Ahí está con ellos ahí abajo mirando los fuegos. Mis fuegos. Subir como un cohete, bajar como un palo. Y los niños, gemelos deben ser, esperando a que pase algo. Quieren ser mayores. Vestidos con la ropa de mamá. Hay tiempo de sobra, comprender cómo es el mundo. Y la morena con esa cabeza de escoba y la boca de negra. Se veía que sabría silbar. Boca hecha para eso. Coma Molly. ¿Por qué aquella puta de lujo en Jammet llevaba el velo sólo hasta la nariz? Por favor, ¿tendría la bondad de decirme la hora? Le diré la hora en una calleja oscura. Decir prudente y prismas cuarenta veces todas las mañanas, cura para labios gordos. Acariciando al nene también. Los espectadores ven la mayor parte del juego. Claro que comprenden a los pájaros, a los animales, a los niñitos. Es su especialidad.
No se volvió a mirar cuando bajaba por la playa. No quiso dar esa satisfacción. Esas bañistas, esas bañistas, esas bañistas tan guapas y tan listas. Bonitas ojos tenía, y claros. Es el blanco del ojo lo que lo destaca, no la pupila. ¿Sabía lo que yo? Claro. Como el gato que se sienta a donde el perro no puede saltar. Las mujeres no le encuentran nunca a uno como a aquel Wilkins en la escuela secundaria dibujando una Venus y enseñándolo todo. ¿A eso se le llama inocencia? ¡Pobre idiota! Su mujer ya tiene tela cortada. Nunca se las ve sentadas en un banco con el letrero RECIÉN PINTADO. Tienen ojos por todas partes. Miran debajo de la cama a ver lo que no hay. Deseando que les den el susto de su vida. Listas como demonios son. Cuando le dije a Molly que el hombre de la esquina de la calle Cuffe era guapo, me parecía que le podía gustar, al momento ella guipó que tenía un brazo artificial. Y lo tenía. ¿De dónde sacan eso? La mecanógrafa subiendo las escaleras de Roger Greene de dos en dos para enseñar lo que se pudiera. Lo heredan de padre mejor dicho de madre a hija. Lo crían en los huesos. Milly por ejemplo secando el pañuelo en el espejo para ahorrarse plancharlo. El mejor sitio para un anuncio que llame la atención de una mujer es en, el espejo. Y cuando la mandé a buscar el chal de Molly Paisley en Prescott, por cierto ese anuncio tengo que, se trajo a casa la vuelta en la media. Qué bichito listo. Nunca se lo dije. Una manera lista de llevar paquetes, también. Atraer a los hombres, tan pequeña. Levantando la mano, moviéndola, para que se le retirara la sangre cuando se le ponía colorada. ¿De quién has aprendido eso? De nadie. Algo que me enseñó el ama de cría. Ah ¿no saben? A los tres años ya se ponía delante del tocador de Molly antes mismo de que nos mudáramos de la calle Lombard West.
Tengo una carita bonita
. Mullingar. ¿Quién sabe? Así es el mundo. El joven estudiante. Bien derecha de piernas sin embargo no como la otra. Sin embargo, tenía mucho juego. Señor, estoy mojado. Qué diablillo eres. La curva de su pantorilla. Medias transparentes, tensas a punto de romperse. No coma aquella bruja de hoy. A. E. Medias arrugadas. O la de la calle Grafton. Blancas. ¡Uh! Patas de elefante.
Reventó un cohete en remolino, deshaciéndose en petardos de relámpago. Trae, trae, trae, trae. Y Cissy y Tommy corrieron a ver y Edy detrás con el cochecito y luego Gerty más allá del saliente de las rocas. ¿Va a? ¡Fíjate, fíjate! ¡Mira! Se volvió a mirar. Ya ha caído. Guapa, te he visto las. Lo vi todo.
¡Señor!
Me ha sentado bien de todos modos. Estaba un poco desencajado después de lo de Kiernan y Dignam. Por este alivio, gracias a ti. Es de
Hamlet
eso. ¡Señor! Han sido todas las cosas reunidas. La excitación. Cuando se echó atrás sentí un dolor en la raíz de la lengua. Le hierve a uno la cabeza. Tiene razón. Sin embargo podría haber quedado peor aún. En vez de hablar de nada. Luego te lo contaré todo. Sin embargo, había una especie de lenguaje entre nosotros. ¿No podría ser? No, la llamaban Gerty. Podría ser un nombre falso sin embargo como el mío y la dirección Dolphin’s Barn era una trampa.
De soltera se llamaba Jemina Brown y estaba con su madre en Irishtown. |
El sitio me ha hecho pensar en eso supongo. Todas manchadas de pez con la misma brocha. Limpiándose las plumas en las medias. Pero la pelota bajó rodando hacia ella como si comprendiese. Cada bala tiene su blanco. Verdad es que yo nunca sabía tirar nada derecho en la escuela. Torcido como cuerno de carnero. Triste sin embargo porque sólo dura unos pocos años hasta que sientan la cabeza fregando los cacharros y los pantalones de papá pronto le vendrán a Willy y el polvo de licopodio para el nene cuando le ponen a que haga caca. No es un trabajo fácil. Las salva. Las pone fuera del alcance del mal. La naturaleza. Lavar niños, lavar cadáveres. Dignam. Las manos de los niños siempre alrededor de ellas. Cráneos como cocos, monos, ni siquiera cerrados al principio, leche agria en los pañales y cuajos manchados. No le debería haber dado a ese niño una boquilla vacía a chupar. Se llena de aire. La señora Beaufoy, Purefoy. Tengo que ir por el hospital. No sé si seguirá allí la enfermera Callan. Venía a echar una mirada a veces cuando Molly estaba en el Palacio del Café. Aquel joven médico O’Hare me di cuenta de que ella le cepillaba el abrigo. Y la señora Breen y la señora Dignam también así en otros tiempos, casaderas. Lo peor de todo por la noche, me dijo la señora Duggan en el City Arms. El marido llega rodando borracho, echando peste de taberna como un animal. Tener eso en la nariz en la oscuridad, hedor de trago pasado. Y luego preguntando por la mañana: ¿estuve borracho anoche? Mala política sin embargo echar la culpa al marido. Tirar piedras a su propio tejado. Están unidos como con cola. Quizá es también culpa de las mujeres. Ahí es donde Molly les da ciento y raya a todas. Es la sangre del Sur. Morisca. También las formas, la figura. Manos buscaron sus opulentas. Comparar simplemente por ejemplo esas otras. La mujer encerrada en casa, esqueleto en el armario. Permítame presentarle a mi. Y entonces te sacan afuera alguna especie de cosa borrosa, que uno no sabría cómo llamarla. Siempre se ve el punto flaco de un hombre en su mujer. Sin embargo, también es cosa del destino, el enamorarse. Tener sus propios secretos entre ellos. Tíos que se echarían a perder si no los tomara una mujer entre manos. Y luego unas niñitas de nada, como un chelín en calderilla de altas, con sus mariditos. Dios los crió y Dios los junta. A veces los hijos salen bastante bien. Cero más cero igual a uno. O un viejo rico de setenta años y la recién casada toda ruborosa. Casarse en mayo y arrepentirse en diciembre. Esta mojadura es muy desagradable. Pegada. Bueno el prepucio no ha vuelto a su sitio. Mejor separar.
¡Auh!
Por otra parte un larguirucho de seis pies con una mujercita hasta la cadena del reloj. La ele y la i. El grande y la chica. Qué raro lo de mi reloj. Los relojes de pulsera siempre van mal. No sé si habrá alguna influencia magnética entre la persona porque era más o menos la hora cuando él. Sí, supongo que inmediatamente. Cuando el gato no está los ratones bailan. Recuerdo que lo miré en Pill Lane. También eso es magnetismo. El magnetismo está en el fondo de todo. La tierra por ejemplo atrayendo eso y siendo atraída. ¿Y el tiempo? Bueno es el tiempo que tarda el movimiento. Entonces si se parara una cosa todo el tinglado se pararía, poco a poco. Porque está arreglado. La aguja magnética le dice a uno lo que pasa en el sol, en las estrellas. Un pedacito de acero. Cuando se acerca el imán. Ven. Ven. Tac. La mujer y el hombre es eso. Imán y acero. Molly, él. Vestirse bien y mirar y sugerir y dejarle ver a uno y ver más y desafiarte si eres hombre a ver eso y, como cuando viene un estornudo, piernas, mira, mira y si tienes tripas. Tac. Tener que descargarse.
No sé cómo se sentirá ella en esa región. La vergüenza es algo que fingen cuando hay alguien delante. Más molestia por un agujero en la media. Molly, con la mandíbula sacada y la cabeza echada atrás, por el campesino con botas de montar y espuelas en la exposición de caballos. Y cuando estaban los pintores en la calle Lambard West. Bonita voz que tenía aquel tío. Así empezó Giuglini. Oled lo que he hecho, como las flores. Era eso. Las violetas. Probablemente venía de la trementina en la pintura. Lo aprovechan todo. Al mismo tiempo que lo hacía restregaba la pantufla en el suelo para que no oyeran ellos. Pero muchas de ellas no saben llegar al fondo, me parece. Siguen con ese asunto en suspenso durante horas. Una especie de algo general por todo alrededor y hasta la mitad de mi espalda.
Espera. Hum. Hum. Sí. Éste es su perfume. Por eso hizo señas con la mano. Te dejo esto para que pienses en mí cuando yo esté lejos en la almohada. ¿Qué es? ¿Heliotropo? No, ¿jacinto? Hum. Rosas, me parece. A ella le gustaría esta clase de olor. Dulce y barato: se echa a perder pronto. Por eso le gusta a Molly el opopánax. Le va bien con un poco de jazmín mezclado. Sus notas altas y bajas. En la noche del baile le conoció, la danza de las horas. El calor lo hacía notar. Ella llevaba su traje negro y tenía el perfume de la otra vez. Buen conductor, ¿no es verdad? ¿O malo? La luz también. Supongo que habrá alguna conexión. Por ejemplo si uno entra en un sótano cuando está oscuro. Cosa misteriosa también. ¿Por qué no lo he olido hasta ahora? Ha tardado su tiempo en llegar como ella, lenta pero segura. Supongo que es todos esos millones de granitos pequeños traídos acá por el viento. Sí, eso es. Porque esas islas de las especias, los cingaleses de esta mañana, las huelen a leguas. Le dicen a uno lo que es. Es como un velo fino o una telaraña por toda la piel, fina como cómo se llama hilos de la Virgen y siempre lo van soltando fuera en hilos, fina como lo que más, colores del arco iris sin saberlo. Se pega a todo lo que se quita. El pie de la media. Zapato caliente. Faja. Bragas: una patadita, al quitárselas. Adiós hasta la próxima. También a la gata le gusta olerle el camisón en la cama. Conoce su olor entre mil. También el agua del baño. Me recuerda las fresas con nata. No sé dónde es realmente. Ahí o en los sobacos o debajo del cuello. Porque se saca de todos los agujeros y rincones. El perfume de jacinto hecho de aceite o éter o no sé qué. La rata almizclada. Bolsa debajo de la cola un grano lanza olor para años. Los perros unos a otros por detrás. Buenas tardes. Buenas. ¿Cómo huele usted? Hum. Hum. Muy bien, gracias. Los animales se guían por eso. Sí, ahora, mirarlo desde ese punto de vista. Somos iguales. Algunas mujeres por ejemplo te mantienen a distancia cuando están con el período. Acércate. Entonces te sueltan una peste que se masca. ¿Como qué? Arenques en conserva echados a perder o. ¡Puf! Se prohíbe pisar la hierba.
Quizá ellas nos notan un olor a hombre. Pero ¿qué? Guantes cigarrosos que tenía Long John en la mesa el otro. ¿Aliento? Lo que uno come y bebe lo da. No. Olor de hombre, quiero decir. Debe estar relacionado con eso porque los curas que se supone que son diferentes. Las mujeres zumban alrededor como moscas en torno a la melaza. Separadas del altar por una baranda se echan a ello a toda costa. El árbol del cura prohibido. Oh padre ¿desea? Permítame ser la primera en. Eso se difunde por todo el cuerpo, lo permea. Fuente de vida y es enormemente curioso el olor. Salsa de apio. Con permiso.
El señor Bloom metió la nariz. Hum. En la. Hum. Abertura del chaleco. Almendras o. No. A limones, es. Ah, no, es el jabón.
Ah por cierto aquella loción. Sabía que tenía que acordarme de algo. No volví y el jabón sin pagar. No me gusta llevar botellas como la bruja de esta mañana. Hynes me podría haber pagado los tres chelines. Podía haber nombrado a Meagher sólo para recordárselo. Sin embargo si se trabaja lo de ese entrefilet. Dos con nueve. Mala opinión de mí que tendrá. Iré por allí mañana. ¿Cuánto le debo? ¿Tres con nueve? Dos con nueve, caballero. Ah. A lo mejor otro juez no dará crédito. Así se pierden los clientes. En los bares pasa. Un tío deja que le crezca la cuenta en la pizarra y luego se escurre por ahí por las callejuelas a buscar otro sitio.
Ahí está ese noble que pasó antes. Lo ha traído el viento de la bahía. Sólo llegó hasta allí y vuelta atrás. Siempre en casa a la hora de la cena. Tiene la cara hinchada: ha debido atracarse. Disfrutando la naturaleza ahora. Acción de gracias después de las comidas. Después de cenar andar una milla. Seguro que tiene una cuentecita en el banco por ahí, funcionario del gob. Andar detrás de él ahora ponerle en ridículo como esos vendedores de periódicos hoy conmigo. Sin embargo se aprende algo. Vernos a nosotros mismos como nos ven los demás. Con tal que no se burlen las mujeres ¿qué importa? Así es como se averigua. Pregúntate a ti mismo ahora quién es él.
El hombre misterioso de la playa
, cuento premiado, por el señor Leopold Bloom. Pago a razón, de una guinea por columna. Y ese tipo de hoy junto a la tumba con su
macintosh
pardo. Callos en su horóscopo sin embargo. Sano quizá absorber todo él. El pito trae lluvia dicen. Debe estar en alguna parte. La sal en el Ormond estaba húmeda. El cuerpo siente la atmósfera. Las coyunturas de la vieja Betty la tienen atormentada. La profecía de la Madre Shipton que es sobre naves por ahí que vuelan en un instante. No. Señales de lluvia es eso. El Almanaque. Y las colinas lejanas parecen acercarse.
Howth. El faro de Bailey. Dos, cuatro, seis, ocho, nueve. Ves. Tiene que cambiar o creerían que es una casa. Los que viven de naufragios. Grace Darling. La gente tiene miedo a la oscuridad. También luciérnagas, ciclistas: hora de encender. Joyas diamantes resplandecen mejor. La luz da coma tranquilidad. No te va a hacer daño. Mejor ahora claro que hace mucho tiempo. Caminos de campo. Te sacaban las tripas por nada. Sin embargo hay dos tipos que te salen al encuentro. Mala cara o sonrisa. ¡Perdón! Nada de eso. La mejor hora también para regar las plantas a la sombra después del poniente. Alguna luz todavía. Los rayos rojos son los más largos. Roygbiv Vance nos enseñó: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo, violeta. Veo una estrella. ¿Venus? No sé decir todavía. Dos, cuando hay tres es de noche. ¿Estaban ahí todo el tiempo esas nubes negras? Parece un barco fantasma. No. Espera. Son árboles. Una ilusión óptica. Tierra del sol poniente, ésta. El sol de la autonomía se pone en el sudeste. Tierra mía natal, buenas noches.
Rocío cayendo. No te sentará bien, guapa, estar sentada en esa piedra. Da flujo blanco. Nunca tendrás un nenito luego a menos que sea grande y fuerte como para abrirse paso para arriba peleando. Podría darme almorranas a mí también. Se pega también como un catarro de verano, una pupa en el labio. Cortarse con hierba o papel lo peor. Fricción de la posición. Me gustaría ser la piedra en que ella se sentó. Ah guapina, no sabes qué mona estabas. Empiezan a gustarme de esa edad. Manzanas verdes. Echar mano a todo la que se ofrece. Imagino que es la única vez que cruzamos las piernas, sentados. También en la biblioteca hoy: aquellas chicas graduadas. Felices las sillas debajo de ellas. Pero es el influjo del atardecer. Ellas notan todo eso. Abiertas como flores, saben sus horas, girasoles, alcachofas de Jerusalén, en salones de baile, arañas, alamedas bajo las farolas. Damas de noche en el jardín de Mat Dillon donde le besé el hombro. Me gustaría tener un retrato al óleo de ella entonces en tamaño natural. Junio era también cuando la cortejé. Vuelve el año. La historia se repite. Oh cumbres y montañas, con vosotras estoy de nuevo. Vida, amor, viaje en torno a tu propio mundillo. ¿Y ahora? Lástima que sea cojita claro pero hay que estar en guardia y no sentir demasiada compasión. Se aprovechan.