Visiones Peligrosas III (3 page)

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Authors: Harlan Ellison

Tags: #Ciencia-ficción

BOOK: Visiones Peligrosas III
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—¿Por qué motivo comenzó esa… búsqueda? Charli Bux levantó la cabeza y su mirada se perdió a lo largo del tiempo, hasta recalar en detalles siempre presentes en él.

—Uf, casi me había olvidado de todo. Trabajaba en el Interworld Bank and Trust, alimentando una computadora en el centro distribuidor. No era un trabajo tan aburrido como pueda parecer. Resulta que durante un tiempo fui minerólogo, y los cargamentos significaban para mí algo más que un nombre, una cantidad y un precio. Puedo comentarle exactamente cada uno de los ítems. Feldespato. Se utiliza en las porcelanas y cristales de estilo antiguo. Creo que tengo una memoria muy retentiva. En ese momento el feldespato molido y embalado costaba veinticinco créditos la tonelada en los muelles.

Pero había un cliente que lo traía a ocho y medio, F.O.B. Llamé a la firma sólo para controlar; como podrá imaginar, a mí no me interesaba mucho, pero una cifra equivocada podía embrollar los resúmenes estadísticos de importación y exportación por varios años. El tenedor de la compañía revisó los libros y me confirmó que era correcto: ocho y medio la tonelada de feldespato de alta calidad, molido y embalado. Provenía de un intermediario de Leteo con el cual no habían podido comunicarse nuevamente.

»No me preocupé más por el asunto hasta que me topé con otra anomalía. Niobio esta vez. Algunos lo llaman columbio. Entre otras cosas se utiliza en las aleaciones de aceros inoxidables. Nunca había visto cotizaciones por lingotes inferiores a ciento treinta y siete créditos, pero allí había algunos, no muchos, sin embargo, a noventa créditos con flete incluido. Y algunas planchas también, a un treinta por ciento menos de lo que jamás las había visto, y con flete incluido. Controlé aquellos datos; eran correctos. Bien fundidos y puros, dijo el encargado. Me había olvidado de eso también, o por lo menos así lo creía, cuando apareció aquel tripulante del espacio.

—«Moxie Magiddle era su nombre. Un hombrecito de ojos estrábicos, con una enorme risa que sacudía las paredes del bar del espaciopuerto. Tomaba solamente alcohol, y nunca se había pinchado con una jeringa. Me contó acerca de un tipo con una enorme cabeza de tornillo dorada en el ombligo. Y me contó montones de anécdotas de todas las épocas y lugares. Conocía muchísimas historias y tenía un don maravilloso para contarlas»—. Mencionó de pasada que Leteo era un sitio donde la ley es «Diviértete» y nadie la quiebra jamás. El lugar era sólo un gran punto de transbordo, descanso y rehabilitación. Un mundo acuático con sólo una porción de tierra en los trópicos. Siempre cálido, siempre plácido. Sin industrias, sin agricultura, simplemente con…, bueno, facilidades. Miles de hombres gastan cientos de miles de créditos, y unas pocas docenas se embolsan millones. Todo el mundo es feliz. Mencioné el feldespato. Creí que de esa forma parecería que yo también conocía Leteo.

—«Y metí asquerosamente la pata; Moxie me miró como si fuera la primera vez que me veía y no le gustara lo que estaba viendo. Si lo que yo decía era mentira, tal mentira era bastante estúpida. No se extrae feldespato de un pantano, compañero. ¿Me estás tomando el pelo o qué? Y así se frustró una velada perfecta.» —.Dijo que no podía proceder de Leteo pues es un mundo acuático.

»Creo que también podía haber olvidado eso si no hubiera sido por el café. Se llamaba café Blue Mountain; la etiqueta proclamaba que descendía en línea directa de la Vieja Tierra, de una isla llamada Jamaica. Agregaba que sólo podía haber sido cultivado en una tierra alta y fría de los trópicos, ya que era una auténtica planta de montaña. Me gustó mucho más que cualquier café que hubiera tomado en mi vida, pero cuando fui a comprar más comprobé que habían vendido la totalidad de las existencias. Conseguí que el gerente revisara los libros y le seguí la pista a través de un mayorista de Terratu hasta encontrar al intermediario, y luego al importador; ¡realmente me gustaba ese café!

»De acuerdo con esto último, venía de Leteo. Tierra alta, fresca y montañosa, y todo eso. El puerto de Leteo era tropical, sin duda, pero para tener algunas tierras frescas debería poseer montañas que fueran realmente montañas.

»El feldespato que venía, aunque no fuera posible, de Leteo (¡y menos a esos precios!) me hizo recordar el niobio, así que controlé eso también. No había la menor duda. Leteo nuevamente. Sin embargo, no es posible obtener lingotes y planchas de niobio puro sin minas, ni fundiciones, ni talleres de laminación.

»Mi siguiente día libre lo pasé allí, en los Archivos, y conseguí la historia de Leteo desde su fundación (lo juro) hasta Ylem y la Gran Explosión. Era un pantano. Prácticamente lo había sido siempre, y había algo que no encajaba.

»Era tan sólo un detalle pequeño, y probablemente existía una explicación simple. Pero simple o no, me molestaba. —«Y además me había hecho quedar fatal frente a ese maldito tipo. Viejo, si yo te dijera cuánto tiempo me pasé rondando el espaciopuerto en busca del pequeño gnomo del espacio, me detendrías ahora mismo y me enviarías directamente a un tratamiento de shock. Estaba obsesionado… No con el tipo de obsesión que provoca la adicción, sino como si tuviera una pequeña y profunda astilla clavada en el pie, que realmente no lastima, pero que no deja de hacerse notar a cada paso que damos. Y por fin un día, meses más tarde, allí estaba el viejo Moxie Magiddle, quien se encargó de extraer la espina. Al principio no me reconoció. Pequeño adefesio gracioso… Tenía los sesos equipados para olvidar cualquier cosa que no le gustara. Aquel asunto del feldespato… Cuando un compinche con quien le gustaba tomar unas copas y chismorrear un rato demostraba ser un mentiroso sabelotodo, demasiado estúpido para darse cuenta de que no podría seguir adelante con la farsa…, aquello reducía a Charli a menos cero, no importa la cantidad de bebida que pagara. Cuando por fin conseguí acorralarlo (lo único que faltó fue que luchara con él) y le conté toda la historia del feldespato, el niobio, el café cultivado en tierras montañosas, todo verificado y vuelto a verificar, facturado, cargado, embarcado, asegurado, y todo absolutamente producido en Leteo, y le mostré las malditas pruebas, comenzó a reírse hasta que casi se le saltaron las lágrimas, un poco por sí mismo, un poco por la situación, y en gran parte por mí. Pasamos una noche estupenda; bebimos alcohol juntos. ¿Sabe una cosa?: nunca comprenderé cómo Moxie Magiddle puede soportar tanto licor. Pero me dijo de dónde provenían esos embarques, y me dio una vaga idea de por qué nadie quería admitirlo. Y me dijo el nombre que les dan a todos los varones vexveltianos.

»—Lo mencioné un día a un estibador —prosiguió Charli en voz alta—, y me resolvió el misterio. El feldespato y el niobio, así como también el café, provienen de Vexvelt, y son transportados a Leteo por intermediarios locales, quienes muy a menudo retienen parte de las mercancías y las venden por su cuenta para arañar algunos créditos más, y luego lo sepultan entre todos los misterios locales.

»Pero cualquier planeta que pueda sacar provecho de mercancías de esa calidad a esos precios, ¡y para colmo transbordadas!, sin duda podría obtener mayores beneficios si las negociara directamente. Además, el niobio es el elemento 41, y la hipótesis de Elkhart sostiene que si en un planeta se encuentra algún elemento de los períodos tres a cinco, hay grandes posibilidades de hallarlos a todos. ¡Y aquel café! En aquella época solía pasarme las noches en vela preguntándome qué podrían tener en Vexvelt que les gustara demasiado para exportarlo, si valoraban tan poco aquel café que se desprendían de él.

»Bueno, después de todo eso, era lógico que viniera aquí a buscar datos sobre Vexvelt. ¡Oh!, estaba clasificado en los bancos de memoria, es verdad, pero si alguna vez se había comerciado con ese planeta los datos se habían borrado de los registros mucho tiempo antes…; cada cincuenta años se eliminan los ítems inactivos de las células de memoria. Ahora sé que los correspondientes a esa información han sido ya limpiados por lo menos cuatro veces, pero es posible que las últimas tres ya no contuvieran ningún dato.

»¿Qué cree que contenían los Archivos sobre Vexvelt?

El Director de Archivos no contestó. Sabía lo que contenían los Archivos con respecto a Vexvelt. Sabía también, dónde estaba y dónde no estaba. Además sabía cuántas veces aquel testarudo joven se había preocupado por el misterio, con cuántos ingeniosos enfoques había encarado el problema, lo poco que había conseguido y lo mucho menos que conseguiría él o cualquier otro que lo intentara en la actualidad. Pero no dijo nada.

Charli Bux levantó los dedos y empezó a enumerar.

—Astronomía: sin observaciones más allá de los dos años luz. Nada más que planetas hermanos (todos muertos) y satélites dentro de esos años luz. Cosmología: las exploraciones por medio de cámaras, si alguna vez se llevaron a cabo (¡y deben de haberlo hecho, o ese maldito lugar ni siquiera estaría registrado!), han dejado de efectuarse. Por lo tanto ni siquiera hay manera de saber en qué parte del espacio real se encuentra. Geología: sin datos. Antropología: sin datos. Luego aparecen algunas tonterías, como la tensión local del hidrógeno y las emisiones de la estrella madre, pero no son de mucha ayuda. Y por último el informe de Extrapolaciones Comerciales: sin intercambio. Considerado indeseable. Ni una palabra sobre quién hizo el informe, ni por qué dijo lo que dijo.

»Traté de soslayar el problema buscando los informes de exploraciones tripuladas, pero en conexión con Vexvelt sólo pude encontrar los nombres de tres astronautas. Trosan: tuvo problemas cuando volvió de allí, y fue ejecutado. ¿Sabía que acostumbrábamos a matar a cierto tipo de delincuentes hace seiscientos o setecientos años?… No sé por qué lo hicieron. De cualquier manera, aparentemente fue después de archivar su informe. Luego vino Balrou. Oh, Balrou sí que entregó un informe. Puedo repetírselo completo palabra por palabra: «En vista de las condiciones reinantes en Vexvelt el contacto con ellos no es recomendable». Fin. Dada la cantidad de palabras, ése debe de ser el informe más caro que jamás se haya archivado.

«Lo es», pensó el Director de Archivos, pero no lo dijo en voz alta.

—Luego alguien llamado Allman exploró Vexvelt, pero según reza el informe, «a su regreso se comprobó que Allman sufría fatiga mental a causa del confinamiento, y su juicio estaba tan severamente deteriorado por esa causa que su informe se considera desechable». Eso significa que fue destituido, ¿no es así, señor?

«Sí», pensó el viejo, pero respondió en voz alta:

—No sabría decirle.

—De modo que así estamos —prosiguió Charli Bux—. Si quisiera podría presentar un caso clásico de lo que los antiguos libros llamaban manía persecutoria; sólo tendría que referir los hechos tal como realmente pasaron. Incluso tengo derecho a pensar que «ellos» me eligieron como blanco perfecto y prepararon todas esas insinuaciones, feldespato a bajo costo, café de inmejorable calidad…, como carnadas que no me sería posible ignorar ni tampoco resistir. ¿Y acaso no tengo derecho a preguntarme si una caricatura viviente con un nombre ridículo, Moxie Magiddle, estaba trabajando para «ellos»? ¿Y qué sucedió luego, cuando abierta y honestamente reservé pasaje para Vexvelt como meta de mis vacaciones? Me contestaron que no había Guía de Impulsión orbitando Vexvelt; sólo se lo podía alcanzar por el espacio normal. Eso era una mentira, pero no había forma de probarlo desde aquí, o incluso desde Leteo… Moxie mismo nunca lo supo. Entonces quise hacer una reserva para Vexvelt, vía Leteo y un transporte de espacio real, y me contestaron que Leteo no era recomendada como escala intermedia para turismo, y que de todos modos desde allí no había transportes de espacio real hacia ningún lado. Por lo tanto hice una reserva para Botil, pues sabía que era una escala de turismo y que poseía lanzaderas de espacio real, así como naves charter. Las cartas estelares lo designan Kricker III, mientras que Leteo es Kricker IV. Fue entonces cuando gané esa mier…, ejem, el sorteo, y un viaje gratis al hermoso, hermoso Zeenip, paraíso de paraísos, con sus dos canchas de golf cubiertas de treinta y seis hoyos cada una, y sus baños de leche gratuitos. Doné el premio a una sociedad de beneficencia cualquiera (dije que lo hacía para ahorrar impuestos) y fui a retirar el pasaje para Botil, tal como había planeado. Pero me encontré con que debía recomenzar todos los trámites desde el principio, ya que habían anulado mis reservas al enterarse de que había ganado el premio. Parecía razonable, pero me llevó tanto tiempo rehacer todo que perdí el transporte reservado y una semana de mis vacaciones. Más tarde, cuando fui a abonar el pasaje, resultó que mi tarjeta de crédito estaba a cero, y me tomó otra semana completa corregir ese lamentable error. En ese momento el servicio de turismo disponía de un solo pasaje, y en vista de que la gira turística completa excedería el tiempo de mis vacaciones en dos semanas, anularon nuevamente la reserva…; estaban absolutamente seguros de que el asunto no me interesaba.

Charli Bux se miró las manos y se las estrujó. La Oficina de Archivos se llenó con un ruido crujiente, pero al parecer Bux no lo advirtió.

—Creo que en ese momento cualquiera en su sano juicio hubiera captado el mensaje, pero «ellos» me habían subestimado. Déjeme que le explique lo que quiero decir exactamente. No quiero decir que yo sea un hombre de acero, y que cuando me propongo algo no hay nada que me detenga. Tampoco pretendo fanfarronear con el coraje de mis convicciones; tenía muy poco de que convencerme. Pero existía una cadena íntegra de coincidencias sobre las cuales nadie quería explicarme nada. Incluso aunque la explicación con toda probabilidad fuera estúpidamente simple. Por otra parte, nunca me creí especialmente valiente.

»Sólo me sentía… asustado. ¡Oh!, también estaba frustrado y furioso, pero fundamentalmente asustado. Si alguien me hubiese ofrecido una explicación razonable, me habría olvidado inmediatamente de todo el asunto. Si alguien hubiera regresado de Vexvelt diciendo que se trataba de un planeta de atmósfera envenenada (con un buen depósito de feldespato y al menos una montaña), me habría reído de todo el problema. Pero esa secuencia íntegra, en especial la última etapa cuando traté de reservar pasaje, realmente me había asustado. Había llegado a un punto en el cual lo único que podía satisfacerme en lo que respecta a mi salud mental era estar de pie y caminar por la superficie de Vexvelt, y enterarme de qué se trataba. Y eso era precisamente lo único que no se me permitía hacer. Por lo tanto no podía obtener una prueba concreta, y en esas condiciones, ¿quién podía asegurarme que no iba a pasar los siguientes doscientos años preguntándome cuándo iba a clavarme una nueva astilla en un dedo? Un hombre puede sufrir por algo, señor, pero también puede sufrir el miedo de sufrir de algo. No, yo me sentía intimidado, y permanecería en ese estado de ánimo hasta que todo se aclarara.

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