Sangre en el diván (24 page)

Read Sangre en el diván Online

Authors: Ibéyise Pacheco

Tags: #Ensayo, Intriga

BOOK: Sangre en el diván
3.45Mb size Format: txt, pdf, ePub

Para sentenciar, la juez debía haber considerado decenas de testimonios y unas 80 pruebas, que durante más de seis meses habían sido expuestas en su tribunal. Las conclusiones de la semana anterior, desarrolladas por el fiscal 50 con competencia nacional, Zair Mundaray, resultaron para los presentes sólidas e inexpugnables.

El fiscal Mundaray expresa con orgullo cuánto ama su oficio. Ha trabajado en equipo con su colega Pedro Montes. Chirinos llegó a quejarse del rigor científico en el manejo de las pruebas que había desplegado el Ministerio Público en este proceso. Sin duda, los fiscales hicieron su trabajo.

Y es el fiscal Zair Mundaray quien comparte una síntesis de las conclusiones, que en nombre del Ministerio Público, él presentó en el juicio:

—Las pruebas hay que verlas en contexto. La sentencia debe estar estructurada, de modo que cada prueba sea comparada con otras, y que todas te lleven a una conclusión. Sea de culpabilidad o de inocencia. ¿Qué es lo que teníamos aquí? Un cúmulo inmenso de pruebas científicas. Ninguna por sí sola era capaz de un juicio de reproche; pero era como armar un rompecabezas. Un juicio de reproche es cuando se puede atribuir una conducta tipificada como delito. Después de construidas todas las pruebas, el juez debe hacer una evaluación en su justa medida.

»Yo siento que lo importante de este caso es haber logrado una gran cantidad de pruebas, algunas poco ortodoxas, como el ADN, que en Venezuela, dados los costos y algunas circunstancias, no se trabaja tanto; ahora se hará más. Pero en su momento, trabajamos con la Universidad del Zulia, que tiene los mejores laboratorios en esa área. De hecho, el valor adicional de ese laboratorio es que está sometido a unos estándares internacionales, de los países hispanoparlantes y los que hablan portugués, con unos procesos comunes que garantizan que sus resultados puedan ser analizados en cualquiera de ellos.

»Lo importante aquí fue, primero, la detección de sangre. En el consultorio la obtuvimos con una prueba de orientación y una de certeza. La prueba de orientación es el luminol, que te proporciona elementos, detecta hierro de determinada manera, que te hacen presumir que puede ser sangre. Luego vienen las pruebas de certeza, que se realizan a través de otros reactivos. Después de eso, ya estás hablando de sangre. La sangre tiene dos elementos: los identificativos y los reconstructivos. ¿Por qué reconstructivos? Porque de acuerdo a como se halle la sangre en el lugar te dice qué puede haber ocurrido. No es lo mismo una sangre con caída libre que una por escurrimiento, o una por contacto. Es decir, hay diversas morfologías. ¿Qué teníamos entonces en el consultorio, que la quimioluminiscencia dio positivo? Teníamos sangre, teníamos la prueba de orientación, luego la de certeza, y teníamos la morfología. Lo relevante de la morfología, es que por ella determinamos el contacto en la pared y en el borde del diván. Físicamente, con la juez, fuimos al consultorio. El lugar por donde emanó la sangre de Roxana, por la herida o por el orificio donde salió, tuvo contacto directo con esos objetos: la pared y el diván. Además del piso. Encontramos igualmente contactos distintos: por ejemplo, el limpiamiento. Ocurre cuando alguien está emanando sangre, y se toca, o toca a otro. También en el consultorio se encontró de ese tipo. No sabemos si fue ella, o el agresor que la tocó.

»Había que determinar entonces con qué tuvo contacto el cuerpo de Roxana. Obviamente, con la pared y el diván, y con el piso, a mi modo de ver, cuando ya estaba agonizante. Porque el patólogo dijo algo muy importante: con ese tipo de lesión, la persona no muere de inmediato y es una agonía dolorosa y desesperante. Porque tienes roto un hueso de la cabeza, una fractura importante, en forma de «Y» invertida, en el occipital derecho. Eso no causa una muerte inmediata. Ella fue sintiendo el sangrado, que algunas funciones fisiológicas se iban debilitando, que colapsaban algunos órganos; todo ese proceso lo debe haber sentido Roxana.

»¿Qué nos dijo la sangre de manera reconstructiva, sobre todo la de contacto con la alfombra? Ninguna de esa sangre estaba visible, había sido limpiada. A primera vista, no era posible detectarla. Para eso se utilizó el luminol. Colectamos los trozos de las alfombras que resultaron positivos. Como había 3 metros 20, en sumatoria del recorrido de la sangre, para determinar que es la misma fuente, lo que se denomina fuente común, es decir la misma sangre, tienes que hacer una prueba de ADN. Se hizo incluso una prueba adicional, que no se hace en casi ningún lugar del mundo, que fue una prueba genética de paternidad y maternidad, para tenerla como control. Teníamos entonces doble control: ésa, con los perfiles de los padres —el papá estaba vivo para ese momento—, y el cuerpo de Roxana. Recuerda que de un cuerpo putrefacto no es posible sacar sangre, pero se tenían unos segmentos musculares de la mano, porque a ella le habían amputado ambas manos para el reconocimiento. Para la prueba de ADN se toma tejido de una parte que es muy densa, desde el punto de vista muscular, bajo el pulgar. Los expertos hicieron un corte circular allí, y de ese corte se analizó el ADN.

»Todas esas pruebas se sometieron a comparación. Primero el perfil solo, luego el de los padres, luego el perfil de ella, y luego la comparación de todo lo demás que se tenía. Todas dieron positivas. Y con estándares de certeza, casi al infinito. De hecho, yo le pregunté a la experta sobre alguna posibilidad de error, y me dijo que la única era que Roxana tuviese una hermana gemela univitelina, que sería una carga genética idéntica. En eso, lo único que las diferenciaría, desde el punto de vista criminalístico, sería el rastro dactilar. Sabíamos que Roxana no tenía una hermana gemela.

»¿Qué le ocurre a la defensa? Tenía que justificar la sangre, porque era una verdad ineludible. ¿Qué inventaron? Una supuesta terapia electro convulsiva. Durante la investigación, en el allanamiento del consultorio, e incluso en el allanamiento de la casa, nosotros no conseguimos la historia médica de Roxana. Había sido sustraída. Y es una historia bien particular, porque tiene anotaciones, hasta después de la muerte de ella. El acusado, con sus propios apuntes, refiere: «Hoy me enteré de la muerte de esta paciente». O sea, no tiene ningún rigor científico; pasa a ser como una especie de anotaciones sueltas, que él fue agregando entre espacio y espacio, y en la parte donde hacía observaciones, como estaban llenas, sólo pudo colocar las iniciales TEC, de terapia electro convulsiva. Chirinos no sabía que nosotros podíamos procurar una data aproximada de la tinta. Con esa anotación, trataba de justificar que a Roxana le había hecho la TEC, cuando nosotros sabíamos que no. Porque cuando allanamos el consultorio, al acusado se le olvidó una lista donde estaban anotadas las pacientes que acudían por día. Allí identificaban a la paciente y se anotaba el tratamiento donde decían la sustancia que le habían colocado. Investigamos las sustancias y casi todas son anestésicas. Son para hacer a las pacientes dormir. Eran los registros de la fecha en que Roxana era paciente: octubre 2007.

»Después, ya Roxana no era paciente de Chirinos —lo cual tumba otro argumento de la defensa, él pretendió decir que la seguía atendiendo— y de hecho, al revisar las declaraciones de la secretaria y otros empleados, ninguno recordaba a Roxana en los encuentros recientes.

»Todo esto refuerza lo que ella decía en su diario. De lo que pudimos indagar, Roxana entraba por la puerta privada para que nadie la viera, porque no era paciente. Y cuando hacemos las inspecciones y los allanamientos, queda claro —también se lo hice ver a la juez, cuando en el juicio se discute la utilidad de las curas de sueño— que Chirinos lo que hacía era dormir a las pacientes, para que quedaran a su merced y él poder ejecutar sus tropelías y sus abusos. El error que comete es haberlo documentado a través de fotografías y videos, sobre todo las fijaciones fotográficas que él tenía ocultas en su casa y que jamás pensó que las íbamos a encontrar.

»Se consiguieron 1.200 fotos. Varias de ellas es probable que sean prostitutas, porque no todas fueron tomadas en su consultorio. Sería impropio decir que las1l.200 son de pacientes; pero hay una gran cantidad, donde evidentemente son pacientes, muchísimas sedadas. Es impresionante. Él documentaba eso. Alguna parafilia, alguna situación muy personal, y que luego no pudo negar. Fíjate que al final de su declaración decía que eso era su vida privada, como si no se tratara de un delito lo que estaba haciendo.

»Por lo tanto, correspondía demostrar que no había tal terapia electro convulsiva. Teníamos los familiares de pacientes, a cuyas hijas les había aplicado terapia de sueño, y él mismo se los decía; teníamos la historia, donde irregularmente, había agregado por escrito TEC; teníamos otro documento, el control de las pacientes; y además, teníamos otra particularidad, y es que el aparato de la TEC nunca apareció. Y lo más terrible: estaban todos esos cubículos en los que podía tener seis pacientes, de manera simultánea, dormidas. Nada sugería siquiera que había otro tipo de terapia distinta.

»Dentro de su consultorio había un cubículo donde ponía a dormir a las pacientes, pero había otros cubículos, fuera del consultorio: tres en un sótano y dos más en la planta baja. El lugar, Chirinos lo llamaba sala de terapia de sueño. Donde podía tener a su merced seis pacientes sedadas.

»Más allá del punto de vista delictual, el problema es ético, desde el punto de vista médico, o de praxis. Esas pacientes eran vigiladas, custodiadas, que incluso les tomaba la vía un personaje, un conserje. ¿Quién nos dice que ese Giovanny no pudo participar en abusos? Chirinos no dejaba que nadie las acompañara, para garantizar su impunidad.

»Entonces, ese conjunto de cosas, más lo que refería Roxana sobre la cura de sueño, desmentía que existiera la tal terapia electro convulsiva. Pero no sólo eso. Estuvieron de acuerdo los tres psiquiatras que fueron al juicio en que no podía haber un sangrado profuso con la TEC, sino unas gotas que serían producto de una mordedura. Nosotros analizamos eso desde el punto de vista médico legal, cuando se exhumó el cuerpo; y no había lesión en esa área de los tejidos blandos que quedaban, porque claro, estaba necrótico. El análisis indicó que no había ninguna lesión importante que causara un sangrado de esa magnitud. La patólogo aclaró algo: que en el área de los labios y la que rodea la boca no tenemos vasos, sino capilares, con estructuras muy pequeñas, que cuando se produce una lesión sangran muy poco y se cierra por los propios mecanismos fisiológicos.

»Además, la patólogo hizo una precisión, porque le pregunté, qué sugería un sangrado importante. Ella hablaba de la rotura de vasos, o en el caso de Roxana, pudo haber sido también un sangrado por orificios naturales. Esa sangre que estaba allí, producto de la fractura, buscó escaparse, de alguna forma, por otorragia y por sangrado de nariz. A mi modo de ver, ella debe haber sangrado por los oídos. De hecho, en un accidente de tránsito, cuando ven a alguien sangrando por un oído, lo primero que piensan es que hay fractura de cráneo. A mí me parecía muy posible eso.

»En el consultorio había otra cosa fundamental, que fueron los apéndices pilosos. Allí se hizo un barrido, con el que fueron colectados por sectores. Yo hice referencia que en la parte donde estaba el diván, además de la sangre, había una preponderancia inusual de apéndices pilosos de la región del pubis. En el área de tratamiento se consiguieron apéndices pilosos de Roxana, pero los de ella eran cefálicos. Es probable que en el ejercicio de la violencia se haya llevado un cabello. Pero, como había sido su paciente, digamos que había forma de justificar que estuvieran en ese lugar. Aunque es una evidencia de que estuvo allí. Y eso nos sirvió para desvirtuar que en el consultorio se había realizado una limpieza rigurosa —como la defensa pretendió hacer ver, para decir que el zarcillo no estaba donde se encontró—, porque eso estaba lleno de cabellos por todos lados. Quien limpió se concentró en la sangre, que era lo fuerte. Había l18 apéndices de un lado, y de otro, más de 80. Estamos hablando de más de 200 apéndices pilosos, de diferentes regiones. Quien lavó la sangre, ni aspiró los pelos, ni se percató del zarcillo. El mismo conserje Giovanny dijo: «Un zarcillo se le cae a cualquiera».

»Sobre los zarcillos: en el cuerpo que se levanta en Parque Caiza se detecta que Roxana era doble perforada en el lóbulo, y eso se determinó no sólo a la vista, sino que nosotros ordenamos una experticia, cuando se solicitó la comparación antropométrica, porque la defensa intentaba decir que ella tenía otros zarcillos puestos, y claro los de arriba los tenía, ambos, y de los de abajo le quedaba uno solo. Eso se colectó, y resultó importante que lo hicieran los funcionarios de homicidios. Porque esa prueba por sí sola parecería débil verdad, un zarcillo se le cae a cualquiera, pero en el momento de la exhumación nosotros colectamos la oreja derecha. ¿Y cuál fue la petición que le hicimos a la patólogo? Ella nos había explicado que haciendo unos cortes histológicos, que son los cortes de piel a lo ancho, y viéndolos al microscopio, era posible determinar si hubo una reacción vital, que sólo se produce entre personas vivas, pues. En los muertos, no se produce esa reacción. Ella concluyó que la oreja se encontraba esfaselada, es decir, a partir del hoyo originario donde estaba el zarcillo hacia abajo, estaba roto, se lo halaron con violencia. Recuerdo que en las conclusiones decía esfaselado y hemorrágico. Así que parte de la sangre que puede haber tenido contacto con el lado derecho puede provenir de la oreja, y claro, de la fractura de la cabeza, que entonces choce') con alguna fuerza, y quizás ella sangró por el oído. Se la hicieron chocar. Por eso, a mi modo de ver, él debe haberla tomado por los cabellos y estrellado la cabeza contra esa pared, eso explica el golpe del maxilar derecho, explica el esfaselado de la oreja, tal vez en el forcejeo, y explica la sangre. Es coherente. Es sostenible.

»Cuando se colecta el zarcillo, hacemos una comparación de caracteres, que es más que medir. Son las características del material, describir el color, todas las señales que puede tener un zarcillo. Y dieron coincidentes. Ellos trataron de decir que no tenía serial, ni modo de saber que era el mismo, pero ahí estaba la coincidencia.

»Debo decirte que al inicio de la investigación Chirinos no declaró, se mantuvo en silencio. Ese es su derecho; desde el punto de vista constitucional, él puede callar. Claro, la defensa, estratégicamente, quería saber qué teníamos, para luego tratar de armar el cuento. Teníamos algo indudable, que eran las comunicaciones telefónicas, y eso es un rastro. La telefonía es capaz de decir no sólo con quién hablas, sino dónde éstas, cuál es tu ruta, inclusive hay expertos que pueden determinar a qué velocidad te desplazas. Pasa de una antena a otra: una te desatiende y enlazas con la siguiente. Ahí se determinó que efectivamente la ruta era la que ella le había dicho a su amiga —con quien había quedado en verse—, así como la ruta de Chirinos, desde el Country Club, hasta el consultorio. Hasta que coinciden ambos, y obvio, ya no hay comunicación entre ellos. Pero se ve que él la venía llamando. Entonces tenía la defensa que encontrar una justificación, de por qué ella estaba ahí. Crearon toda esa ficción de que la víctima se encontraba en una situación de emergencia, pero quien había estado con ella, Mariano, su amigo, contó que no había ninguna emergencia, que Roxana estaba tranquila, sin problema. Si era una emergencia, ¿por qué no es ella quien llama? Es él. Se demostró que ella no tenía saldo. Su mamá lo dijo desde el primer día de la declaración, porque Ana Teresa era quien le compraba la tarjeta, y le pasaba la identificación.

Other books

The Judge by Jonathan Yanez
Twenty Tones of Red by Montford, Pauline
FG 3 - The Wedding Blitz by Leah Spiegel
Anatomy of a Misfit by Andrea Portes
Dead Man Docking by Mary Daheim
A Lova' Like No Otha' by Stephanie Perry Moore