Read Visiones Peligrosas III Online

Authors: Harlan Ellison

Tags: #Ciencia-ficción

Visiones Peligrosas III (16 page)

BOOK: Visiones Peligrosas III
7.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Sémele deseaba que Zeus hiciera el amor con ella exactamente igual a como lo haría con una diosa…, pero resultó que él lo hizo con el rayo. El aprendiz de brujo pensó que ya estaba harto de ser el ayudante del mago. Wells escribió acerca de un empleado más bien estúpido que detuvo repentinamente la rotación de la Tierra. En un extremo del espectro figuran historias de horror como The Dancing Partner (La pareja de baile) o The Monkey's Paw (La pata de mono), y en el otro la broma de Lennie Bruce acerca del hombre que deja a un genio a cargo de su tienda, y el primer cliente le pide al genio: «Hazme un chocolate malteado».

Si decimos que realmente deseamos salud, seguridad, vernos libres del dolor, debemos estar dispuestos a dar a cambio nuestra individualidad. El uso de cualquier herramienta implica una pérdida de libertad, como señalaba Freud en El malestar en la cultura. Cuando el hombre empezó a utilizar un hacha de mano perdió la libertad de andar a cuatro patas; y lo que es más importante, perdió la libertad de no usar el hacha de mano. Ahora hemos perdido la libertad de no utilizar los ordenadores, y ya no es cuestión de darles poder sobre nosotros, sino de cuánto poder, de qué clase, y cuan rápido capitularemos ante ellos.

En una ocasión un profesor de la Universidad de Minnesota me habló de un fin de trimestre en que iba retrasado en la confección de las notas. El secretario del departamento no hacía más que llamarle, preguntándole si aún no estaba listo para dar las calificaciones. Finalmente le llamó un empleado de la administración. Al saber que las notas aún no estaban listas, el empleado dijo exasperado:

—¡Pero profesor, las máquinas están esperando!

Sí, ciertamente, están esperando.

Encuentro con un rústico

Jonathan Brand

La primera vez que vi a Jonathan Brand estaba echado sobre una herbosa loma en Milford, Pennsylvania, llevando unas botas de marcha, una mochila al hombro, un cuchillo de seis hojas sujeto al cinturón, y una insignia cosida a su camisa azul indicando que era miembro de la Asociación Forestal Norteamericana o algo parecido. Estaba allí medio tendido, apoyado sobre los codos, con una brizna de hierba en la boca, observando a media docena de los más viejos y sofisticados gigantes de la ciencia ficción regarse mutuamente con sus botellas de cerveza en el césped de la casa de Damon Knight. Jonathan Brand se estaba divirtiendo.

La delicadeza me impide explicar por que Jim Blish, Ted Thomas, Damon y Gordy Dickson estaban comportándose de una forma tan incongruente. La delicadeza y la sospecha de que es la inocencia infantil o la naturaleza lo que proporciona el élan para sus excelentes obras, Dios me perdone.

Jon estaba en Milford para la XI Conferencia Anual de Escritores de Ciencia Ficción, una semana de discusiones, seminarios y talleres de trabajo en la cual los miembros de la asociación intercambiaban ideas e informaciones de mercado, y se mojaban las camisas en su persecución de unas mayores facilidades en la profesión que habían elegido.

Jon había causado una gran impresión en los asistentes. Su espíritu atento, su familiaridad con el género y principalmente todo el trabajo que sometió a consideración en el taller de trabajo hicieron de él una nueva voz que debía ser escuchada. La historia que había sometido a comentario —un acto muy cercano al harakiri— había sido leída por todos los escritores presentes, y las críticas habían sido duras. Siempre lo son. Las expuestas predilecciones de una reunión de fantasistas expertos no son garantía de dar consuelo a un alma creativa o convencerla de que debería ser algo más que peón de albañil. Pero Jon y su historia cayeron bastante bien. Las alabanzas fueron honestas y con muy pocas reservas. Tan bien cayeron que le pregunté a Jon si podía incluir su historia para esta antología. Hizo algunos retoques sin importancia y le añadió algunas florituras, y aquí está.

Jonathan Brand admite que ha sido estudiante durante demasiado tiempo. En el Carnegie Tech. Vive solo, va a pie a sus clases durante todos los días de la semana a lo largo de todo el semestre, hiberna en el verano, no tiene teléfono, le encantan los trolebuses, odia hablar o escuchar, le gusta leer y escribir, se niega a revelar su edad, condición o servidumbre marital, entorno o cualquier otra maldita cosa que pueda hacer esta introducción algo más significativa que el enunciado de que Jonathan Brand ha escrito una historia muy divertida, algo absurda, irreverente y definitivamente peligrosa para este libro.

* * *

¿Cómo podía yo saber lo que había vuelto loco al simple paleto? Era viejo. Era simple. Era rústico a más no poder. ¿Acaso usted no se volvería loco? Pero de todos modos ayudaré a la policía local, prestaré testimonio de la conversación que precedió a la disolución del estúpido patriarca. ¿Quién sabe, post hoc, ergo propter hoc?

De acuerdo, de acuerdo, voy a ponerme serio. Usted cree que no soy serio, pero puede examinar mis tarjetas de crédito y mis diplomas. Obtuve mi licenciatura, tengo una decena de doctorados, mi papá opera sobre un montón de planetas, y hay allí la tira de universidades. Y dicho sea de paso, fue así como llegué a asistir a esa conferencia mundana que tuvo lugar exactamente aquí, en su pintoresco y viejo planeta, es decir el Coloquio de la Academia Universal de Ciencias, Ociante Norte-Oeste-Arriba.

No puedo decir de mí mismo que sea estrictamente un académico. Me intereso más en la improvisación y en la experiencia con drogas, pero me siento calurosamente inclinado hacia los medios académicos. Toda esa forma de hablar, ya sabe, Su Excelencia, Su Señoría, Señor Funcionario, etc., todo en una sola frase…; no se dejan sorprender, no hay puntuación ni significado, pero el ritmo y la estructura y el equilibrio, oh. Ahora esas cosas constituyen también el judo, por no mencionar la improvisación, o el sexo, todos ellos factores clave del flujo de la vida.

¿Qué quiere decir con eso de… «limítese al asunto»? Estoy intentando darle la sinopsis o visión general de esta escena intelectual de la cual se halla empapado todo el encuentro interpersonal; quiero decir que yo y mi chica Patsy y ese viejo rústico con su barba que es en un 100% pelo humano, yo y ella y él estábamos todos bebiendo en el Bar Continuum en el Hotel Trans-Port, que es donde se estaba celebrando el citado Coloquio. Sí, ya sé que usted lo sabe, Su Reverencia, Su Señoría y/o Juez de Paz.

¿Necesita usted saber algo más respecto a Patsy? El asunto con Patsy es que su padre, que es ante todo un hombre rico, se halla también en el negocio de la construcción como mi papá, y ambos caballeros están ansiosos por unir las dinastías; sienten deseos de mimar, abrazar y revolver una ensortijada cabecita de heredero; así que nos enviaron a Patsy y a mí en ese crucero juntos, un complot transparente, con la idea de que nuestra amistad se convirtiera en amor. El pollo es antes que el huevo, ja, ja. Tranquilícese, Sheriff, Abogado, Pistolero, no agite y sacuda el largo brazo de la ley; estoy llegando al asunto. Le estaría muy agradecido si no se volviera usted también loco; uno al día ya es suficiente para mí.

De acuerdo, si se encuentra completamente bien, deje de retorcerse y procederé a recordar en longitud y profundidad la exacta conversación a consecuencia de la cual el viejo bruto chiflado llegó a su estado crítico, se tiró sobre la alfombra y la mordisqueó, babeando y llorando al mismo tiempo. Para empezar, me abordó en el bar, presentándose a sí mismo; yo tengo una cara amistosa, no rechazo a los humildes. ¿Cómo quiere que recuerde el nombre del viejo palurdo? Era doctor algo. Parece que ese viejo tipo es la flor intelectual de su planeta, absolutamente lo mejor de lo mejor; quiero decir la cúspide en teología, música, cirugía, política, quizá también improvisación y sexo, no recuerdo. Me traza el cuadro de que su planeta es estrictamente rústico, quiero decir un claro exportador de cuentas de cristal y esteras de esparto; pero de todos modos reúnen todos sus créditos, las amas de casa juntan y funden sus pendientes de oro, y envían al viejo tipo al Coloquio. Créame, no tengo nada que decir sobre este laudable deseo, el que la Universidad de Palurdia haya enviado a un profesor al Coloquio; al contrario, opino que eso dice mucho en su favor.

De modo que nos pusimos a darle a la lengua, nos hicimos amigos; yo soy el que paga, y viendo que él está metido parcialmente en la teología y yo no estoy tan alejado de la escena tradicional como todo eso, le digo: «Bueno, realíceme, emocióneme con piedad y terror entremezclados, cuénteme alguno de sus indudablemente hermosos viejos mitos». Eso es lo que quiere el viejo y canoso músico/sacerdote/cirujano; se lanza al Mito de la Creación, del cual debo decir (habiendo asistido a no pocos cursos en el pasado, cursos en «El Pasado», ja, ja) que no es de los mejores. El viejo está a medio camino de su noble recitación, santificada por los siglos, transmitida oralmente por dinastías de bardos ciegos, todo eso, ¡cuando de pronto tengo la clara impresión de que ese planeta es uno de los construidos por la firma de mi padre!

Lo cual es una gran coincidencia. Y sin pararme a pensarlo, en mi juvenil entusiasmo, saco un folleto publicitario de la compañía de papá, que fue la pionera en el proceso de Evolución Fotosintética Acelerada. Brevemente, diré que se trata de un proceso para crear planetas habitables a partir de cualquier cosa que gire en los límites de esa zona correcta de temperaturas por la que pueden moverse los tipos antropoides sin ropas de ninguna clase; lo cual es una experiencia clave, como he podido comprobar; quiero decir como las drogas y el sexo, e incluso la improvisación. El proceso habitual de creación está centrado básicamente en la rotación planetaria; primero hay que hacerlo girar de modo conveniente; se trabaja siempre del lado del sol, puesto que el proceso requiere dos o tres trillones de ergios, que es una unidad de energía. Hay exactamente seis fases completas, lo que hace que todo pueda quedar terminado en el plazo de una semana, dando una vuelta en torno al planeta a cada rotación, que es bastante acelerada. ¿Me sigue? Realmente yo soy quien no me sigo a mí mismo; tengo que confesar que todos estos detalles son chino para mí, pero está todo en el folleto. El primer día traes tu equipo, el segundo día estableces la rotación, el tercer día consolidas los cimientos, el cuarto día arreglas la tierra y las aguas y el plasma germinal, y ya lo tienes todo encarrilado; pones en marcha el truco ese de la Evolución Fotosintética Acelerada y crías ciclos acelerados de formas de vida; al cuarto día tienes ya plantas terrestres, estabilizas el clima al quinto día, al sexto día siembras los océanos y fijas los animales.

De veras, es una rutina interesante, barata y rápida; aquí tiene una tarjeta de la compañía para el caso de que desee usted que le hagamos algún trabajo sin compromiso. Todo el proceso deja sobre el suelo un mantillo de lo más feroz (que dejamos de forma completamente gratuita); el único problema es que de tanto en tanto uno tiene que retirar los subproductos de esta Evolución Acelerada, trozos de huesos petrificados y cosas así, pero eso no es problema. Sea como fuere, al sexto día está usted listo ya para la colonización; se lleva allí a un chaval y a una pollita, se hace una pequeña ceremonia inaugural y se les deja que se las apañen. Y empiezan a trabajar con toda fecundidad; quiero decir que la fecundidad es algo que florece siempre en el corazón humano, ¿no?

De acuerdo, de acuerdo, no hace falta que se enfade. (; Dónde estaba? Sí, cuando terminé de contarle todo eso al palurdo y viejo y charlatán filósofo/sacerdote/cirujano pareció que no le gustaba como yo esperaba. Supongo que debí de pisotearle un poco su preciosa herencia cultural, aunque yo no pretendía hacerle ningún daño, de veras. Para ser franco, el viejo cacahuete salado se enfadó realmente; quiero decir que se volvió mucho más loco que usted ahora; el rostro se le puso todo púrpura y empezó a temblar de arriba abajo. Tengo que decir también que con siete u ocho copas de kumiss y V8 gaznate abajo que le había pagado, el meditabundo y arrugado doctor/filósofo/bardo/emigrante estaba tan cargado como el ojo de un elefante. Me parece ver aún en su frente el letrero parpadeante diciendo EN El AIRE; y se levanta sobre la punta de sus pies, tiende un viejo y calloso dedo hacia mí y dice…, y cito su noble, viejo y sincero discurso:

—Ciñe tus ríñones como un hombre ahora. Porque exigiré que declares ante mí. —(Entienda, estoy intentando reproducir su colorista lengua muerta del mejor modo posible. Hubiera debido tomar notas. Vaya tesis)—. ¿Por quién fueron creadas todas las cosas que hay en el cielo? Todas las estrellas de luz, los cielos de los cielos, y las sagas que hay encima de los cielos…, ¿quién ordenó, y fueron creadas? ¿Quién puso las estrellas en el firmamento de los cielos, para arrojar su luz sobre la tierra? Que aquel que ha ensombrecido la verdad responda.

Esas palabras fueron inspiradamente compuestas y declamadas (al viejo estúpido no le faltaba nada en ese campo, en especial con aquella barba) pero, dicho sea de paso, fueron las últimas, pues fue poco después de eso que el herbívoro perdió el tino.

Ahora relájese, Gendarme, Polizei, Beefeater, no se irrite; no estoy ocultando absolutamente nada, de veras que no sé qué fue lo que lo puso así; todo lo que puedo hacer es relatarle lo último que hice antes de ese espectacular y lamentable colapso.

—Una pregunta muy buena y pertinente, doc, muchacho, que me gusta que haya hecho —le dije.

Le di la espalda al decrépito político/sacerdote/cirujano/campesino y empecé a revolver en el pequeño pero sin fondo bolso de Patsy, que estaba sobre la barra.

—¿Qué es lo que estás buscando, pedazo de bastardo? —gruñó Patsy, intentando con éxito contusionarme el tobillo con su zapato izquierdo.

Creo que he contado ya cómo su papi tenía dinero del mismo modo que otra gente tiene problemas, es decir en cantidades considerables. Mi propio papá es rico; está en la subdivisión de negocios, es propietario de más de doscientas galaxias, presidente del Kiwanis local, su fortuna es sólida, pero el papá de Patsy es más grande que todos nosotros; ha puesto en marcha este proceso de Creación Continua, que es propiedad exclusivamente suya y le está dando dinero a chorros. Oh, una genuina proposición de algo-por-nada. Y ahora estoy en situación de decirle palabra por palabra todo lo que dije antes de que el viejo rústico iniciara su actuación suprema, cuando empezó a patear, se derrumbó del taburete del bar, y se inmoló a sí mismo en el suelo en un armagedón de pajitas de cóctel.

BOOK: Visiones Peligrosas III
7.68Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Kill by Jan Neuharth
My Mother Got Married by Barbara Park
In Rapture (Destined) by Daye, Elissa
X-Men: Dark Mirror by Marjorie M. Liu
Wizard at Large by Terry Brooks
Night Lamp by Jack Vance