Read Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
—¿Algún fallo operacional o alteración de sistemas posterior?
—No, todos los sistemas parecieron volver a funcionar correctamente en cuanto el integrador quedó estabilizado. Los archivos de vuelo deberían contener todos los datos pertinentes.
—Muy bien —dijo el mayor—. Subteniente Plat Mallar, acepto formalmente la entrega del ala-X de reconocimiento KE cuatro-cero-cuatro-cero-nueve, pendiente de inspección técnica, y le libero de sus responsabilidades en lo concerniente a este aparato. Sargento, escolte a este piloto hasta el área DD-dieciocho y permanezca con él hasta que llegue el oficial encargado de redactar el informe de misión.
—¿Puedo recargar mis purificadores antes? —preguntó Mallar, golpeando suavemente el estuche rectangular de su pecho con las yemas de los dedos.
El mayor frunció el ceño.
—No sé para qué necesita esos purificadores, hijo. Lo único que sé es que si estuviera en su lugar yo no pediría ningún favor..., por pequeño que fuera.
Chewbacca y Lumpawarump estaban inmóviles delante del límite del Pozo de los Muertos, allí donde el Sendero de Rryatt se desviaba hacia Kkkellerr.
Chewbacca se volvió hacia su hijo.
[Ha llegado el momento. Dime qué has aprendido. Dime qué cosas has de saber para cazar al katarn.]
Lumpawarump lanzó una mirada llena de nerviosismo a la verde espesura.
[Nunca le enseñes la espalda, porque el katarn te perseguirá. Nunca huyas, porque el katarn te alcanzará. Nunca intentes ir demasiado deprisa en tu cacería, porque el katarn se desvanecerá ante tus ojos.]
[Siendo así, ¿cómo has de vencer a tu adversario?]
[Debes ser paciente, y debes ser valiente], dijo el joven wookie..., aunque a juzgar por el tono de voz que estaba empleando en aquel momento no se sentía nada valiente. [El katarn permitirá que lo sigas hasta que te haya tomado la medida, y entonces se volverá de repente y se lanzará a la carga.]
[¿Y qué deberás hacer entonces?]
[Entonces deberás permanecer inmóvil hasta que el aliento del katarn caiga sobre tu cara y el olor de sus glándulas llene tus fosas nasales. Tu mano no debe temblar y tienes que darle en el centro del pecho con tu primer disparo, porque el segundo sólo encontrará el aire.]
[Has escuchado con atención y has recordado todo lo que te he dicho. Ahora veremos hasta qué punto has sido capaz de entenderlo.]
Lumpawarump empuñó el arco de energía que había estado colgando de su hombro y acarició el metal recién pulimentado de la culata con su peluda mano.
[Intentaré conseguir que puedas sentirte orgulloso de mí.]
[Hay una cosa más que debes recordar, hijo mío. Presta mucha atención a la luz, y no permitas que la noche te encuentre en el Pozo de los Muertos.
Las sombras y la oscuridad siguen perteneciendo al katarn, e incluso el wookie debe respetar ese hecho.]
[¿Cuántos katarns has cazado, padre?]
[He perseguido al viejo príncipe en cinco ocasiones. Una vez se me escapó.
Tres veces cayó ante mí, y en una ocasión me dejó esta advertencia para hacerme entender que no había prestado la atención suficiente a la cacería.]
Los dedos de Chewbacca rodearon la muñeca de su hijo y tiraron de ella hasta hacerle tocar la larga cicatriz doble escondida bajo el espeso pelaje del lado izquierdo de su pecho.
[No cometas ningún descuido, hijo mío...]
Lumpawarump le miró fijamente durante un momento y después apartó la mano y empezó a cargar el arco de energía. Chewbacca le detuvo.
[¿Por qué? ¿He de ir desarmado?]
[Espera hasta que haya llegado el momento adecuado. Si cazas al katarn llevando tu arma en la mano y manteniéndola preparada para hacer fuego, descubrirás que te resulta demasiado fácil disparar impulsado por la prisa, el descuido o la sorpresa..., y entonces habrás renunciado a tu ventaja. Nunca verás al viejo príncipe que acabará contigo.]
Aquellas palabras acabaron de hacer añicos la ya muy debilitada fachada de calma de Lumpawarump.
[Padre... Tengo miedo.]
[Ten miedo. Pero ve en busca del katarn de todas maneras.]
Lumpawarump le contempló en silencio durante unos instantes y después alzó lentamente el arma y volvió a colgársela del hombro.
[Sí, padre.]
Después giró sobre sus talones, y sus manos encontraron una separación en la verde masa de vegetación y la abrieron sin producir ningún ruido. Tras un momento de vacilación, Lumpawarump se deslizó ágilmente por la abertura y desapareció.
Chewbacca contó hasta doscientos sin moverse y después siguió a su hijo hacia las profundidades del Pozo de los Muertos.
El hombre que entró en el compartimento DD-18 vestía un uniforme verde oscuro cuyas insignias no se parecían en nada a las que lucían los tripulantes del
Audacia
o los soldados que viajaban en el transporte.
—Soy el coronel Trenn Gant, del Servicio de Inteligencia de la Nueva República —dijo mientras Plat Mallar se apresuraba a levantarse de un salto—. Siéntese.
Mallar obedeció.
—Supongo que ha venido para hacerme algunas preguntas sobre el ataque sufrido por la lanzadera del comodoro.
—No —dijo Gant—. La verdad es que ya tenemos bastante claro qué ocurrió ahí. —El coronel describió un lento círculo alrededor de Mallar y la mesa antes de sentarse y colocar una grabadora de entrevistas entre ellos—. ¿Cuándo se enteró por primera vez de la naturaleza de la misión?
—¿La naturaleza de la misión? ¿Se refiere a la labor de reconocimiento, o a que escoltaríamos a la
Tampion
? —Mallar esperó durante unos momentos y después siguió hablando al ver que Gant no daba ninguna señal de que fuera a responderle—. Fui convocado al despacho del comandante de adiestramiento a las cero nueve cincuenta de anteayer, y se me dijo que formaría parte de un escuadrón de reconocimiento de alas-X.
—¿Y ésa fue la primera información que recibió sobre aquella misión?
—Sí... Bueno, no. Cuando estábamos en el simulador el día anterior, el almirante Ackbar me dijo que había una posibilidad de que necesitaran pilotos para una misión de acompañamiento. Pero no supe nada más hasta que el capitán Logirth me llamó. Me enteré de los detalles en la reunión informativa, de la misma manera que todos los demás.
—¿A qué detalles se refiere?
—Bueno... Nos dijeron cómo llevaríamos a cabo la misión —respondió Mallar, perplejo y sin entender por qué Gant podía necesitar una explicación—. La distribución de las naves, el vector de salto, la formación que utilizaríamos, el plan de vuelo, el orden de despegue..., el hecho de que escoltaríamos a la
Tampion
y de que algunos de nosotros volveríamos a bordo de la lanzadera.
—¿Eso es todo?
—Bueno... También había algunos detalles técnicos sobre la configuración de las comunicaciones y ese tipo de cosas, sí.
—¿Cuándo se enteró de que el comodoro Solo viajaría a bordo de la lanzadera?
—No nos enteramos de que íbamos a escoltar al comodoro hasta que ya estábamos a bordo de nuestras naves y nos preparábamos para despegar. El teniente Bos reconoció al comodoro cuando estaba subiendo a la lanzadera. Antes de eso, lo único que se nos dijo era que la lanzadera transportaría a algunos altos oficiales.
Gant asintió.
—¿Cuánto tiempo transcurrió entre el momento en que les comunicaron en qué iba a consistir su misión y la llamada para que fuesen a sus aparatos?
—Cuatro horas.
—Necesito que justifique su paradero durante esas cuatro horas. No omita nada.
—Fui directamente a los simuladores y estuve haciendo despegues y maniobras de formación durante dos horas. Cuando iba a los armarios, me acerqué al Muro Conmemorativo y estuve mirando los nombres durante unos diez minutos. Estuve unos cinco minutos en el cubículo de aseo y después me metí en un tubo de sueño y pasé el resto del tiempo intentando..., intentando dormir.
—¿Con quién habló?
—Prácticamente con nadie. Hablé con el teniente Frekka, mi controlador de simulaciones. Intercambié unas cuantas palabras con Rags..., con el teniente Ragsall, que pilotó Pájaro Siete en nuestro grupo. Hablamos de cosas de pilotos.
—¿Qué le dijo exactamente?
—Le pregunté con cuántos de nosotros creía que se iba a quedar el Quinto —respondió Mallar.
—¿Y qué dijo él?
—Dijo que en combate normalmente pierdes tanto la montura como el jinete, y que había muchas probabilidades de que tratándose de una flota nueva necesitaran tantos pilotos como cazas.
—¿Con quién más habló?
Mallar meneó la cabeza.
—Con el jefe de los servicios de mantenimiento para preguntarle si mi ala-X estaba en condiciones, con el líder de vuelo... No recuerdo haber hablado con nadie más. Estaba nervioso, mayor, y cuando estoy nervioso no tengo muchas ganas de hablar.
—¿Por qué estaba nervioso?
—Porque temía cometer un error. Temía hacer algo por lo que pudieran llegar a lamentar el haberme dado una oportunidad.
—¿Habló con alguien de fuera de la base?
—No salí de la base.
—¿Qué me dice de su comunicador?
—No lo utilicé para nada.
—¿Está seguro? Quizá deberíamos echar un vistazo al registro de comunicaciones.
—No hablé con nadie... Espere un momento. Sí, intenté hablar con el almirante Ackbar, pero no estaba disponible.
—Otra vez el almirante Ackbar —dijo Gant—. ¿Tiene alguna clase de relación especial con él?
—Fue mi instructor de vuelo principal, y es amigo mío.
—Ha necesitado muy poco tiempo para hacerse amigo de gente situada en lugares muy altos, ¿eh?
—No sé qué está intentando sugerir. Cuando desperté en el hospital, el almirante Ackbar estaba allí. Nuestra amistad surgió por iniciativa suya. Para empezar, yo no tenía ningún motivo para querer hacerme amigo de él porque no sabía ni quién era. No lo supe hasta mucho después.
—Si la iniciativa partió de él, ¿por qué intentó llamarle?
—Porque acababa de recibir una buena noticia y no tenía a nadie más con quien poder compartirla sabiendo que comprendía lo que significaba para mí. —Mallar se inclinó hacia adelante y extendió las manos sobre la superficie de la mesa—. Oiga, coronel... Sé que metimos la pata hasta el fondo, y sé que me van a enviar de vuelta a Coruscant. Pero le aseguro que todos habríamos preferido morir antes que tener que presentarnos aquí sin el comodoro.
—¿De veras? —murmuró Gant—. Según la información de que dispongo, ni un solo miembro de su escuadrón llegó a disparar su armamento.
—No podíamos disparar —dijo Mallar, levantándose en una reacción de furia lo suficientemente amenazadora para que el guardia diera un paso hacia adelante—. Fue como en Polneye, como si todo volviera a ocurrir exactamente igual... Nos estaban esperando. Todo terminó antes de que pudiéramos darnos cuenta de lo que estaba pasando. Durante los primeros cinco segundos recibí un mínimo de tres impactos, y creo que todavía salí bien librado. Pero seguí presionando mis gatillos hasta el momento en que la última nave yevethana saltó al hiperespacio..., esperando ver encenderse una luz verde y que ocurriera un milagro.
La mano de Gant se extendió de repente y rodeó la muñeca derecha de Mallar, obligándole a volver la palma hacia arriba. El movimiento reveló varios morados de un negro purpúreo esparcidos sobre la palma y una rugosa ampolla de sangre que recubría el último tercio de su pulgar.
El coronel Gant enarcó una ceja mientras apartaba la mano, y después se recostó en su asiento y cruzó los brazos encima del pecho.
—Sí. Los yevethanos les estaban esperando..., en un punto de intercepción situado a noventa y un años luz de la periferia del Cúmulo de Koornacht. Era algo más que un disparo a ciegas en la oscuridad, ¿comprende? Sabían con toda exactitud quién y qué iba a ser su objetivo. Y ése es mi problema, piloto. Ése es el gran problema que tengo con todo este asunto...
Mallar se relajó en su asiento.
—No sé cómo se las arreglaron los yevethanos para enterarse de que debían esperarnos allí —dijo después—. Si tuviera alguna idea, se la habría expuesto cuando entré aquí en vez de permitir que usted tuviera que perder el tiempo rebuscando entre la arena. Lo único que sé es que la información tuvo que proceder de alguien que fue puesto al corriente de la operación antes que yo..., antes que los pilotos. Corríjame si me equivoco, pero no creo que un navío Interdictor pueda cruzar noventa y un años luz en cuatro horas..., ni siquiera en su mejor día.
—Tiene razón —dijo Gant, alargando la mano y cogiendo la grabadora. Después empujó el disco de identificación hacia Mallar—. Lleve al subteniente Mallar a la sección de los pilotos y enséñele qué ha de hacer para encontrar el cubículo sanitario y la litera cuarenta-D, sargento. Bien, Mallar: hasta que alguien emita nuevas órdenes concernientes a su persona, sus privilegios de comunicación quedan suspendidos y no podrá salir de la sección de los pilotos.
—Sí, señor. —Mallar se metió el disco en el bolsillo mientras se levantaba—. Gracias, señor.
—No le he hecho ningún favor, Mallar. Estoy buscando un traidor, y todavía no lo he encontrado.
—Sí, señor —dijo Mallar, asintiendo y permitiendo que el soldado le precediera hasta la escotilla.
Gant se levantó y giró sobre sus talones mientras Mallar pasaba junto a él.
—Una cosa más...
Mallar se detuvo de repente, con el pulso súbitamente acelerado.
—¿Sí, coronel?
—¿Por qué cree que los yevethanos les dejaron con vida?
—Al principio pensé que fue para que pudiéramos transmitir el mensaje como testigos, señor.
—¿Y qué piensa ahora?
—Ahora pienso que lo hicieron para humillarnos.
—Explíquese.
—Si hubiéramos muerto ahí fuera o si nos hubieran tomado como rehenes, eso nos habría otorgado una nueva importancia. Lo que hicieron nos dice que ni siquiera somos lo suficientemente importantes para que nos maten. Es como si supieran con toda exactitud qué deben hacer para conseguir que nos sintamos insignificantes. La futilidad, coronel... Ése es el mensaje que querían que transmitiéramos. Nos han demostrado que pueden ir adonde quieran y hacer lo que quieran, y que no hay absolutamente nada que podamos hacer para impedirlo.
—No crea eso ni durante un segundo, hijo —dijo el coronel Gant con firmeza—. Esto no ha terminado; de hecho, apenas está empezando... No vamos a quedarnos cruzados de brazos y rendirnos ante esta clase de chantaje. Quizá debamos esperar un poco, pero le aseguro que tarde o temprano tendremos ocasión de utilizar los puños.