El dragón se lanzó hacia el suelo dejando a Elric asombrado por la velocidad del descenso; se posó a poca distancia de donde Jagreen Lern se encontraba a lomos de su horrendo caballo, esperando filosóficamente el ataque de Elric. Presentía quizá que su enfrentamiento iba a ser una muestra de la lucha a mayor escala que se desarrollaba a su alrededor, y que su resultado sería también un reflejo del otro. Fuera como fuese, no hizo befas como en anteriores ocasiones, sino que esperó en silencio.
Sin importarle si Jagreen Lern llevaba ventaja o no, Elric desmontó y le habló a Colmillo de Fuego con voz ronroneante.
—Vete, Colmillo de Fuego. Vuelve con tus hermanos. Pase lo que pase, si gano o si pierdo, ya has desempeñado tu papel. —Cuando el dragón se revolvió inquieto y giró la enorme cabeza para mirar a Elric a los ojos, otra bestia descendió y se posó a poca distancia de allí. Moonglum desmontó y comenzó a avanzar a través de la bruma negra y purpúrea. Elric le gritó—: ¡No quiero que me ayudes, Moonglum!
—No pienso hacerlo. ¡Pero será un placer contemplar cómo le quitas la vida y el alma!
Elric miró a Jagreen Lern, cuyo rostro seguía impasible. Colmillo de Fuego agitó las alas, se elevó en el aire y no tardó en desaparecer seguido del otro dragón. Ya no volvería.
Elric dio unos cuantos pasos hacia el Teócrata con el escudo en alto y la espada dispuesta. Estupefacto, vio a Jagreen Lern desmontar de su grotesca cabalgadura y darle una palmada en el lomo lampiño para que el animal saliera al galope. Se quedó esperándolo, ligeramente agachado en una postura que hacía que sus hombros parecieran aún más anchos. Su largo rostro oscuro aparecía crispado y sus ojos fijos en Elric cuando el albino se fue acercando. Una sonrisa de placer tembló en los labios del Teócrata y sus ojos parpadearon.
Elric se detuvo antes de encontrarse al alcance de la espada enemiga.
—Jagreen Lern, ¿estás listo para pagar por los crímenes que has cometido contra el mundo y contra mí?
— ¿Pagar? ¿Crímenes? Me sorprendes, Elric, porque veo que has adoptado por completo la actitud quejumbrosa de tus nuevos aliados. Durante mis conquistas, me vi obligado a eliminar a unos cuantos de tus amigos que intentaron detenerme. Pero era de esperar. Hice lo que debía hacer y lo que pretendía; si he fallado, no me arrepiento de nada, porque el arrepentimiento es una emoción de tontos, que carece por completo de utilidad. No se me puede atribuir directamente lo que le ocurrió a tu esposa. ¿Acaso obtendrás el triunfo si me matas?
Elric sacudió la cabeza y repuso:
—Efectivamente, mis perspectivas han cambiado, Jagreen Lern. Pero los melniboneses siempre fuimos una raza vengativa, y venganza es lo que vengo a buscar.
—Ah, ahora te entiendo —dijo Jagreen Lern cambiando de posición y levantando el hacha para defenderse—. Estoy listo.
Elric saltó sobre él, mientras Tormentosa lanzaba un chillido cuyo eco se propagó en el aire; la espada infernal cayó sobre la rodela escarlata con estrépito. El albino le asestó tres golpes antes de que el hacha de Jagreen Lern intentara derribar su defensa y él la detuviera con un movimiento lateral de su Escudo del Caos. El hacha logró rozarle el brazo a la altura del hombro. El escudo de Elric chocó contra el de Jagreen Lern y el albino trató de empujar con todo su peso para hacer retroceder al Teócrata, al tiempo que asestaba mandobles alrededor de los bordes de los escudos trabados, tratando de penetrar la guardia de Jagreen Lern.
Permanecieron así durante unos instantes mientras la música de la batalla resonaba a su alrededor y el suelo parecía desmoronarse bajo sus pies y unas columnas de colores nacientes hacían erupción por todas partes como si fueran plantas mágicas. Jagreen Lern retrocedió entonces de un salto asestando un hachazo en dirección a Elric. El albino se abalanzó sobre él, se agachó y lanzó un estoque al Teócrata en la pierna, a la altura de la rodilla... pero falló. El hacha bajó desde lo alto y Elric se hizo a un lado para esquivarla. La fuerza del golpe hizo perder el equilibrio a Jagreen Lern; Elric aprovechó para acercársele más de un salto y encajarle una patada en la zona lumbar. El Teócrata cayó despatarrado y al intentar hacer varias cosas a la vez, perdió el hacha y el escudo. Elric colocó su pie sobre el cuello del Teócrata y lo inmovilizó, mientras Tormentosa revoloteaba ávidamente sobre su enemigo.
Jagreen Lern se dio la vuelta para quedar de cara a Elric. Había palidecido repentinamente y tenía los ojos fijos en la negra espada infernal cuando le dijo a Elric con voz ronca:
—Acaba conmigo ya mismo. En la eternidad no hay sitio para mi alma... ya no. ¡He de ir al limbo, de modo que acaba conmigo!
Elric se disponía a permitir a Tormentosa que se hundiera en el cuerpo del derrotado Teócrata cuando contuvo a la espada y a duras penas logró apartarla de su presa. La espada rúnica murmuró llena de frustración y se agitó en su mano.
—No —dijo Elric en voz baja—. No quiero nada de ti, Jagreen Lern. No osaría corromper mi ser alimentándome de tu alma. ¡Moonglum! —Su amigo se le acercó a la carrera—. Moonglum, dame tu espada.
El pequeño oriental le obedeció en silencio. Elric envainó a Tormentosa que todavía seguía resistiéndose y le dijo:
—Es la primera vez que te impido alimentarte. Me pregunto qué harás ahora.
Tomó la espada de Moonglum y con ella le hizo un largo tajo en la mejilla que comenzó a llenarse de sangre. El Teócrata lanzó un grito.
— ¡No, Elric... mátame!
Con una sonrisa ausente, Elric le cortó la otra mejilla. Con el rostro ensangrentado y desfigurado, Jagreen Lern clamó que lo matara, pero Elric siguió sonriendo vagamente, como si estuviera en otra parte, y le dijo en voz baja:
——Pretendías imitar a los Emperadores de Melniboné, ¿no es así? Te burlaste de Elric, miembro de ese linaje, lo torturaste y secuestraste a su mujer. Le diste a su cuerpo una forma infernal, del mismo modo que hiciste con el resto del mundo. Mataste a los amigos de Elric y lo retaste con tu impertinencia. Pero no eres nada... eres más títere de lo que Elric ha sido nunca. ¡Y ahora, hombrecito, sabrás cómo jugaban los melniboneses con los arrogantes como tú cuando todavía dominaban el mundo!
Jagreen Lern tardó una hora en morir y eso gracias a que Moonglum le rogó a Elric que acabase con él rápidamente.
El albino le entregó a Moonglum la espada después de limpiarla en los restos de la tela que había sido la túnica del Teócrata. Miró el cadáver mutilado desde su altura y lo movió con el pie, después apartó la vista y observó a los Señores de los Mundos Superiores que seguían enzarzados en una dura batalla.
Estaba muy debilitado por la lucha y también por la energía que había tenido que emplear para envainar a Tormentosa, pero todo aquello quedó atrás mientras miraba arrobado la gigantesca batalla.
Tanto los Señores de la Ley como los del Caos se habían vuelto brumosos a medida que su masa terrenal disminuía y continuaban luchando con forma humana. Eran como gigantes medio reales que luchaban por todas panes: en el cielo y en la tierra. A lo lejos, en el borde del horizonte, vio a Donblas, el Justiciero, trabado en combate con Chardros, el Segador; sus siluetas fluctuaban y se expandían; la fina espada lanzaba estoques y la enorme guadaña segaba el aire.
Incapaces de participar, sin saber a ciencia cierta quién ganaba, Elric y Moonglum se quedaron mirando mientras la intensidad de la batalla iba en aumento y con ella, la lenta disolución de la manifestación terrena de los dioses. La lucha ya no tenía lugar sólo en la tierra sino que se producía también en todos los planos del cosmos, como si junto con esta transformación, la tierra estuviese perdiendo su forma, hasta que Elric y Moonglum se dispersaron en el torbellino de aire, fuego, tierra y agua.
Sólo quedó la materia de la tierra, pero sin forma alguna. Sus componentes continuaron existiendo, pero su nueva forma no había sido decidida. La lucha continuaba. Los vencedores tendrían el privilegio de volver a formar la tierra.
Finalmente, aunque Elric no supo cómo, la turbulenta oscuridad cedió paso a la luz y se oyó un ruido, un rugido cósmico de odio y frustración, y entonces supo que los Señores del Caos habían sido vencidos y desterrados. Con la victoria de los Señores de la Ley, el plan del Destino se había cumplido, aunque faltaba aún la última nota del cuerno para que llegara la conclusión prefijada.
Elric sabía que no le quedaban fuerzas para soplar el cuerno por tercera vez.
Alrededor de los dos amigos, el mundo volvía a adoptar una forma definida. Se encontraron de pie en un llano de piedra y a lo lejos vieron los delgados picos de las montañas de reciente formación que se destacaban purpúreos contra el cielo suave.
Entonces la tierra comenzó a moverse. Fue rotando cada vez más deprisa; el día daba paso a la noche a una increíble velocidad, y después se fue deteniendo hasta que el sol volvió a aparecer inmóvil en el cielo, para continuar describiendo su órbita a velocidad normal.
El cambio se había producido. La Ley imperaba, pero los Señores de la Ley se habían marchado sin siquiera dar las gracias.
A pesar de que imperaba la Ley, no podía avanzar a menos que alguien soplara el cuerno por última vez.
—De modo que ya todo terminó —murmuró Moonglum —. Ya no queda nada... ni Elwher, mi tierra natal, ni Karlaak junto al Erial de los Sollozos, ni Bakshaan, ni Tanelorn... tampoco la Ciudad de Ensueño, ni la Isla de Melniboné. Ya no existen, no podemos recuperarlas. Y éste es el nuevo mundo formado por la Ley. Se parece bastante al antiguo.
Elric también se sintió presa de una sensación de pérdida al saber que todos los lugares que le resultaban familiares, incluso los continentes, habían desaparecido para ser reemplazados por otros diferentes. Era como la pérdida de la niñez y quizá se tratara de eso, el paso de la tierra de la niñez a la adolescencia.
Desechó aquel pensamiento y sonrió.
—He de soplar el cuerno por última vez para que comience la nueva vida de la tierra. Pero no tengo fuerzas. ¿Acaso los planes del Destino se verán frustrados otra vez?
—Espero que no, amigo —repuso Moonglum lanzándole una extraña mirada.
—Somos los únicos que quedan, Moonglum, tú y yo —dijo Elric lanzando un suspiro—. Resulta de lo mis adecuado que ni siquiera los increíbles acontecimientos que han tenido lugar hayan afectado nuestra amistad, que no nos hayan separado. Eres el único amigo cuya compañía jamás me pesó, el único en quien he confiado.
En el rostro de Moonglum se dibujó una sonrisa que era la sombra de su antigua sonrisa burlona.
—Hemos compartido muchas aventuras y de ellas he sacado provecho aunque tú no siempre. Nuestra asociación ha sido complementaria. Jamás sabré por qué escogí compartir tu sino. Tal vez no fue obra mía, sino del Destino, porque hay un último acto de amistad que puedo llevar a cabo...
Elric se disponía a interrogar a Moonglum cuando oyó a sus espaldas una voz tranquila.
—Te traigo dos mensajes. El de agradecimiento de los Señores de la Ley... y el de otra entidad más poderosa.
— ¡Sepiriz! —Elric se giró para quedar cara a cara con su mentor—. ¿Estás satisfecho de mi trabajo?
—Sí, mucho. —El rostro de Sepiriz se llenó de tristeza al mirar a Elric con profunda pena—. Has logrado cumplir con todos tus cometidos menos con el último, soplar el Cuerno del Destino por tercera vez. Gracias a ti, el mundo conocerá el progreso y sus gentes tendrán la oportunidad de avanzar lentamente hasta alcanzar un nuevo estado.
— Pero ¿cuál es el significado de todo esto? —preguntó Elric—. Es algo que jamás llegué a comprender del todo.
— ¿Y quién lo comprende? ¿Quién sabe por qué existe el Equilibrio Cósmico, por qué existen el Destino y los Señores de los Mundos Superiores? Al parecer hay una infinidad de espacios, de tiempos y de posibilidades. Podrá haber un número infinito de seres, uno detrás de otro, que vean el fin último, aunque en el infinito no puede existir un fin último. Tal vez todo sea cíclico, y esto mismo se vuelva a repetir una y otra vez hasta que el universo se consuma y desaparezca, del mismo modo que desapareció el mundo que conocíamos. ¿Qué significa todo esto, Elric? No pretendas saberlo, porque podrías acabar loco.
—No hay significado ni plan alguno. ¿Entonces para qué he sufrido tanto?
—Es posible que hasta los dioses busquen un significado y un plan y que esto sea sólo un intento por encontrarlos. Mira... —Hizo un amplio ademán para indicar la tierra recién formada—. Todo esto es nuevo y está moldeado por la lógica. Tal vez la lógica pueda controlar a quienes aquí lleguen, tal vez exista algún factor que destruya esa lógica. Los dioses experimentan, el Equilibrio Cósmico guía el destino de la tierra, los hombres luchan y suponen que los dioses saben por qué luchan... ¿pero acaso lo saben los dioses?
—Me causas más confusión cuando esperaba que me trajeras consuelo —suspiró—. He perdido a mi mujer, a mi mundo y no sé por qué.
—Lo siento. He venido a despedirme, amigo mío. Haz lo que debes hacer.
—Lo haré. ¿Volveré a verte?
—No, porque en realidad estamos muertos. Nuestra era ya no existe.
Sepiriz se retorció en el aire y desapareció. Siguió un frío silencio.
Finalmente, los pensamientos de Elric se vieron interrumpidos por Moonglum.
—Elric, debes soplar el cuerno. ¡Sea lo que sea lo que signifique, debes soplarlo y acabar con esto para siempre!
—¿Cómo? Apenas me quedan fuerzas para tenerme en pie.
—He decidido lo que debes hacer. Mátame con Tormentosa. Toma mi alma y mi vitalidad y entonces tendrás fuerzas suficientes como para soplar el cuerno por última vez.
— ¿Que te mate? ¿Que acabe con el único que queda, con mi verdadero amigo? ¡Desvarías!
—Hablo en serio. Es preciso que lo hagas, porque no nos queda otra salida. Además, aquí no hay sitio para nosotros, de todos modos, pronto moriremos. Me contaste la forma en que Zarozinia te entregó su alma... ¡pues bien, toma la mía también!
—No puedo.
Moonglum se le acercó, cogió a Tormentosa por la empuñadura y comenzó a desenvainarla.
—¡No, Moonglum!
Pero la espada saltó de su vaina por voluntad propia. Elric apartó la mano de Moonglum de un golpe y empuñó la espada. No pudo detenerla. El acero se elevó en el aire arrastrando al brazo que lo sostenía, listo para descargar un mandoble.