Vampiros (61 page)

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Authors: Brian Lumley

BOOK: Vampiros
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Dio las gracias a los muertos, a todos y cada uno de ellos, y encontró una puerta de Möbius…

Harry casi estaba acostumbrado ahora al continuo de Möbius, pero presumía que la mayoría de las mentes humanas lo encontrarían insoportable. Pues no había «donde» y «cuando» en la banda espacio-tiempo de Möbius; pero un hombre con los conocimientos y la mentalidad adecuados, podía emplearla para ir a cualquier parte y cuando quisiera. Pero antes necesitaría, naturalmente, dominar su miedo a la oscuridad.

Pues, en el universo físico, hay grados de oscuridad, y la naturaleza parece aborrecerlos tanto como al vacío. Pero el continuo metafísico de Möbius está hecho de oscuridad. Sólo se compone de ella. Más allá de las puertas de Möbius está la Oscuridad Primigenia, que existía antes de que empezase el universo material.

Harry hubiese podido hallarse en el centro de un agujero negro, pero los agujeros negros tienen una gravedad enorme y este lugar no tenía ninguna. No tenía gravedad, porque no contenía masa alguna; era inmaterial como el pensamiento; pero, como el pensamiento, era una fuerza. Tenía poderes que reaccionaron a la presencia de Harry y trataron de expulsarlo, como a una carbonilla metida en el ojo. Era un cuerpo extraño, que el continuo de Möbius debía rechazar.

Al menos, esto era lo que había pasado siempre. Pero esta vez Harry sintió que las cosas eran diferentes.

Antes había tenido siempre la sensación de fuerzas inmateriales que lo empujaban, tratando de desalojarlo de lo irreal y hacerlo volver a lo real. Y él nunca se había atrevido a dejar que esto ocurriese contra su deseo, para no exponerse a ir a parar a un lugar o a un tiempo completamente insoportables. Pero ahora tenía la impresión de que aquellas mismas fuerzas se encogían un poco, tal vez se empujaban incluso unas a otras para hacerle sitio. Y la mente liberada e incorpórea de Harry creyó saber la razón. La intuición le dijo que esto era su…, sí, ¡su metamorfosis!

De lo real a lo irreal, del ser de carne y sangre a una conciencia inmaterial, de una persona viva a… ¿un fantasma? Harry se había negado siempre a aceptar la premisa de que estaba realmente muerto, pero ahora empezó a temer que fuese verdad. El hecho de que fuese uno de ellos, ¿no explicaría la razón de que los muertos lo quisieran tanto?

Rechazó irritado esta idea. Irritado consigo mismo. No, con los muertos que lo habían querido antes de esto, cuando era todavía un hombre cabal. Y esta idea le irritó también.
¡Todavía soy un hombre!
, se dijo, pero con mucha menos convicción; pues ahora que la había conjurado, la idea de una sutil metamorfosis se estaba afirmando dentro de él.

Hacía menos de un año, había discutido con August Ferdinand Möbius sobre una posible relación entre los universos físico y metafísico. Möbius, en su tumba de un cementerio de Leipzig, había insistido en que los dos estaban completamente separados, eran incapaces de imponerse el uno al otro. Podían rozarse ocasionalmente, produciendo una reacción en ambas partes, por ejemplo, los «fantasmas» o las «experiencias metapsíquicas» en el plano físico; pero nunca podían sobreponerse y
nunca
coincidir.

Y en cuanto a saltar del uno al otro y volver atrás…

Pero Harry había sido la anomalía, la mosca en el ungüento de Möbius, la china en el camino. ¿O tal vez la excepción que confirmaba la regla?

Pero todo esto había sido cuando él tenía forma, cuando era corpóreo. ¿Y ahora? Tal vez ahora se imponía al fin la regla, eliminando toda discrepancia. Harry
pertenecía
a aquí; ya no era físico, sino metafísico. Y seguiría siéndolo aquí. Aquí para siempre, dejándose llevar por el inimaginable y científicamente imposible torrente de fuerzas en el abstracto continuo de Möbius. Tal vez se estaba identificando con el lugar.

Asociación de palabras: fuerza-flujo, campos de fuerza, líneas de fuerza, líneas de vida. ¡Las brillantes líneas azules de vida, extendiéndose hacia adelante, más allá de las puertas del futuro! Y de pronto, Harry recordó algo y se preguntó cómo había podido permanecer tan escondido en el fondo de su mente. La banda de Möbius
no podía
reclamarlo; al menos, todavía no, porque él tenía un futuro. ¿No lo había visto con sus ojos?

Incluso podía experimentarlo de nuevo si quería, encontrando simplemente una puerta del futuro. O quizás esta vez no sería tan sencillo. ¿Y si el continuo de Möbius lo reclamaba mientras él cruzaba el tiempo? Era una idea insoportable: ¡viajar en el futuro para siempre! Pero no necesitaba arriesgarse, pues podía recordarlo bastante bien:

La línea de vida escarlata, acercándose más, desviándose hacia las azules de él mismo y del pequeño Harry
, Yulian Bodescu, sin duda.

Y entonces, el hilo de la vida del pequeño, apartándose bruscamente de la de su padre y alejándose en tangente
. Debía de ser cuando había escapado del vampiro, el momento en que había empleado por primera vez y por derecho propio el continuo de Möbius. Después de aquello… se había producido aquella colisión imposible:

Aquella extraña línea azul de vida, que palidecía, se deshacía, se desintegraba y convergía con la de Harry, salida de ninguna parte. Las dos habían parecido doblarse por una mutua atracción, antes de chocar con un resplandor de neón y seguir adelante como un solo hilo. Por un instante, Harry había sentido la presencia, o el débil y fugaz eco, de otra mente. Pero se había extinguido y su raya se había prolongado sola

Sí, y él había reconocido aquel eco moribundo de una mente.

Ahora sabía de fijo dónde debía ir, a quién debía buscar. Y con un poco menos de habilidad de lo acostumbrado, encontró su camino hacia la sede de INTPES en Londres…

En el piso más alto, las series de oficinas, laboratorios, habitaciones particulares y el salón de recreo, que constituían la sede del INTPES, estaban en plena agitación. Hacía quince minutos, había ocurrido algo que, a pesar de la naturaleza de la institución y de las diversas facultades de su personal, iba más allá de todas las experiencias anteriores. No había habido previo aviso; aquella cosa no había avisado a los telépatas, augures u otras personas psíquicamente sensibles; simplemente, había «ocurrido» y los había dejado corriendo de un lado a otro como hormigas alrededor de un hormiguero estropeado.

Había sido la llegada de Harry Keogh hijo. Y de su madre.

La primera noticia que había tenido el INTPES de ello había sido cuando todas las alarmas habían sonado de forma simultánea. Los indicadores habían mostrado que el intruso estaba en la oficina principal, el cuarto de control de Alec Kyle. Nadie, salvo John Grieve, había estado en aquella habitación desde que Kyle había volado a Italia, y el lugar estaba ahora perfectamente cerrado. No podía haber nadie allí dentro.

Desde luego, había podido producirse un fallo en el sistema de alarma, pero…
entonces
se habían advertido los primeros indicios reales de lo que estaba ocurriendo. Todos los expertos del INTPES lo habían sentido al mismo tiempo: una presencia poderosa, un gigante mental en medio de ellos, en su sede. ¿Harry Keogh?

Por último, habían abierto la puerta del despacho de Kyle… y encontrado a un niño pequeño y a su madre acurrucados juntos sobre la alfombra. Nada físico se había manifestado jamás de esta manera; al menos, en INTPES. Cuando el propio Keogh había visitado aquí a Kyle, había sido incorpóreo, sin sustancia, una mera impresión del hombre que había sido Keogh. Pero estas personas eran reales, sólidas, vivas, y respiraban. Habían sido teletransportadas aquí.

El «porqué» de ello era evidente: para escapar de Bodescu. En cuanto al «cómo», eso tendría que esperar. La madre y el hijo, y por consiguiente el propio INTPES, estaban a salvo, y esto era lo importante.

Al principio habían pensado que Brenda Keogh estaba durmiendo; pero, cuando Grieve la reconoció cuidadosamente, encontró un gran chichón blando en la parte de atrás de su cabeza y presumió que estaba conmocionada. En cuanto al pequeño, había mirado a su alrededor, alerta y con los ojos muy abiertos, al parecer un poco sorprendido pero no asustado, yaciendo en los brazos relajados de su madre mientras chupaba su dedo pulgar. No parecía haber sufrido mucho.

Con el mayor cuidado y prestando atención a su tarea, los miembros del INTPES habían llevado a la pareja a las habitaciones del personal, los habían acostado y habían llamado a un médico. Después se habían reunido en la sala de operaciones para hablar del asunto. Y entonces había entrado Harry en escena.

Aunque su aparición fue sorprendente, no resultó impresionante y sí tranquilizadora; la anterior materialización los había preparado para esto. Incluso podía decirse que lo estaban esperando. John Grieve acababa de ocupar el estrado y de apagar algunas luces cuando Harry apareció. Lo hizo en la forma de que habían oído hablar todos los miembros del INTPES, pero que pocos de ellos, y ninguno de los presentes, había presenciado nunca: una fina malla de filamentos azules luminosos, casi un holograma, en la imagen de un hombre. Y de nuevo se produjo aquella onda expansiva psíquica, que dijo a todos que estaban en presencia de una fuerza metafísica.

John Grieve la sintió también, pero fue el último en ver realmente a Harry, pues éste había aparecido en el estrado, un poco detrás de Grieve. Entonces, el oficial de guardia permanente oyó la exclamación unánime del reducido público que ocupaba los asientos, y volvió la cabeza.

—¡Dios mío! —dijo, tambaleándose un poco.

No, dijo Harry,
sólo soy Harry Keogh. ¿Estás bien?

Grieve casi se había caído del estrado, pero había recobrado el equilibrio en el último momento. Se sobrepuso y dijo:

—Sí, creo que sí. —Después levantó la mano para acallar los murmullos excitados y expectantes—. ¿Qué sucede, Harry?

Bajó del estrado y se echó atrás.

No os asustéis, por favor
, dijo Harry. Era un ritual al que empezaba a acostumbrarse.
Soy uno de vosotros, ¿lo recordáis?

—No estamos asustados, Harry —consiguió decir Ken Layard—. Sólo… somos precavidos.

Estoy buscando a Alec Kyle
, dijo Harry.
¿Ha vuelto ya?

—No. —Grieve meneó la cabeza y volvió ligeramente la cara—. Y probablemente no volverá. Pero tu esposa y tu hijo están aquí y bien.

La manifestación de Keogh suspiró, visiblemente aliviado. Esto explicaba lo mucho que el pequeño había penetrado en su mente.

¡Bien!
, dijo.
Me refiero a Brenda y al niño. Sabía que estarían a salvo en alguna parte, pero este lugar tiene que ser el más seguro

Ahora se habían puesto todos en pie y avanzado hasta la base de la elevada plataforma.

—Pero ¿no los
enviaste
tú aquí? —preguntó Grieve, desconcertado.

Harry sacudió la cabeza de neón.

Todo ha sido obra del pequeño. Ha venido aquí con su madre, a través del continuo de Möbius. Conviene que cuidéis de él, pues va a ser un elemento valiosísimo. Pero hay cosas que no pueden esperar, por lo que tendré que dejar las explicaciones para más adelante. Habladme de Alec
.

Grieve lo hizo y Layard añadió:

—Sé que está allí, en el
château
, pero lo percibo como…, bueno, como si estuviese muerto.

Esto impresionó duramente a Harry. Aquel extraño hilo azul de la vida que palidecía, se deshacía, se desintegraba. ¡Alec Kyle!

Hay cosas que querréis saber
, les dijo, apresuradamente.
Cosas que tenéis derecho a saber. Primera: Yulian Bodescu está muerto
.

Alguien silbó con satisfacción y Layard exclamó:

—¡Jesús, eso es maravilloso!

Ahora fue Harry quien volvió la cara.

Guy Roberts también está muerto
, dijo.

Durante un momento, reinó el silencio; después preguntó alguien:

—¿Y Darcy Clarke?

Está bien
, respondió Harry,
al menos que yo sepa. Escuchad, todo lo demás tendrá que esperar. Ahora he de marcharme. Pero tengo la impresión de que volveremos a vernos
.

Se encogió sobre sí mismo hasta convertirse en un solo punto de luz azul radiante, y desapareció…

Harry conocía bastante bien el camino hasta el
château
Bronnitsy, pero el continuo de Möbius le puso obstáculos durante todo el trayecto. Se esforzó en retenerlo, en guardarlo para sí. Cuanto más tiempo permaneciese incorpóreo, peor sería su situación, hasta que al fin se vería atrapado en la noche infinita de otra dimensión. Pero no todavía.

Alec Kyle no estaba muerto y Harry lo sabía; si lo hubiese estado habría podido proyectar simplemente su mente y hablar con él, como hablaba con todos los muertos. Pero aunque lo intentó, al principio temerosamente, por fortuna no obtuvo respuesta. Esto lo animó; se esforzó hasta al máximo en establecer contacto con la mente de Kyle, aunque esperando no lograrlo. Pero esta vez…

Harry sintió que le invadía el horror al captar el débil y vacilante eco del hombre a quien buscaba. Un eco, sí: un grito desesperado y que se extinguió enseguida. Pero era el faro que necesitaba Harry, y se lanzó al instante hacia allá.

Entonces… ¡fue como si lo hubiese sorprendido un huracán! Volvía a ser Harry hijo, pero diez veces peor. Y esta vez no había manera de resistirlo. Harry no tuvo que liberarse del continuo de Möbius, sino que fue arrancado indemne de él. Arrancado de él e insertado…

¡En todas partes!

No había sido fácil, pero Zek Föener se había dormido al fin, aunque para dar vueltas en la cama durante horas, presa de una pesadilla atroz. Por último se había despertado por la mañana temprano y mirado a su alrededor, en la oscuridad de su espartana habitación. Por primera vez desde que había llegado al
château
, el lugar le parecía extraño; su trabajo aquí era vano; no le daba provecho ni satisfacción. Ciertamente, era malo. Y lo era porque era mala la gente para la que trabajaba. Con Krakovitch, la cosa había sido diferente; pero con Iván Gerenko… sólo su nombre le daba mal sabor de boca. Su vida sería imposible, si él asumía el control. En cuanto a aquel sapo asesino de Theo Dolgikh.

Zek se había levantado, se había rociado la cara con agua fría y había bajado al sótano donde se hallaban los diversos laboratorios experimentales del
château
. En la escalera y en un pasillo se había cruzado con un técnico de guardia por la noche y con un experto en percepción extrasensorial: ambos la habían saludado con la cabeza en muestra de respeto, pero ella pasó simplemente por su lado y continuó su camino. Tenía que presentar sus propios respetos… a un hombre al que se podía dar por muerto.

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