Avila se dedicó a investigar nuevos crímenes. De vez en cuando movía el caso Radin en la Fiscalía de Distrito. Nadie quiso investigarlo. Pasaron dos años y algunos meses.
Stoner sabía que podía resolverlo. Pero tenía que conseguir que hablaran las personas idóneas.
En eso consistía todo.
Radin desapareció en una limusina. Mentzer y Lowe conducían limusinas por horas. Mentzer trabajaba para Laney Jacobs. Laney odiaba a Roy Radin. Mentzer era un criminal aficionado.
Stoner quería intervenir. Guenther quería que primero estudiase otro caso, el de Tracy Lea Stewart, su bestia negra. Conocía a los asesinos y antes de jubilarse esperaba arrestar al principal sospechoso. Quería que Stoner se enganchase al caso Tracy.
Stoner leyó el expediente. Quedó enganchado al instante.
Tracy Stewart tenía dieciocho años. Vivía con sus padres y su hermano pequeño en Carson. Era tranquila, tímida y asustadiza.
Desapareció el 9 de agosto del 81. El día anterior había conocido en Redondo Beach a un chico llamado Bob. Bob tenía unos veinte años. Era guapo. Le pidió para salir. Tracy le dijo que la llamara por teléfono.
Bob la llamó a las seis de la tarde. Le propuso dar una vuelta en coche y jugar unas partidas de billar en una bonita bolera. Tracy aceptó. Bob dijo que pasaría a buscarla de inmediato. Tracy le dijo a su madre que iba a salir con un chico. Su madre le pidió que le telefonease al menos una vez.
Bob recogió a Tracy. Una hora más tarde la chica llamó a su madre desde una bolera de Palos Verdes. Dijo que llegaría a casa a medianoche o a la una.
No volvió. Sus padres la esperaron levantados. Por la mañana llamaron a la Oficina del Sheriff de Carson.
Un agente fue a la bolera. Habló con algunos de los empleados que estaban de turno la noche anterior. Se acordaron de la pareja. No conocían a Bob.
El caso pasó al Departamento de Personas Desaparecidas de la Oficina del Sheriff. La sargento Cissy Kienest habló con amigas de Tracy y gente que frecuentaba la playa. Nadie conocía a Bob. Nadie había visto a Tracy ni a Bob la noche del 9 de agosto de 1981.
Los padres de Tracy distribuyeron hojas con su foto y pusieron anuncios en los periódicos. Tracy seguía sin aparecer. El caso quedó aparcado durante cuatro años.
Un hombre llamado Robbie Beckett atacó a su novia en 1985. Fue arrestado en Aspen, Colorado. Pasó dos años de condena en la Prisión Estatal de Colorado. El sargento Gary White llevó el caso para el Departamento de Policía de Aspen.
White y Beckett mantenían una relación cordial. Robbie le dijo a White que quería rebajar su sentencia con una confesión. Tenía información sobre un asesinato cometido en Los Ángeles. La fecha era agosto del 81; la víctima, una chica a la que él había recogido en la carretera. Su primer nombre, o tal vez el segundo, era Lee. Había olvidado el apellido.
White le dijo que no podía prometerle ningún trato. De todas formas, Robbie le contó la historia.
Su padre se llamaba Bob Beckett. Vivía con él en Torrance, junto a Redondo Beach y Palos Verdes. Era pintor. Dirigía una destartalada escuela de arte y sacaba unos dólares extra como guardaespaldas. Recaudaba dinero para algunos tipos de San Pedro relacionados con la mafia. Su padre medía uno noventa y cinco y pesaba noventa y ocho kilos. Sabía kárate. Pertenecía a la Sociedad para los Anacronismos Creativos, un grupo cuyos miembros solían representar absurdas parodias medievales. Acabó juntándose con un marica llamado Paul Serio. Paul Serio era una persona importante en aquella extraña asociación. Su padre tenía entonces cuarenta y cinco años. Era un grandísimo hijo de puta.
Su padre tenía una novia llamada Sharon Hatch. Rompieron la relación en mayo del 81. Bob Beckett se volvió loco. Acosó a Sharon y la amenazó. Le dijo a Robbie que le pagara a unos moteros para que la violaran.
Robbie amaba y temía a su padre, no soportaba verlo sufrir, y mucho menos enfadado. Contrató a unos tipos para que violaran a Sharon. En el último minuto cambió de idea. Sharon le caía bien. No quería hacerle daño. Pensó que su padre acabaría por olvidar aquella venganza.
Bob Beckett siguió dolido y enfadado. Abandonó su fijación por Sharon y desarrolló otra nueva. Le dijo a Robbie que le buscara una chica joven. Trataría mal a la chica y de ese modo se vengaría de Sharon.
Robbie intentó disuadirlo. Pensó que su padre superaría aquella fijación. Bob Beckett persistió. Robbie cedió.
Conoció a esa chica llamada Lee en la playa. Le sacó el número de teléfono. La llamó y le pidió para salir. Fueron a una bolera y jugaron al billar. Bebieron cerveza. El le dijo que antes de llevarla a casa tenía que detenerse en un sitio.
La chica contestó que muy bien. Robbie la llevó al apartamento de su padre. Las luces estaban apagadas. Bob Beckett esperaba en el dormitorio. Robbie dejó a la chica en la sala y entró. «¿Me has traído algo?», preguntó el padre. Robbie le entregó a la chica.
Bob Beckett la toqueteó y la violó mientras Robbie se emborrachaba como una cuba en la sala. Bob Beckett pasó dos o tres horas a solas con la chica.
Le dijo que él mismo la llevaría de regreso a casa, pero que primero se diese una ducha. La encerró en el cuarto de baño. Le dijo a Robbie que tenían que matarla.
Robbie no quería matarla. Bob Beckett agarró una cachiporra e insistió. Robbie accedió.
Bob Beckett descorrió el cerrojo del cuarto de baño y le indicó a la chica que se vistiera. Ella lo hizo. Robbie y Bob Beckett la hicieron caminar hasta su furgoneta. Eran las dos o las dos y media de la madrugada.
Robbie descargó un golpe con la cachiporra, pero éste rozó la rama de un árbol y se desvió ligeramente. El golpe aturdió a la chica y le destrozó la cara. Robbie no tuvo huevos para golpearla de nuevo.
Bob Beckett lo hizo por él. Luego, arrojó a la muchacha a la parte trasera de la furgoneta y, tras subir a ésta, la inmovilizó con las rodillas. La estranguló con las manos y le puso una bolsa de plástico en la cabeza.
Llevaron el cuerpo hacia el sur por la autopista 405. Tomaron carreteras poco transitadas hasta un lugar perdido. Abandonaron el cuerpo entre unos matorrales, cerca de una valla.
Regresaron a casa y limpiaron minuciosamente todos los rastros. En la prensa aparecieron reportajes sobre una chica desaparecida. Bob Beckett le dijo a Robbie que prendiera fuego a la furgoneta. Robbie le cambió el salpicadero y compró neumáticos nuevos. La policía no se presentó. Robbie supuso que los coyotes se habían comido el cuerpo. Vivió asustado por un tiempo. Dejó el apartamento de su padre y se fue a vivir con su madre. Bob Beckett le dio la furgoneta a David, hermano de Robbie. Pasó el tiempo. Bob Beckett se casó con una mujer llamada Cathy, que tenía dos hijas. Bob Beckett empezó a acosar sexualmente a una de ellas, de doce años.
Robbie contó lo ocurrido a unos amigos. No le creyeron. Robbie era un borracho, un camorrista y, a veces, se metía con los maricas, pero sus amigos no lo veían como intermediario entre un asesino y su víctima.
Bob Beckett se mudó a Aspen. Encontró trabajo con un viejo compañero de kárate Paul Hamway. Robbie se trasladó a Aspen y se instaló en una casa cercana a la de su padre.
Gary White se creyó casi toda la historia. Robbie añadió más sal al caso. Dijo que su padre había sido asesino a sueldo en Florida. Conocía los detalles pero se negó a divulgarlos.
Gary White llamó a la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff e informó a Charlie Guenther de lo que Robbie le había contado.
Guenther consultó el registro de personas desaparecidas. Cissy Kienest dijo que «Lee» podía ser Tracy Lea Stewart. Guenther mandó una foto de Tracy Stewart a Aspen. Gary White la puso junto a una docena de fotos de mujeres jóvenes. Se las mostró a Robbie Beckett. Robbie señaló la de Tracy.
White telefoneó a Charlie Guenther y le dijo que había dado en el clavo. Guenther y Cissy Kienest volaron a Aspen.
Bob Beckett visitó a Robbie en prisión. Robbie le dijo que lo habían inculpado en la historia de la chica muerta. El padre lo convenció de que desmintiera la historia, le hizo recriminaciones, lo amenazó y apeló a la lealtad que un hijo debía a su padre. Robbie acató servilmente sus órdenes, como siempre había hecho.
Charlie Guenther y Cissy Kienest intentaron interrogar a Robbie. El muchacho se echó atrás. Dijo que lo que le había contado a White era mentira. No firmaría una declaración formal ni testificaría en contra de su padre.
Robbie no estaba dispuesto a ceder. No podían arrestarlo, ni tampoco a Bob Beckett, sin una declaración jurada y algún tipo de acuerdo formal con la Oficina del Fiscal del Distrito de Los Ángeles.
White le echó una mano a Guenther. Le contó que la hijastra de papá Beckett había acusado a éste de tocarla. Se lo había dicho a una asistente social. Aún no podía hablarse de delito.
Guenther decidió joder bien jodido a Bob Beckett. Fue a su encuentro y le echó en cara lo de su hijastra. Beckett permaneció impasible. Guenther estaba calándolo. Bob Beckett probablemente lo advirtió.
Eso fue dieciocho meses antes.
Stoner leyó el expediente Stewart media docena de veces. El caso podía resolverse, igual que el del Cotton Club. Sabían quién había matado a Tracy. Sabían quién había matado a Roy Rodin. Por el momento no podían hacer nada al respecto.
Charlie lo enganchó a Tracy Stewart. Bob Grimm lo enganchó al Cotton Club. Tenía un compañero brillante. Dos casos constituían un puñado manejable.
Tenían que hacer hablar a ciertas personas.
Sabían que las ex esposas eran buenas dándole a la lengua. Sabían que Bill Mentzer tenía una ex esposa llamada Deedee Mentzer Santangelo cuyo padre era un peso pesado del sindicato de camioneros. Se pusieron en contacto con él. Le dijeron que investigaban la vida en los bajos fondos del ex de Deedee.
El viejo odiaba a Mentzer. Llamó a Deedee y le pidió que colaborase. Stoner y Guenther se encontraron con ella. Examinó la foto que Carlos Avila había encontrado. Identificó a los dos hombres que aparecían junto a Mentzer.
Uno de ellos se llamaba Alex Marti. Era argentino. Se trataba de un tipo atemorizante y violento. Deedee lo había visto provocar un par de peleas. Le tenía miedo.
El otro era un ex policía de nombre Bill Rider. Había sido jefe de guardaespaldas de Larry Flynt, el rey del porno, con cuya hermana estaba casado. En esos momentos Rider vivía en Ohio. Tenía un pleito contra Flynt.
Stoner obtuvo el teléfono de Rider y lo llamó. Le dijo que necesitaba saber el lugar exacto en que se había tomado la foto. El asunto estaba relacionado con la investigación de un asesinato. Rider respondió que lo pensaría y que ya lo llamaría.
Llamó al día siguiente. Estaba cagado. Había hablado con Deedee Mentzer Santangelo. Sabía que la policía iba por Bill Mentzer. Stoner tenía que haberle dicho la verdad.
Stoner le pidió disculpas. Rider dijo que tomaría el avión si la Oficina del Sheriff le pagaba el vuelo y el alojamiento. Bob Grimm aceptó correr con los gastos. Rider tomó el avión y habló con Stoner y Guenther. De inmediato, aportó pequeñas informaciones sobre el asesinato de Mincher y el caso Radin.
Llevó a Stoner y a Guenther a Caswell Canyon. Dijo que Mentzer y Marti habían planeado matar a Radin. Bob Lowe los ayudó. Marti era un psicópata con tendencias nazis. En aquellos momentos vendía droga en un piso de Beverly Hills.
Rider no contó más y empezó a mostrarse asustado. Dijo que tenía miedo de Mentzer y de Marti. Era padre de familia. Mentzer y Marti lo sabían. Stoner le prometió protección y le dijo a Rider qué tenía que hacer.
Tenía que hacer hablar a Mentzer y Lowe. Tenía que tirarles de la lengua en un sitio cerrado en el que pudieran esconderse micrófonos. Rider contestó que se iba a casa y que ya se lo pensaría.
Gary White llamó a Charlie Guenther para darle buenas noticias.
Robbie Beckett había salido de la cárcel; iban a juzgarlo por otro atraco y buscaba un trato favorable. Robbie llamó a White. Le dijo que firmaría una declaración formal. Vendió a papá Beckett por Tracy Stewart y mucho más.
Robbie Beckett se mostró comunicativo hasta límites suicidas. Se presentó como esclavo de su padre a jornada completa y, en una ocasión, cómplice de asesinato. Lo mejor que podía pasarle por entregar a Bob Beckett era que lo inculparan de homicidio involuntario, y que le cayeran de veinte años a cadena perpetua. Su segunda condena por atraco le habría costado cinco años de cárcel. Robbie puso en juego toda su vida para joder a papá Beckett.
Realizó su declaración por escrito. Añadió el relato de Bob Beckett y el caso de Susan Hamway.
Bob Beckett trabajaba para Paul Hamway. Susan Hamway era la esposa de Paul. Estaba separada de él, y en guerra para obtener el divorcio. Susan vivía en Fort Lauderdale, Florida. Tenía la custodia de su hija de dieciocho meses.
Paul odiaba a Susan. Le preguntó a Bob Beckett si conocía a algún asesino profesional. Bob Beckett respondió que podía arreglarlo por diez mil dólares.
Paul Hamway le dijo que lo hiciera. Añadió una condición: alguien tenía que llamarlo después de matarla. Entonces él idearía una manera de rescatar a la niña.
Bob Beckett telefoneó a Paul Serio y concertaron una cita en Miami. Serio tomó el avión y Bob Beckett se encontró con él. Llevaba un cuchillo de cocina, una pistola y un consolador. Alquilaron un coche y fueron a la casa de Susan Hamway.
Susan los dejó entrar. La niña dormía en el dormitorio.
Bob Beckett golpeó a Susan en la cabeza con la pistola. Paul Serio la estranguló con un cable telefónico. Bob Beckett le clavó el cuchillo en la espalda. Serio lo ayudó a quitarle la ropa y a bajarle las bragas. No tuvieron valor para meterle el consolador en la vagina.
La niña durmió todo el tiempo. Paul Serio y Bob Beckett salieron de la casa a plena luz del día.
Tomaron una carretera que cruzaba un pantano cerca de Miami Beach y se deshicieron de las armas. Bob Beckett telefoneó a Paul Hamway y le dijo que su ex estaba muerta. Añadió que lo habían dispuesto todo para que pareciese obra de un maníaco sexual.
Hamway tenía previsto llamar a uno de los vecinos de Susan y expresar su preocupación por no saber nada de ella. El vecino iría a la casa y encontraría el cuerpo. De ese modo él tendría una coartada y rescataría a la niña.
Serio regresó a Los Ángeles. Bob Beckett regresó a Aspen. Nadie rescató a la niña.