellas las que dicen «Ahora sí» o «Ahora no».
Puede pasar por ejemplo una semana de separación con nosotros extrañándolas como locos y tal vez pensando que la situación no se recompondrá.
Suena el teléfono.
Nuestro corazón comienza a latir como si acabáramos de correr la maratón de 9 de Julio. No queremos que se dé cuenta de que estamos tan hechos de goma que atendemos al primer llamado, entonces esperamos a que suene tres veces. Jamás dejaríamos el contestador por miedo a que ella no quiera dejar un mensaje grabado. Respiramos hondo, ponemos voz de locutor de FM y decimos:
—Hola.
—Hola querido, habla la tía Francisca.
Tía Francisca y la reputa madre que te re mil parió.
Y así puteamos para nuestros adentros a cuanto familiar o amigo llame en esa semana. Porque aunque no nos guste reconocerlo, estamos esperando que ella quiera volver a vernos y se digne llamarnos.
Finalmente un día, levantamos el puto auricular y es ella. Quiere vernos. Hay posibilidades de un arreglo. Por supuesto, cuando nos pregunta —¿Cuándo podemos vernos? —le contestamos: —¿Podés ahora?
Primer gran error.
Lo esperable sucede. Nos encontramos, charlamos un poco, nos abrazamos, nos besamos y creemos que ya está todo solucionado y que nos encaminamos juntos hacia una vida llena de dicha y felicidad donde este mal trance sólo se verá como un pequeño recuerdo que será tapado por millones de buenos momentos.
Segundo gran error.
Ella decidió dejarnos, nosotros acatamos.
Ella decidió volver, nosotros acatamos.
Ni bien nos extrañaron un poquito, nos llamaron y ahí estábamos. Pero, ¿está solucionado el problema de fondo que generó el conflicto?
No.
Tal vez nosotros creamos que sí. Pero no.
Y entonces, si no está solucionado, ¿por qué volvieron?
Porque nos extrañaron un poquito.
Entonces la cosa no sólo que no mejoró sino que empeoró. Porque ahora sabe que si una vez pudo irse y volver, puede hacerlo nuevamente. Entonces a la menor duda en sus sentimientos se vuelve a ir. Total… se puede volver. En esos momentos somos como un yo-yo. Siempre nos tienen enganchados del hilito.
Nos tiran contra el piso, nos hacen patinar un rato y cuando se les da la gana, ¡¡¡Hop!!! Dan el tironcito y nos tienen otra vez en la mano. Entonces se entusiasman y empiezan a jugar mejor. Y nos hacen hacer el perrito, y el triangulito, y la vuelta al mundo. Y después vuelven a dar el tironcito y otra vez arriba. La tendencia es que esto se repita hasta que un día se aburran de jugar al yo-yo, se desenganchen el hilo y se lo regalen a algún primito o lo tiren a la mierda.
Ante estas situaciones sólo hay una salida.
Tener el quiero. Como en el truco.
Revertir la situación de manera tal que sientan que no son ellas las que deciden y nosotros los que acatamos.
Es difícil. Muy difícil. Pero la del yo-yo no nos lleva a ningún lado. Hay que cortar el hilo. Si estamos separados por decisión de ella, por supuesto hay que esperar que llame. Jamás llamar nosotros. Aunque encontremos una maravillosa excusa tal como «Tengo tu osito» o «¿Querés tus fotos?»
Si quiere su osito o las fotos te las va a pedir. Es probable que lo haga y que esto sea una excusa de ella para verte.
Que no lo logre. Si quiere verte que te lo diga con todas las letras como cuando te dijo que no te quería ver más. Si ese es el caso, decíle que si quiere sus cosas pase a buscarlas en un momento en el que vos no estés. Ahí la vas a desconcertar y por primera vez le va a temblar un poco el piso.
Sí, ya sé, para hacer esto tenés que ser San Martín. Pero no te queda otra. Te aseguro que si querés reconquistarla en serio, no te queda otra. Como ya dijimos antes, si nos quiere va a llamar, y si no nos quiere, para qué queremos que llame.
Ella, suponiendo que tiene el yo-yo en la mano, va a llamar para que se encuentren y hablar. Y ese es el momento para que el yo-yo cambie de mano.
Ahí es cuando vos tenés que pasar a tener «el quiero».
¿Cómo? Sencillo.
Hay que tener huevos, pero es sencillo. Le decís que esa semana no podés. Y bueno… te dije que había que tener huevos.
¿No los tenés?
Ah bueno, entonces le decís que esa semana no podés, que a vos también te están pasando cosas y que también tenés que aclarar un poco tu mente (sanata total) antes de hablar con ella. Y lo que es fundamental, no pongas en esa primera conversación ninguna fecha, ni lejana, para ese encuentro. Limitate a decir: «Yo te llamo». Ese «Yo te llamo» hizo que todo cambiara. Ahora ya no es ella la que decide y vos el que acata. Ahora ella no puede hacer más que esperar tu llamado y vos ya no tenés ese nudo en el pecho. Te sentís más desahogado porque sabés que el «quiero» lo tenés vos.
Se le cortó el hilito del yo-yo.
Dejá pasar un tiempo prudencial.
¿Cuál es el tiempo prudencial? No lo sé, depende el caso, pero como regla general te diría que cuanto más aguantes mejor, y que nunca ese tiempo sea inferior a tres días. Lo ideal es que tenga un fin de semana en el medio, donde ella se rompa la cabeza pensando que vos, teniendo la posibilidad de llamarla, te fuiste de joda solterito.
Si te vuelve a llamar insistiendo, volvé sobre lo mismo: «No puedo, yo te llamo». Eso sí, después de que se arreglen no te mandes la ranada de contarle lo mal que estuviste en el tiempo que estuvieron separados, que no podías dejar de pensar en ella, que en realidad ese fin de semana te quedaste tirado en la cama rodeado de sus fotos y sus cartas. Eso le volvería a poner el hilo en el dedo y se tentaría de volver a jugar.
Que por unos días sienta que tal vez vos no la llames, que tal vez no quieras volver, que tal vez tengas otra. Después la vas a llamar, se van a encontrar, van a hablar y seguramente se van a arreglar.
Pero porque vos quisiste. No porque ella lo decidió y vos acataste.
Eso va a hacer que todo cambie de ahí en adelante. Ahora que sabe que no sos un juguete te va a valorar mucho más.
En situaciones como la anterior o similares, a veces nos puede dar la sensación de que nos estamos excediendo. Que estamos haciendo sufrir a la otra persona más de la cuenta. Y tal vez sea cierto, pero ese no es nuestro problema. Cuanto más nos extrañe y sufra por nosotros la otra parte, dicho sea de paso la que provocó el conflicto, menos posibilidades hay de que en el futuro se vuelvan a repetir estos acontecimientos.
En una época yo era empleado en una empresa muy importante, donde mi padre era gerente. Esta empresa un día decide organizar un campeonato de tenis. Los favoritos para ganar este torneo eran el Sr. González, presidente de la empresa, y yo.
El Sr. González jugaba al tenis asiduamente, dado que tenía una cancha propia en su estancia, y practicaba el juego desde hacía muchos años. Si yo quería ganarle sólo tenía una forma: poner absolutamente todo y no perdonarle ni un solo tanto, olvidándome que era el presidente de la empresa. De lo contrario, él se agrandaría y a mi me costaría volver a encontrar mi juego.
Yo sabía que podía ganarle, pero que perdería si intentaba regular el partido.
Fue así como utilicé toda la potencia en mis golpes, corrí absolutamente todas las pelotas, pegué con furia todos los smash que me dejó servidos y busqué sus puntos débiles provocando sus errores impiadosamente, ante la mirada represora de mi padre que quería que ambos conservaramos nuestros empleos. Si regulaba perdía.
Gané 6-1; 6-0.
—¿Era necesario? —preguntó mi padre al finalizar el partido con cara de orto.
Si quería ganar sí. Y yo quería ganar.
O sea que cuando te digan: «Pobre, llamala, está hecha mierda» o cuando ella insista con un «necesito verte hoy mismo», seguí jugando sin aflojar la pelota.
Ganále si es posible 6-0; 6-0. Porque el riesgo es perder.
Tal vez recibiste de ella una carta, o un e-mail, diciéndote que te quiere pero que por algún motivo no puede seguir adelante con la relación. Que nunca va a dejar de quererte y que sos el amor de su vida, pero…
O tal vez en lugar de escribírtelo te lo dijo personalmente y se fue. Te ama pero por algún motivo dice que no quiere seguir adelante con la relación.
Pueden estar pasando dos cosas:
Ella ya hizo su jugada, que aunque parezca una jugada final seguramente no lo es.
Entonces nos ponemos a elaborar nuestra movida con el fin de llevarla a cabo.
Las opciones puede ser:
Si llevo a cabo la opción uno, ella podría pensar que realmente estoy de acuerdo con terminar. No va.
Si llego a cabo la opción dos, descargaría la bronca que tengo, pero esto haría que ella piense que estoy enojado, que la odio y que no la quiero ver más. Tampoco va.
Si llevo a cabo la opción tres, me colocaría muy por debajo de ella y no es la imagen que quiero dar. No me convendría en absoluto. Tampoco va.
Si llevo a cabo la opción cuatro tal vez me diga «OK», me devuelva mis fotos y ahí se termino la historia. Yo ya habría hecho mi jugada y se terminaría el partido.
En la película «Juegos de Guerra», existía una super computadora que tenía la facultad de armar una estrategia de ataque modificable de acuerdo a la respuesta del enemigo. En cada jugada de ataque que armaba la computadora en una «Guerra Termonuclear Global», el enemigo respondía de tal manera que indefectiblemente el mundo era destruido. Y si el mundo era destruido, evidentemente nadie ganaba la guerra. Razón por la cual, después de probar todas las variantes posibles la computadora se detuvo y le dijo a los presentes: «La única jugada ganadora, es no jugar».