El ayudante del forense cogió un bisturí y efectuó una profunda incisión de quince centímetros de longitud en el abdomen de la víctima. Abrió la incisión con los dedos, introdujo un termómetro en el hígado y midió una temperatura de treinta y cinco grados. Calculó que la muerte se había producido entre las tres y las cinco de la madrugada.
Hallinen examinó las ligaduras. La media y el cordón de algodón estaban atados al cuello de la víctima por separado. El cordón parecía el de una persiana veneciana, o tal vez se tratase de una cuerda de colgar la ropa.
El cordón había sido anudado en la parte posterior del cuello de la víctima. El asesino lo había atado tan fuerte que uno de los extremos se había roto; el cabo deshilachado y la diferencia de longitud entre ambas puntas demostraban el hecho de forma concluyente.
La media que rodeaba el cuello de la víctima era idéntica a la que tenía en torno al tobillo izquierdo.
El ayudante del forense cerró el furgón y se llevó el cuerpo al depósito del condado de Los Ángeles. Jack Lawton emitió un anuncio por la banda policial:
Alerta a todas las unidades del valle de San Gabriel: varones sospechosos con cortes y arañazos recientes.
Ward Hallinen reunió a varios reporteros de radio. Les dijo que lo emitieran por las ondas locales:
Encontrada muerta mujer blanca. Cuarenta años. Pelirroja. Ojos azulados. Un metro sesenta y siete. Sesenta y dos kilos. Dirigir a los posibles informadores al Departamento de Policía de El Monte o a la Oficina del Sheriff de Temple City.
El jefe Davis y el capitán Bruton se dirigieron hacia la Central de la policía de El Monte. Allí se unieron a ellos tres hombres de Homicidios: el inspector R.J. Parsonson, el capitán Al Etzel y el teniente Charles McGowan.
Se aprestaron para una sesión de reflexión. Bruton llamó a los departamentos de Policía de Baldwin Park y Pasadena, a la Oficina del Sheriff de San Dimas y a la Policía de Covina y de West Covina. Repasó con ellos los datos de la víctima y obtuvo idéntica respuesta: no encajaba con la descripción de ninguna de las mujeres cuya desaparición había sido denunciada últimamente.
Agentes uniformados y policías de El Monte rastrearon los patios del instituto Arroyo. Hallinen, Lawton y Andre hicieron lo propio en el vecindario más próximo.
Hablaron con la gente que paseaba y con quienes tomaban el sol en sus jardines. Hablaron con una larga serie de clientes en la lechería. Los agentes describieron a la víctima y en todas las ocasiones recibieron la misma respuesta: No sé de quién me habla. La zona era residencial y medio rural. Casas pequeñas intercaladas con parcelas vacías y manzanas de terreno baldío. Hallinen, Lawton y Andre consideraron que era inútil continuar con las averiguaciones.
Se dirigieron en el coche patrulla hacia el sur, en dirección a las autovías principales de El Monte: Ramona, Garvey, Valley Boulevard. Recorrieron una serie de cafés y algunos bares. Hablaron de la pelirroja y recibieron una serie de respuestas negativas.
El examen inicial resultó inútil.
El rastreo de la zona resultó inútil.
Ninguna patrulla informó acerca de varones sospechosos que presentasen cortes y arañazos.
En el Departamento de Policía de El Monte se recibió una llamada. El comunicante dijo que acababa de oír un boletín por la radio. La mujer que habían encontrado en el instituto le recordaba a su inquilina.
El encargado de la centralita llamó por radio a Virg Ervin y le dijo que fuese a ver a la mujer al 700 de Bryant Road.
La dirección estaba en El Monte, a un kilómetro y medio al sudeste del instituto Arroyo. Ervin se dirigió hacia allí y llamó a la puerta.
Abrió una mujer. Se identificó como Anna May Krycki y declaró que la descripción de la muerta encajaba con la de su inquilina, Jean Ellroy. Jean había salido de su casita en la propiedad de los Krycki la noche anterior, alrededor de las ocho. Había pasado toda la noche fuera y aún no había regresado.
Ervin describió el gabán y el vestido de la víctima. Anna May Krycki dijo que le recordaban la ropa favorita de Jean. Ervin describió la cicatriz en el pecho derecho de la víctima. Anna May Krycki dijo que Jean le había enseñado la marca.
Ervin volvió al coche y radió la información a la centralita de El Monte. El oficial de guardia envió un coche patrulla a buscar a Jack Lawton y a Ward Hallinen. El coche los encontró en menos de diez minutos. Luego, los llevó directamente a casa de los Krycki.
Hallinen mostró de inmediato el anillo de la víctima. Anna May Krycki lo identificó como perteneciente a Jean Ellroy.
Lawton y Hallinen se sentaron con ella y la interrogaron. Anna May Krycki dijo estar casada. Su marido se llamaba George, y tenía un hijo de doce años, llamado Gaylord, de un matrimonio anterior. Jean Ellroy también era, técnicamente, «señora de», pero llevaba varios años divorciada de su esposo. El verdadero nombre de Jean era Geneva. El segundo nombre, Odelia, y su apellido de soltera, Hilliker. Jean era enfermera diplomada. Trabajaba en una fábrica de piezas para aviones en el centro de Los Ángeles. Ella y su hijo de diez años vivían en el pequeño bungaló de piedra que se alzaba en el jardín trasero de los Krycki. Jean conducía un Buick rojo y blanco del 57. El hijo pasaba el fin de semana con su padre, en L.A., y volvería en unas horas.
La señora Krycki les enseñó una foto de Jean Ellroy. El rostro encajaba con el de la víctima.
La señora Krycki dijo que la noche anterior, hacia las ocho, vio a Jean salir del bungaló. Iba sola. Se marchó en su coche y no volvió. El coche no estaba en el garaje ni en el sendero de entrada de la casa. La señora Krycki declaró que la víctima y su hijo se habían trasladado al bungaló hacía cuatro meses. Dijo que el chico pasaba los días laborables con la madre y los fines de semana con el padre. Jean procedía de un pueblecito de Wisconsin. Era una mujer trabajadora y callada que no hablaba de sí misma. Tenía treinta y siete años.
El padre del chico había pasado a recoger a éste en taxi el sábado por la mañana. El día anterior, por la tarde, la señora Krycki había visto a Jean ocuparse del jardín. Hablaron un poco, pero Jean no le comentó qué planes tenía para la noche.
Virg Ervin preguntó por el coche de la víctima. ¿Dónde ponía gasolina, normalmente?
La señora Krycki le dijo que averiguara en la estación de servicio de Union, 76. Ervin pidió el número a Información, llamó a la gasolinera y habló con el propietario. El hombre repasó sus registros y volvió al aparato con un número de matrícula: California/KFE 778.
Ervin facilitó el número a la centralita del Departamento de Policía de El Monte. La centralita difundió el dato a todas las unidades de la policía local y de la Oficina del Sheriff.
La entrevista continuó. Hallinen y Lawton insistieron en un tema: la víctima y los hombres con quienes se relacionaba.
La señora Krycki dijo que la vida social de Jean era limitada. No daba la impresión de que tuviese novios. Salía sola en ocasiones, y, por lo general, regresaba temprano. No acostumbraba beber mucho. A menudo decía que quería dar buen ejemplo a su hijo.
Se presentó George Krycki. Hallinen y Lawton le preguntaron qué había hecho el sábado por la noche.
El hombre les contó que hacia las nueve Anna May había ido a ver una película. Él se había quedado en casa, mirando un programa de lucha libre que daban en televisión. Había visto a la víctima salir con el coche entre las ocho y las ocho y media, y no la vio ni oyó volver.
Ervin pidió a los Krycki que lo acompañaran al depósito de cadáveres del condado de Los Ángeles para hacer una identificación concluyente del cuerpo.
Hallinen llamó al Laboratorio de Criminología y les dijo que enviaran un agente al 700 de Bryant, El Monte, a tomar huellas en la casa pequeña situada detrás de la grande.
Virg Ervin llevó a los Krycki al Palacio de Justicia de Los Ángeles, un trayecto de veinte kilómetros por la autovía de San Bernardino. El despacho del forense y el depósito de cadáveres estaban en el sótano, bajo la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff. La víctima estaba guardada, sobre una plancha, en una cámara refrigerada. Los Krycki la vieron por separado. Ambos la identificaron como Jean Ellroy.
Ervin les tomó una declaración formal y envió a los Krycki de regreso a El Monte.
El agente que se ocupaba de las huellas se reunió con Hallinen y Lawton a la puerta del bungaló de Ellroy. Eran las cuatro y media de la tarde y el día continuaba siendo caluroso y húmedo.
El bungaló era pequeño, de madera de color marrón y rocas de río. Se levantaba detrás de la casa de los Krycki, en el extremo de un jardín compartido. El jardín tenía palmeras, de sombra y bananeras, altas, y en el centro había un estanque de piedra y mortero. Las dos casas estaban situadas en la esquina sudeste de Maple Avenue y Bryant. La vivienda de Jean Ellroy tenía una puerta que daba a Maple.
La entrada principal daba al estanque y a la puerta trasera de los Krycki. Era de cristal, con parteluces y marco de madera. Cerca de la cerradura faltaba uno de los vidrios. La puerta no podía cerrarse con pasador desde dentro ni desde fuera.
Hallinen, Lawton y el agente encargado de tomar las huellas entraron en la casa. Distaba mucho de ser espaciosa. Dos pequeños dormitorios frente a una angosta sala de estar. Una cocina de pie, una mesilla de desayuno en un rincón y un cuarto de baño.
La vivienda estaba limpia y ordenada. No se veía nada fuera de lugar. Las camas de la víctima y de su hijo estaban hechas. Nadie había dormido en ellas.
En la cocina encontraron un vaso con un poco de vino. Registraron los cajones del dormitorio de la víctima y encontraron algunos documentos personales. Averiguaron que la víctima trabajaba en Airtek Dynamics, en el 2.222 de South Figueroa, L.A.
Averiguaron que el ex marido de la víctima se llamaba Armand Ellroy. Vivía en el 4980 de Beverly Boulevard, L.A. Su número de teléfono era Hollywood 3-8700.
Comprobaron que la víctima no tenía teléfono.
El agente encargado de tomar las huellas empolvó el vaso y varias superficies más, pero no encontró ninguna impresión dactilar.
Hallinen regresó a la casa de los Krycki y telefoneó al número del marido. Dejó que sonara largo rato, pero no obtuvo respuesta.
Virg Ervin entró en la casa. Dijo que Dave Wire había encontrado el coche de la víctima aparcado detrás de un bar, en Valley Boulevard.
El bar se llamaba Desert Inn. Estaba en el 11.721 de Valley Boulevard, a tres kilómetros del lugar donde había aparecido el cuerpo y a uno y medio de la casa de la víctima. Era un edificio achaparrado de una planta, con techumbre de tejas rojas de arcilla y toldos en las ventanas delanteras.
El aparcamiento trasero se extendía hasta una hilera de bungalós baratos de paredes estucadas. Una franja gris cubierta de sicomoros separaba un aparcamiento para cuatro coches. Una cadena baja cerraba el recinto por los lados.
Junto a la verja del costado oeste había aparcado un Buick blanco y rojo. A su lado estaba Dave Wire. Jim Bruton y Harry Andre se encontraban apoyados en un coche patrulla de la Oficina del Sheriff.
Estaba allí Al Etzel, y también Blackie McGowan.
Hallinen y Lawton entraron con el coche en el aparcamiento. Virg Ervin y el agente encargado de tomar las huellas llegaron en coches separados.
Dave Wire se acercó y expuso todo lo averiguado.
Tras tomar nota del número de matrícula emitido por radio, había empezado a buscar en calles secundarias y aparcamientos. Encontró el coche de la víctima a las 15.35. No habían echado el seguro y no parecía que lo hubieran forzado. Inspeccionó los asientos delanteros y el trasero y no encontró las llaves, el bolso, la ropa interior ni los zapatos de la víctima. Lo que sí encontró fue media docena de latas de cerveza vacías, envueltas en papel marrón y atadas con un cordel.
Hallinen y Lawton examinaron el coche. Estaba perfectamente limpio tanto por dentro como por fuera. El agente del laboratorio sacó fotografías del interior y del exterior y empolvó las puertas y el salpicadero, pero no encontró huellas latentes viables.
Llegó un agente de Temple, que procedió a confiscar el coche y llevárselo a un concesionario Ford para que lo guardaran.
En la franja de hierba de la acera empezaba a formarse un grupo de mirones. Wire señaló a Roy Dunn y Al Manganiello, dos camareros del Desert Inn.
Andre y Hallinen hablaron con ellos. Dunn dijo que la noche anterior estaba trabajando; Manganiello dijo que sólo trabajaba algunos días. Hallinen les mostró la fotografía de la víctima que le había dado la señora Krycki. Los dos camareros afirmaron que nunca habían visto a esa mujer.
Nunca habían visto el Buick blanco y rojo. Dunn estaba a cargo del bar la noche anterior, pero se encontraba detrás de la barra, en una esquina, y desde ahí no podía ver salir y entrar a los clientes. Los dos calcularon que el Buick llevaba aparcado detrás del bar todo el día. Quizás incluso toda la noche anterior.
Andre les preguntó quién más había trabajado con ellos. Dunn respondió que hablara con Ellis Outlaw, el gerente.
Hallinen y Andre entraron en el local. El capitán Etzel y el teniente McGowan los siguieron.
El Desert Inn era estrecho y tenía forma de ele, con reservados de plástico imitación cuero. Una barra baja dominaba tres filas de mesas y la puerta principal; detrás de ella había un mostrador para las copas y una cocina. El brazo corto de la ele estaba ocupado por una pista de baile y un escenario elevado.
Andre y Hallinen llamaron a Ellis Outlaw y le mostraron la foto de la víctima. Outlaw dijo que nunca la había visto. Y tampoco el Buick del 57 aparcado detrás del bar. La noche anterior no había trabajado, pero sabía quién lo había hecho.
Les dio algunos nombres:
Su esposa, Alberta
Bert
Outlaw. Su hermana, Myrtle Mawby. Las dos se encontraban en su casa en ese momento. Vivía en los apartamentos Royal Palms, en el 321 de West Mildred Avenue, West Corvina. Podían probar también con Margie Trawick, en el teléfono Gilbert 8-1136. Era camarera eventual en el Desert Inn y según había oído Outlaw, la noche anterior estaba en el local.
Hallinen anotó la información y salió del Desert Inn tras los demás agentes. En el aparcamiento había un número considerable de miembros del Departamento de Policía de El Monte pendientes de lo que sucedía.