CUALQUIER INFORMACIÓN AL RESPECTO, DIRIGIRLA A J.G. LAWTON Y W.E. HALLINEN, BRIGADA DE HOMICIDIOS, OFICINA DEL SHERIFF (REFERENCIA: LAWTON CG DB BRIGADA DE HOMICIDIOS EXPEDIENTE Z-483-362).
E.W. BISCAILUZ, SHERIFF
Ese mismo día por la tarde, Bill Vickers volvía a investigar los locales de El Monte.
Preguntó en el Suzanne's Cafe con resultados negativos. Preguntó en The Dublin Inn, con idéntica suerte:
En el 49-er, el camarero que atendía la barra dijo que era probable que la víctima hubiese estado allí el sábado anterior, 14 de junio, por la noche.
Iba acompañada de un tipo de aproximadamente un metro ochenta de estatura, corpulento y con el cabello rubio ligeramente ondulado. Los dos estaban borrachos. Se quedaron poco rato y discutieron, al parecer porque la pelirroja había rehusado una copa. El camarero añadió que ya había visto al rubio con anterioridad, pero que no era un asiduo. No tenía ni idea de cómo se llamaba.
Vickers preguntó en el restaurante Mama Mia. El propietario le dijo que llamase a su camarera, Catherine Cathey, que había atendido las mesas el sábado por la noche.
Vickers la llamó. Catherine Cathey explicó que una mujer pelirroja había llegado al local hacia las ocho, sola. Vickers dijo que volvería a telefonearle y que concertarían una cita para enseñarle una foto de la víctima.
Vickers preguntó en el Off-Beat. Allí, nadie reconoció a la mujer de la foto. La esposa del dueño le refirió una historia que en su opinión tal vez estuviese relacionada con el caso.
La noche anterior se encontraba en el Off-Beat una cliente habitual, llamada Ann Mae Schidt. Según contó, el viernes anterior por la noche estaba tomando una copa en el Manger Bar con su marido y otra pareja y hubo una discusión entre ellos. La mujer se marchó sola del bar, y fuera se le acercó un mexicano.
El tipo la introdujo a la fuerza en un coche e intentó violarla. No lo consiguió y Ann Mae logró escapar.
No hubo denuncia de la agresión, pues Ann Mae temió que la detuviesen por ebriedad manifiesta.
Ann Mae tenía cuarenta y pocos y era pelirroja. La esposa del dueño le dio a Vickers su número de teléfono: GI8-0696.
Vickers le dejó su tarjeta y se dirigió hacia el Manger. De camino, sus pesquisas tuvieron resultados negativos en Kay's Cafe y en la parada de taxis de El Monte.
Un tipo llamado Jack Groves se encargaba de la barra del Manger. Reconoció a la víctima en la foto y dijo que había estado allí el sábado por la noche, entre las ocho y las nueve. Creía recordar que no iba acompañada.
A Groves no le sonaba en absoluto el nombre de Ann Mae Schidt, pero agregó que los dueños, Carl Manger y su esposa, quizá supieran algo.
Ellos llevaban el local el sábado por la noche y quizá tuvieran más información acerca de la pelirroja.
Lavonne Chambers estaba divorciada. Vivía con sus tres hijos pequeños en una casita, donde Hallinen y Lawton le tomaron declaración formal.
DECLARACIÓN DE LAVONNE CHAMBERS, TOMADA EN FOXDALE AVENUE, 823, WEST COVINA. PRESENTES: SARGENTO W.E. HALLINEN, SARGENTO J.G. LAWTON. 15.55 HORAS DEL 25 DE JUNIO DE 1958. PARA EL EXPEDIENTE N.° Z-483-362. TRANSCRITA POR DELLA ANDREW, TAQUÍGRAFA OFICIAL.
POR EL SARGENTO LAWTON:
P. ¿Cómo se llama usted?
R. Lavonne Chambers.
P. ¿Su segundo nombre, por favor?
R. Marie.
P. ¿Qué edad tiene, señora Chambers?
R. Veintinueve.
P. ¿Y cuál es su dirección habitual?
R. Foxdale, 823, West Covina.
P. ¿Y su número de teléfono?
R. Edgewood 7-6686.
P. ¿Cuál es su oficio u ocupación?
R. Camarera en el Stan's Drive-In. Atiendo los coches.
P. ¿Se trata del Stan's Drive-In de Five Points, El Monte?
R. Sí.
P. ¿Trabajó usted en el Stan's entre la noche del sábado 21 de junio y la madrugada del domingo 22 atendiendo coches?
R. Sí.
P. Y en el curso de la noche, entre los diferentes coches a los que sirvió, ¿hubo alguno en especial cuyos ocupantes le llamaran la atención?
R. Bueno, eso fue cuando regresaba de cenar. Normalmente, ceno a las nueve en punto. Por lo general, cuando vuelvo son las diez. Fue entonces cuando vi a esa mujer… Fue ella quien me llamó la atención, más que el hombre.
P. La mujer le llamó la atención más que el hombre. ¿Y dice que eso fue después de las diez?
R. Sí, fue después de las diez.
P. ¿Pudo haber sido más cerca de las once?
R. Es posible, pero me parece que más bien era poco después de las diez, porque no hacía mucho que había vuelto de cenar.
P. ¿En qué coche iba esa pareja?
R. En un Oldsmobile verde oscuro, del 55 o del 56; lo más probable es que fuera del 55, por el tipo de pintura. Tenía un acabado realmente mate y daba la impresión de que la chapa no había sido encerada jamás.
P. ¿Qué clase de coche?
R. Un sedán.
P. ¿Conoce las diferencias, en la gama Oldsmobile, entre la línea normal y la serie Holiday?
R. Sí, sé que los Holiday eran más grandes.
P. ¿Y le parece a usted que el coche del que hablamos era un Holiday?
R. No. No lo era.
P. ¿Está segura de que no?
R. Sí, estoy segura.
P. ¿Recuerda que hablamos con usted anoche, en Stan's? Parece que algo de lo que nos dijo… ¿Cabe la posibilidad de que el coche estuviera pintado en dos tonos?
R. Es posible. Pero en ese caso tenían que ser del mismo color. Verde; un tono más claro y uno más oscuro.
P. ¿Qué recuerda al respecto? Tal vez haya pensado en ello desde que hablamos anoche. Entonces comentamos si el coche estaba pintado en dos tonos o no.
R. Sigo pensando que lo estaba.
P. ¿La parte inferior era la más oscura?
R. Ajá.
P. Dijo usted que quien más le había llamado la atención era la mujer. ¿Cómo es eso?
R. Bueno, normalmente te acercas al coche y preguntas a los clientes si quieren una carta, y te responden que sí o que no. Pero esa mujer no sabía qué quería. «Quiero un bocadillo, el bocadillo más pequeño que tengan», dijo, y yo le pregunté: «¿Un perrito caliente?» «El más pequeño que tengan», insistió. «Entonces le traeré uno caliente de mantequilla y queso», apunté, y ella respondió que de acuerdo. El hombre no decía nada; esperé a que pidiera algo, pero sólo quería café. Tomé la nota y, cuando fui a coger la bandeja, me fijé en el anillo, por el modo en que estaba sentada. Sonreía y soltaba carcajadas sin parar. Parecía verdaderamente contenta.
P. Disculpe, ¿dice que se fijó en el anillo por el modo en que estaba sentada?
R. Cuando me asomé a la ventanilla del coche, la mujer llevaba el anillo en este dedo, de modo que pude verlo.
P. ¿Dice que llevaba el anillo en el dedo anular?
R. Ajá.
P. ¿En la mano izquierda?
R. Ajá.
P. ¿Puede describir el anillo?
R. Era una perla enorme. Enorme.
P. ¿Algo más en particular, al respecto?
R. Supongo que, en realidad, parecía mayor debido a la posición de la mano, porque desde donde yo me encontraba podía ver la mayor parte de la perla.
P. ¿Algo más, aparte de la perla?
R. No; sólo eso y el vestido que llevaba. El vestido azul. Me fijé en eso.
P. Bien, si recuerda, también le enseñamos un gabán que tiene dos tipos distintos de tejido, el exterior, de lino de un tono azul marino, y el forro, de una seda azul que variaba de tono.
R. Eso es; un vestido azul oscuro.
P. Ese tejido que vio, el que servía de forro al gabán que le enseñamos anoche, ¿era el mismo que el del vestido?
R. Sí, era el mismo.
P. ¿Tuvo la impresión de que la mujer había bebido?
R. Sí, claro. Yo diría que estaba bastante borracha.
P. ¿Usted diría que estaba bastante borracha?
R. Ajá.
P. ¿Y el hombre?
R. No, él no. Si estaba borracho, no lo demostraba. Parecía muy sobrio.
P. ¿Puede describirnos a la mujer?
R. Era delgada, tenía el cabello rojo y corto, y resultaba muy agradable, encantadora incluso, o a mí me lo parecía. Era una mujer de esas que uno la mira dos veces.
P. ¿Cuántos años le calcula a esa mujer?
R. No lo sé. Nunca acierto cuando se trata de calcular edades.
P. Bien, según recuerdo, usted tiene veintinueve.
R. Yo diría que era mayor que yo.
P. ¿Cuánto mayor?
R. Cielos, no lo sé.
P. En su opinión, ¿podría tener cuarenta?
R. Sí, es posible.
P. No quiero inducir ninguna de sus respuestas; lo que pretendo es poder llegar a sus recuerdos más importantes, intentar ayudarla a recordar, al menos, un poco. ¿Qué me dice del hombre? ¿Qué aspecto tenía?
R. Moreno, muy delgado. Cara chupada, cabellos oscuros y peinados hacia atrás.
P. Cabellos oscuros, dice. ¿Castaños o negros?
R. O eran negros, o de un castaño oscurísimo.
P. ¿Le parece que usaba algún preparado para estirarlos?
R. ¡Ah!, para alisarlos, quizá. Bueno, no me fijé mucho. Tenía una cabellera abundante. Aunque en realidad no lo era tanto, pero a pesar de unas buenas entradas, todavía conservaba bastante pelo en la cabeza.
P. ¿Alisado?
R. Ajá.
P. ¿Qué edad le calcula?
R. Treinta y tantos… Treinta y cinco, quizás, o algo más.
P. ¿Entre treinta y cinco y cuarenta, tal vez?
R. Ajá.
P. ¿De qué nacionalidad cree usted que podía ser?
R. Ella, desde luego, no me pareció otra cosa que norteamericana, pero él… Yo lo tomaría por griego o italiano.
P. Griego o italiano. ¿Es posible que fuera mexicano o hispano? ¿Latino?
R. Podría ser. (Pausa.) Su tono de piel no era…, me parece que no era lo bastante oscuro como para que se tratara de un mexicano. Por supuesto, conozco un montón de hispanos de piel clara, pero…
P. ¿Se fijó en algo especial sobre el estado de la indumentaria de la mujer, en ese momento?
R. No noté nada raro. Pero la primera vez que los serví, me fijé en el vestido que llevaba puesto. Recuerdo que era escotado, porque había mucha luz.
P. Respecto al coche… Desde que hablamos anoche, ¿ha recordado usted algo, algún detalle distintivo, que nos pudiera ayudar a identificarlo?
R. No; anoche pensé en el coche. Pensé que debía de tener matrícula de California. Si hubiera sido de otro estado, me habría fijado. Trabajamos por la propina, y el noventa y nueve por ciento de los coches de otros estados no te dejan absolutamente nada, de modo que una se fija. Y no me fijé en que el coche no tuviera matrícula de California, así que es muy probable que lo fuera.
P. Cualquier cosa que recuerde: una abolladura en el parachoques, la rejilla del ventilador rota, cualquier cosa…
R. (Interrumpiendo.) Sólo me fijé en que el acabado de la pintura era muy mate.
P. Cuando les hubo tomado el pedido y les hubo cobrado, ¿los oyó o los vio marcharse?
R. No.
P. ¿En algún momento oyó el coche en marcha?
R. No. Cuando me acerqué a recoger la bandeja, el motor estaba apagado.
P. ¿Y no los oyó marcharse?
R. No.
P. En otras palabras, ¿no sabría decir si tenía un tubo de escape particularmente ruidoso o algo parecido?
R. No.
P. Bien, tengo entendido que más tarde volvió a ver el coche. ¿Puede decirnos cuándo?
R. La madrugada del domingo, después de que el bar cerrase. Debían de ser las dos y cuarto o un poco más, porque normalmente no hay mucha gente por allí hasta esa hora. Pero a las dos y cuarto el aparcamiento está casi siempre lleno, y tuvieron que quedarse atrás, casi al fondo, justo donde hay una farola que ilumina el lateral. La mujer era perfectamente visible. Me acerqué al coche y les pregunté si querían una carta. Ella contestó que le apetecía un plato de enchilada y una taza de café. Me quedé esperando a que él pidiera, y supongo que de otro modo no le habría dado importancia. Finalmente, dijo que sólo quería café.
P. ¿Dice usted que la mujer pidió enchilada?
R. Ajá.
P. ¿Sólo enchilada, o enchilada con frijoles?
R. Sólo enchilada. Y café.
P. Pero la enchilada debía de llevar algunos frijoles, ¿no?
R. Sí. Así es cómo se sirve, con frijoles. No servimos enchilada sola.
P. ¿En qué estado vio a la mujer, en esta ocasión?
R. Estaba un poco más bebida que la primera vez, pero seguía siendo muy agradable. No se hizo nada pesada. Fue un gusto servirla, pues se mostraba alegre y risueña. Y cuando recogí la bandeja, dijo algo… He intentado recordar qué fue, y si me hablaba a mí o al hombre, pero no me acuerdo de lo que dijo ni de a quién. Dijo algo y se rió, y yo la miré y sonreí, pero no consigo recordarlo.
P. ¿En que estado tenía la ropa, esta vez?
R. Lo llevaba todo en perfecto orden, menos la delantera del vestido. Por el modo en que estaba confeccionado, de un lado podía verle prácticamente el pecho entero.
P. ¿Significa que no llevaba sujetador?
R. No vi que lo llevase. Sí que vi algo blanco, que tomé por una combinación, con una puntilla también blanca.
P. ¿No podía ser el sujetador, tirado hacia abajo?
R. Tal vez, pero por lo general no llevan encajes.
P. ¿Le vio usted los pies?
R. No, no se los vi. Si hubiera mirado, los habría visto, pero no lo hice. Tengo que asomarme bastante al interior del coche para introducir las bandejas y para llevármelas.
P. A juzgar por el aspecto de la mujer en esa ocasión, ¿se hizo usted alguna idea acerca de la actividad a que se había dedicado inmediatamente antes de su llegada?
R. No sé qué decir. No parecía muy distinta de la primera vez. En esta ocasión la observé mejor, porque estaba de su lado del coche.
P. ¿Considera posible, por el aspecto que según usted tenía la ropa de esa mujer, que volvieran de darse un buen revolcón en alguna parte?
R. Podría ser. Sí, es posible.
P. ¿Pareció en algún momento molesta, furiosa o algo parecido?
R. No, estuvo muy agradable, muy alegre. No paraba de reír. Recuerdo perfectamente su sonrisa.
P. ¿Él no sonreía?
R. No, parecía muy aburrido. Pero tuve que esperar para que me pagara. La vez anterior también había tenido que esperar, de modo que me acerqué y le dije a cuánto ascendía la cuenta. Me tendió un billete de un dólar. Le di el cambio y volví al otro lado del coche, ya que había dejado la propina en la bandeja.