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Authors: Don Winslow

Tags: #Policíaco

Muerte y vida de Bobby Z (23 page)

BOOK: Muerte y vida de Bobby Z
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—Eres hombre muerto.

—¿Bobby? ¡Gracias a Dios que eres tú! ¿Te encuentras bien?

Tim no puede creer lo baboso que es ese tipo. Está en una cabina telefónica de la playa pública de Laguna escuchando esa mierda, y no da crédito a sus oídos.

—Monje —dice—, uno de tus chicos intentó clavarme un cuchillo por la espalda, ¿y tú me preguntas por mi salud?

El otro hace caso omiso de la acusación.

—Bobby, ¿quiénes eran aquellos tipos? ¿Gente de Huertero?

—Veo que no te quedaste para averiguarlo.

—Confiaba en quitarte de encima a uno o dos. Ya sabes, dividir las fuerzas.

—Sí, ¿y cuántos te siguieron?

—Hemos de ser más cuidadosos. Uno de ellos se llevó el dinero, Bobby, y el pasaporte. Lo siento, pero ¿qué podía hacer? Tenía una pistola. Solo se trata de dinero, ¿verdad? ¿Dónde estás, Bobby?

—¿Puedes enviar a alguien?

—Por supuesto. Te esconderé en un lugar seguro hasta que encontremos una forma de saber qué pasa.

—Yo sé lo que pasó. Estafaste a Huertero y no dijiste nada. Y te quedaste el dinero.

El Monje contesta como si se sintiera dolido.

—¿Crees que sería capaz de hacer algo así?

—No lo sé.

—Bobby...

El Monje mira por la ventana mientras habla. La niebla aún no se ha disipado, pero ve la playa al pie del acantilado y a una mujer y a un niño jugando con un disco volador. El niño debería estar en el colegio, piensa.

—Quiero que me mires a los ojos y me lo digas, Monje. Que me mires a los putos ojos y me digas que serías incapaz de hacer algo así.

—Agradecería esa oportunidad.

—Genial. Esta noche en la cueva de Salt Creek. A las once. Y esta vez, ven solo.

—¿La cueva de Salt Creek? —se ríe el Monje—. ¿De qué va esto, Bobby, de
La isla del tesoro
? ¿Volvemos a la infancia?

—¿Sabes lo que creo, Monje?

—¿Qué crees, Bobby?

Y lo dice con ese tonillo, piensa Tim. Como si quisiera tomarle el pelo. Como si pensara que, por tener la pasta, puede chulearlo.

—Creo que eres como un banco —contesta Tim—. Como si por haber cuidado de mi dinero durante tanto tiempo creyeras que es tuyo.

—Lo tengo todo aquí guardado para ti, Bobby. Metafóricamente hablando, claro. Pero la mayor parte está en metálico, de modo que puedes recogerlo cuando quieras. Hay otro dinero metido en inversiones a largo plazo: fondos comunes de inversión, propiedades inmobiliarias...

—En este momento estoy interesado en el metálico, que será mejor que fluya en mi dirección. Una parte podría volver a Huertero.

—Bien, al César...

—Sí, vale —lo corta Tim, a quien le importa una mierda lo que tengan que ver las ensaladas con lo que están hablando—. Ve allí esta noche, tráeme el dinero, y ven solo. O serás un cabrón muerto.
Capisce?

—Comprendido.

El Monje cuelga el teléfono y sale a la terraza. El sol está empezando a calentar a través de la bruma, y va a hacer un típico día soleado del sur de California.

Otro día más en el paraíso, piensa el Monje.

58

Tim está sentado fuera de la caravana, viendo jugar a Kit y a Elizabeth.

Lleva unas gafas de sol fardonas que se compró en Laguna y tiene la cara vuelta hacia el sol, que lo está cociendo, mientras disfruta del agua azul y del oleaje, tan regular que es como si alguien hubiera dibujado una raya con tiza blanca en el rectángulo azul del mar. Esta es la California que mola.

Piensa que la vida, si uno es capaz de conservarla, es muy bonita.

Kit corre de un lado a otro, sonriente. No podría lanzar bien un disco volador ni aunque le fuera la vida en ello, pero consigue arrojárselo a Elizabeth, que no es mucho mejor ni finge serlo. Se lo devuelve y el crío sigue corriendo, persiguiendo el disco. Ríe como un idiota y chilla de placer cuando tiene que meterse en el agua fría hasta los tobillos.

Y hasta un triple reincidente y delincuente profesional antisocial como Tim Kearney se da cuenta de que ese niño se siente como nunca porque ha conseguido una combinación de papá y mamá como los de verdad durante al menos una temporada, y lo está disfrutando al máximo.

Tim se quita la camisa y se unta el cuerpo con Bain de Soleil. Disfruta de lo lindo sentado al sol, escuchando el oleaje, oliendo el aire salado y sintiendo la brisa fría sobre el pecho, y tal vez por primera vez en su vida, se siente jodidamente relajado.

Sabe también que es peligroso sentirse relajado, pero en ese momento le da igual. Porque esa noche tiene que volver a ser un capullo y hacer capulladas, pero por ahora tiene un lugar en la playa, una mujer hermosa y un crío estupendo, y cuando estaba sentado en el talego, con la perpetua como perspectiva, ni siquiera soñó que la vida pudiera volver a ser así.

Entonces Kit se da cuenta de que se está relajando demasiado y que eso va contra las normas, así que lo llama para que vaya a jugar. Tim opone el poco de resistencia que cabría esperar, y después corre a la arena y empieza a jugar con ellos. Elizabeth lo mira con ojos dulces y sexys, y el crío está encantado con ese rollo en familia en la playa.

Tim piensa: Gracias, Bobby Z, dondequiera que estés.

El problema, por supuesto, reside en que te pueden estar dando por culo sin que tú ni siquiera lo sepas, y eso es lo que le está pasando a Tim mientras arroja el disco en la playa.

A veces te joden con el mando a distancia por nada, solo porque el mundo es así, y a veces es porque la cagaste en algo, aunque sea por la mínima. Esto último es lo que está sucediendo ahora, muy lejos del marítimo escenario doméstico de Tim.

Lo que hizo Tim para cagarla fue comprar un coche en el barrio.

Y lo que está ocurriendo en ese preciso momento es que el chaval que se lo vendió se entera de que cierta gente muy seria del este de Los Ángeles está buscando a un tipo que se parece al que le compró el coche. Pagó en metálico y tenía una prisa de cojones. No probó el trasto, no regateó, no hizo preguntas: solo entregó el dinero, y cogió las llaves y la documentación.

Así que el chaval del barrio de San Juan de Capistrano cree que tal vez pueda sacar tajada y llama a un tipo, y ese tipo llama a otro, que llama a otro, y muy pronto el chaval está al aparato con Luis Escobar, de quien sabe que es un individuo muy importante en el este de Los Ángeles.

De modo que la indiscreción de Tim le proporciona a Luis Escobar una descripción del vehículo, un puto número de matrícula y un «Se fue por ahí», y mientras Tim se lo está pasando en grande en la playa, Luis Escobar está enviando tropas en busca del coche.

Y, además, Luis hace otra cosa.

Es un hombre cauteloso. Luis cree en la planificación. En la planificación y en la herramienta adecuada para el trabajo adecuado, y deduce que la mejor herramienta para ese trabajo en concreto es un
cholo
de Boyle Heights que no es un pandillero adolescente descerebrado, sino un profesional para «asuntos de precisión» llamado Reynaldo Cruz.

Lo más importante de Reynaldo Cruz es que sabe disparar.

Cruz era la estrella de la escuela de francotiradores de Pendleton. Su instructor de los marines decía que era capaz de volarle los huevos a una mosca. Cruz va al Golfo con su unidad y se gana la fama abatiendo oficiales iraquíes a larga distancia. O sea, en un momento dado, un Alí anda por ahí con todo ese rollo de
Allahu Aqbar
, y al instante siguiente se ha reunido con Alá. Saludos de R. Cruz, francotirador.

«DFN Cruz», tío, así lo llamaba el resto del pelotón. «Death From Nowhere» (Muerte desde Ningún Lugar). Aquella noche en Khafji, tío, se arma la de Dios es Cristo. El cielo está negro, y Cruz se tumba boca abajo como si estuviera en su catre del barrio y reparte muerte desde ningún lugar. Abate Alís como en un video-juego, salvo que Cruz nunca se queda sin monedas. Pamp, pam, pam (una bala, un cadáver), y DFN Cruz se convierte en el campeón de Mortal Golfo Kombat.

Además, el tipo es frío. Máxima frialdad. En el puto desierto, DFN Cruz ni siquiera suda. Se coloca el visor ante un ojo negro frío como una piedra y... pam. Muerte desde ningún lugar. DFN Cruz, en su estilo, está tan loco como el cabo Tim Kearney, quien también es un cabronazo pirado. La noche de Khafji, DFN está tendido en la arena abatiendo Alís, y Kearney corre de un lado a otro como si las balas no pudieran tocarlo. Se mueve disparando ráfagas, lanzando granadas, sacando a los heridos de debajo de los tanques enemigos. Y Kearney va gritando «¡Médico!» al tiempo que dispara contra los iraquíes con su mano libre. Sí, aquella noche fue como estar viendo un videojuego con Tim el loco y DFN Cruz en la misma pantalla.

Dos condecoraciones de la Marina para la unidad aquella noche, tío: Kearney y DFN Cruz. Un par de cabronazos pirados, Semper Fi.

Y esos dos prácticamente arrasaron Kuwait City. Cruz está en el paraíso de los francotiradores, tío, tirando sin parar desde aquellos malditos edificios. Un puto Alí asoma la cabeza y adiós cabeza, y después DFN Cruz y Kearney empiezan a trabajar en equipo. Kearney está tan loco que hace de cebo, animando a los iraquíes a dispararle, hasta que uno de ellos se asoma y... bienvenido al paraíso, Ahmed.

Y Kearney piensa que es divertido, tío. Vuelve al frente riendo y motivado a tope, y todo el mundo supone que va a ganar otra medalla, pero entonces le dio la hostia al oficial saudí y se acabó.

El coronel saudí le está sacudiendo de lo lindo a un chico palestino que ha encontrado escondido entre los escombros, y Kearney se levanta de donde está comiendo y derriba al saudí. Una sola hostia (¡paf!), y el coronel cae, pero Kearney aún no ha terminado, porque a continuación le da una patada en las pelotas, y los saudíes quieren decapitar a Kearney allí mismo, sin más.

Es como en una película antigua. Los policías militares saudíes sacan sus monstruosas espadas curvas y quieren separar la cabeza de Kearney de su cuerpo. Lo habrían hecho, de no ser porque DFN Cruz está sentado contra una pared con el arma sobre el regazo, sonríe y niega con la cabeza, y los saudíes reciben el mensaje de que a DFN Cruz le da igual a quién matar.

De manera que Kearney conserva la cabeza, pero no consigue otra medalla, y los militares no quieren provocar un incidente internacional o una desastrosa reacción entre la opinión pública al juzgar en consejo de guerra a un héroe del copón, de modo que pactan una desmovilización deshonrosa y Kearney pasa a ser civil.

Y también DFN Cruz, que vuelve a ser solo Cruz y regresa a su antiguo barrio. Donde Cruz no tiene nada que hacer, porque no hay trabajo y no puede ingresar en la academia de policía. Está pensando en hacerse mercenario, y una noche le enseña un anuncio por palabras de
Soldier of Fortune
a Luis Escobar, y este dice, más o menos: «¿Por qué quieres ir a trabajar para extranjeros?», así que Cruz comienza a trabajar para Luis Escobar.

Como herramienta de precisión.

Escobar lo ha estado pensando con detenimiento. Cree que matar a Bobby Z es peliagudo, porque nadie va a poder acercarse lo suficiente a él para el rollo del bang bang en la nuca, porque ese Z es demasiado bueno. Así que tendrá que ser desde lejos, una bala surgida de ningún lugar.

De modo que cuando Escobar consigue esa pista sobre Bobby Z, lo primero que hace es ir a hablar con Cruz, que está esperando su siguiente misión.

Prepárate, le dice Escobar. Vamos a hacerlo bien. Localiza a ese pedazo de mierda y después practica tu especialidad: Muerte desde Ningún Lugar.

Eso hace feliz a Cruz, porque es muy bueno en su trabajo y se siente muy orgulloso de su profesión, y se aburre y desanima cuando no tiene nada que hacer. También siente un enorme respeto por Luis Escobar, que no solo es su
patrón
, sino también un hombre de verdad.

Además, el dinero le irá bien. Está ahorrando para uno de esos televisores de pantalla gigante que tienen en el bar, y quiere conectarle un monstruoso sistema Super Nintendo, que hará que sea mejor que en la vida real.

Cruz añora la guerra.

Tim no. Tim sería completamente feliz viviendo con Kit y Elizabeth en la playa hasta el fin de sus días, aunque ya sabe que eso no va a pasar.

Lo que no sabe es que la cagó en algo, aunque sí se va insinuando en la periferia de su conciencia otra cosa que no cuadra, y no se refiere al coche, sino que se remonta a aquella primera noche en la frontera, cuando Jorge Escobar la diñó. Tim no puede borrarse la imagen de los sesos del poli brotando de la parte delantera de su cráneo. De la delantera, tío, como si le hubieran disparado por detrás. Desde el lado estadounidense.

Pero todo eso es demasiado confuso para que Tim pueda meditarlo en ese momento, con el sol, la mujer, el crío y toda la pesca. Lo descarta, de modo que, ni siquiera cuando Elizabeth, Kit y él entran en la caravana para preparar unos bocadillos, se da cuenta de que el mundo lo está jodiendo de formas nuevas e imaginativas.

59

Lo que tiene preocupado al Monje es el rollo tipo Juan el Bautista de One Way. Recorre las calles de Laguna en busca de ese chiflado que predijo el regreso de Bobby Z.

No se lo puede quitar de la cabeza, porque huele a poderes cósmicos y sobrenaturales, justo lo que el Monje desechó sin vacilar aquella cálida mañana en Tucson.

Así que está desesperado por obtener una explicación racional y científica del aliento nauseabundo del bardo y fastidio público residente en Laguna. Pero justo en el momento sin precedentes en que alguien de la comunidad desea ver a One Way, el perverso chiflado va y desaparece.

Volatilizado.

La policía y los comerciantes están muy contentos, por supuesto. Su repentina desaparición es un acontecimiento deseado a diario con fervor por los defensores de la ley y la comunidad comercial. Hasta la gente de la calle se alegra de que no esté, porque el cabronazo es incapaz de cerrar la boca, de modo que agradecen el poco habitual silencio.

Todos tienen explicaciones diferentes de su ausencia.

Los policías (uno de ellos hasta dio la noticia por radio a sus camaradas de Dana Point y Newport Beach) apuestan a que el cuerpo descompuesto de One Way aparecerá en la playa, o enredado en las redes de los pescadores de Dana Point. Los comerciantes especulan con la idea de que ha emigrado al sur para integrarse en una comunidad de vagabundos más grande, en el Balboa Park de San Diego. La gente de la calle, por lo general más imaginativa, está a punto de decidir que One Way ha sido abducido por alienígenas y la única duda consiste en saber si se resistió o no.

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