Ponga un vasco en su vida (16 page)

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Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Kike Díaz de Rada

Tags: #Humor

BOOK: Ponga un vasco en su vida
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Y así les podríamos enseñar cientos de testimonios, «Mi vida con Mowgly», «Amiga, escóndele la henna» (donde una mujer cuenta el drama de su marido, que se compró un bote de henna y dejó la casa que ni en la riadas del 82: charcos coloraos, toallas marrones, paredes marcadas… La mujer dice: «Yo le advertí que los indios pueden consumir henna porque llevan siglos haciéndolo, controlan bien… A él le pudo lo de “tiñe sin estropear”»), etcétera. Pero dejemos una puerta abierta a la esperanza o cuando menos a que se ponga de moda la visera, que como bien dice el refrán «Ojos que no ven…».

L
A TEORÍA DE
C
ONRAD SOBRE EL PELO VASCO

Y llegamos al misterio de partida: el marido vasco conforme pasan los años cada vez tiene el pelo más negro y la mujer, cada vez más rubio. Al final de sus días los dos lo tienen blanco. Cojamos como ejemplo un hombre castaño y una mujer castaña, que son los tonos más comunes aquí. Vamos a ver cómo tienen el pelo él y ella en las diferentes etapas de su vida. (Nos saltamos la etapa adolescente liberal de ella con pelos violáceos, fucsias… y la etapa del divorcio y los pelos coloraos).

A los 20-30
A los 40-50
A los 60
De 75 en adelante
Pelo del hombre

Marrón

Marrón oscuro

Negro

Blanco

Pelo de la mujer

Marrón

Marrón claro

Rubio

Blanco azulado

La única luz que pudo arrojar Conrad Aguirre sobre este misterio, de por qué esa tendencia del vasco a la oscuridad en el pelo, fue que en algún momento de su historia los vascos, que, según les contamos en
Todos nacemos vascos
(página 119), inventaron el tinte del pelo, en realidad importaron la adoración por el pelo negro de otro lugar. De América vinieron el cacao y el tabaco, pero hay otros pueblos en la Tierra donde el hombre persigue la negrura del pelo toda su vida: LOS EGIPCIOS. Algún navegante autóctono debió de acercarse al Nilo e introducir esta moda en la tierra de los vascones. Para más datos, los egipcios no cuentan tampoco con ningún albino en sus filas. Además, les gusta levantar piedras como a los vascos, aunque no sea por placer, sino para hacer pirámides. ¿Sería Tutankamon de tinte vegetal o de tinte clásico? Y esa nariz de Cleopatra…

N
oVENA PARTE
MiTos
y LEyENdAs
dEL pLANETA
dE Los piNTXo
s
Hay mucha leyenda

Hasta aquí todo lo que le hemos contado es cierto, comprobado, demostrable, pero hay cosas que rodean el universo vasco, que se apoyan en un mito o en una leyenda, que usted también debe conocer…

¿P
OR QUÉ LA MUJER VASCA NO QUIERE QUE SU MARIDO VAYA SOLO AL MÉDICO
?

Si algo caracteriza al hombre vasco, aparte de su nobleza y bondad, es la hipocondría o miedo a la enfermedad; pero un chicarrón del norte prefiere que le reviente el bulto que tiene debajo del sobaco que acudir al matasanos a que le hable de esa protuberancia cárnica y le impida seguir haciendo su plan de vida normal: las cenitas y el txikiteo con la cuadrilla, los almuerzos… Así, vivirá aparentemente tranquilo eludiendo cualquier encuentro molesto con la medicina, hasta que el cuerpo aguante o hasta que se vea irremediablemente obligado… por su mujer.

—Peio, a ver si vas al médico, que esa tos que tienes es muy fea.

—Que no es nada, cariño.

Y Peio acaba en contra de su voluntad sentado delante «del enemigo», su médico de cabecera, ese que le quiere quitar sentido a su vida, a golpe de análisis, de prohibiciones, de restricciones, de control… Pero lo peor viene después de la consulta: dar «el parte médico» a la mujer.

—Peio, ¿y del tabaco qué te ha dicho?

—De eso no me ha dicho nada.

—¿Y del colesterol qué te ha dicho?

—No, de eso no me ha dicho nada.

—¿Y del azúcar no te ha dicho nada?

—No, de eso tampoco.

—Peio, mejor voy a llamar al médico.

—Me ha dicho que no le llames.

—No, de eso no te ha dicho nada… ¿Doctor Mendiburu?

Aparte de la frase «Me ha dicho que no le llames», hay otras
frases estratégicas
que ellos utilizan (después del «sí quiero» es lo primero que aprenden a decir). Por ejemplo: «Qué médico más majo». Esta la suelen usar muchos maridos como inicio de la conversación, es una «frase obstaculizante» o «frase freno» para despistar a la esposa y no entrar en materia.

—Qué médico más majo el doctor Mendiburu…

—Ya, pero ¿qué te ha dicho de lo tuyo?

Algunos ejemplos de «frases-freno» serían: «Media hora me han hecho esperar», «Ya está lejos el ambulatorio, ¿eh?», «Me ha dicho que me vigile un poco», «Me ha dicho que haga vida normal», «Al final, el mejor médico es uno mismo».

Son herramientas para ganar tiempo nada más, para alargar el momento en que la mujer decide acompañarlo a la consulta del doctor.

—Peio, vamos a ir los dos a ver al médico majo. Hale, cámbiate de camiseta.

¿E
S CIERTO QUE UN HOMBRE VASCO NUNCA SE COMPRA ROPA
?

Ésta es la manera que tiene el varón vasco de comprarse ropa: la mujer anuncia al marido: «Los tienes en la cama». Entonces éste entra en su cuarto y los ve, a los cinco recostados encima del colchón, cinco pantalones de tergal en cinco tonos y cinco calidades distintas. «Te los pruebas y me dices con cuál te quedas». El se pone malo, a duras penas empieza a calzarse las diez piernas a intervalos de dos y se va mirando al espejo: «Qué mal sientan los pantalones nuevos, cono», «¿Por qué quedan tan enormes?», «Qué perneras, Dios, si parezco un paquidermo». Tras las cinco probadas a él todos le parecen iguales, en todos queda la barriga por encima de la cinturilla (sea cual sea su tipo de barriga), vamos que le da igual uno que otro; bueno, menos el amarillo que es de maricas. Hace una rifa: «Pito, pito gorgorito, dónde vas tú tan bonito…». Y la suerte está echada: «¡Éste!». Después de media hora de sudores, de quita y pon y mírate, ya hay fumata: ha salido el gris marengo. Y comunica a su señora esposa la noticia. Ella le salta con un: «No, ése no». El marido se queda blanco: «¡¿Por qué?!». «Porque tienes uno igual, soso». Y él ya no entiende nada: «¡¿Entonces para qué me traes?!». La mujer no le da explicaciones: «Hala, pruébate el verde que te cojo el bajo».

¿E
L CASTELLANO LO DESCUBRIERON LOS VASCOS
?

Efectivamente, ésta es la revelación que usted estaba esperando: el castellano lo inventaron los vascos sin duda alguna. Y para hacer esta afirmación no nos basamos en hipotéticas teorías territoriales —el castellano nació al norte de Burgos cerquísima de Bizkaia— ni en sesudas disquisiciones fonéticas —el castellano no distingue entre
b
y
v
y sólo tiene cinco vocales, como el euskera…

L
OS VASCOS Y EL FLÚOR

Hoy en día los vascos poseen las mejores dentaduras del planeta, incluso en la edad de usar pañales para adultos, claro que no siempre fue así. En su maravilloso ensayo
Los vascos y el flúor
Conrad Aguirre analiza la situación anterior a la aparición de los dentífricos: «Las aguas de los ríos vascos son muy pobres en flúor. Sin los cuidados actuales es muy posible que el vasco altomedieval a partir de los 30 años tuviera las encías como para alimentarse exclusivamente de sopitas. Especialmente sensibles a esta carencia del flúor son los incisivos superiores e inferiores». O sea que, a diferencia de los tiempos actuales en los que cualquier jubilado puede pasear su moreno surfero vestido con bermudas y sonreír con más dientes que Zaplana, el vasco antiguo sorbía la comida con pajitas, tenía los labios para dentro como el abuelo Cebolleta y le costaba dios y ayuda pronunciar la/ Esto trajo consigo un descubrimiento de dimensiones colosales.

Le proponemos un sencillo juego para que usted pueda experimentar un viaje al pasado y a la vez entender cómo nació el idioma de Cervantes. Le proponemos
el juego de la F
.

El juego de la F

Éste es un juego de rol. Tranquilo, que tampoco es para tanto. Piense que casi la mitad de los adolescentes han jugado alguna vez y, salvo los descerebrados de siempre, la mayoría salen bien parados. ¿Se va a quedar usted sin probarlo?

Como en todo juego de rol, usted tiene que cambiar de personalidad: representará a un aldeano o casero del siglo T después de Cristo, que va al molino a que le muelan una carga de grano.

En el molino se encuentra al invasor romano, que como buen invasor sólo se preocupa por el control de la industria local; a la sazón, la industria molinera. (Este papel puede ser representado por alguien de su familia).

En el momento del encuentro usted, que es el aldeano, intenta explicar al usurpador latino en su lengua —el latín vulgar— que quiere hacer del grano
farina
, como se decía en latín. Ahora, eso sí, trate de decirlo sin usar los dientes, solamente con los labios, como debían de decirlo aquellos vascos desdentados. ¿Qué le sale? «Harina». Inténtelo las veces que haga falta. Si lo hace sin trampas descubrirá que sin dientes no se puede pronunciar una
f
.

Sigamos adelante. El casero ya ha molido su grano y ha conseguido su —pronúnciese sin dientes—
farina
. Ahora, como tiene hambre, quiere hacer pan y para ello debe llevar
farina al fornus
, que, como buen sistema de producción que es, también está en manos del invasor romano. Toca en la puerta de la tahona, abre el romano, y aquí le vamos a proponer una pequeña conversación entre el vasco y el romano. El vasco dice: «Aúpa tú, romano» —y ahora viene lo importante—. «Volio facere cum farina panem in forno». Eso es lo que quiere decir en su latín de indio de las praderas vascas. Pero, como no tiene dientes debido a la ausencia de flúor en los ríos vascos, ¿qué es lo que dice en realidad? Haga usted la prueba: procure pronunciar esa frase latina sin utilizar los dientes. ¿Qué le sale? «Volio hacere cum harina panem in horno». Dese cuenta de lo cerca que estamos ya del castellano. Quitando el verbo, ya lo reconocemos todo.

Esto es un descubrimiento sensacional porque la desaparición de la/inicial es el rasgo más característico de la fonética de la lengua castellana, y la culpa la tiene la falta de flúor en los ríos vascos; luego, el castellano es tan vasco como la lengua de Aitor.

¿E
XISTE EL TRIÁNGULO DE LAS
B
ERMUDAS VASCO
?

Existe la leyenda, aún no probada, de que cerca del País Vasco hay una zona donde la gente desaparece sin ninguna explicación, algo similar al famoso triángulo de las Bermudas, donde las personas quedan atrapadas sin poder salir. Este embudo está delimitado por estos puntos en el mapa: Fuenmayor, Santo Domingo de la Calzada y Mendavia.

Estudios realizados muestran que las fechas en que ciertas personas desaparecieron curiosamente coinciden con años de excelentes añadas de vino. Quizá no tenga nada que ver, pero ésta es la lista de añadas de vino navarro y riojano y lo que ocurrió:

Añada
Desaparición
1964

Excelente

Anselmo Echevarría, 52 años

1978

Muy Buena

Patxi Ubalburu, 45 años

1996

Muy Buena

Una cuadrilla de 10 hombres de Bilbao (encontraron su microbús vacío)

2001

Excelente

Comite suizo para el estudio del clima vasco (aparecieron los objetos meteorológicos nada más)

2004

Excelente

Dos matrimonios de Guipúzcoa, M. J., A. M. y P. E., F. D.

Estos son los oficialmente registrados, pero seguramente hay más. ¿Mito o realidad? Quién sabe. De momento ninguno de ellos volvió a aparecer. Tan sólo tenemos el testimonio de una persona que se adentró en el triángulo de las Bermudas vasco en el año 1952 y logró salir 50 años después, pero sus palabras no son nada aclaratorias: «Sólo sé que me metí con el coche en aquel territorio… y ya no me acuerdo de nada más», Mikel Unzúe, 75 años.

Mikel Unzúe ha vuelto a desaparecer en el año 2006, que casualmente promete ser un año de buena cosecha.

¿L
A LEYENDA DE LA MUJER QUE APARECE EN LA CURVA ES CIERTA
?

No nos atrevemos a decir que sí, que es cierta, pero tenemos un documento extraído de un parte de la policía autonómica que puede arrojar luz sobre este misterio.

«Declaración de Asier Altuna, 27 de agosto de 1995. Carretera de Deba N-634: “Todo ocurrió el sábado por la noche. Salí de la discoteca sobre las seis de la madrugada y cogí el coche para dirigirme a casa. El viaje de regreso se me solía hacer bastante duro, ya que es muy monótono y casi siempre iba con sueño a esas horas. Lo único que me mantenía algo despierto era pensar en la leyenda de la mujer que, según decían, se aparecía por esa zona en una curva. Se comentaba que vestía de blanco y, cuando se subía en el coche, te señalaba una curva, te decía que ella se había matado allí y, acto seguido, desaparecía. Varios vecinos del pueblo aseguraban haber vivido la extraña experiencia, y yo también quería encontrarme con ella. De repente, delante de mis ojos aparece una mujer haciendo autoestop. Era una mujer misteriosa, alta, delgada, y de pelo rubio. Paré el coche y la invité a subir. Yo estaba emocionado; por fin, iba a vivir el misterio de la mujer de la curva del que tanto había oído hablar. La mujer, sin articular palabra, se subió al coche y se sentó en los asientos traseros. Reemprendí la marcha sin quitar el ojo del espejo retrovisor. Cuando llegamos a la siguiente curva, ella la señaló y dijo: '¿Ves esa curva?'. Y yo, que me sabía la historia, le contesté: 'Sí, es en la que te mataste, ¿eh?'. La miré para ver cómo desaparecía, pero cuál fue mi sorpresa al ver que ella seguía allí, y me dijo: 'No, tonto, en esa curva es donde vamos a parar para echar un polvo tu y yo'. Empecé a temblar de miedo. No sólo no desapareció, sino que proponía sexo. Paré el coche y con voz, entrecortada le dije que lo sentía mucho y que no tenía dinero para pagarle. Ella sonrió y me dijo que no era una profesional, que le había entrado un calentón, nada más. Mi pulso se aceleró y empecé a sudar. Me pellizcaba porque aquello no podía estar ocurriéndome a mí. La mujer se empezó a quitar la ropa y me invitó a pasar a los asientos traseros. Lo que ocurrió a continuación prefiero no contarlo porque no se lo iba a creer ni Iker Jiménez. Para muestra, mire el chupón que tengo en el cuello, señor agente”».

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