Mentzer pidió a Alex Marti y a Bob Lowe que le echasen una mano. Volaron a Memphis y secuestraron al mejor amigo de Tally. El tipo les enseñó las guaridas de éste. No lo localizaron en ninguna de ellas. Soltaron al amigo y fueron a Miami. Discutieron el asunto de Tally con Milan Bellachaises. A nadie se le ocurrió nada constructivo.
Mentzer llamó a Mike Pascal. Le dio los nombres de amigos íntimos de Laney para que comprobara sus facturas de teléfono. De ese modo tal vez encontraran una pista para dar con Tally.
Pascal llamó a Mentzer al cabo de dos días. Sabía que Mentzer quería resultados. Sabía que Laney odiaba a Roy Radin. Sabía que Radin salía de juerga con Tally Rogers.
Pascal mintió a Mentzer. Le dijo que Tally había llamado a Radin justo después de robar el dinero y la droga. Radin telefoneaba mucho a las Bahamas. Quizá Tally se escondiera allí.
Mentzer regresó a Los Ángeles. Laney estaba allí. Milan Bellachaises le dijo que obedeciera las órdenes de Mentzer. Radin estaba en Los Ángeles. Laney lo llamó. Lo acusó de haberle robado el dinero y la droga. Le dijo que intentaba joderle su porcentaje en el negocio del Cotton Club.
Radin negó haber cometido el robo. No tenía ni idea de dónde se encontraba Tally Rogers. Decía la verdad.
Mentzer le contó a Laney su plan.
Ella atrae con engaños a Radin a una limusina. El chófer es Bob Lowe. Le dice a Lowe que se detenga para comprar cigarrillos. Un coche los sigue. Mentzer y Marti saltan de él y se abalanzan sobre la limusina. Laney desaparece. Los chicos se llevan a Radin y lo torturan hasta que habla.
La historia del Cotton Club era ridícula e insignificante. Los asesinos, unos payasos. La víctima, una mierda avariciosa. Los actores secundarios, parásitos salidos del fango.
Stoner prosiguió en su intento de localizar a Bunny Krauch y a Tracy Stewart.
Mentzer y Marti estaban en Los Ángeles. Lowe estaba en Maryland. Laney estaba en Okeechobee, Florida, con Larry Greenberger. Stoner y Avila aumentaron la presión.
Billy Rider llamó a Mentzer y le dijo que estaba en Los Ángeles. Lo invitó al Holiday Inn. Pusieron micrófonos en la habitación de Rider. Stoner y Avila ocuparon la habitación contigua.
Rider habló de su pleito contra Larry Flynt. Mentzer habló del golpe de Radin.
Detrás de la limusina aparecieron tres agentes de policía. Mentzer pensó que estaban compinchados. Marti le hundió la pistola a Radin en la entrepierna. Mentzer le metió el cañón de la suya en la boca. Los tres agentes pasaron por delante de ellos con paso rápido, entre carcajadas.
Mentzer cambió de tema. Stoner y Avila necesitaban más palabras incriminatorias. Tenían que grabar de nuevo las conversaciones entre Rider y Mentzer.
Decidieron fingir una compra de droga. Se reunieron con la Brigada de Narcóticos de la Oficina del Sheriff y juntos elaboraron un plan.
Pusieron micrófonos ocultos en una habitación del Holiday Inn de Long Beach. Rider llamó a Mentzer. Le dijo que iba a comprar droga y que necesitaba un guardaespaldas. Le ofreció doscientos dólares. Mentzer aceptó.
Prepararon la compra en un aparcamiento cercano al hotel. Utilizaron droga de verdad. Unos agentes del sheriff se hicieron pasar por traficantes de coca. Después de la compra, Rider subió con Mentzer a la habitación de aquél. Stoner y Avila estaban pegados a sus auriculares en la habitación de al lado.
Mentzer habló por los codos.
Tenía armas y explosivos C-4 guardados en una caja de seguridad pública. Habían matado a Roy Radin con unas balas de punta hueca del calibre 22. Los imbéciles de la pasma pensaron que lo habían hecho con un fusil.
El explosivo C-4 era extraordinariamente combustible. Almacenar aquella mierda en un lugar público constituía un peligro para la comunidad. Stoner quería eliminar aquel riesgo. Le dio a Rider una caja de seguridad vieja y le dijo que llamara a Mentzer. Rider llamó a Mentzer y le ofreció la caja. Mentzer aceptó el regalo. Rider y Mentzer llevaron la caja a la cabaña de almacenamiento y metieron las armas y el C-4 en ella. Rider llevaba encima un micrófono.
Mentzer dijo que Larry Greenberger estaba muerto. Él mismo lo había matado accidentalmente. Había ocurrido en Okeechobee. Mentzer empezó a sospechar del negocio.
Stoner llamó a la policía de Okeechobee. Ellos también sospechaban. Laney Jacobs seguía escondida siguiendo el consejo de su abogado. Stoner sabía que era ella quien había matado a Greenberger.
La policía de Okeechobee llamó a Stoner y le comunicó que Jacobs había huido. Stoner empezó a seguirle el rastro por los movimientos de su tarjeta de crédito.
Había llegado el momento de golpear duro.
Stoner fue a ver a David Conn, ayudante del fiscal del distrito. Le contó toda la historia y le hizo escuchar la cinta de Rider y Lowe y la de Rider y Mentzer. Conn le dio luz verde.
Se formalizaron los cargos y se consiguieron órdenes de arresto. Stoner urdió un plan con la policía de Okeechobee. Le prometieron que lo ayudarían a localizar a Laney Jacobs. Llamarían a su abogado y prepararían una cita con la promesa de no arrestarla por la muerte de Larry Greenberger. Dirían que sólo querían hablar con ella. La interrogarían y la detendrían por alguna orden de arresto de California. Luego la entregarían a la Oficina del Sheriff del condado de Los Ángeles.
Era un plan jodidamente bueno.
Stoner dispuso un puesto de mando. Estaba a medio camino entre la casa de Marti y el apartamento de Mentzer. Para apresarlos, solicitó dos comandos SWAT.
Carlos Avila fue a Maryland para arrestar a Bob Lowe. Bob Deremer trabajaba de camionero. Nadie sabía dónde estaba. 2/10/88:
La policía de Okeechobee detiene a Laney Jacobs. Dos comandos SWAT detienen simultáneamente a Mentzer y a Marti.
Cortan las líneas telefónicas y llaman a los dos hombres desde un circuito cerrado. Les dicen que miren por la ventana y vean a los agentes armados. Mentzer y Marti miran por sus respectivas ventanas y salen con las manos en alto.
Se despliegan los equipos de registro. Con ellos van perros entrenados para encontrar droga y bombas. Registran a fondo la casa de Marti y el apartamento de Mentzer.
Carlos Avila detiene a Bob Lowe. La policía local arresta a Bob Deremer en Lafayette, Indiana.
Deremer pide la extradición. Lo llevan a Los Ángeles y lo procesan por complicidad. Laney Jacobs y Bob Lowe también solicitan la extradición. Permanecen bajo custodia en el Este.
Carlos Avila está exhausto. Bill Stoner está exhausto. Sigue enganchado a Tracy Lea Stewart. Aún se le pone dura cuando piensa en detener a Bob Beckett.
Laney Jacobs consiguió la extradición en Navidad. La llevaron a Los Ángeles y quedó retenida en el instituto para mujeres Sybil Brand. Robbie Beckett fue juzgado en febrero del 89.
El juicio duró una semana. El jurado pasó una hora deliberando. Robbie fue declarado culpable y condenado a cadena perpetua. Papá Beckett quedó libre. John Purvis seguía en prisión. La policía de Fort Lauderdale abandonó el caso Hamway.
A la mierda John Purvis. Ya estaba condenado. No tenían pruebas en contra de papá Beckett, Paul Serio y Paul Hamway. Necesitaban a Robbie Beckett, pero éste no traicionaría a su padre.
Se tardó tres años en fallar el caso del Cotton Club. Los preliminares, las audiencias previas y el proceso de selección del jurado llevó meses. El juicio duró catorce meses. La promulgación de la sentencia no llegaba nunca. Carlos Avila se jubiló. Bill Stoner trabajó con plena dedicación para el fiscal. Se movió en avión de un lado a otro del país. Interrogó a cientos de testigos. Recorrió miles de kilómetros por aire y por carretera. El caso del Cotton Club consumió cuatro años y medio de su vida.
El jurado volvió a reunirse el 22 de julio del 91. Mentzer, Marti, Lowe y Jacobs fueron declarados culpables y condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Stoner aún no sabía por qué, exactamente, habían matado a Roy Radin.
Mentzer dijo que sus planes de tortura se habían torcido. Marti no había parado de llamar a Radin «gordo judío» en la limusina, para provocarlo. En el momento en que llegaban a Caswell Canyon, lo mató.
Marti contó una historia diferente. Lo mismo hizo Lowe. A Stoner había dejado de importarle.
Un policía de Fort Lauderdale llamó a Stoner en enero del 93. Dijo que la madre de John Purvis acababa de contratar a un abogado que salía en un programa nocturno de televisión. Se proponía montar un gran alboroto. El Departamento de Policía de Lauderdale iba a reabrir el caso Hamway.
Stoner le deseó buena suerte. La policía de Fort Lauderdale reabrió el caso y volvió a llevarlo mal.
Se confundieron al identificar a Paul Serio. Creyeron que el amigo de papá Beckett era un matón de Las Vegas que se llamaba igual. Pensaron que éste y Paul Hamway habían planeado la muerte de Susan. Ofrecieron a papá Beckett la inmunidad completa si declaraba contra ellos. Papá Beckett aceptó el trato y declaró ante un jurado de acusación, que presentó una solicitud de procesamiento contra Paul Hamway y Paul Serio. Papá Beckett dijo a la policía que su Paul no era un matón de Las Vegas. Su Paul era un maestro de escuela que vivía en Texas.
John Purvis fue puesto en libertad. La policía de Fort Lauderdale arrestó al auténtico Paul Serio, quien culpó a papá Beckett tras desmentir el relato de éste sobre la muerte de Hamway. La declaración no sirvió de nada. Papá Beckett estaba exento de procesamiento.
John Purvis apareció junto a su madre y su abogado en el programa de Phil Donahue. Donahue emitió alguna información interesante, como las cintas de vídeo con la confesión de papá Beckett a la policía de Fort Lauderdale.
Allí estaba papá Beckett, explicando a los agentes cómo había estrangulado a Sue Hamway. Allí estaba papá Beckett, eximido de procesamiento. Papá Beckett, declarando sobre el asunto Stewart. Papá Beckett, confesando lo de Sue Hamway y su hija.
Robbie Beckett vio el programa desde la prisión de Folsom. Vio a su papá escenificar la muerte de Hamway con auténtico brío. Vio los ojos de papá. Supo que estaba reviviendo el momento en que había matado a Tracy.
Robbie llamó a Stoner y le dijo que quería hablar. Stoner y Dave Davidson fueron a Folsom. Robbie hizo una declaración formal y se comprometió a declarar en contra de su padre. Prometió que esta vez no se echaría atrás. Stoner y Davidson le creyeron.
Davidson consiguió un mandamiento judicial. Acusó a Robert Wayne Beckett del asesinato de Tracy Lea Stewart. Localizó a papá Beckett en Las Vegas. Dispuso unos cuantos agentes y lo arrestó en el jardín delantero de su casa.
Papá Beckett quería llegar a algún trato. Stoner lo mandó a tomar por culo. Papá Beckett se entrevistó con un juez. El juez dijo que no había fianza. Los tribunales de Los Ángeles estaban brutalmente colapsados. El cabrón no sería juzgado antes del 95.
Stoner se sumía a menudo en sus ensoñaciones.
Veía las cosas rápidas y brillantes. Pasaba mucho tiempo con sus mujeres muertas.
Estaba exhausto. Le faltaba un mes para jubilarse. En su mente revoloteaba un pequeño pensamiento divertido.
No estaba seguro de poder abandonar el caso por completo.
Estás a punto de huir. Tienes de tu parte el tiempo y el sigilo. El tiempo favorece a los que huyen. Sus pasos desaparecen. No se sabe cómo se esconden hasta que ya han desaparecido.
No quieres que yo lo sepa. El propósito de tu vida secreta era evitar la entrada de ciertos hombres. Huiste de los hombres y hacia los hombres y te quedaste en nada. Tenías la astucia del fugitivo y su camuflaje. Tu pasión de fugitiva te mató.
No puedes huir de mí. Yo he escapado de ti demasiado tiempo. Es aquí donde fuerzo una competición entre fugitivos.
Ahora es nuestro tiempo.
Volé a Los Ángeles para ver el expediente del asesinato de mi madre. Mis motivos eran ambiguos, como poco.
Estábamos en marzo del 94. Jean Ellroy llevaba treinta y cinco años y nueve meses muerta. Yo tenía cuarenta y seis años.
Vivía en una zona adinerada de Connecticut. Tenía una casa tan grande como aquellas en que solía entrar para robar. Tomé un vuelo, a primera hora, y me alojé en una suite del hotel Mondrian. Quería acercarme al expediente con la cabeza clara y el corazón frío.
El impulso había surgido seis semanas antes. Mi amigo Frank Girardot me había llamado para contarme que estaba escribiendo un artículo sobre los viejos asesinatos del valle de San Gabriel. El artículo se publicaría en el
Tribune
de San Gabriel y en el
Star-News
de Pasadena. Se centraría en cinco asesinatos sin resolver, el de mi madre entre ellos, y expondría a la luz pública al Departamento de Casos No Resueltos de la Oficina del Sheriff de Los Ángeles.
Frank iba a ver el expediente de mi madre. Leería los informes y vería las fotos de la escena del crimen. Vería a Jean Ellroy muerta. Aquello me afectó de inmediato. Me afectó profunda y rápidamente y en dos niveles distintos.
Yo también tenía que ver el expediente. Tenía que escribir sobre aquella experiencia y publicar el escrito en alguna revista importante. Sería un buen golpe publicitario para mi siguiente novela.
Llamé a mi editor en
GQ
y se lo propuse. La idea lo puso en acción y habló con su jefe. Éste me dio luz verde. Llamé a Frank Girardot y le pedí que pusiera al corriente a sus hombres del Departamento de Casos No Resueltos. Frank se puso en contacto con los sargentos Bill McComas y Bill Stoner, quienes me aseguraron que podría ver el expediente.
Me dispuse a hacer el viaje, pero el gran terremoto de Los Ángeles retrasó mis planes en varias semanas. El Palacio de Justicia fue clausurado. Homicidios de la Oficina del Sheriff estaba de traslado y los expedientes se hallaban en tránsito. El retraso me dio cierto tiempo para bailar con la pelirroja.
Sabía que era el momento de enfrentarme a ella. Una vieja fotografía me dijo por qué.
Mi mujer la encontró en el archivo de un periódico, compró un duplicado y lo enmarcó. En ella aparecía yo, de pie junto al banco de trabajo de George Krycki. Era el 22 de junio de 1958.
En la foto no se puede discernir mi estado de ánimo. Quizás estuviera aburrido. Quizá, catatónico. Mi actitud no delata nada.