P. ¿Las dos veces pagó con un billete de un dólar?
R. La primera, no lo recuerdo. La segunda, sí.
P. ¿Sacó el billete de la cartera, o directamente del bolsillo?
R. Lo tenía en la mano, pero eso fue momentos antes de que me lo entregase, cuando le llevé la cuenta.
P. ¿Había visto alguna vez a alguna de esas dos personas?
R. Que me acuerde, no. No recuerdo haberlas visto nunca.
P. Desde que hablamos con usted la vez anterior y le enseñamos la prenda de vestir y las fotos que tenemos de esa mujer, ¿le ha surgido alguna duda respecto a que pudiesen pertenecer a la misma persona a que atendió esa noche?
R. No tengo ninguna duda.
P. Si volviese a ver a ese hombre, ¿sería capaz de identificarlo?
R. Estoy totalmente segura de que sí. Lo recuerdo muy bien. No tiene ningún rasgo distintivo, nada que permitiese reconocerlo de inmediato en una multitud. Pero sé muy bien qué aspecto tiene.
P. Bien, dijo usted que tenía la cara delgada. ¿Era una cara extremadamente delgada?
R. Parecía griego o italiano, sobre todo por la nariz. Y la cara, delgadísima.
P. ¿Tuvo usted la impresión de que usaba dentadura postiza, o no?
R. No.
P. ¿Sabe?, a veces, la gente que lleva dentadura postiza tiene la mandíbula un tanto hundida, aquí. ¿Le dio a usted la impresión de que ese hombre la tenía?
R. No, no me la dio.
P. ¿Sólo recuerda que era delgada?
R. Exacto.
POR EL SARGENTO HALLINEN:
P. Probablemente le habrá dado bastantes vueltas a esto, desde que hablamos con usted ayer. ¿Querría usted describirnos, si puede, la indumentaria del hombre?
R. Lo único que recuerdo es que era clara. Llevaba una chaqueta o algo con mangas largas, y era de color claro.
P. Está usted bastante segura de que era claro, ¿no es eso?
R. Ajá.
P. ¿Vestía de sport, o llevaba el traje clásico?
R. No, nada de trajes. Llevaba una especie de chaqueta. Yo diría que sport.
P. ¿Sabe de qué color eran los pantalones?
R. No.
P. ¿Recuerda si llevaba camisa y si ésta era clara u oscura?
R. Llevaba camisa, pero no… no recuerdo si era clara u oscura.
P. ¿Reconocería usted un coche similar al que ocupaban?
R. Sí, seguro.
P. En otras palabras, ¿estaría usted en condiciones de señalar si un coche es parecido o no al que nos interesa?
R. Sí, podría hacerlo. Probablemente no fuese capaz de identificar ese coche en concreto, pero si se tratara de uno igual, lo reconocería.
P. ¿Podría decirme si el coche que usted recuerda estaba pintado en dos tonos o en uno solo?
R. No sé…
P. ¿Se fijó en si alguno de los dos fumaba, mientras la pareja estuvo allí?
R. No me fijé.
P. Volviendo a las facciones del hombre, en su opinión, ¿tenía la piel lisa, normal, o advirtió marcas en ella?
R. Era lisa. Y oscura.
P. ¿No era un hombre de tez clara?
R. No; era un hombre de tez oscura.
P. ¿Pero era blanco?
R. No. No tenía la piel clara, pero tampoco oscura. Quiero decir que no parecía un auténtico mexicano, sino que su tez era similar a la de un italiano.
P. Ha dicho usted que el hombre tenía el cabello negro y peinado hacia atrás, ¿verdad?
R. Ajá.
P. Y también que tenía entradas…
R. No demasiado profundas.
P. Pero era una cabellera abundante, a pesar de ello.
R. Sí, tenía una buena mata de pelo.
P. ¿Observó alguna particularidad en las orejas?
R. No recuerdo.
P. Algo que…
R. (Niega con la cabeza.)
SARGENTO LAWTON: Una cosa más. ¿Se fijó en si el hombre llevaba alguna joya, como un anillo, por ejemplo?
R. No me fijé.
SARGENTO LAWTON: Muchísimas gracias.
DECLARACIÓN CONCLUIDA A LAS 16.15 HORAS.
El miércoles se trasmitió un teletipo a toda la región. En él se resumía el caso Ellroy, a las setenta y dos horas de abrirse la investigación. En él se hacía mención al bolso y la ropa interior que faltaban a la víctima, al varón sospechoso, a la mujer rubia y al Oldsmobile del 55 o del 56. Todas las agencias policiales con información al respecto debían ponerse en contacto con Homicidios de la Oficina del Sheriff o con el Departamento de Policía de El Monte.
Un agente de la Patrulla de Caminos de California llamó a las 22.10 para dar una pista. El telefonista de la comisaría de El Monte tomó nota.
El patrullero conocía a un «hispano moreno» que conducía un Oldsmobile pintado en dos tonos y solía rondar por Five Points. El vehículo llevaba matrícula de fotógrafo de prensa y una antena flexible. El tipo tenía un carácter áspero y era aficionado a interceptar las llamadas de las autorradios de la policía. El agente dijo que tomaría el número de matrícula y pasaría la información.
El teletipo no tardó en calentarse. La muerte de una mujer blanca siempre agitaba los ánimos.
Jueves por la mañana.
Vickers y Godfrey terminaron sus pesquisas por los locales y se pusieron en contacto con el último de sus comunicantes. Ya tenían bastante perfiladas las actividades de la víctima el sábado por la noche.
Hallinen y Lawton enviaron una petición urgente al Departamento de Vehículos a Motor de California, en la que solicitaban datos de todos los Oldsmobile del 55 y del 56 registrados a nombre de personas que viviesen en el valle de San Gabriel.
También enviaron otra petición urgente al Servicio de Archivo de la Oficina del Sheriff. En ella solicitaban fotografías y datos sobre agresores sexuales fichados que guardaran parecido con el hombre moreno. El sospechoso era, muy probablemente, de raza caucásica, pero también podía tratarse de un hispano. Añadieron notas sobre el vehículo que conducía y el crimen en sí: golpes, estrangulamiento y posible violación. La víctima era una mujer blanca de cuarenta y tres años, de quien se sabía que frecuentaba bares.
Lavonne Chambers y Margie Trawick fueron trasladadas al Palacio de Justicia. Un agente las ayudó a confeccionar sendos retratos robot del sospechoso.
El retrato robot era un artilugio nuevo. Los testigos escogían rasgos individuales impresos en tiras de cartón, y, combinándolas, reconstruían los rostros de memoria. Para ello había docenas de barbillas, de narices, de cabelleras y de bocas. Unos técnicos especializados ayudaban a los testigos a agrupar todos esos rasgos.
El agente trabajó con Lavonne y con Margie por separado. El resultado fue un par de caras similares, pero claramente diferentes.
El hombre de Lavonne tenía el aspecto de un tipo delgado, normal. El de Margie parecía un depravado.
Se presentó en la sala un dibujante, que tomó asiento por separado con ambas testigos y esbozó sendos retratos del sospechoso. Su tercer bosquejo combinaba rasgos de las dos versiones anteriores. Lavonne y Margie estuvieron de acuerdo en que aquél era el individuo que habían visto.
El dibujante sacó copias mimeografiadas del esbozo definitivo y las entregó a Hallinen y a Lawton, quienes las llevaron al Servicio de Información para que se incluyeran en la nota de prensa sobre el homicidio.
Un agente llevó a casa a Lavonne y a Margie. Hallinen y Lawton se dispusieron a entrevistar a los compañeros de trabajo de la víctima y a practicar un nuevo registro en la casa.
El caso se prolongaba ya cuatro días.
Jueves por la tarde.
Jim Bruton llamó a un contacto que tenía en la oficina del distrito escolar unificado de El Monte. El contacto le dio el número de teléfono particular de Peter Tubiolo.
Bruton llamó a Tubiolo y le pidió que se presentase en la comisaría para responder a unas preguntas. El tema que se trataría era el asesinato de Jean Ellroy.
Tubiolo accedió a presentarse esa tarde. Insistió en que apenas conocía a la mujer. Bruton le aseguró que la entrevista era de mera rutina y permanecería en la más estricta confidencialidad.
Señalaron una hora. Bruton llamó a Hallinen y a Lawton y les dijo que volvieran. Ellos indicaron que irían a buscar a Margie Trawick y le pedirían que echase un vistazo al individuo.
Peter Tubiolo llegó puntual. Bruton, Hallinen y Lawton hablaron con él en una sala de entrevistas provista de un falso espejo. Tubiolo, robusto y de cara redonda, no se parecía en nada al hombre moreno. Era vicedirector de la escuela elemental Ann Le Gore. El hijo de la víctima acababa de terminar quinto grado en dicha escuela. Se trataba de un chico asustadizo y bastante voluble.
Tubiolo dijo que sólo había visto a Jean Ellroy en una ocasión, cuando se presentó en la escuela para hablar de los escasos progresos académicos de su hijo y de la incapacidad de éste para llevarse bien con otros niños. Tubiolo insistió en que nunca había tenido una cita ni había intimado con la difunta señora Ellroy. Tales actos habrían sido contrarios a la política escolar del distrito.
El policía le comentó que no era eso lo que afirmaba el niño. Tubiolo se reafirmó en lo dicho. Lo único que sabía de la vida privada de los Ellroy era que los padres estaban divorciados y que al chico no se le permitía ver a su padre durante la semana. La señora Ellroy era una mujer atractiva, pero no había nada personal entre ellos.
Margie Trawick observó detenidamente a Tubiolo a través del falso espejo, y declaró rotundamente que no era el tipo que había visto en compañía de la víctima.
Se disculparon ante Tubiolo y lo dejaron marchar.
El jueves por la noche Ward Hallinen recibió un soplo. El Departamento de Policía de West Covina tenía un sospechoso: un marginado de la localidad llamado Steve Anthony Carbone.
Hallinen envió a Frank Godfrey a comprobarlo. Godfrey se encargó de buscar la ficha de Carbone y volvió entusiasmado.
Carbone era un varón blanco, norteamericano de ascendencia italiana. Había nacido el 19 de febrero de 1915. Medía un metro setenta y cinco, pesaba sesenta y tres kilos y tenía los ojos azulados, el cabello negro y liso y la frente despejada. También era propietario de un sedán Oldsmobile del 55, de dos puertas y de color blanco polar sobre verde, con matrícula MMT 879.
Procedía de Detroit, Michigan, donde lo habían detenido tres veces por exhibicionismo, en octubre y noviembre del 41, y en agosto del 53. Se trasladó a West Covina en el 57. Aquí encadenó una serie de tres detenciones por conducir en estado de ebriedad y dos condenas por atraco a mano armada. El segundo de ellos era notable: había apuntado a un policía con una carabina 30.30.
Carbone, un tipo muy agresivo y de mal carácter, tenía un amplio historial de enfrentamientos con la policía y de agresiones sexuales.
Hallinen y Lawton saltaron sobre él.
Hicieron que la policía de West Covina lo encerrara. Luego llevaron el Oldsmobile al aparcamiento policial y pidieron que lo fotografiasen. Un hombre del Laboratorio de Criminología buscó huellas dactilares y manchas de sangre, y pasó un aspirador para recoger posibles fibras que se parecieran a las blancas encontradas sobre el cadáver de la víctima.
El hombre del laboratorio no obtuvo pista alguna.
Hallinen y Lawton presionaron a Carbone, quien les hizo un vago resumen de sus andanzas el sábado por la noche. Jim Bruton llevó a Margie Trawick y a Lavonne Chambers para que identificaran al sospechoso.
Las dos declararon que no era el tipo al que habían visto con la pelirroja.
Hallinen y Lawton trabajaron de firme todo el fin de semana.
Hablaron con los compañeros de trabajo de la víctima, sin resultados positivos. Registraron de nuevo la casa de la víctima. Pasaron horas en el Desert Inn y hablaron con docenas de clientes. Nadie supo darles el nombre de la rubia o del hombre moreno.
El Departamento de Policía recibió una información acerca de un tal Robert John Mellon, antiguo paciente de un hospital psiquiátrico de Dakota del Norte. Un agente hizo un par de consultas y consideró la información carente de interés.
Un hombre llamado Archie G. Rogers se comunicó con el Departamento de Policía de El Monte. Según dijo, un tipo conocido como Bill Owen tenía una novia de nombre Dorothy. La pareja encajaba con la descripción de las personas que aparecían en el periódico, las que habían sido vistas con la enfermera muerta.
Owen era pintor y mecánico. Había vivido un tiempo con la hermana del señor Rogers. Dorothy frecuentaba el Manger y el Wee Nipee. La noche del sábado 21 de junio durmió en el coche del señor Rogers.
Dorothy, cuyo número de teléfono era ED4-6881, había dicho que tenía una nueva amiga llamada Jean. Ese sábado por la noche proyectaba llevar a Jean a casa de la hermana del señor Rogers.
Al señor Rogers, todo aquello le resultó sospechoso.
La policía de El Monte envió la información a la oficina del sheriff. El agente Howie Haussner —cuñado de Jack Lawton— se hizo cargo de ella. Consiguió la dirección de la hermana de Rogers y averiguó que el número de teléfono de Dorothy correspondía, en realidad, al de un tal Harold T. Hotchkiss, de Azusa. Adjuntó las dos direcciones a los nombres de William Owen y Dorothy Hotchkiss y los envió por teletipo a la Oficina de Registros Criminales de Sacramento.
La respuesta no resultó concluyente.
Junto al nombre de Dorothy Hotchkiss no aparecía ningún dato: ni ficha, ni fianzas, ni requisitorias, ni siquiera constaba en el listín telefónico de Azusa. «William Owen» aparecía seis veces.
Varios de esos Owen tenían ficha policial que se remontaba al año 1939; ninguno vivía en el valle de San Gabriel.
Los papeles relativos a los Owen-Hotchkiss se incorporaron al expediente, donde se archivarían. El número del expediente era Z-483-362.
Jean Ellroy fue enterrada el martes 1 de julio de 1958.
Un oficiante contratado celebró un servicio protestante. El cuerpo fue inhumado en el cementerio de Inglewood, al sudoeste de Los Ángeles.
La hermana y el cuñado de Jean estuvieron presentes. También asistieron varios de sus compañeros de Airtek, así como Armand Ellroy y algunos viejos amigos de Jean.
Jack Lawton y Ward Hallinen presenciaron la ceremonia.
El hijo de Jean rezó una plegaria y se apartó de la tumba. Pasó el día mirando televisión con unos amigos de su padre.
La lápida rezaba: «Geneva Hilliker Ellroy. 1915-1958.»
La tumba quedaba en el extremo occidental del cementerio, a menos de un metro de una calle concurrida y de un tramo de valla de tela metálica.