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Authors: Alexander Kent

Tags: #Histórico

Rumbo al Peligro (22 page)

BOOK: Rumbo al Peligro
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En cubierta, los hombres miraban a su alrededor sin dar crédito a lo que veían mientras la gran vela trinquete se hinchaba y restallaba ruidosamente contra la verga. Palliser gritó:

—¡Suban los botes! ¡Preparados para barloventear! —Miraba alternativamente la aguja magnética y el gallardete del calcés, apenas visible entre las primeras estrellas.

Slade dijo:

—El viento cambia de dirección, señor; hay que modificar el rumbo, sudoeste.

Palliser se frotó el mentón pensativo.

—¿Dice que ha oído fuego de cañones?

Slade asintió.

—Sin duda señor. Yo diría que piezas de pequeño calibre.

—Bien. En cuanto los botes estén amarrados, navegue de nuevo y manténgase amurado a babor. Ponga rumbo noroeste cuarta al norte.

Se mantuvo en pie a un lado mientras los hombres corrían a sus puestos entre la oscuridad creciente.

Bolitho quiso tantear en qué momento se encontraba ahora su relación:

—¿No va a esperar a la
Destiny
, señor?

Palliser levantó la mano pidiendo silencio y ambos oyeron el sonido apagado de los cañonazos. Entonces dijo con brusquedad:

—No, señor Bolitho, no lo haré. Aun en el caso de que mi comandante consiga salir del puerto, e incluso si encuentra vientos más favorables que nosotros, no creo que me felicitara por dejar que destruyeran la prueba que tanto necesita.

Pearse cantó:

—¡Los botes ya están bien amarrados a popa, señor!

—¡Todos los hombres a las brazas! ¡Listos para virar!

El viento silbó sobre el agua y golpeó las velas con nueva fuerza, impulsando al bergantín hacia adelante, su tajamar rodeado de espuma blanca.

Palliser ordenó:

—¡Deje el barco a oscuras, Pearse! No quiero que nada delate nuestra presencia. Slade apuntó:

—Puede que todo haya terminado antes del amanecer, señor.

Pero el nuevo hombre en que se había convertido Palliser le espetó:

—¡Tonterías! Ese barco está siendo atacado, probablemente por piratas. No se arriesgarán al abordaje durante la noche. —Se giró para dirigirse a Bolitho y añadió—: No como nosotros, ¿eh?

Little meneó la cabeza y resopló ruidosamente. Bolitho sintió el olor a alcohol que despedía su aliento, tan fuerte como si hubieran abierto la puerta de una bodega.

—Dios mío, señor Bolitho, por una vez se ve a ese hombre contento de verdad —dijo.

Bolitho pensó de repente en el rostro que había visto a bordo del barco que ahora estaba siendo atacado.

—Ruegue a Dios que lleguemos a tiempo.

Little, sin comprender, se fue en busca de su amigo Pearse para echar otro trago.

Así pues, el nuevo tercer teniente estaba tan ansioso por participar en la recompensa de la presa como el comandante, pensó, y aquello tampoco podía ser nada tan malo para el resto de ellos.

Palliser paseaba arriba y abajo por popa como un animal enjaulado.

—Acorte vela, señor Bolitho. Aferré los juanetes y la vela de estay. ¡Ahora mismo!

Algunos hombres buscaban a tientas el camino hacia drizas y cabillas mientras otros trepaban rápidamente a los flechastes y se colgaban de las vergas de los juanetes.

Bolitho siempre se maravillaba del poco tiempo que les costaba a marineros experimentados acostumbrarse a las peculiaridades de un barco desconocido, incluso en la oscuridad.

Pronto amanecería; sentía cómo su resistencia física se resentía por la falta de horas de sueño y la fatiga del día anterior. Palliser había mantenido en movimiento a su escasa tripulación durante toda la noche. Cambiando de bordada, alterando el rumbo o cambiando la orientación de las velas cada vez que trazaba nuevas líneas en las cartas de navegación y hacía una estimación aproximada de la situación de los otros barcos. En diversas ocasiones habían oído intercambio de cañonazos, pero Palliser había dicho que se trataba más de impedir una posible caza que de abrigar esperanzas de poder actuar desde cerca. Los ocasionales cañonazos sí habían dejado una cosa clara: había por lo menos tres barcos más allá del tenso foque del
Heloise
. Como lobos rodeando a un animal herido, esperando a que desfalleciera o cometiese un error fatal.

Little gritó con voz ronca:

—¡Todos los cañones cargados, señor!

—Muy bien —replicó Palliser. Y en tono más bajo añadió dirigiéndose a Bolitho—: ¡Todos los cañones! Unos pocos pequeños y giratorios y no más munición de la que se necesitaría para espantar a una bandada de cuervos.

El guardiamarina Ingrave dijo:

—¿Permiso para izar nuestra bandera, señor?

Palliser asintió.

—Sí. Ahora éste es un barco del rey, y no es probable que encontremos ningún otro.

Bolitho repasó mentalmente parte de las murmuraciones que había oído durante la noche. Algunos de los marineros estaban muy inquietos ante la perspectiva de combatir contra piratas, o contra quienquiera que fuese, con el escaso armamento con que contaban.

Bolitho lanzó una rápida mirada hacia estribor. ¿No se veía una débil luz en el horizonte? Tenían a un buen vigía arriba, en la arboladura, y él era su mejor baza si querían coger al otro barco por sorpresa. No era probable que piratas absortos en su intento de capturar y saquear un buque mercante se molestasen en vigilar otra cosa.

Oyó a Slade murmurar con Palliser. Había alguien más que tampoco estaba de acuerdo con la inminente confrontación. Palliser dijo furioso:

—Mantenga vigilado el rumbo y esté preparado para cambiar bordada si sobrepasamos al enemigo. Déjeme el resto a mí, ¿de acuerdo?

Bolitho sintió que le temblaban las piernas. El «enemigo»; Palliser no tenía dudas.

Stockdale salió de las sombras, su corpulenta figura inclinada en contra de la dirección del viento.

—Esos canallas están utilizando balas encadenadas, señor. Las he oído un par de veces desde la arboladura.

Bolitho se mordió el labio. Eso significaba que intentaban desmantelar la jarcia del
Rosario
para luego bombardearlo hasta que se rindiera con menos riesgo para ellos. Se iban a llevar una buena sorpresa cuando vieran caer al
Heloise
sobre ellos. Aunque sólo fuera en el primer momento.

—Quizá la
Destiny
esté ya tras nosotros —dijo.

—Quizá.

Bolitho se giró al ver que Jury se acercaba y fue a su encuentro. Stockdale no creía más que él en aquella posibilidad.

—¿Falta mucho todavía, señor? —preguntó Jury.

—Está amaneciendo. Verá sus gavias o sus vergas altas en cualquier momento. Si uno de ellos vuelve a hacer fuego seremos capaces incluso de trazar su demora.

Jury se le quedó mirando en la penumbra.

—¿No está usted nervioso, señor?

—No en este momento —respondió Bolitho encogiéndose de hombros—. Quizá más tarde. Estamos atrapados, o pronto lo estaremos. —Se giró y apoyó la mano en el hombro del guardiamarina—. Recuerde esto: el señor Palliser ha elegido algunos marinos muy experimentados para este trabajo. Pero sus oficiales son demasiado jóvenes. —Vio cómo Jury le escuchaba con atención y asentía—. Así que mantenga la sangre fría y permanezca a la vista. Deje los milagros para el señor Palliser.

Jury sonrió, pero sus agrietados labios le hicieron recordar con una mueca de dolor el día que había pasado trabajando en el bote.

—Estaré junto a usted —dijo.

Stockdale bromeó:

—Le pido perdón, mi joven caballero, pero procure no cruzarse en mi camino. —Hizo ondear un alfanje en el aire como si fuera una guadaña—. ¡No me gustaría que perdiera la cabeza, por así decirlo!

Palliser ordenó:

—¡Listos para aferrar la vela trinquete! ¡Y esténse callados!

El segundo del contramaestre anunció por el través:

—¡Amanece, señor!

—¡Maldito sea, Pearse —dijo Palliser con aspereza—, no estamos ciegos… ni sordos!

Pearse hizo una mueca a espaldas de Palliser y musitó:

—¡Palliser, eres un auténtico cerdo! —Pero tuvo buen cuidado de que nadie le pudiera oír.

—¡Atención en cubierta! ¡Velero a la vista por estribor! ¡Y otro por babor!

Palliser dio una palmada.

—¡Lo conseguimos! ¡Maldita sea, les hemos alcanzado!

En aquel preciso instante disparó un cañón, dejando ver un fogonazo anaranjado sobre las oscuras aguas. Slade dijo lleno de ansiedad:

—¡Hay un tercer barco siguiendo la dirección del viento!

Bolitho se agarró a su soporte y apretó la vaina de su espada contra el muslo para mantener la serenidad.

Tres barcos; el que estaba en el centro era sin duda el
Rosario
, con sus dos atacantes manteniéndose a distancia y formando un gran triángulo. Oyó un sonido sibilante seguido de un golpe indicativo de que algo se hacía astillas; delante de él le pareció ver vagamente, en medio de la oscuridad, cómo el agua se erizaba espumante al caer en ella varios palos y cabos.

Stockdale pareció confirmarlo con la cabeza.

—Balas encadenadas, en efecto; los muy canallas.

—¡Preparados en cubierta! ¡Comprueben las mechas retardadas!

Ya no había razón para la cautela. Bolitho oyó un estridente silbido procedente del barco más cercano y el estampido de una pistola. O se había disparado por descuido o había sido una señal para su consorte.

Con los mosquetes y los cuernos para la pólvora preparados y los alfanjes y picas de abordaje al alcance de la mano, los marineros de la
Destiny
escrutaban en la oscuridad.

—¡Aferrar trinquete!

Los hombres obedecieron al instante, y mientras la gran vela era cargada en su verga, la creciente luz del amanecer dibujó contra el cielo las figuras de los hombres agazapados y los cuadernales giratorios, elevándose como si subiera un telón.

Hubo una serie de estallidos, y Bolitho oyó pasar la bala encadenada chirriando sobre su cabeza, un sonido que hacía pensar en espíritus atormentados en el infierno.

Little dijo entre dientes:

—¡Demasiado alto, gracias a Dios!

La destructiva bala encadenada levantó espuma al caer en el agua, muy lejos por estribor, pero perfectamente alineada con los dos mástiles del bergantín.

—¡Timón metido a sotavento! —Palliser estaba agarrado a una burda observando el difuso perfil del barco enemigo—. ¡Lo más ceñidos al viento que sea posible!

—¡Más hombres a las brazas!

El bergantín giró lentamente sobre sí mismo hasta que las velas que quedaban desplegadas empezaron a flamear en señal de protesta.

—¡Noroeste cuarta al oeste, señor! ¡Bolina franca!

El otro barco abrió fuego y un proyectil cayó con estruendo dentro de un radio de seis metros alrededor del casco del
Heloise
, proyectando espuma y salpicaduras muy por encima de la proa.

Entonces empezó el fuego en serio, con proyectiles grandes y abundantes, mientras las dotaciones de los cañones intentaban adivinar lo que el recién llegado pretendía hacer.

Otra bala rasgó la cangreja de popa, dejando en ella un irregular agujero, lo bastante grande como para que pasara por él la cabeza de un hombre.

Palliser estalló.

—¡Ese condenado bergantín nos ha disparado!

Little rió entre dientes.

—Pensarán que también nosotros somos piratas.

—¡Ya les daré yo piratas!

Palliser señaló el barco que estaba saliendo de la oscuridad por babor y que había cambiado bordada para acercarse peligrosamente al bergantín.

—¡La goleta! ¡A por ella primero!

Little hizo bocina ahuecando las manos.

—¡Hay que darle la vuelta, compañeros!

Los hombres que estaban todavía arrastrando uno de los cañones giratorios para montarlo en el lado opuesto le gritaron a Little que les diera más tiempo.

Pero Little sabía lo que se hacía.

—¡Tranquilos, es fácil! —Aquello era como ver a un hombre apaciguando a una bestia salvaje—: ¡Fuego!

Las chispas de las mechas cayeron como luciérnagas, y los cañones bombardearon sin descanso al barco que se acercaba. Una inclemente lluvia de munición bien prensada atravesó el trinquete, y Bolitho creyó oír gritos que parecían indicar que su disparo había dado en el blanco.

—¡Listos para barloventear! —La voz de Palliser se oía claramente incluso sin que utilizara la bocina—. ¡Brazas de sotavento!

Palliser bajó moviéndose con nerviosismo hacia la cubierta escorada para reunirse con Slade junto al timón.

—Iremos a por el otro. Timón a sotavento.

Escorándose considerablemente, el bergantín se deslizó veloz hacia sotavento, con las velas restallando con fuerza, hasta que los marineros orientaron de nuevo las vergas con el viento. El segundo barco parecía pivotar sobre el botalón de foque, mientras escoraba hacia babor, y el final de su popa quedaba a la altura del
Heloise
, que cargaba contra él. Palliser gritó:

—¡Dispárele a popa, Little! —Giró en redondo para dirigirse a Slade y sus jadeantes timoneles—: ¡Así derecho, estúpidos!

Bolitho dedicó un instante a sentir pena por Slade.

El
Heloise
se abalanzaba a gran velocidad contra la popa del otro barco como si fuera un hacha, a punto de partirlo por la aleta.

—¡Fuego!

Una intensa luz iluminó las cubiertas de ambos barcos mientras sus cañones escupían anaranjadas lenguas de fuego en medio del estruendo del hierro golpeando y astillando los cascos. La munición del
Heloise
debía de haber dejado la popa del otro barco desierta de vida. Timoneles, dotaciones de los cañones. No había espacio suficiente para que todos pudieran escapar a la mortífera lluvia de metralla de las cargas de fragmentación que habían lanzado sobre ellos. Empezó a inclinarse y a caer en la dirección del viento para ser atacado de nuevo por los restantes cañones de Little.

—¡Apunte al trinquete! —La voz de Palliser estaba en todas partes.

Ahora Bolitho podía verle claramente; su enjuto cuerpo no dejaba de moverse por popa, y enmarcado por el brillante mar era la viva estampa de un vengador.

—¡Fuego!

Nuevamente silbaron sobre sus cabezas los proyectiles; Bolitho supuso que el barco que habían atacado primero había recuperado fuerzas y acudía en ayuda de su compañero.

Vio el
Rosario
por primera vez y se le cayó el alma a los pies ante el espectáculo que ofrecía. El palo trinquete había desaparecido por completo, y sólo la mitad del mayor parecía mantenerse en pie. Por todas partes se veían restos y trozos de jarcia rota, y cuando el sol se elevó por encima del horizonte, Bolitho vio los delgados filamentos de color escarlata que colgaban de cada uno de los imbornales. Era como si el mismo barco, y no sus defensores, estuviera sangrando al borde de la muerte.

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