El valle de San Gabriel era el paraíso de los blancos pobres.
Los exploradores españoles descubrieron el valle en 1769, expulsaron a la población indígena y fundaron una misión cerca del actual cruce de la autopista de Pomona y Rosemead Boulevard. La misión del Santo Arcángel San Gabriel de los Temblores antecedió en diez años al primer núcleo de Los Ángeles.
Los merodeadores mexicanos se adueñaron del valle en 1822. Expulsaron a los españoles y se apropiaron de las tierras de la misión. Estados Unidos y México libraron una breve guerra en 1846. Los mexicanos perdieron California, Nevada, Arizona, Utah y Nuevo México y toda posibilidad de reclamarlos.
El Hombre Blanco tenía negocios en marcha. El valle de San Gabriel disfrutaba de una larga época de bonanza agrícola. Muchos simpatizantes de los confederados se trasladaron al Oeste después de la guerra de Secesión y adquirieron gran parte de las tierras del valle.
El ferrocarril llegó en 1872 y provocó un rápido auge del negocio inmobiliario. La población aumentó en un mil por ciento. Los Ángeles empezó a crecer. El valle sacó provecho de ello.
Los especuladores inmobiliarios convirtieron la región en una serie de pequeños pueblos. A esto siguió un rápido desarrollo urbano, que continuó a lo largo de los años veinte. La población aumentó en progresión geométrica.
Se restringió en todo el valle la construcción de viviendas. Los mexicanos fueron confinados en barrios marginales y poblados de chabolas. A los negros no les estaba permitido caminar por las calles después de la puesta del sol.
Las cosechas de avellana eran enormes. Las de cítricos, también. Las granjas se convirtieron en auténticas máquinas de hacer dinero.
La Depresión puso freno a todo aquello. La Segunda Guerra Mundial lo resucitó. Los soldados repatriados tomaron la costumbre de establecerse en el Oeste. Los promotores inmobiliarios se apresuraron a ponerse al día.
Surgieron lindes y subdivisiones. Los campos de avellanos y los huertos fueron arrasados para dejar espacio a una urbanización tras otra. Los límites de la ciudad se expandieron.
Durante los años cincuenta, el crecimiento de la población se disparó. El sector agrícola entró en declive y florecieron las manufacturas y la industria ligera. La autovía de San Bernardino se extendió desde el centro de Los Ángeles hasta el sur de El Monte. Los automóviles se convirtieron en una necesidad.
Llegó la contaminación. Se levantaron nuevas urbanizaciones. El auge económico dio un nuevo aspecto al valle, pero no alteró en nada su carácter de Salvaje Oeste.
Había refugiados procedentes de las regiones azotadas por la sequía, con sus hijos adolescentes. Había chicanos repeinados con tupé, camisas Sir Guy y pantalones de faena con botones en la bragueta. Los braceros blancos odiaban a los hispanos como los viejos vaqueros aborrecían a los indios.
Había una gran afluencia de hombres jodidos por la Segunda Guerra Mundial y por la guerra de Corea. Había barrios residenciales abarrotados, intercalados con grandes zonas rurales. Se podía andar por el cauce del río Hondo Wash y capturar peces con las manos. Se podía saltar a los establos de ganado de Rosemead, matar un becerro y llevárselo. O cortar allí mismo un buen filete fresco.
Se podía beber. Se podía ir al Aces, al Torch, al Ship's Inn, al Wee Nipee, al Playroom, a Suzanne's, al Kit Kat, a The Hat, al Bonnie Rae o al Jolly Jug. Se podía ver qué ambiente había en el Horseshoe, el Coconino, el Tradewinds, el Desert Inn, el Time-Out, el Jet Room, el Lucky X o el Alibi. El Hollywood East estaba bien. El Big Time, el Off-Beat, el Manger, el Blue Room y el French Basque no estaban mal. Lo mismo podía decirse del Cobra Room, el Lalo's, el Pine-Away, el Melody Room, el Cave, el Sportsman, el Pioneer, el 49-er, el Palms y el Twister.
Se podía ir de copas. Para conocer a alguien. El boom del divorcio de los años cincuenta estaba en su punto álgido. Se podía escoger entre una amplia gama de mujeres bien dispuestas.
En 1958 El Monte era el centro del valle. Los primeros pobladores lo llamaban «el final del ferrocarril de Santa Fe». Era una población de paso y un buen lugar para divertirse. Los vecinos recién instalados la llamaban «la ciudad de las divorciadas». Era un lugar de encuentro y de contacto con una atmósfera más que intensa a Costa Oeste.
La población rondaba en torno a los diez mil habitantes. El noventa por ciento blancos y el diez por ciento mexicanos. La ciudad medía algo más de doce kilómetros cuadrados y la rodeaba una extensión de terrenos sin calificar.
Los sábados por la noche, la población aumentaba. La gente de fuera acudía a rondar los bares de cócteles del valle y de Garvey. En el Legion Stadium de El Monte actuaba Cliffie Stone y Hometown Jamboree, retransmitido en directo por KLTA-TV.
El público llevaba indumentaria vaquera: los hombres, sombrero tejano y pantalones acampanados; las mujeres, faldas almidonadas. El Stadium ofrecía bailes italianos con el grupo de Cliffie en sábados alternos. Con regularidad, hispanos y blancos pobres se aporreaban mutuamente en el aparcamiento.
La autovía de San Bernardino atravesaba El Monte. Los conductores salían de ella y tomaban Valley Boulevard hacia el este. Se detenían a comer en el Stan's Drive-In y en el Hula-Hut. Se detenían a beber en el Desert Inn, el Playroom y el Horseshoe. Valley era la avenida principal el sábado por la noche. Los conductores que se dirigían al este terminaban perdiendo el tiempo allí, tanto si habían pensado hacerlo como si no.
La zona de bares concurridos terminaba en Five Points, en el cruce de Valley con Garvey. Stan's y el Playroom se hallaban en la privilegiada esquina nordeste. El gran mercado agrícola Crawford's quedaba al otro lado de la calle. En el cruce se amontonaba una decena de restaurantes y pequeños locales de comidas.
Al norte, al sur y al oeste de allí se extendía la parte residencial de El Monte. Las casas eran pequeñas y construidas en dos estilos: falso rancho y cubo de estuco. Los mexicanos quedaban aislados en una calle llamada Medina Court, y en Hicks Camp, una zona de chabolas.
Medina Court tenía tres manzanas de longitud. Allí, las casas eran de ladrillo de cenizas y tablones. Hicks Camp quedaba justo enfrente de las vías del Pacific-Electric. Allí, las casas tenían el suelo sucio y se levantaban con listones de madera arrancados de viejas furgonetas.
La película
Carmen Jones
fue filmada en Hicks Camp en 1954. Un gueto de hispanos pasó a ser un gueto de negros. Los encargados de los decorados no tuvieron que cambiar un solo detalle.
Medina Court y Hicks Camp estaban llenos de borrachos y toxicómanos. Una de las formas de asesinato que se practicaba en Hicks Camp consistía en emborrachar a la víctima y tumbarla sobre los raíles para que algún tren de carga la decapitase.
El Departamento de Policía de El Monte se encargaba de las llamadas a las patrullas y de investigar toda clase de delito que no incluyese el asesinato. La nómina constaba de veintiséis agentes, una matrona y un vigilante de parquímetros. El departamento tenía fama de estar relativamente limpio. Los comerciantes de la zona mantenían bien cebados a los muchachos con productos alimenticios y licores. Los agentes de El Monte siempre iban de compras uniformados.
Los hombres patrullaban en solitario en sus coches. El ambiente de trabajo era amistoso: capitanes y tenientes bebían con viejos agentes de uniforme sin galones. El de policía era un trabajo vocacional: uno podía dedicarse a ayudar a la gente, o a dar palizas a los inmigrantes ilegales o a tutelar a un montón de chicas de la calle, según la inclinación de cada cual.
Todos llevaban uniforme caqui completo y conducían sendos Ford Interceptator del 56. Recuperaban coches para los vendedores locales y se quejaban al sheriff por cualquier nadería. La mitad de los agentes se habían alistado bajo un sistema de patrocinio. La otra mitad procedía de la administración.
El Departamento de Policía cedía los casos de asesinato a la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff. Para ser una población de paso y a la que la gente iba a divertirse, había muy pocos muertos.
El 30 de marzo de 1953 dos mujeres con pinta de lesbianas mataron en El Monte a un pintor de paredes llamado Lincoln F. Eddy.
Eddy y Dorothea Johnson pasaron ese día bebiendo en varios bares de El Monte. Avanzada la tarde, fueron a la casa de Eddy, quien obligó a la señorita Johnson a hacerle una mamada. Ella regresó a su propia casa y trató el asunto con su compañera de cuarto, la señorita Viola Gale. Las mujeres consiguieron un rifle y volvieron a donde vivía Eddy.
Mataron a tiros a Lincoln Eddy. Dos chicos que jugaban a catch en la calle las vieron entrar y salir. La mañana siguiente, fueron detenidas. Juzgadas y declaradas culpables, se las sentenció a largas penas de cárcel.
El 17 de marzo de 1956, el señor Walter H. Depew embistió con su coche la pared delantera del bar Ray's Inn, en Valley Boulevard. A causa de ello dos hombres resultaron muertos. El automóvil del señor Depew abrió un boquete de cinco metros en la pared delantera y otro de seis en la trasera. Varios parroquianos más sufrieron heridas de gravedad.
El señor Depew había estado bebiendo en Ray's Inn ese mismo día. Su mujer trabajaba de camarera en el local. Horas antes del incidente el señor Depew había tenido una discusión con el propietario, quien acabó por echarlo.
El señor Depew fue detenido de inmediato. Juzgado y condenado, cumplió una breve pena de cárcel.
La Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff se encargó de ambos casos. Los tres últimos asesinatos de El Monte se habían resuelto en tiempo récord.
Con el caso de Jean Ellroy no parecía que fuera a ocurrir lo mismo.
El
Times
, el
Express
y el
Mirror
le dedicaron un espacio en la página veintidós. El telediario de la televisión local, apenas cinco segundos.
El caso de la pelirroja no tuvo ninguna repercusión. La auténtica noticia era el asesinato de Johnny Stompanato. La hija de Lana Turner se había cargado a Johnny en abril. La historia todavía era noticia caliente.
El
Mirror
publicaba una foto de la sonriente pelirroja. El
Times
publicaba una del niño instantes después de que los policías le contasen lo sucedido. Jean Ellroy era la duodécima víctima de asesinato en el condado en 1958.
Armand Ellroy bajó a la oficina del forense a primera hora de la mañana del lunes. Identificó el cuerpo y firmó un impreso del código de Sanidad y Seguridad para entregarlo al depósito de cadáveres de Utter-McKinley. El doctor Gerald K. Ridge llevó a cabo la autopsia: expediente del forense número 35.339 del 23/6/58.
El médico atribuyó la causa de la muerte a «asfixia debido a estrangulamiento con ligaduras». En su informe señaló la presencia de una «doble atadura totalmente oclusiva» alrededor del cuello de la víctima. Mencionó que la víctima estaba en su período menstrual. El frotis en busca de espermatozoides dio positivo. Encontró un tampón en el fondo del conducto vaginal.
Tomó nota de la «ausencia quirúrgica» del pezón derecho de la víctima. Hizo un diagrama de los arañazos que aparecían en caderas y rodillas y de las escoriaciones en la cara interna de los muslos. Describió el cuerpo como el de una «mujer blanca bien desarrollada y nutrida, sin embalsamar». Las observaciones sobre el examen externo se ceñían directamente a los dos garrotes:
Se advierte una ligadura doble en torno al cuello, apretada con fuerza, que ocluye los conductos y produce profundos surcos en los tejidos blandos. La ligadura se compone de un cordón similar a los usados para tender la ropa. Al parecer, fue el primero en ser colocado alrededor del cuello y en ser atado firmemente en la zona posterior izquierda. Los extremos del cordón están sueltos; uno es sumamente corto y tal vez se haya roto al hacer el nudo, mientras que el otro tiene una longitud regular y se extiende por debajo. Situada sobre esta primera ligadura hay una media de nailon firmemente apretada, cuyo nudo también se localiza en la zona lateral posterior izquierda del cuello. En ese punto, la media de nailon cubre el extremo más largo del cordón. Presenta dos ataduras; la primera, el habitual medio nudo, y, la segunda, un lazo muy estrecho por debajo de un nudo corredizo parcial.
El doctor Ridge deshizo las ligaduras y anotó que en torno al cuello se veía un «surco profundo y pálido». Rasuró a la víctima hasta dejarla calva por completo, y describió los tejidos de la cabeza como «sumamente cianóticos y bañados en una decoloración púrpura amoratado». Cortó en semicírculo el cuero cabelludo y retiró los colgajos. Anotó once heridas y las catalogó de «profundas equimosis craneales de color encarnado intenso».
A continuación serró la tapa craneal y examinó el tejido cerebral de la víctima. Lo pesó y no encontró «indicios de lesiones u otras anormalidades intrínsecas». Abrió el estómago de la víctima y encontró frijoles enteros, hebras de carne, una sustancia anaranjada que tal vez correspondiese a zanahorias y otra amarillenta y pastosa que parecía queso.
Examinó el resto del cuerpo y no encontró más indicios de traumatismos. Tomó una muestra de sangre para efectuar análisis químicos y extrajo partes de los órganos destinados a posibles observaciones al microscopio.
Extrajo partículas de comida del estómago para estudiarlas. Congeló la muestra de espermatozoides a fin de conservarla y averiguar su grupo sanguíneo.
Un toxicólogo tomó otra muestra de sangre y analizó el contenido en alcohol. La lectura era baja: 0,8 por 1.000.
Un químico forense llevó a cabo una exploración del cuerpo. Bajo la uña del dedo corazón derecho de la víctima encontró unas pequeñas fibras blancas, pertenecientes, al parecer, a una moqueta, y las guardó en una bolsa para pruebas. Cogió las dos ligaduras, el vestido de la víctima, la media derecha y el sujetador y los llevó al Laboratorio de Criminología de la Oficina del Sheriff. Anotó que el cordón con que se había procedido al estrangulamiento, extendido, medía casi medio metro; sin embargo, se había apretado hasta menos de diez centímetros en torno al cuello de la víctima.
El doctor Ridge llamó a Ward Hallinen y le hizo un resumen de sus hallazgos. Confirmó que la causa de la muerte había sido la asfixia y añadió que la víctima había recibido al menos seis golpes en la cabeza. Quizás estuviera inconsciente en el momento de ser estrangulada. Había mantenido relaciones sexuales hacía poco. Era probable que hubiese tomado una cena completa un par de horas antes de producirse el deceso. Presumiblemente, se trataba de comida mexicana, pues en el estómago se hallaron frijoles, y restos de carne y queso parcialmente digeridos.