Rito de Cortejo (34 page)

Read Rito de Cortejo Online

Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Rito de Cortejo
4.28Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¡Por Dios! —dijo Gaet mientras saltaba como un muchacho.

Joesai rugió de risa.

—¡Por Dios! ¡Cuando les pides a esos og'Sieth que te construyan algo, vaya si lo hacen!

Joesai desenroscó el casquete y colocó otro cartucho. Había necesitado todo un día para confeccionarlos. Era sencillo emplear el Método de Shoemi para calcular la estructura de una mezcla orgánica que se descompondría en gases liberando la energía... pero preparar esa mezcla era bastante arriesgado. Aquellas moléculas eran inestables. Al final había empleado dos explosivos, uno como detonante del otro. Dios no había dejado constancia ni sugerencia alguna respecto del explosivo adecuado, y él no estaba seguro de utilizar los correctos.

—¿El tubo de presión se emplea en algún ritual? —preguntó Gaet.

—Sólo Dios lo sabe. Sirve para agujerear cosas. —Joesai examinó el orificio en el blanco con más atención. Un taladro lo hubiese hecho mucho mejor—. Creo que, fundamentalmente, sirve para abrir agujeros en personas que están alejadas. Un cuchillo para cobardes.

—¿Un instrumento para matar? —Gaet no comprendía cómo utilizarlo con esos fines. Tal vez se podría ubicar el tubo de tal modo que una persona tropezase con el alambre del disparador.

—Se lo sostiene contra el hombro. Levantas el percutor con el índice mientras mantienes el tubo apuntado hacia lo que deseas perforar. ¿Quieres probarlo? —lo desafió Joesai con una sonrisa.

—¿Me crees un tonto?

Joesai se desternillaba de risa.

—Un tonto no... Tal vez un cobarde. Dios dice que es seguro, ¿no aceptarás Su palabra?

—De pronto escucho a Oelita predicando el ateísmo en mi oído.

—¿Ha comenzado a hablarte?

—Sí.

—¿Lo mismo de siempre?

—Ella no va a cambiar. ¿Por qué todos deberíamos creer en lo mismo?

—¿Por qué deberíamos creer en mentiras? Adelante, puedes creer que una piedra es una patata... ¡pero te romperás los dientes! Ella pacta con Hoemei como si fuese una Kaiel. Te garantizo que por dura que parezca por fuera, su mente es blanda como un pastel.

—Yo respeto su actitud simple y reverente por la vida.

—Tiene una actitud candida y reverente por la falsedad. Antes de partir yo le mostraré a Dios. Eso te lo prometo.

—¡El Rito Mortal se ha acabado! —le dijo Gaet a modo de orden.

Joesai sonrió socarronamente.

—¿La protegerías de las palabras?

—Esposo, ya ha tenido suficiente —le suplicó Gaet.

—La compadeces —exclamó Joesai sorprendido. En la guardería no había espacio para la compasión. Compadecer era insultar—. Te ha podrido la mente con su meneo tan sexy. ¿Por qué no has respondido a mi pregunta? Si una Prueba de Palabras la destruye, ¿cómo puede ser una Kaiel?

—¿Cómo le enseñarás la verdad de Dios? ¿Cómo mostrarle el cielo a un hombre ciego?

—Y yo te pregunto, ¿cómo puede ella negar las revelaciones de Dios que surgen de su propio cristal? Yo le enseñaré esto. —Sacudió la bolsa con cartuchos—. ¿Cómo habría podido crear esto si Dios no me lo hubiese ordenado? —se preguntó, sosteniendo el arma que Dios le había revelado—. Lo que tengo en mi mano se denomina «rifle». En realidad, la descripción era bastante enigmática, así que he tenido que usar mi imaginación. Discutimos bastante con tu amigo og'Sieth tratando de reconstruir los detalles. Teenae verificó mi lógica. Deducirlo requirió cierto ingenio, porque no había ninguna descripción sobre el funcionamiento del rifle. Sólo cuento con algunos relatos anecdóticos de su uso. El Mundo del Cielo es un extraño mundo de asesinos. Cuando regresemos al Palacio te mostraré un pasaje. Cuenta la historia de unas personas que vivían en las colinas y deambulaban con rifles, perforando sacerdotes rusos que habitaban en templos móviles hechos en acero, gruesos como cuatro pulgares. Eso me impresionó.

—Un Dios que predica la matanza no impresionará de forma positiva a Oelita.

Joesai se colocó el rifle sobre el hombro y apuntó a la colina...

—¡No! —gritó Gaet.

... y disparó el percutor metálico. Hubo otro estallido, un impacto terrible contra su hombro y una piedra que volaba en astillas.

—Si ella no está dispuesta a cambiar, la lógica que destruirá su pensamiento es la siguiente: Dios nos salvó de un mundo donde sólo se procreaban asesinos cada vez mejores. No nos habló de esto hasta que por nuestra propia cuenta aprendimos a procrear buscando mejores valores. Ahora, Él vuelve a enseñarnos cómo matar, por intermedio de Oelita que nos ha traído Sus palabras. Es una prueba para comprobar qué hemos aprendido. Dios es el socio de Oelita. Sabiendo esto, ¿podrá ella continuar con su prédica? Dios aborrece la Muerte, y a través de esta mujer nos brinda posibilidades ilimitadas de Muerte. Lo que Oelita no puede afrontar, y tendrá que hacerlo si quiere sobrevivir, es el hecho de que la Muerte no se detendrá, ni por ella ni por Dios. La Muerte es más poderosa que todos nosotros. Sólo la venceremos cuando logremos emplearla para alcanzar nuestro propósito, es decir, la procreación del kalothi.

La discusión continuó mientras cargaban y disparaban cinco guijarros de plomo. Luego siguieron haciéndolo, de forma intermitente, mientras Getasol, en el nodo pleno, encontraba a los hermanos concentrados en una prueba del equipo portátil de rayófono vocal. Se comunicaron con el Palacio y dejaron un mensaje para Hoemei que decía simplemente: «Reunión del Triángulo de Madera al atardecer.» La polémica subió de tono al tratar sobre el skrei rodante de Gaet, mientras avanzaban dando tumbos por la ciudad, con el morral atado a los caños y el rifle colgado del hombro de Joesai.

Hoemei los esperaba en el apartamento del Palacio. Las mesas estaban servidas con unas viandas frías y una Liethe tocaba su música suavemente, sentada junto a la ventana. Por un instante, los dos hombres dejaron de discutir.

Sin ninguna prisa, la Liethe terminó su pieza melodiosa y tras ponerse de pie, se inclinó ante ellos y les ayudó a quitarse las ropas. Por unos momentos se distrajo fascinada por aquel frío tubo de acero con extraños accesorios.

—¿Qué es esto? —Sus dedos acariciaron el cañón.

—Un artefacto para acallar a las mujeres preguntonas —bromeó Joesai.

Recibió la broma como una orden de guardar silencio y los condujo hasta el baño sin hacer el menor sonido. Sus manos delicadas comenzaron a masajearlos, despojándolos tanto del cansancio como del polvo, y el agua tibia al correr sobre sus cuerpos los relajó. Hoemei recogió un cojín.

—Según he oído Kathein encontró la primera página. —¿Has estado leyendo las revelaciones? —preguntó Joesai. —¡No he tenido un momento libre! Los Pies de Dios parecen patearme. Esta noche tengo una cita con Teenae, y ella prometió leerme partes del libro si yo satisfago correctamente sus deseos carnales. Dios mío, además de todo ello ahora debo cumplir con el Concilio.

—¡Bendaein no te llamará a ti! —exclamó Joesai en tono despectivo.

Hoemei suspiró.

—Estoy en el Concilio por ti. Como parte de una organización secreta para apoyarte. Bendaein no sabe nada al respecto.

Joesai le dirigió una mirada significativa, indicándole que se callase mientras compartían la habitación con una de las espías de Aesoe.

—Ella me guarda lealtad, Joesai.

—Tú serías capaz de confiar en tu propia madre, suponiendo que tuvieras una.

—Fue Miel quien encontró a tus hombres en Soebo.

Sin dejar de masajear sus músculos, ella le habló.

—Los tienen en un calabozo subterráneo en el Templo de los Mares Embravecidos. Algunos sacerdotes piensan que puede serles útil mantenerlos con vida.

—Le estoy enseñando los secretos del rayófono. Aesoe no lo sabe, y no se mostraría nada complacido.

Joesai se volvió hacia la mujer de piel suave, que se había desnudado hasta la cintura para no mojarse la túnica.

—¿Así que fuiste tú quien trajo paz a mi corazón? Te lo agradezco. —Le apretó la muñeca con fuerza, tal como indicaba la costumbre cuando se reconocía una deuda que alguna vez sería pagada, en aquel momento o en las generaciones futuras.

—Todo lo que quiero es servirte bien. —Ella bajó la vista y se concentró en lavarle las rodillas.

Muy a su pesar, Joesai comenzó sentir que le agradaba esa extraña. Por unos instantes consideró la posibilidad de confiar en ella, aunque al fin decidió hablar de un tema menos comprometido.

—¿Qué dice la primera página?

—Dios nos revela la Historia del Hombre. El cristal de Oelita es un fragmento de Volumen 1:
La Cuna de la Tierra.

—La Tierra... ¡el Salmo Heroico para Solo! —exclamó Joesai con tanta vehemencia que salpicó agua hacia todos los lados.

—Posiblemente. Hay ocho secciones principales en el Volumen de la Cuna. Sólo tenemos la Secuencia 1:
La Fragua de la Guerra.

—¡Esas malditas palabras que no significan nada! —Bramó Joesai—. Kathein ya me ha entregado catorce páginas, y la mayor parte no tiene sentido.

Gaet había escudriñado en su memoria buscando nombres y lugares, y esbozaba una sonrisa.


Fragua
puede significar horno, caldera o crematorio. En el Salmo de los Niños hay una referencia a ello. Se habla de «llevar a
la. fragua
los zapatos del Caballo». Entre los og'Sieth de las costas del Aramap, la palabra
frojua
significa trabajar el metal fundido. Algunas veces se emplea como sinónimo de cremación, como por ejemplo en la maldición: «Que tus entrañas envenenadas se
frojuen y
que tu familia muera de hambre.»

—Me he encontrado varias veces con la palabra
guerra
—recordó Joesai—. No significa nada para mí. Suele aparecer en conjunción con las palabras
matar y paz.
Supongo que se tratará de un juego donde hay que matar, y que la paz es la movida de apertura.

—No he leído nada de ello, así que no puedo opinar —dijo Hoemei—. Kathein se inclina por la traducción: «Horno de Violencia», o «Caldera de Fuego», o simplemente «El Crematorio».

—Hay alusiones a crematorios —continuó Joesai—. Las Personas del Cielo no se alimentaban con aquellos a quienes mataban, y por lo tanto lo más lógico es deducir que su Contribución era por envenenamiento. ¿O se envenenaban a ellos mismos para negar alimento al enemigo? Encontré una referencia relacionada con crematorios a una escala imposible de creer, si no fuera porque lo afirma la misma palabra de Dios. Toda la población de Kaiel-hontokae se consumiría en cuestión de semanas con un Templo Negro como aquél. También se aludía a una ciudad que ardió con tanta furia que toda su gente murió quemada o asfixiada. Muchas oraciones contienen mensajes de poderosos sacerdotes, hablando de ciudades vaporizadas. Quemar aldeas indefensas era un aspecto muy popular del juego. Los niños se quemaban como antorchas. Pero «crematorio» no es lo bastante específico. ¿Qué hay de rifle? Me agrada la palabra og'Sieth
frojua
que ha mencionado Gaet. ¿Qué es capaz de hacer con el temple del hombre una violencia semejante? Démosle las gracias a Dios por nuestra redención.

—Alabado sea Dios si ése fue el mundo de nuestra concepción.

—Alabado sea Dios —dijo Hoemei con fervor ritual.

La joven Liethe no dijo nada. Después de secarlos y envolverlos en batas teñidas con alizarina roja, regresó junto a su pequeño instrumento de cuerda y comenzó a tocar mientras escuchaba la conversación.

—Lee sobre las vinculaciones de sus clanes, Hoemei. ¡Quedarás fascinado! Tenían clanes sacerdotales tan consagrados a matar sin motivo como nosotros al kalothi.

Hoemei devoraba panes con una pasta de habas, nueces y la profana salsa taimu.

—¿Tenían un gobierno central?

—No lo creo. Estoy confundido. ¿Qué pueden decir catorce páginas sobre algo tan complejo como un tapiz oz'Numae? Creo que alguna vez los sacerdotes Marx firmaron un gran gobierno, pero tuvieron problemas de comunicación y se dividieron en rusos, imperialistas, comunistas, chinos, socialistas, libios, fascistas, perdedores, trotskistas, gaullistas, revisionistas, kgbistas y albaneses. Después de eso no me acuerdo más. El otro lado era más simple. Estaban los sacerdotes americanos y los israelíes, y con ellos sus aliados opepistas, capitalistas y multinacionales.

—¿Quién ganó? —preguntó Hoemei con la boca llena.

—Dios no lo ha revelado. Yo apuesto por los imperialistas. Ellos siempre tienen una alianza en el momento y el lugar indicados. Primero los rusos profieren insultos contra una alianza imperialista-americana, y cuando vuelves la página encuentras a los americanos en un Concilio sagrado contra la alianza ruso-imperialista. —Joesai parecía divertido.

—Tu historia se parece a la getanesa con distintos nombres para los clanes —murmuró Gaet.

—Eso es porque me he saltado los detalles. Esas Personas del Cielo tenían más formas de cortarte el cuello de las que puedes imaginar. Piensa en lo popular que debe ser un clan sacerdotal para que sus sacerdotes sólo se atrevan a visitar otro país en templos móviles hechos en acero, de cuatro pulgares de espesor.

—¿No te vendría bien una carreta semejante para entrar en Soebo? —Con estas palabras, Hoemei abordó el tema central de la reunión. Habló como solía hacerlo en las apasionadas discusiones en la torre de la guardería, en el campo o en alguna escalera, cuando alguno de ellos estaba en peligro por las Pruebas. Primero habían sido cuatro hermanos maran. Ahora eran tres.

—Ella debe marcharse. —Joesai se sentía incómodo con la mujer silenciosa.

—Se queda —dijo Hoemei.

La Liethe dejó a un lado su instrumento y miró a Joesai con sus ojos húmedos.

—Es la ley de mi clan llevar los secretos de nuestros hombres a la tumba. Un Ivieth jura por su vida llevarte a tu destino. Un og'Sieth responde por la ejecución de sus creaciones. Un o'Tghalie no cogerá dos más dos para luego devolverte tres. Una Liethe es la sirviente de un sacerdote.

—¿Tú qué dices, Gaet? —preguntó Joesai.

—Ella debe hacer un juramento.

La Reina de la Vida antes de la Muerte se hincó de rodillas.

—Que los Oídos de Dios me escuchen. De lo que se diga en esta habitación, nada saldrá de mi boca ni de mis manos sin el permiso de todos vosotros. Cumplo con vuestros deseos.

—El Juramento de la Muerte —dijo Joesai, indiferente.

Sin objeciones, ella fue en busca de una aguja. Se pinchó el dedo, y cuando brotó una gota roja la posó sobre la lengua de Joesai para que él saborease su sangre.

Other books

Hart's Victory by Michele Dunaway
The Chronicles of Barsetshire by Anthony Trollope
Eye to Eye by Grace Carol
Winter Storms by Oliver, Lucy
Soul to Shepherd by Linda Lamberson
Rumpole Misbehaves by John Mortimer
Shared Between Them by Korey Mae Johnson
The Raising by Laura Kasischke
The Assassin's Mark (Skeleton Key) by Sarah Makela, Tavin Soren, Skeleton Key
Epitaph by Shaun Hutson