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Authors: Kim Stanley Robinson

Tiempos de Arroz y Sal (60 page)

BOOK: Tiempos de Arroz y Sal
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—¿Por qué ya no quieres usar la silla de mano? —se quejaba Pao un día mientras caminaban con dificultad hasta la casa.

—Esta mañana he leído: «Los grandes principios tienen tanto peso como mil años. Esta vida flotante es tan ligera como un grano de arroz» — respondió Kang con sencillez.

—Para mí no.

—Al menos tú tienes buenos pies.

—Eso no es cierto. Son grandes pero de todas maneras me duelen. No puedo creer que no quieras coger la silla.

—Tienes que tener sueños, Pao.

—Pues, no lo sé. Como solía decir mi madre: un cuadro de un pastel de arroz no satisface el hambre.

—El monje Dogen oyó esa expresión y contestó diciendo: «Sin un cuadro que pinte el hambre nunca te conviertes en una verdadera persona».

Cada año, para los festejos equinocciales de primavera del budismo y el islam, hacían un viaje hasta el lago Qinhai y se quedaban de pie en la orilla del gran mar azul verdoso para renovar su compromiso con la vida, quemando incienso y dinero de papel y rezando cada uno a su manera. Estimulada por las imágenes de los paisajes del viaje, Kang solía regresar a Lanzhou y meterse de lleno en sus numerosos proyectos. Antes, en Hangzhou, sus incesantes actividades dejaban maravillados a los sirvientes; ahora les producían terror. Cada día ella hacía lo que cualquier persona normal solía hacer en una semana.

Mientras tanto, Ibrahim seguía trabajando en su tan deseada reconciliación de las dos religiones, que ahora se enfrentaban en Gansu justo delante de sus ojos. El corredor Gansu era el gran paso entre la mitad oriental y la occidental del mundo, y a las largas caravanas de camellos que desde tiempo inmemorial habían avanzado rumbo al este hacia Shaanxi o rumbo al oeste hacia el Pamir se les unían ahora inmensos trenes de carretas tiradas por bueyes, que en su mayoría venían desde el oeste, pero también desde el este. De igual manera, tanto los chinos como los musulmanes se instalaron en la región, e Ibrahim hablaba con los líderes de los distintos grupos, y recogía textos y los leía, y enviaba cartas a eruditos de todo el mundo, y escribía varias horas por día. Kang le ayudaba con su trabajo, al igual que él le ayudaba a ella con el suyo pero, a medida que iban pasando los meses y veían cómo crecía el conflicto en la región, la ayuda de ella tomó cada vez más forma de crítica, de presión intelectual, como él a veces señalaba, cuando se sentía un poco cansado y receloso.

Como era habitual en ella, Kang era implacable.

—Mira —solía decirle—, no puedes resolver estos problemas simplemente hablando. ¡Las diferencias son reales! Mira, a tu Wang Daiyu, un pensador muy ingenioso, le cuesta muchísimo trabajo equiparar los Cinco Pilares de la fe islámica con las Cinco Virtudes del confucianismo.

—Es cierto —decía Ibrahim—. Se combinan para crear las Cinco Constantes, como él las llama, verdaderas en todas partes y para todos, inalterables. El credo del islamismo es la benevolencia de Confucio, o ren. La caridad es yi, u honradez. La oración es li, propiedad, el ayuno es shi, conocimiento. Y la peregrinación es xin, fe en la humanidad.

Kang lanzó sus manos al cielo.

—¡Pero qué estás diciendo! ¡Estos conceptos no tienen casi nada que ver unos con otros! ¡La caridad no es honradez, en absoluto! ¡El ayuno no es conocimiento! Entonces no me sorprende nada cuando me entero de que tu maestro del interior, Liu Zhi, identifica los mismos Cinco Pilares del islamismo no con las Cinco Virtudes, sino con las Cinco Relaciones, ¡el wugang, no el wu-chang! Él también necesita tergiversar las palabras, los conceptos, hasta hacer que sean irreconocibles, para que encajen las correspondencias entre los dos grupos. ¡Dos juegos diferentes de malos resultados! Si sigues el mismo camino que ellos, podrás encajar cualquier cosa con cualquier cosa.

Ibrahim frunció los labios con desagrado, parecía enfadado, pero no la contradijo. En cambio dijo:

—Liu Zhi hizo una distinción entre las dos maneras, además de encontrar sus similitudes. Para él, el Camino del Cielo, tiando, está mejor expresado en el islamismo, y el Camino de la Humanidad, rendao, está mejor expresado en el confucianismo. Por lo tanto, el Corán es el libro sagrado, pero las
Analectas
expresan principios fundamentales válidos para todos los seres humanos.

Kang movió otra vez la cabeza mostrando incredulidad.

—Tal vez sea así, pero los mandarines del interior nunca creerán que el Libro Sagrado del Cielo proviene de Tiangfang. ¿Cómo podrían creerlo, cuando solamente China les importa? El Reino Medio, a medio camino entre el cielo y la tierra; el Trono del Dragón, hogar del Emperador de Jade; el resto del mundo no es más que el lugar de los bárbaros y de ninguna manera podría ser el origen de algo tan importante como el sagrado Libro del Cielo. Entre tanto, volviendo a tus sheiks y califas en el oeste, ¿cómo podrían aceptar alguna vez a los chinos, que ni siquiera creen en su dios único? ¡Ése es el aspecto más importante de su fe! Como si alguna vez pudiera haber un único dios.

Una vez más Ibrahim parecía enfadado. Pero insistió.

—El camino fundamental es el mismo. Con el imperio extendiéndose hacia el oeste y más musulmanes viajando hacia el este, es ineludible que haya alguna clase de síntesis. No podremos llevarnos bien si no llegamos a una síntesis.

Kang se encogió de hombros.

—Tal vez sea así. Pero es imposible mezclar el aceite con el vinagre.

—Las ideas no son sustancias químicas. O son como el mercurio y el azufre de los taoístas, que se combinan para hacer toda clase de cosas.

—Por favor no me digas que estás pensando en convertirte en un alquimista.

—No. Sólo en el campo de las ideas, donde la gran transmutación todavía está por hacerse. Después de todo, mira qué han conseguido los alquimistas en el mundo de la materia. Todas las máquinas nuevas, las cosas nuevas...

—La roca es mucho más maleable que las ideas.

—Espero que no. Tienes que admitir que antes ya ha habido otros grandes enfrentamientos entre civilizaciones y que se crearon culturas sintéticas. En la India, por ejemplo, los invasores islámicos conquistaron una civilización hindú muy antigua, y desde entonces las dos han estado con frecuencia en guerra, pero el profeta Nanak reunió los valores de las dos, y ésos son los sijs, quienes creen en Alá y en el karma, en la reencarnación y en el juicio divino. Encontró la armonía que se escondía detrás de la discordia, y ahora los sijs están entre los grupos más poderosos de la India. De hecho, son la mayor esperanza de la India, dadas todas sus guerras y conflictos. Aquí necesitamos algo como eso.

Kang asintió con la cabeza.

—Tal vez ya lo tenemos. Tal vez ya estaba aquí, antes de Mahoma y Confucio, en la forma del budismo.

Ibrahim frunció el ceño, y Kang rió su risa breve y poco graciosa. Ella estaba tomándole el pelo y al mismo tiempo estaba hablando en serio, una combinación muy corriente en el trato que tenía con su esposo.

—Tienes que admitirlo, el material está a mano. Hay más budistas aquí, en estas tierras yermas, que en cualquier otra parte.

Él murmuró algo acerca de Lanka y de Birmania.

—Sí, sí —dijo ella—. Y también el Tíbet, Mongolia, el país de los anamitas, el de los tais y el de los malayos. Siempre están ahí, te has dado cuenta, en la zona fronteriza entre China y el islam. Ya están allí. Y las enseñanzas son muy fundamentales. Las más fundamentales de todas.

Ibrahim suspiró.

—Tendrás que enseñarme.

Ella asintió con la cabeza, satisfecha.

Ese mismo año, el año número cuarenta y tres del reinado del emperador Qianlong, una afluencia de familias musulmanas tan numerosa como no se había visto antes llegó desde el oeste por la antigua Ruta de la Seda, hablando toda clase de lenguas e incluyendo a mujeres y niños, y hasta a animales. Aldeas y ciudades enteras habían quedado vacías y sus ocupantes habían partido rumbo al este, aparentemente, empujados por guerras cada vez más intensas entre iraníes, afganos y kazajos, y por las guerras civiles de Fulán. Muchos de los recién llegados eran creyentes chutas, decía Ibrahim, pero también había muchas otras clases de musulmanes, naqshabandis, wahabitas, diferentes clases de sufíes... Mientras Ibrahim intentaba explicárselo a Kang, ella fruncía los labios en desaprobación.

—El islam está tan roto como un vaso que ha caído al suelo —decía ella.

Más tarde, al ver la reacción violenta con que los musulmanes de Gansu recibieron a los recién llegados, Kang dijo: —Es como echar aceite en el fuego. Terminarán matándose unos a otros.

Ella no parecía especialmente angustiada. Shih estaba otra vez pidiendo que le permitieran estudiar en un qong jahriya, sosteniendo que su deseo de convertirse al islamismo había regresado, algo que Kang estaba segura de que no era más que pereza para continuar estudiando y un impulso de rebelión bastante preocupante en alguien tan joven. Mientras tanto, ella tuvo la posibilidad de observar a las mujeres musulmanas en Lanzhou, y así como antes se había quejado a menudo de que las mujeres chinas eran oprimidas por los hombres, ahora declaraba que las mujeres musulmanas lo tenían mucho peor.

—Mira eso —le dijo a Ibrahim un día en la terraza que daba a la orilla del río—. Están escondidas como diosas detrás del velo, pero son tratadas como vacas. Puedes casarte con todas las que quieras, y ninguna de ellas tendrá la menor protección familiar. Ni una sola de ellas es capaz de leer. Es vergonzoso.

—Los hombres chinos tienen concubinas —señaló Ibrahim.

—En ningún sitio ser mujer es algo bueno —le contestó Kang con irritación—. Pero las concubinas no son esposas, no tienen los mismos derechos familiares.

—Entonces las cosas son mejores en China únicamente si estás casada.

—Eso es así en todas partes. ¡Pero son incapaces de leer, ni siquiera las hijas de los ricos y los hombres cultos! Para que estén aisladas de la literatura, para que sean incapaces de escribir una carta a la propia familia...

Esto último era algo que Kang nunca hacía, pero Ibrahim no lo mencionó. Simplemente meneó la cabeza.

—Para las mujeres todo era mucho peor antes de que Mahoma trajera el islamismo al mundo.

—Eso dice muy poco. Qué malo sería antes, es decir, hace más de mil años, ¿verdad? Qué bárbaros deben de haber sido. Para entonces, las mujeres chinas habían disfrutado de dos mil años de privilegios.

Ibrahim frunció el ceño al oír aquello, mirando hacia abajo. No contestó.

Por todo Lanzhou se veían señales de cambio. Las minas de hierro de Xinjiang abastecían de mineral a las fundiciones que se estaban construyendo aguas arriba y aguas abajo de la ciudad, y la nueva afluencia de potenciales trabajadores para la fundición permitía que se acometieran muchas empresas, principalmente en el campo de la herrería y la construcción. Uno de los objetos más importantes producidos en esas fundiciones eran los cañones; entonces la guarnición de la ciudad fue reforzada, y los guardias chinos de Bandera Verde fueron reemplazados por jinetes manchúes. Las fundiciones tenían la orden permanente de vender toda su producción de armas a los Qianlong, de manera que el armamento fluía sólo hacia el este, hacia el interior. Como había muchos trabajadores musulmanes —los que hacían el trabajo sucio— algunas armas lograron ir hacia el oeste en desafío al edicto imperial. Esto generó más vigilancia militar, creó guarniciones más numerosas de chinos, más estandartes manchúes y el aumento de la fricción entre los trabajadores locales y la guarnición Qing. Ésa no era una situación que pudiera durar mucho tiempo.

Los residentes que estaban allí desde hacía más tiempo sólo pudieron ver cómo degeneraban las cosas. No había nada que alguien pudiera hacer. Ibrahim seguía trabajando para mantener una buena relación entre los hui y el emperador, pero esto le creaba enemigos entre los recién llegados, empeñados en la agitación y la jihad.

En medio de aquel caos, un día Kang le dijo a Pao que creía que estaba embarazada. Pao se sorprendió; Kang parecía estar aturdida.

—Se podría arreglar un aborto —susurró Pao, mirando para otro lado.

Kang se negó con cortesía.

—Tendré que ser una madre vieja. Debes ayudarme.

—Oh, lo haremos..., lo haré.

Ibrahim también se sorprendió con la noticia, pero la aceptó muy pronto.

—Está bien que un niño sea el fruto de nuestra unión. Como nuestros libros, pero con vida.

—Podría ser una hija.

—Si Alá lo quiere, ¿quién soy yo para oponerme?

Kang estudió su rostro detenidamente, luego asintió con la cabeza y se fue.

Ella muy raramente salía ahora a pasear por las calles, y si lo hacía era únicamente de día, y en una silla. Después del anochecer hubiese sido de todas maneras muy peligroso. Ahora ya no quedaba gente respetable en la calle después del anochecer, sólo pandillas de hombres jóvenes, a menudo borrachos, jahriyas o khafiyas o quienesquiera que fuesen, aunque en general los jahriyas eran los que buscaban pelea. Era una pelea de farfulladores contra sordomudos, solía decir Kang despreciativamente.

De hecho, fueron las peleas entre musulmanes las que causaron el primer gran desastre, o al menos así lo creyó Ibrahim. Mientras arreciaban los comentarios acerca de la pelea entre jahriyas y khafiyas, llegó una compañía al mando de un oficial Qing, Xin-zhu, junto con Yang Shiji, el prefecto de la ciudad. Ibrahim regresó profundamente preocupado después de tener una reunión con estos hombres.

—No entienden —dijo—. Hablan de insurrección, pero aquí nadie está pensando en la Gran Empresa
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, ¿cómo podrían pensar en eso? Estamos tan lejos del interior que la gente aquí apenas sabe qué es China. Es sólo un problema de disputas locales, pero se portan como si estuvieran a punto de iniciar una guerra de verdad.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Ibrahim, los oficiales recién llegados hicieron detener a Ma Mingxin. Ibrahim meneaba la cabeza con pesimismo.

Luego, los soldados salieron marchando a campo abierto hacia el oeste. Se encontraron con el jefe de los jahriyas Salar, Su Cuarenta y tres, en Baizhuangzí.

Los salars escondieron sus armas y se declararon partidarios de la Antigua Enseñanza. Al oir esto, Xinzhu les anunció que tenia intenciones de eliminar la Nueva Enseñanza, y los hombres de Su inmediatamente atacaron a la compañía, y apuñalaron a Xinzhu y a Yang Shiji hasta matarlos.

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