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Authors: Don Winslow

Tags: #Policíaco

Muerte y vida de Bobby Z (28 page)

BOOK: Muerte y vida de Bobby Z
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—¿Puedes disparar desde tan lejos? —le pregunta a Cruz.

—No será necesario —responde.

—No te he preguntado eso.

—Sí, puedo disparar desde tan lejos.

Escobar se está poniendo nervioso.

—¿No sería mejor desde el puente? —pregunta.

Cruz niega con la cabeza.

—Sería un buen disparo —admite—, pero quiero escapar.

Todo el mundo y su puta madre lo verían disparar desde el puente. Habría que ser un jodido chiflado para disparar desde allí. Sin embargo, no le dice eso a Escobar. Escobar es un hombre inteligente, pero en ese momento está un poco tenso.

Además, hay toda una fila de moteros ocupando ese puente, y lo último que desea Cruz ahora es pelearse con una banda de moteros.

—Dispararé desde aquí —dice.

Muerte desde Ningún Lugar.

76

—Estaba embarazada —dice Elizabeth—. Por eso huyó de ti. Intenté que abortara, pero no quiso. Así que urdimos un plan. Ella se iría y tendría el niño como si fuera de Olivia. Todo el mundo lo creería. Olivia era la más promiscua de las tres. Esta se quedaría con el niño, que haría pasar como el fruto inesperado de una de sus múltiples relaciones. Yo ayudaría.

»Funcionó bastante bien. Engañamos a todo el mundo. Pero la pobre Angelica... Tenías razón, no podía engañarse a sí misma. Ardía en deseos de ver a Bobby, ardía en deseos de ver a su hijo. Habría vuelto por el niño, pero tenía miedo de tu cólera. Miedo de lo que pudieras hacer...

Elizabeth señala el puente con la barbilla.

—Tenía miedo de que mataras al niño.

—¿Matar a mi nieto? —Huertero parpadea—. ¿Carne de mi carne?

Ella mira al matón que sujeta a Kit.

—Suelta al niño —ordena.

Kit corre hacia Tim y lo rodea con los brazos. Le hunde la cara en el pecho para esconderse.

—Olivia era incapaz de criar a un niño —resopla Elizabeth—. Olivia era incapaz incluso de cuidar de una planta. Yo tendría que haberlo sabido. Después de su octava terapia de rehabilitación, pensé en quedármelo yo. Entonces apareció él y pensé a la mierda, ha de saber que tiene un hijo.

—Un nieto —murmura Huertero. Sus ojos rebosan de lágrimas—. Un nieto. Un tesoro —dice entre sollozos.

Tim no da crédito a lo que oye y no entiende por qué Elizabeth no ha desvelado esa información un poco antes. Y al momento, Huertero está sentado en el suelo a su lado, intentando llamar la atención de Kit.

—Lo tendrás todo —le dice—. Juguetes, barcos, juegos, caballos. Tendrás una cuadra llena de caballos, serás como un príncipe de un cuento de hadas. Saldremos a cabalgar por las mañanas y te contaré historias de tus antepasados, de cómo conquistaron México y lucharon contra los apaches, los comanches y los yanquis. Una mujer cariñosa te enseñará español y Elizabeth será tu niñera. ¿Te gustaría?

Intenta abrazar al niño, o quizá solo acariciarlo, pero Kit se aferra a Tim y hunde la cabeza más en su pecho. La sangre que brota de la nariz de Tim cae sobre el pelo del crío.

Huertero se levanta e intenta sacudirse la tierra de los pantalones.

—Llevaos al niño —ordena.

—El niño se queda conmigo —dice Tim—. Tú coge el dinero y vete.

Huertero se limita a sonreír.

—Llevaos al niño —repite.

—Olvídate de nosotros —dice Tim—. Ve al
Nowhere
. Súbete al barco y márchate, pero déjame al niño.

Elizabeth empieza a decir algo, pero Tim grita:

—¡Cierra el puto pico!

Porque sabe que todo ha terminado. Huertero va a quedarse con el niño y el dinero, y a él se lo cargará. Y Kit tendrá la vida de mierda de un rico, pero al menos podrá soportarlo sabiendo que su padre le quería.

No es mucho pedir para un niño.

—Iré con usted —le dice entonces Kit a Huertero—. Quiero ir con usted.

—Kit... —susurra Tim.

—Si no le mata —le oye añadir.

El crío es un cabronazo listo y duro.

—No podrá llevarme con usted si yo no quiero. Me pondré a chillar y a berrear, y no podrá impedírmelo. Después diré que me ha secuestrado, e irá a la cárcel.

Tim piensa que Huertero se va a acojonar, pero el viejo cabrón sonríe.

—El chico tiene coraje.

—El chico habla en serio —dice Kit.

Y se nota que se ha pasado las noches viendo películas en la tele hasta muy tarde, porque añade:

—Quiero recibir una carta de él cada año. Tendremos un código, y así sabré si es falsa. Mientras él viva, yo me quedaré con usted.

—Llevas la sangre de tu madre en las venas —dice Huertero.

—Y la de mi padre —replica Kit.

El hombre tiende la mano con solemnidad y el niño se la estrecha.

—Hemos llegado a un trato —dice Huertero—. Te doy mi palabra de honor.

Tim no dice nada, porque quiere que el crío crea lo que quiere creer. Que salvó la vida de su padre, por ejemplo, aunque Tim sabe que el honor de Huertero no vale una mierda.

Pero Kit está de pie delante de él, intentando comportarse con valentía, y Tim tiende los brazos y el niño lo abraza y él susurra: «Te quiero», y Kit susurra: «Yo también», y es jodidamente emocionante, porque los dos están llorando.

A continuación se da cuenta de que Elizabeth ha cogido a Kit de la mano y se lo está llevando, y Tim toca los dedos de Kit, y de repente ya se han ido.

Tim se queda arrodillado en el suelo, llorando.

Mientras Huertero camina hacia el coche, le susurra al jefe de sus secuaces:

—Después de que subamos al barco, mátalo.

El hombre asiente.

—Esperaré aquí.

Huertero niega con la cabeza.

—No será necesario —dice—. Él vendrá.

—¿Sí?


, piensa Huertero.

Conoce a los hombres. Sabe que irá. Con un hijo así, ese hombre irá a buscarlo.

Y mientras reflexiona, el sempiterno perdedor Tim Kearney se está dejando resbalar por el borde del barranco. Hacia las copas de las palmeras, hacia las rocas afiladas, le da igual.

Pero Tim Kearney está hasta el gorro de perder.

Semper Fi, tío.

77

One Way está preparando el barco.

Se siente estupendamente, como en los viejos tiempos. Y lo está disfrutando, el cordaje, las jarcias. Ha pasado la noche trabajando en el motor, hasta que ha conseguido que zumbara y vibrara, y One Way se pregunta qué ha estado haciendo esos últimos años.

Ha sido como un viaje de ácido largo y extraño, pero ahora está preparado para dejarlo atrás. Zarpa, tío. Vete del Hotel California.

Está de pie en la cubierta, convirtiendo las cuerdas sueltas en pulcros rollos, sintiendo el sol en la nuca y esperando a que Bobby llegue para entregarle el dinero y puedan dejarlo todo atrás. Él, Bobby y la mujer y el hijo de Bobby, y la idea de enseñar a navegar al joven Z encandila a One Way.

Entonces los ve venir y las alarmas se disparan en su cabeza, porque Bobby no va con ellos. Una larga limusina negra parecida a un coche fúnebre frena y un mandamás mexicano sale con un guardaespaldas, una mujer y un niño. Y One Way tiene que mirar dos veces al niño para darse cuenta de que es el pequeño Z. Se encaminan por el muelle hacia el barco, pero Bobby no va con ellos.

El mexicano viejo mira a One Way y empuja al crío para que suba al barco.

—¡Llévalo abajo! —ordena, y él obedece, pero el jefazo mexicano se queda en el muelle.

Como si estuviera esperando algo.

One Way siente retortijones en el estómago. Algo está pasando, de modo que corre abajo y pone el motor en marcha, por si han de salir a toda leche, y cuando vuelve arriba ve a Bobby llegar al muelle seguido de Gruzsa.

Y a Escobar y DFN Cruz en lo alto de la loma, y a los Ángeles del Infierno en el puente; todos miran lo mismo. El rifle de DFN Cruz apunta a la espalda de Bobby, y los Ángeles tienen sus AR-15 apoyados en la barandilla del puente. Por su parte, el hombre de Huertero ha desenfundado la pistola, y al parecer Bobby se da cuenta, porque se para y gira en redondo.

Justo cuando Tim Kearney sale del barranco, se para un momento bajo una gran palmera, mira hacia el muelle y sus ojos se encuentran durante un segundo con los de Bobby Z.

Ambos se miran muy intrigados, y entonces Tim oye que Gruzsa chilla «¡NOOOO!», y Tim lo comprende todo de golpe. Que el poli le tendió una trampa para que pagara las culpas de Bobby Z, y después Gruzsa y Z se largarían con los tres millones. Tiene ese repentino momento de lucidez, y luego... ¡BAM!, el mundo estalla.

En un momento Z está de pie en el muelle, y al siguiente es como si se disolviera en el aire, tío, de tantas balas como lo alcanzan desde tantos ángulos.

Es como si se hubiera desvanecido.

Y Gruzsa, Gruzsa, tío, ve a Don Huertero entre él y su dinero, y se lleva la mano a la pistola mientras el hombre del mexicano se dispone a volver a cargar el arma; y el hombre de Huertero resulta ser un poco más veloz.

Gruzsa se desploma sobre el muelle, pero es demasiado malvado para morir sin antes meterle dos balas al hombre de Huertero, que cae al agua.

One Way oye todo eso y sabe que debe proteger al hijo de Bobby, así que acelera el motor. Sube a cubierta y empieza a dirigir el
Nowhere
hacia mar abierto, porque Bobby ha muerto. Ve los restos de su cuerpo en el muelle, y sabe que debe poner a salvo al crío, y eso solo puede hacerlo en el agua.

De modo que el barco empieza a zarpar, y el mexicano viejo bien trajeado se dispone a subir a bordo, pero la mujer de Bobby tiene un cuchillo que centellea como un rayo de sol sobre su cara, desde la frente hasta la barbilla.

Huertero contempla sus manos manchadas con su propia sangre cuando Elizabeth le clava el cuchillo en el pecho.

Luego se queda allí quieta esperando a los policías, y no tendrá que esperar mucho rato, porque ya se oyen las sirenas.

En el puerto de Dana Point se arma un jodido caos.

La banda de Escobar se está largando a toda prisa de la ciudad, convencidos de que han vengado a su pariente, y DFN Cruz está contento, pero algo flipado, porque el objetivo se parecía muchísimo a aquel cabronazo chalado del Golfo, cuyo nombre es incapaz de recordar.

Y los Ángeles se están largando también del puente. Acaban de tirar sus armas a las aguas del puerto y se dirigen hacia San Berdoo o algún otro lugar para celebrar la muerte de Tim Kearney y el hecho de que sus hermanos puedan ahora celebrarlo en el infierno.

Y One Way está cansado de todo ese caos. Solo quiere irse de la puta California, tío, acabar de una vez con su mal viaje, porque tiene trabajo que hacer. Un trabajo para toda la vida, que es cuidar del hijo de Z.

Y de la mujer de Z, así que salta del barco, agarra a la mujer, la sube a bordo, y después dirige el
Nowhere
hacia alta mar, mientras la mujer de Bobby abraza al lloroso hijo de Bobby.

Mientras las sirenas aúllan y los coches de la policía entran en el puerto, One Way dirige con calma el
Nowhere
bajo el puente hasta salir a mar abierto.

Para desaparecer junto con la leyenda de Bobby Z.

78

Tim ve alejarse el barco.

Ve que se dirige a mar abierto.

Sabe que ha vuelto a perder, porque no hay manera de que el barco pueda volver al puerto para recogerlo y largarse todos juntos. Los policías están por todas partes, porque hay cadáveres por doquier, y los cadáveres atraen a las moscas y a los policías.

De modo que Tim está atrapado.

Pues claro, piensa. Por supuesto, joder.

Pero ha visto a Elizabeth y a Kit subir al barco. Y hay montones de dinero en él, o sea que vivirán felices por siempre jamás con One Way, y lo inteligente sería olvidarlos. Y piensa: Vete, barco, vete. Sal de aquí cagando leches.

Y además piensa: Estoy muerto.

Fuera la puta persona que fuera, está muerto.

Tim Kearney ha muerto y Bobby Z ha muerto, con lo cual, parece que podrá empezar de nuevo.

Dirigirse a Oregón, conseguir un nuevo nombre y una nueva vida.

Porque tener el dinero, la mujer y el crío habría sido estupendo, habría sido un sueño, tío, pero los perdedores no convierten sus sueños en realidad.

Los perdedores han de adaptarse a la vida real, y ahora, al menos, tiene una.

Así que ve el barco alejarse. Supone que lo mirará hasta que desaparezca en el horizonte. Después volverá a la espesura del barranco y desaparecerá.

Eso sería lo más inteligente. Luego piensa: Y una mierda.

Y echa a correr.

Corre hacia el puerto y el espigón de piedra. Nadie va a fijarse en un tipo más corriendo por una playa de California, tío. Los policías están demasiado felices con los cadáveres, las ambulancias y toda esa mierda, y ya se ha congregado una multitud, y Tim pasa corriendo de largo hacia el espigón.

Sube a las rocas y empieza a avanzar hacia el mar, hacia el barco, y resbala y cae sobre las piedras, y las olas rompen y amenazan con arrastrarlo, pero él continúa adelante.

Y nadie lo mira, ni los policías ni los de la ambulancia, ni los que hacen footing ni los surferos que desafían las grandes olas más allá del espigón.

79

Es Kit quien lo ve, por supuesto.

El niño está de pie en cubierta, sollozando contra el estómago de Elizabeth, y levanta la vista y lo ve corriendo por el espigón. Y Kit le grita a One Way.

Este mira, y no es un mal viaje, tío, sino Bobby Z, que ha resucitado de entre los muertos.

Resucitado de entre los muertos y corriendo hacia mar abierto, y One Way tira de un par de cuerdas y le dice a Elizabeth que tire de otra, y el niño y ella lo hacen, y las velas se alzan y One Way hace dar media vuelta al barco y corre paralelo al espigón.

Tim está bajando por las rocas. Intenta encontrar un lugar desde el que saltar al agua, pero acojona saltar desde esas grandes rocas afiladas con ese oleaje, y se para un momento para hacer acopio de valor.

Porque no sabe nadar.

Perdedor nato, campeón mundial del fracaso, Tim Kearney ha llegado hasta allí, desde el centro del desierto hasta el borde de la tierra, y no puede salvar los últimos cien metros porque son de agua. Y el barco no puede acercarse más para no estrellarse contra las rocas.

Tim ve a Kit en la cubierta del barco dando saltitos y agitando los brazos, y cree oírlo gritar: «¡Venga!», y salta.

Como si volara sobre las putas rocas y cayera en el oleaje.

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