Figuras y símbolos comenzaron a aparecer en la pantalla. Cuando acabó la serie, Tansis ordenó al computador que reprodujera holográficamente la ruta actual de la nave principal, en una presentación tridimensional de las cercanías del planeta. Tres luces brillantes aparecieron en el globo a un lado del puesto de mando, y trazaron líneas de luz continua. Eran tres espirales divergentes que ascendían desde el punto central del globo. Tansis ordenó una expansión de la escala para que incluyera a los cinco planetas internos, y a Capella. El recorrido de los fragmentos principales se encontraba por encima de la eclíptica y a mitad de camino del cuarto planeta. Finalmente, pidió el recorrido extrapolado. Las líneas formaban un arco por encima de la eclíptica e iban en espiral dando vueltas a la primaria, acercándose más a ella a cada revolución y cayendo dentro en la novena. El navío principal estaba destinado a caer en Capella en cuatro años terrestres y un cuarto.
Tansis meditó. ¿Debería explicar al computador lo que esto significaba o debería pedirle que se lo explicara? Decidió dejar que el computador lo averiguara por sí mismo, y le pidió sus comentarios.
El computador contestó:
—La nave principal está en tres fragmentos con evidencia no definitiva de dos fragmentos más. Los niveles de temperatura y de radiación en el momento del despegue superaban los límites permitidos por las normas de seguridad. Su curso actual no ha sido corregido y se encuentra más allá de toda posibilidad de corrección para efectuar un retorno seguro a la Tierra o a este planeta. El curso extrapolado implica su destrucción física en cuatro años y ochenta y dos días, tiempo normal de esta nave, y a la destrucción de su ambiente habitable en el primer perihelio en 308 días tiempo-tipo de esta nave.
Tansis respondió:
—La situación descrita es una prueba objetiva de la muerte de todas las personas de la expedición de Capella, incluyendo a todos los que ostentaban una graduación superior a la mía.
Esto era la prueba definitiva, la disyuntiva de su naufragio: o el computador lo aceptaba, o se volvía loco.
Pero el computador no respondió. La onda sinuosa atravesaba la pequeña pantalla del monitor: el computador estaba inmerso en profundos cálculos. Pasaron algunos minutos; la línea brillante y sinuosa centelleó una vez, casi imperceptiblemente, y luego otra. Tansis no podía recordar que hubiera visto nunca debilitarse de tal modo la línea sinuosa, que era como el pulso electrónico de la máquina, esa línea que fluía sin cesar en una sucesión hipnótica de ondas y mostraba la salud electrónica de la máquina. Cualquier alteración de tono o de frecuencia, cualquier irregularidad, normalmente era la causa de que los ingenieros se apresuraran a poner las cosas en orden.
Mientras seguía observando y esperando, la línea centelleó y se dobló en dos líneas paralelas. Un minuto más tarde pudo distinguir que las dos ondas no seguían exactamente el mismo ritmo y que comenzaban a perderlo de modo visible. Esto se estaba complicando. El computador estaba evidentemente encerrado en un dilema insoluble, y se estropearía.
Tenía que intervenir y darle algo más que analizar. Tecleó lo siguiente:
—Es evidente que la situación actual de la expedición de Capella es una situación de emergencia grave y peligrosa. No tiene precedente alguno en las ordenanzas oficiales, que no preveyeron esta situación. Soy el único superviviente de la nave. Solicito que se me considere provisionalmente como único depositario de la autoridad suprema, hasta que pueda verificarse la muerte de los jefes superiores.
La onda sinuosa relampagueó y volvió a la normalidad. La respuesta del computador llegó casi inmediatamente:
—Es imposible decidir si todos los oficiales de autoridad superior están realmente muertos. La destrucción de la vida en la nave principal no ocurrirá hasta dentro de 308 días tiempo-tipo de esta nave, suponiendo que no haya correcciones de curso. No hay pruebas de que ninguna otra nave haya salido de la nave principal después del despegue de esta nave. No hay pruebas suficientes de que usted, piloto, Isidoro Tansis, sea la única persona en esta nave.
Tansis vio que tenía una oportunidad:
—Si pudiera probarse que soy la única persona en esta nave y por lo tanto en este planeta, ¿podría recibir la autoridad suprema de modo provisional hasta el día trescientos ocho, cuando la destrucción de la nave principal será ya conocida con seguridad?
El computador guardó silencio durante medio minuto, que era aproximadamente el tiempo que le costaba calcular el recorrido entero de entrada y aterrizaje de una nave en un planeta. Evidentemente lo estaba pasando mal con las preguntas de Tansis. Desde otro punto de vista, eso mostraba cuan compactas y bien elaboradas estaban las órdenes oficiales. El computador estaba intentando pasar un camello por el ojo de una aguja.
Tansis decidió intervenir antes de que el computador comenzara de nuevo a titubear:
—¿Se ha recibido algún mensaje de la nave principal desde el despegue? —preguntó.
—Ninguno —fue la respuesta inmediata.
—¿Se ha recibido la señal permanente del monitor?
—No —respondió el computador.
—¿No contradice eso las normas oficiales de los comandantes?
—Sí. Hay pruebas de la existencia de una avería grave en la nave principal.
—Por lo tanto, debe resultar imposible que la tripulación de la nave principal mantenga contacto con esta nave.
—Es imposible, a no ser que la avería pueda ser corregida en el plazo de 308 días.
—Hasta que se corrija, esta nave se encuentra aislada y la sección quince de las ordenanzas permite que el oficial de mayor graduación de una unidad aislada asuma poderes discrecionales absolutos.
—Es correcto. El oficial de mayor graduación de esta nave puede asumir autoridad discrecional absoluta hasta que pueda reanudarse la comunicación con la nave principal.
—Autoridad discrecional absoluta implica dentro de la propia unidad poderes iguales a los que el mismo comandante tendría si estuviera en una unidad aislada.
El computador hizo una pausa de cinco segundos, tiempo necesario para efectuar un análisis de las ordenanzas.
—Correcto.
—Yo, Isidoro Tansis, soy el oficial de mayor graduación de esta nave.
—En esta nave entraron cinco personas antes del despegue. Por favor, indique sus nombres.
Tansis lo hizo.
—James Mc lntyre es el oficial de mayor graduación de esta nave, al ser el navegante de la expedición y el sexto en antigüedad a partir del comandante.
—James Mc lntyre ha muerto, y también Teresa Fantone, Gregor Vassily y Cosmos Janos. Saqué sus cuerpos de la nave y los enterré en la tierra calcinada a veinte metros de distancia, en el primer lugar de aterrizaje en este planeta. Luego ordené que se retransmitiera un mapa del continente con las coordenadas del lugar de enterramiento tan pronto como se recibieran señales significativas del espacio.
—No se observó la sección 14 del manual de la expedición. Todo fallecimiento de un miembro de la expedición debe ser notificado al computador en el plazo de un día. Un informe completo debe ser presentado al comandante, en su capacidad de forense, y luego debe ser archivado de modo permanente en el computador.
Tansis soltó un juramento. Había infringido cientos de leyes desde su aterrizaje en este mundo: ¿acaso le acusarían por todo ello?
—La falta de notificación inicial al computador fue un olvido debido a la tensión del trabajo. Los informes los presentó el comandante a sí mismo, y yo, único superviviente y oficial de mayor graduación, actuaba de comandante. El informe sobre su fallecimiento ha sido colocado ahora en archivo permanente; yo mismo lo hice hace media hora. Para verificar que todos están muertos y que murieron en un período de diez semanas a partir del primer aterrizaje, verifique el consumo de aire, agua y comida de las diez primeras semanas y compárelo con los niveles de consumo posteriores.
Hubo una pausa de aproximadamente medio minuto, mientras el computador trazaba las curvas de utilización de los sistemas de apoyo vital de los últimos seis meses.
—La utilización de aire, agua y comida está de acuerdo con una población de cinco personas en los once días primeros, de cuatro en los quince días siguientes, de tres en los seis días siguientes, de dos en los treinta y dos siguientes, y de una en los últimos noventa y tres días. Concuerda con su informe.
—Por lo tanto —tecleó Tansis, triunfante—, soy el único superviviente de esta nave, el oficial de mayor graduación y puedo asumir la autoridad del comandante hasta que pueda entablarse comunicación con la nave principal.
—Es correcto —respondió el computador al instante.
—Como oficial de mayor graduación, con autoridad discrecional total de acuerdo con la sección quince de las ordenanzas oficiales, ordeno que demore la salida de esta nave hasta que reciba órdenes adicionales.
—Debo indicarle al respecto la sección nueve de las ordenanzas oficiales en el sentido de que esa orden impedirá la reunión de esta nave y de usted mismo con el navío principal.
—Si esta nave abandonara el planeta en este momento no podría reunirse con la nave principal, si ésta sigue su ruta actual. Compruébelo.
Transcurrió sólo un minuto y medio.
—Es cierto. No hay bastante combustible para efectuar las maniobras necesarias antes del perihelio de la nave principal. También es imposible determinar cuál de los tres fragmentos es el adecuado para el amarraje.
—Por lo tanto —contestó Tansis—, salir de este planeta sin posibilidad de reunión con la nave principal ni retorno a la Tierra, y sin ningún refugio al alcance, equivaldría a poner en peligro la nave y a su único ocupante. Confirme que en esta situación la prioridad número uno es la de mi propia supervivencia.
Pasaron tres segundos.
—Confirmado. Las ordenanzas oficiales no pueden interpretarse de otro modo lógicamente.
Tansis pegó un brinco y bailó lleno de alegría en el inadecuado marco de la cabina de mando. Luego tecleó:
—Muy bien hecho, amigo y compañero. Somos colegas; los dos podemos solucionar nuestros problemas en este planeta, e incluso puedo llegar a encontrarme a gusto aquí.
El computador no contestó nada, pues no se trataba ni de una pregunta ni de información útil.
Tansis tenía la emoción extraña del que Consigue ganar un premio u obtener una promoción. Pero no se consideraba más inteligente que el computador. Lo que hizo fue presentar al computador la situación desde su punto de vista. El computador no era una persona; no tenía enemistades, simpatías ni ninguna otra emoción en absoluto. Sólo podía ver el problema desde el punto de vista de Tansis si éste le presentaba ese punto de vista. Después de que Tansis lo hiciera y le indicara qué información se requería para verificar y aclarar la situación, el computador podía entenderlo mucho mejor que él.
«¿Por qué no haría eso antes que nada?», se preguntaba. Parecía que nunca enfocaba ningún problema del modo correcto. Luego tuvo otra idea: tal vez así también estaba bien. Había transcurrido el tiempo suficiente para permitir una extrapolación completa del curso de la nave principal que la llevara a su destrucción, y como el despegue era tan inminente, debía solucionarse el problema de un modo definido inmediatamente. Nunca sabría si había elegido el mejor momento para plantear el problema. De ser así, se habría debido más a la suerte que a su buen juicio, pero, de todos modos, ésta era la historia de su vida.
En un principio, la idea que le dominaba era la de que podría tener siempre música y podría continuar leyendo del vasto depósito de conocimientos del computador. Toda la crisis de urgencia y de pánico de los dos últimos meses se desvaneció como por encanto, y le parecía estar de vacaciones. En todo el resto del día no hizo más que escuchar música; después de comer comenzó a leer una novela de Hemingway en la pantalla de la biblioteca. Al atardecer vio una película y, por último, se fue a dormir más feliz de lo que nunca estuviera en su vida.
Al día siguiente tuvo que analizar las cosas de nuevo. ¿Cuál era ahora su situación? ¿Durante cuánto tiempo podría continuar viviendo en la nave a los niveles de comodidad actuales? Lo preguntó al computador.
—Tres años de doscientos cuarenta y un días tiempo-tipo de la nave, suponiendo que no se realicen más viajes.
—No era demasiado. Al final de ese plazo todo moriría con un gemido, cuando se acabara el combustible, y quedaría otra vez totalmente solo.
—¿Durante cuánto tiempo pueden funcionar el computador y los servicios de información al nivel de utilización actual si todos los demás sistemas de la nave se desconectan? —preguntó.
—Diecinueve años, aproximadamente.
Tansis meditó la respuesta. Tendría que mantener en marcha también el sistema de esclusas de aire, y eso sustraería algunos años. Luego otra idea le asustó, y consultó con el computador:
—¿Durante cuánto tiempo durará la película de aislamiento de la esclusa de aire, al ritmo de utilización actual?
—Un año y dieciséis días de suministro en la esclusa de aire. Hay suministro almacenado para trescientos cinco días.
En total, un poco menos de dos años. Si economizara el número de entradas y salidas tal vez pudiera triplicar ese tiempo. Pero tenía que trabajar mucho en el exterior, si debía comenzar a saquear la isla en busca de comida y de sustancias químicas. Cuanto más quisiera vivir como un nativo, más necesitaría salir de la nave.
Podría establecer campamentos en el exterior; uno muy cerca de la nave bajo la capa de cintas; otro en la cima de la montaña, y otro en la costa occidental, y utilizarlos para alargar el tiempo que podría pasar en el exterior sin tener que regresar al trote y entrar y salir de la nave en todo momento. Tendría que planear sus actividades muy cuidadosamente y programarlas con mucha anticipación, para utilizar la esclusa de aire tan sólo cuando fuera absolutamente necesario.
De ese modo podría aguantar unos cinco años, y luego tendría que enfrentarse con el ambiente sin ninguna protección. Por entonces ya habría descubierto si los microorganismos eran nocivos, y si había algún remedio posible para las enfermedades que causaran. No era un Pasteur; ni siquiera era médico, y sólo podía hacer prácticas consigo mismo. A Pasteur le resultó fácil: observó las reacciones de miles de personas ante los organismos patógenos: el «doctor» Tansis disponía sólo de su persona, y no podía correr el riesgo de perderla.