Muerto en familia (37 page)

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Authors: Charlaine Harris

BOOK: Muerto en familia
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—¿Quién lo ha matado? —Ni siquiera había registrado la casa con mis sentidos en busca de otros seres y casi me sorprendió mi propia frialdad.

—Alexei perdió el control —recordó Eric—. Esta noche salió de su habitación cuando Ocella vino aquí para hablar conmigo. Yo sabía que Bobby seguía en la casa, pero sencillamente no se me ocurrió que pudiera ser peligroso. Felicia y Pam también estaban aquí.

—¿Qué hacía Felicia aquí? —pregunté, ya que, por lo general, Eric no traía a sus empleados a su casa. Felicia, la barman de Fangtasia era el último eslabón de la cadena.

—Salía con Bobby. Él tenía unos papeles que necesitaba que le firmase y se la trajo consigo.

—¿Entonces Felicia…?

—Aquí hay restos de un vampiro —anunció Jason—. Parece que el resto se ha desintegrado.

—Ha encontrado su muerte definitiva —confirmó Eric.

—¡Oh, lo siento! —Lo abracé y, al cabo de unos segundos, sus hombros se relajaron. Jamás había visto a Eric tan derrotado. Aun en la noche en que nos vimos rodeados de los vampiros de Las Vegas y forzados a rendirnos a Victor, la misma en que creyó que todos íbamos a morir, mantuvo una chispa de vigor y determinación. Pero en ese momento estaba literalmente abrumado por la depresión, la rabia y la impotencia. Gracias a su maldito creador, cuyo ego le había hecho rescatar de la muerte a un crío traumatizado—. ¿Dónde está Alexei ahora? —pregunté, dotando mi voz de toda la energía posible—. ¿Y Apio? ¿Sigue vivo? —Al demonio con la convención de los dos nombres. Pensé que al menos habría valido la pena si Alexei hubiese matado al antiguo vampiro para ahorrar problemas.

—No lo sé. —Eric parecía completamente derrotado.

—¿Cómo que no? —Estaba genuinamente sorprendida—. Es tu creador, ¿no? Si estuviera muerto lo sabrías. Si yo he podido sentiros a los tres durante una semana, sé que tú has debido de sentirlo a él con mucha más fuerza. —Judith dijo que había sentido una especie de distorsión el día que Lorena murió, aunque no llegó a comprender lo que había pasado hasta más tarde. Eric llevaba en el mundo tanto tiempo que quizá ya era incapaz de sentir nada si Apio había muerto. En un instante cambié por completo de idea. Apio debía sobrevivir al menos hasta que Eric se recuperase de sus heridas—. ¡Tienes que salir de aquí e ir a buscarlo!

—Me pidió que no lo siguiera cuando salió en pos de Alexei. No quiere que muramos todos.

—Entonces ¿te vas a limitar a quedarte sentado en casa a ver qué sucede? —La verdad era que no sabía exactamente qué quería que Eric hiciera. La droga aún seguía recorriendo mis venas, aunque de forma mucho menos intensa. Me limitaba a ver colores de vez en cuando donde no debería haberlos. Pero tenía un control muy escaso de mi pensamiento y mi lengua. Sólo intentaba que Eric empezase a actuar como si fuera él mismo. Y que dejase de sangrar. También quería que Jason le colocara los huesos en su sitio porque veía demasiado claramente cómo sobresalían.

—Es lo que me ha pedido Ocella —afirmó Eric, atravesándome con la mirada.

—¿Te lo ha pedido? Eso no me parece una orden directa. Más bien parece una petición. Corrígeme si me equivoco —rebatí, procurando aparentar irritación.

—No —confirmó Eric con los dientes apretados. Su ira iba en aumento, lo notaba—. No fue una orden directa.

—¡Jason! —grité. Mi hermano apareció con un aire muy sombrío—. Por favor, coloca las costillas de Eric en su sitio —pedí con una frase que jamás pensé que pronunciaría. Sin una palabra, aunque con los labios apretados, Jason colocó sus manos a ambos lados de la herida abierta. Miró a la nariz de Eric y dijo:

—¿Listo?

Sin aguardar una respuesta, empujó.

Eric emitió un sonido escalofriante, pero noté que la hemorragia se detuvo para dar comienzo al proceso curativo. Jason se miró las manos ensangrentadas y se fue al cuarto de baño.

—¿Y bien? —pregunté a Eric tendiéndole una botella abierta de TrueBlood que alguien se había dejado en la mesa. Puso una mueca, pero se tragó el contenido—. ¿Qué piensas hacer?

—Más tarde hablaremos de ello —respondió. Se me quedó mirando.

—¡Por mí, bien! —le sonreí y me dejé caer por una tangente irracional—. Y mientras haces la lista de las cosas que tienes que hacer, ¿dónde están los de limpieza?

—Bobby… —empezó a decir, pero se calló.

Bobby sería quien habría llamado al equipo de limpieza.

—Bueno, no pasa nada si me encargo yo de esa parte —ofrecí, preguntándome dónde encontrar una agenda telefónica.

—Guardaba una lista de los números más importantes en el cajón derecho de la mesa de mi despacho —añadió con mucha tranquilidad.

Encontré el número del servicio de limpieza vampírico situado a medio camino entre Shreveport y Baton Rouge: Limpiezas Fangster. Como era un negocio de vampiros, lo más seguro es que estuviese abierto. Una voz de hombre respondió a la llamada inmediatamente y le describí el problema.

—Estaremos allí dentro de tres horas si el propietario de la casa puede garantizarnos un lugar seguro para dormir en caso de que el trabajo se prolongue —dijo.

—No habrá problema. —Era imposible saber si los dos vampiros que faltaban habían sobrevivido para regresar antes del amanecer. Si lo hacían, todos podrían dormir en la espaciosa cama de Eric o en el otro dormitorio aislado de la luz si hacían falta los ataúdes. También recordaba que debía de haber un par de cápsulas de fibra de vidrio en el cuarto de la lavandería.

Ahora que las alfombras y los muebles quedarían limpios, sólo había que asegurarse de que no muriera nadie más esa noche. Al colgar, me sentí tremendamente eficiente, pero extrañamente vacía, hecho que atribuí a la pérdida de todo lo que llevaba en el estómago. Me sentía tan ligera que era como si flotase al caminar. Vale, es posible que tuviese más droga en las venas de lo que creía.

Entonces se me ocurrió de repente. Eric había dicho que Pam también estaba en la casa. Pero ¿dónde?

—Jason —grité—. Por favor, por favor, encuentra a Pam.

Volví al salón, que seguía oliendo a mil diablos, me encaminé hacia las ventanas y las abrí. Me volví para mirar a mi novio, que antes de esa noche había sido muchas cosas: arrogante, sagaz, determinado, reservado y astuto, por mencionar sólo algunas características. Pero nunca lo había visto tan indeciso, tan desconsolado.

—¿Cuál es el plan? —le pregunté.

Tenía mejor aspecto, ahora que Jason había cumplido con lo suyo. Ya no se veía que asomaran huesos.

—No hay ninguno —contestó Eric. Al menos parecía sentirse culpable al respecto.

—¿Cuál es el plan? —insistí.

—Ya te lo he dicho. No tengo ninguno. No sé qué hacer. Puede que Ocella esté muerto si Alexei ha sido lo bastante astuto como para prepararle una emboscada. —Unas lágrimas rojas empezaron a deslizarse por las mejillas del vikingo.

—¡Bzzzz! —imité a una bocina—. Si Apio Livio estuviera muerto, lo sabrías. Es tu creador. ¿Cuál es el plan?

Eric se irguió como una exhalación, con apenas un movimiento. Bien, había conseguido espolearlo.

—¡No tengo ninguno! —rugió—. ¡Haga lo que haga, alguien acabará muerto!

—Si no hay plan entonces sí que alguien va a morir, y lo sabes. ¡Puede que alguien esté muriendo en este mismo instante! ¡Alexei está loco! Tenemos que dar con un plan —exclamé, levantando las manos.

—¿Por qué hueles tan raro? —Por fin había dado con la camiseta que ponía
PAZ
—. Hueles a licántropo y a drogas. Y has vomitado.

—Ya he pasado por un infierno esta noche —resumí, quizá exagerando un poco—. Y ahora tengo que repetir ese paso porque alguien tiene que poner en marcha tu trasero vikingo.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó con un tono extrañamente razonable.

—¿Te parece bien que Alexei mate a Apio? A mí no me importaría en absoluto, pero pensé que tú tendrías tus objeciones. Supongo que me equivoqué.

—He encontrado a Pam —dijo Jason, apareciendo por la puerta. Se dejó caer pesadamente sobre un sillón—. Necesitaba sangre.

—Pero ¿puede moverse?

—Apenas. Está herida, le han hundido las costillas y le han partido el brazo izquierdo y la pierna derecha.

—Oh, Dios —dije, y corrí a buscarla. Mis pensamientos estaban ofuscados por las drogas. De lo contrario, Pam habría sido mi primera prioridad una vez hubiese encontrado a Eric con vida. Había intentado arrastrarse hasta el salón desde el cuarto de baño, donde Alexei la había acorralado. Los cortes de cuchillo eran las heridas más evidentes, pero Jason no había exagerado con lo de los huesos rotos. Y eso que acababa de tomar la sangre de Jason.

—No digas nada —gruñó—. Me pilló desprevenida. Soy… una… estúpida. ¿Cómo está Eric?

—Se pondrá bien. ¿Te ayudo a levantarte?

—No —negó amargamente—. Está claro que prefiero arrastrarme por el suelo.

—Serás zorra… —dije disponiéndome a ayudarla. Fue un trabajo duro, pero como Jason le había dado tanta sangre, ya no quise pedirle también que me echara una mano. Nos arrastramos como pudimos hasta el salón—. ¿Quién se habría imaginado que Alexei era capaz de hacer tanto daño? Parece tan enclenque. Y tú eres una gran luchadora.

—No seas zalamera —susurró Pam con la voz rasgada—. Ahora mismo no me es de mucha ayuda. Fue culpa mía. Ese pequeño mierda no dejaba de seguir a Bobby y vi que cogía un cuchillo de la cocina. Intenté contenerlo mientras Bobby salía de la casa para dar a Ocella la oportunidad de calmarlo. Pero fue a por mí. Es rápido como una serpiente.

Empezaba a dudar de si podría llevar a Pam hasta el sofá.

Eric se levantó trabajosamente y la rodeó con un brazo. Entre los dos conseguimos llevarla hasta el sofá que había dejado libre.

—¿Necesitas mi sangre? —le preguntó Eric—. Te agradezco que hicieras lo posible para detenerlo.

—También es de mi sangre —dijo Pam, apoyándose, aliviada, sobre un cojín—. Estoy emparentada con ese pequeño asesino a través de ti. —Eric hizo un gesto con la muñeca—. No. Necesitarás toda tu sangre si vas a ir a por él. Ya me estoy curando.

—Gracias a los litros que te has bebido de la mía —apuntó Jason con debilidad y un tenue reflejo de su habitual fanfarronería.

—Estaba buena. Gracias, pantera —añadió, y tuve la sensación de que mi hermano sonreía ligeramente. Justo entonces, su móvil se puso a sonar. Conocía el tono; era de una canción que me encantaba:
We Are The Champions
, de Queen. Jason se sacó el móvil del bolsillo como pudo y abrió la tapa.

—Hola —saludó, y se quedó escuchando—. ¿Estás bien? —preguntó. Escuchó un instante más—. Vale. Gracias, cariño. Quédate en casa, cierra las puertas y no las abras hasta que oigas mi voz. ¡Espera, espera! Mejor hasta que oigas mi móvil, ¿vale?

Jason cerró la tapa del teléfono.

—Era Michele —nos informó—. Alexei acaba de aparecer por mi casa buscándome. Ella fue a la puerta, pero al ver que era un no muerto no le invitó a pasar. Le dijo que quiere consolarse en mi vida, lo que quiera que signifique eso. Me rastreó hasta allí por mi olor desde tu casa. —Parecía preocupado, como si se hubiese olvidado de ponerse desodorante.

—¿El otro estaba con él? —pregunté apoyándome en una pared. Empezaba a sentirme agotada.

—Sí, al minuto apareció.

—¿Qué les dijo Michele?

—Les dijo que volviesen a tu casa. Se imaginó que, si eran vampiros, sería problema tuyo. —Así era Michele. Estupendo.

Me había dejado mi móvil en la camioneta de Jason, así que usé el suyo para llamar a mi casa. Claude cogió la llamada.

—¿Qué estás haciendo ahí? —pregunté.

—Cerramos los lunes —respondió—. ¿Por qué ibas a llamar si no querías que cogiese el teléfono?

—Claude, un vampiro muy peligroso se dirige hacia casa. Puede entrar; ya ha estado allí antes —resumí—. Tienes que irte. Coge el coche y lárgate de ahí.

El estallido psicótico de Alexei más el irresistible encanto feérico de Claude para los vampiros: una combinación mortal. Al parecer, la noche aún no había terminado. Me preguntaba si alguna vez se acabaría. Por un terrible instante, me vi en una interminable pesadilla saltando de crisis en crisis, siempre un paso por detrás de los acontecimientos.

—Dame tus llaves, Jason —ordené—. Has perdido mucha sangre y no estás en condiciones de conducir. Además, Eric aún se está curando. No quiero llevar su coche. —Mi hermano sacó las llaves del bolsillo y me las lanzó. Menos mal que había alguien que no se ponía a discutir.

—Voy contigo —ofreció Eric, levantándose de nuevo. Pam tenía los ojos cerrados, pero los abrió de repente al notar que nos íbamos.

—Vale —dije, dispuesta a aprovechar cualquier ayuda que me ofrecieran. Aun en su estado, Eric era más poderoso que casi cualquier cosa. Informé a Jason acerca del equipo de limpieza que iba a venir para, acto seguido, salir por la puerta hacia la camioneta. Pam aún protestaba, aduciendo que si venía con nosotros podría curarse por el camino.

Conduje lo más rápido que pude. De nada servía que le preguntase a Eric si podía volar para llegar allí antes porque ya conocía la respuesta. Eric y yo no hablamos durante el camino. Teníamos demasiadas cosas pendientes, o quizá ninguna. A unos cuatro minutos de la casa, Eric se dobló por el dolor. No era el suyo. Lo noté a través del vínculo. Había pasado algo gordo. Ya estábamos atravesando a toda velocidad el camino privado de mi casa, apenas tres cuartos de hora después de haber dejado Shreveport, todo un récord.

La luz de seguridad del jardín delantero iluminaba una extraña escena. Un hada de cabello pálido a la que jamás había visto antes permanecía espalda con espalda con Claude. El desconocido blandía una fina y larga espada. Claude había optado por dos de los cuchillos más largos de mi cocina, uno en cada mano. Alexei, aparentemente desarmado, paseaba en círculos a su alrededor como una pequeña y pálida máquina de matar. Estaba desnudo y manchado de salpicaduras que abarcaban todas las tonalidades del rojo. Ocella yacía revolcado sobre la grava. Tenía la cabeza cubierta de una sangre oscura. Al parecer, ése era el tema de la noche.

Derrapamos hasta detenernos y salimos a toda prisa de la camioneta de Jason. Alexei sonrió, consciente de nuestra presencia, pero no dejó de describir círculos.

—No habéis traído a Jason —observó—. Tenía ganas de verlo.

—Tuvo que dar mucha sangre a Pam para que no se muriese —le informé—. Estaba muy débil.

—Debió dejarla morir —dijo Alexei antes de salir disparado hacia el hada desconocida para propinarle un puñetazo en el estómago. A pesar de tener un cuchillo, parecía que Alexei tenía ganas de jugar. El hada agitó la espada más deprisa de lo que mis ojos podían seguir y cortó la carne de Alexei, añadiendo otro riachuelo de sangre a los que ya surcaban su pecho.

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