En 1975, de Waal comenzó un proyecto, que duraría seis años, sobre la colonia más grande del mundo de chimpancés cautivos, en el parque zoológico de Arnhem. El estudio dio lugar a muchos escritos científicos, y a la publicación de su primer libro,
Política del chimpancé
, en 1982. En 1981, se trasladó a los Estados Unidos para una oposición en el centro de investigación nacional del primate de Wisconsin, y tomó su puesto actual en Emory y el centro de investigación nacional del primate de Yerkes, en 1991. Su investigación sobre la capacidad natural para empatizar entre primates ha conducido a de Waal a la conclusión de que los grandes monos y los seres humanos son tipos simplemente diversos de monos, y que hay poca diferencia entre estas especies. [cita requerida]
Su libro,
Nuestro mono interno
, examina el comportamiento humano a través de los ojos de un primatólogo, usando el comportamiento de chimpancés y de bonobos comunes como metáforas para la psicología humana.
De Waal fue nombrado por la revista
Time
una de las cien personas más influyentes en el año 2007. También trabaja en el campo de la psicología social, y actualmente está en el comité de redacción de la Editorial Board of Greater Good Magazine, editada por Greater Good Science Center de la Universidad de Berkeley, California. Sus contribuciones incluyen la interpretación e investigación científica de las raíces de la compasión, del altruismo, y de las relaciones humanas pacíficas. Además de ser un contribuidor, de Waal, también escribe una sección sobre empatía y buen compartimiento. También escribe una columna para Psychologie, una popular revista mensual holandesa.
[1]
De Waal (1982),
Chimpanzee Politics
, Baltimore, MD, Johns Hopkins University Press, pág. 98 (trad. cast.: La política de los chimpancés, Madrid, Alianza, 1993).
<<
[2]
De Waal (1982), pág. 196.
<<
[3]
En
Good Natured: The Origins ofRight and Wrong in Humans and Other Animals
, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1996, pág. 111. (trad. cast.:
Bien natural
, Barcelona, Herder, 1987).
<<
[4]
En
The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex
(1871), Princeton, Princeton University Press,1981, págs. 88-89 (tad. cast.:
El origen del hombre
, Madrid, Edaf, 1982)..
<<
[5]
Véase Butler, en
Fifteen Sermons Preached at the Rolls Chapel
(1726), parcialmente reeditados como
Five Sermons Preached at the Rolls Chapel and A Dissertation Upon the Nature of Virtue
, editados por Stephen Darwall, Indianápolis, Hackett Publishing Company, 1983; Sidgwick, en
The Methods of Ethics
(Iª ed., 1874, 7ª ed., 1907), Indianápolis, Hackett Publishing Company, 1981; Nagel, en
The Possibility of Altruism
(Princeton, Princeton University Press, 1970); y Parfit, en
Reasons and Persons
(Oxford, Clarendon Press, 1984). Para un debate sobre los problemas de establecer una base normativa para este supuesto principio racional, véase mi propio trabajo «The Myth of Egoism,» publicado por la Universidad de Kansas como la Conferencia Lindley de 1999.
<<
[6]
«Día tras día y hora tras hora, los hombres sacrifican los intereses más elevados por atender, amar u odiar cualquier inclinación vagabunda. Lo lamentable no es que los hombres tengan en una estima tan alta su propio bien o interés en el mundo, porque no es mucho lo que tienen, sino que tengan en tan poca el bien de los demás.» Butler, en
Five Sermons Preached at the Rolls Chapel and A Dissertation Upon the Nature of Virtue
, pág. 21.
<<
[7]
Algunas de estas cuestiones son discutidas por Thomas Nagel en
The Possibility of Altruism
, págs. 82 y sigs. Nagel caracteriza esta condición como una forma de «solipsismo práctico».
<<
[8]
Véase
Good Natured
, pág. 205.
<<
[9]
En
An Inquiry Concerning Virtue or Merit
(1699). Es una cita extraída de D. D. Raphael,
British Moralists
, vol. 1, Indianápolis, Hackett Publishing Company, 1991, págs. 173-174.
<<
[10]
En
An Inquiry Concerning the Original ofour Ideas of Virtue or Moral Good
(1726),
Moralists
, en
ibid
., vol. I, pág. 295. En un trabajo posterior, Hutcheson argumentó que era un error pensar que podemos estar motivados por consideraciones morales (
Illustrations on the Moral Sense
[1728], Bernard Peach, (comp.), Cambridge, MA, Harvard University Press, 1971, págs. 139-140). Como principal exponente de las ideas de Hume, véase su Libro III del
Treatise of Human Nature
(1739-1740,2ª ed., L. A. Selby-Bigge y E H. Nidditch, (comps.), Oxford, Oxford University Press, 1978) (trad. cast.:
Tratado de la naturaleza humana
, Madrid, Tecnos, 2005). Para una discusión sobre el papel de la motivación moral en el pensamiento moral véase el libro III, parte II, sección primera, págs. 477-484.
<<
[11]
The Critique of Practical Reason
(1788), Cambridge, Cambridge University Press, 1997, pág. 27 (trad. cast.:
Critica de la razón práctica
, Madrid, Alianza, 2007).
<<
[12]
Pese a que pueda no parecer del todo evidente, el argumento que acabo de presentar es una versión del mismo argumento que lleva a Kant —en la primera parte de
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785)— a concluir que «una acción que surja del sentido de obligación adquiere su valor moral no a partir del propósito que se pretenda conseguir con ella, sino de la máxima a partir de la cual se decide». Cito de la traducción de Mary Gregor, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, pág. 13.
<<
[13]
Ser consciente de las bases de nuestras creencias y acciones en cuanto tales es una forma de autoconciencia porque implica identificarse
a uno mismo
como el
sujeto
de nuestras representaciones mentales.
<<
[14]
Véase mi
The Sources of Normativit
y, Cambridge, Cambridge Universiry Press, 1996.
<<
[14a]
The Descent of Man
, pag. 70 (trad. cit.).
<<
[15]
Freud y Nietzsche también apelan a nuestra naturaleza social para explicar el origen de la moralidad. Ambos pensaban que nuestra habilidad para dominarnos es el resultado de haber interiorizado nuestros instintos de dominantes y haberlos vuelto en nuestra contra. Psicológicamente, considero que el fenómeno de la dominación es un prometedor punto de partida para la búsqueda del origen evolutivo de la habilidad para ser motivado por un deber, tal como propuse en
The Sources of' Normativity
, págs. 157-160. Véase también Freud,
Civilization and its Discontents
, Nueva York, W. W. Norton, 1961 (trad. cast.:
El malestar de la cultura
, Madrid, Alianza, 1997), especialmente el capítulo VII. Para Nietzsche, véase
The Genealogy of Morals
, Nueva York, Random House, 1967, especialmente el ensayo II (trad. cast.:
La genealogía de la moral
, Madrid, Tecnos, 2003).
<<
[16]
Adam Smith,
The Theory of Moral Sentiments
(1759), Indianápolis, Liberty Classics, 1982 (trad. cast.:
La teoría de los sentimientos morales
, Madrid, Alianza, 2004).
<<
[17]
The Descent of Man
, págs. 87-93 (trad. cit.).
<<
[18]
«Conjectures on the Beginning of Human History» (1786), en Kant,
Political Writings
, 2ª ed., Hans Reiss (comp.), Cambridge, Cambridge University Press, 1991.
<<
[19]
Good Natured
, pág. 84.
<<
[20]
Véase por ejemplo Michael Ruse y E. O. Wilson, «Moral Philosophy as Applied Science», en
Philosophy
, n° 61, 1986, págs. 173-192. Pese a que este artículo adopta un punto de vista radicalmente simplificado sobre el contenido de la moralidad, creo que sería injusto acusar a Ruse y Wilson de suscribir por entero los postulados de esta corriente teórica. Para una discusión de las incursiones de la sociobiología en el terreno de la ética, véase el último capítulo de mi libro
Vaulting Ambition
(Cambridge, MA, MIT Press, 1985), y mi artículo «Four Ways of “Biologicing” Ethics» (en mi recopilación
In Mendel’s Mirror
[Nueva York, Oxford University Press, 2003]).
<<
[21]
Todo ello exige desarrollar los estudios sobre la cooperación iniciados por Robert Trivers, Robert Axelrod yW.D. Hamilton para poder tener en cuenta las motivaciones subyacentes. Como un posible ejemplo, véase mi ensayo «The Evolution of Human Altruism» (
Journal of Philosophy
, 1993; reimpreso en
In Mendel’s Mirror
).
<<
[22]
Véase «The Evolution of Human Altruism». Tal como hemos apuntado, la respuesta puede oscilar entre una abnegación absoluta (darlo todo) a un «altruismo de la regla de oro» (compartir a medias) o un egoísmo absoluto (no dar nada).
<<
[23]
Véase Frans de Waal,
Chimpanzee Politics
, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1982 (trad. cit.).
<<
[24]
Igualmente, siento que este ejemplo evita el problema que ya apuntaran Elliott Sober y Daniel Sloan Wilson en su estudio del altruismo,
Unto Others
, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1998 (trad. cast.:
El comportamiento altruista
, Madrid, siglo XXI, 2000). Es muy difícil suponer que Jakie actuó motivado por el deseo del reconocimiento de que uno ha actuado correctamente (o de la aprobación de la comunidad), o bien por el deseo de evitar el remordimiento por un reconocimiento del que no se goza. Estas hipótesis psicológicas nos invitan a pensar sobre las acusaciones de un antropomorfismo injustificado.
<<
[25]
En una conferencia pronunciada en la London School of Economics, De Waal presentó sus conclusiones en términos similares. En las Conferencias Tanner, De Waal se aleja apropiadamente de aquella interpretación, puesto que como ya apuntaran muchos de los asistentes a la primera conferencia en la LSE, las protestas por parte de la parte ofendida no son una demostración precisa de la existencia de un sentido de la justicia. Por supuesto, si el afortunado capuchino tirase al suelo la uva hasta que su compañero obtuviera una recompensa similar, entonces sí que estaríamos ante un caso interesante.
<<
[26]
Intuyo que no solamente quienes siguen la línea de Hume-Kant sino también los kantianos más estrictos pueden aceptar este punto. Un kantiano extremo podría suponer que una respuesta psicológicamente altruista se da en la operación de la razón mediante un tipo de «cognición fría» más que mediante la empatia de la que hablan Hume o Smith.
<<
[27]
En «The Hall of Mirrors» describo con mayor detalle este proceso de refinamiento (vease
Proceedings and Addresses of the American Philosophical Asociation
, noviembre de 1985, pags. 67-84). En ese articulo, tambien afirmo que el razonamiento de Smith (al igual que la version menos desarrollada de Hume) no alcanza a erradicar prejuicios ampliamente aceptados. El hecho de apreciar este ultimo punto me conduce a ofrecer una modificacion del proyecto etico sobre la base de lo sugerido por Dewey: en lugar de pensar en una ampliacion del concepto de empatia que nos ofrezca un sistema etico acabado y completo, deberiamos concebirla como un instrumento para continuar desde nuestra posición actual.
<<
[28]
Dewey es particularmente claro sobre el hecho de que el conflicto moral es a menudo no una cuestión de superar el egoísmo, sino de decidir cuál de los dos ideales en conflicto tiene precedencia sobre el otro.
<<
[29]
Me baso en mis propias y limitadas observaciones en el Wild Animal Park de San Diego; el animal al que me refiero pertenecía a la colonia de bonobos del parque; no creo que el hecho de que se trate de un bonobo, y no de un chimpancé común, resulte de importancia en este caso.
<<
[30]
Estoy en deuda con uno de los intentos filosóficamente más sofisticados de situar la práctica moral en el contexto de la evolución humana, a saber, la obra de Alian Gibbard
Wise Cboices, Apt Feelings
(Cambridge, MA, Harvard University Press, 1990). Creo que Gibbard tiene razón al enfatizar el papel de la conversación sobre qué hacer en la historia del pensamiento moral, desde los pequeños grupos de seres humanos a las sociedades actuales.
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[31]
Esta es la versión de Dewey del proyecto moral, que expongo con mayor detalle en «The Hall of Mirrors».
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[32]
Véase Peter Singer,
The Expanding Circle
, Oxford, Clarendon Press, 1981.
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[33]
Véase Platón,
República
, especialmente los libros 4, 8 y 9; y
Fedro
, 246b.
<<
[34]
Immanuel Kant,
Groundivord of the Metaphysics of Morals
, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, sección III (trad. cast.:
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
, Barcelona, Ariel, 1996).
<<
[35]
Véase W.-T. Chan,
A Source Book in Chínese Philosophy
, Princeton, NJ, Princeton University Press, 1963, pág. 213.
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[36]
Este párrafo se ha extraído de Peter Singer,
The Expanding Circle
; véase asimismo Colin McGinn, «Evolution, Animals, and the Basis of Morality», en
Inquiry
, n° 22 (1979), pág. 91.
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