Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX (22 page)

BOOK: Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX
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A principios de mayo de 1923, el embajador mexicano en Washington interviene ante el Departamento de Estado pidiendo el indulto para Rivera. El Departamento de Estado pospone su respuesta, hasta que sus enviados sondeen al viejo en la prisión de Leavenworth. El día 9 se le ofrece la libertad bajo palabra, y se niega a aceptarla. No se reconoce culpable, no reconoce el delito por el que ha sido encarcelado («no es un acto criminal sino un laudable acto de justicia»). El día 27 las autoridades insisten en que acepte un indulto condicionado al reconocimiento del delito y sólo logran del viejo la siguiente respuesta: «Lejos está de mi mente la idea de abandonar la lucha emprendida desde hace tantos años en favor del pobre. Las amenazas y castigos no me acobardan ni desaniman; mucho menos me convencerán de que he obrado mal. Estas tácticas producirán bellos resultados sobre chiquillos […] no doblaré la cerviz, nunca me arrepentiré».

El Departamento de Estado decide por tanto no conceder el indulto que Rivera se niega a aceptar y lo informa en junio a la embajada mexicana. Pero las presiones siguen. Al fin, el 6 de octubre, las autoridades norteamericanas, bastante hartas del «caso Rivera», deciden conmutar la sentencia de quince años por la deportación. Librado ha vencido. La embajada mexicana le ofrece, a través del cónsul de México en Kansas City, el pago de los gastos de transporte hasta el punto de México que él elija.

Librado contesta: «No estoy dispuesto a aceptarlo, a pesar de mi pobreza y los escasos fondos con que cuento»; y más tarde le escribirá a un compañero: «Preferí venir preso e incomunicado como me trajeron los esbirros de aquel país, hasta que me entregaron en manos de las autoridades mexicanas en la línea fronteriza».

En la frontera, el último magonero se encuentra sin dinero, enfermo, sin planes; a no ser que se pueda llamar plan a la intención de ir a San Luis Potosí a ver a su anciana madre («temo que ya no me reconozca la pobrecita»). Su esposa ha muerto durante la etapa de prisión en Estados Unidos y sus hijos se han quedado del otro lado de la frontera; sus compañeros de lucha han caído en combate en infinitos levantamientos y enfrentamientos armados en los últimos veinte años, y los que no, se han rendido ante el realismo cínico de la revolución a medias. Pero Librado, hombre rodeado de derrotas y muertos, velador de principios y de cadáveres entrañables, no se ha rendido. Cualquier observador imparcial podría detectar un brillo en los ojos del rostro moreno y anguloso, una fuerza que irradia la cara rematada por una mata de pelo crespo aborregado que tiene ya bastantes canas, y el cuerpo cubierto con un traje que parece estar en la percha equivocada. Librado dirá en una carta a un compañero al referirse a su situación: «No importa, hermano, energías tengo de sobra para seguir en la brega».

Nicolás T. Bernal, el hombre orquesta del comité pro presos de la CGT, a la desesperada, ofrece libros gratis a los que le envíen una pequeña ayuda económica a Librado. Parece ser que el plan funciona porque Rivera se traslada a San Luis Potosí, y se instala en la casa familiar, en la tercera de Vallejo número 16. Casi de inmediato pronuncia en un club obrero un discurso sobre los presos de Texas, los magonistas aún detenidos, y edita un «Manifiesto a los trabajadores del mundo», donde después de declararse listo para proseguir la lucha, informa que se encuentra trabajando en un texto sobre la muerte de Ricardo Flores Magón, pero que las enfermedades y la falta de recursos le han impedido terminarlo.

Parece ser que en esta primera etapa se dedica a retomar relaciones epistolares con los grupos anarquistas regados por el país y con sus viejos amigos norteamericanos y europeos, recobrar fuerzas y colocarse en el panorama nacional. Las cosas se ven de una manera harto diferente cuando las rejas y la distancia no alteran y deforman la visión del país lejano: está Obregón y sus ex magonistas en el poder, está la revolución de mentiras, está la oposición obrera anarcosindicalista, la CGT, a la que observó con cuidado, porque sin duda hay afinidades; pero Librado viene de muchos años de vida sectaria en el violado santuario magonero norteamericano, y no es cosa de asociarse con el primer advenedizo. Los proyectos varían, los nombres cambian; está el sindicalismo amarillo, al que desde la cárcel Flores Magón y él consideraron un aliado potencial por los apoyos que daba a la causa de los presos, pero la CROM vista desde cerca más bien le parece un nido de ratas que ha usado y abusado del prestigio de Ricardo para sus fines de crear un sindicalismo aliado al gobierno; están los grupos autónomos sindicales en ferrocarriles, está el aborto del agrarismo domesticado de Soto y Gama; y, por último, están los grupos, sobre todo Nicolas T. Bernal y su trabajo de divulgación del pensamiento magonista; y está Enrique Flores Magón, el hermano del patriarca, el último desertor, al que hay que vigilar cuidadosamente, sobre todo ahora que se ha embarcado en una gira de propaganda por la república, que le ha producido, si no éxitos, si abundante eco publicitario.

Todo esto hay que verlo con cuidado antes de tomar decisiones, piensa el viejo Librado, mientras el aire de San Luis y la comida lo van revitalizando.

El «enemigo» se acerca al viejo, coquetea con él. La operación de institucionalización de los «precursores» se le aproxima, Obregón practica un método que sus herederos institucionalizarán en México durante décadas:

«Durante mi estancia en San Luis Potosí se me ofreció una curul para senador, otra para diputado y, por último, un alumno mío, actual director de la Escuela Normal para profesores de aquella misma ciudad, me ofreció las Cátedras de Filosofía y Pedagogía, ganando un sueldo regular. Pero nada de eso acepté a pesar de la miseria en que siempre he vivido».

¿Qué busca Librado mientras se repone físicamente? Una continuidad del proyecto magonista. ¿Y esa continuidad, por dónde pasa? ¿Qué puede ser el magonismo sin su original razón de ser, el combate a la dictadura de Porfirio Díaz? ¿El enfrentamiento al gobierno reaccionario de Carranza y su piel de oveja? ¿Cuáles son los caminos de la próxima revolución, la que destruirá el Estado, la propiedad privada, traerá el reino de la solidaridad a la tierra?

Algunos amigos lo animan a buscar un entendimiento con Enrique Flores Magón, que durante todo 1923 recorrió el país en una gira de agitación promoviendo el relanzamiento de
Regeneración
. Le sugieren incluso la posibilidad de animar una Federación de Grupos Anarquistas Mexicanos, reunir las dos docenas de grupos en que se refugian los restos del movimiento magonista y los nuevos hombres que surgen al calor del sindicalismo ácrata de la CGT y que lo proponen como uno de sus tutores ideológicos. Librado se muestra reacio a estas proposiciones. Parece que no cree en las organizaciones centralizadas, por tanto se niega a impulsar una federación. Viene convencido, sin embargo, de las virtudes de la propagación de la idea, de las magias de la palabra escrita. Simpatiza con la CGT, pero no se une a ella. Las tensiones entre el pasado y el presente son muy grandes.

Hacia fines de junio, su amigo Pierre comprueba que el viejo esta «mejor de salud y el equilibrio vital se va operando poco a poco en su quebrantado organismo por el largo cautiverio en Leavenworth».

Un mes después, Librado participa en la organización del grupo anarquista Tierra y Libertad en la ciudad de San Luis Potosí, cuya función esencial será hacer «propaganda revolucionaria entre los campesinos», y del que forman parte quince jóvenes militantes.

La hora de volver a la brega se acerca. San Luis Potosí es un escenario limitado para las próximas acciones. Librado, además, en el hogar familiar, se encuentra muy presionado por su anciana madre, que en una crisis de senilidad trata de que su anarquista hijo regrese al seno de la religión. La coyuntura para dejar la ciudad se presenta cuando José C. Valadés, dirigente de la CGT, pasa por San Luis Potosí de regreso de Tampico y rumbo a la capital. El puerto petrolero se encuentra en plena efervescencia a causa del sindicalismo revolucionario, y no es difícil reconstruir los argumentos de Valadés; Tampico es un verdadero baluarte de la confederación, no importa el número de adherentes (cerca de doce mil) sino su valor moral. En primer lugar, está su fuerte y valeroso elemento anarquista (es la única parte del país donde hay camaradas de diversas partes del mundo, hasta asiáticos); y en segundo, que la organización obrera en Tampico afecta los grandes intereses de Wall Street.

El principal obstáculo, el económico, parece resolverse con una invitación del floreciente sindicato anarcosindicalista del petróleo para que Librado vaya a Tampico y comience a dar conferencias en las diferentes secciones de la organización. Librado no duda y tras su conversación con Valadés (segunda semana de septiembre de 1924) hace las maletas y se va al corazón de la guerra social: ¡Tampico!

Ciertamente, el puerto y su ciudad gemela, Villa Cecilia, son el corazón no sólo de la zona petrolera y portuaria, lo son también de un ascenso de las luchas obreras. Los anarquistas disputan acremente la dirección ideológica del movimiento con otras cuatro tendencias. Un fenómeno sólo visto en esa región, mientras que en otras partes del país la lucha tiende a producirse entre tres fuerzas: amarillos cromistas, blancos patronales y rojos (anarquistas, comunistas o
woblies
). En Tampico todo es complejo: hay amarillos cromistas que utilizan sus relaciones con el gobierno central para crearse un espacio de maniobra. Librado aún no los conoce bien; su radicalismo declarativo, sus homenajes a los próceres magonistas lo confunden, no los entiende todavía como lo que son: parte del proceso institucionalizador de los «precursores», en el que se quedan apariencias y palabras, pero no compromiso con las ideas y los actos. El centrismo, conocido en Tampico como autonomismo, tiene su punto de apoyo en la gran organización de los alijadores, de relaciones no muy transparentes con la gran figura política local, Emilio Portes Gil. En torno a ellos y a su poder, múltiples sindicatos se organizan. El partido comunista ha colocado una pequeña cuña en el movimiento a través de su organización local, en la que militan algunos cuadros destacados del sindicalismo petrolero. Además existe en el puerto una tendencia de los IWW.

En el campo anarquista, dos grupos brillan por encima de los demás: los Hermanos Rojos, de Villa Cecilia, un grupo dedicado a labores de propaganda, que ha mostrado su constancia editando primero
El Pequeño Grande
y luego
Sagitario
; y Los Iguales, dedicado de lleno a la organización de la federación local de la CGT, que en el último año ha logrado, tras dos luchas tremendas (las huelgas de los trabajadores de aguas minerales y de los petroleros de la Huasteca), levantar la organización anarcosindicalista.

Curiosamente, Librado opta por incorporarse a los Hermanos Rojos. La labor de propaganda está más cerca de su experiencia, de su entendimiento. Pero al mismo tiempo que se suma al anarquismo más cerrado, más de grupo y menos «línea de masas», le inyecta nuevos aires.

Un informe del Secretario de la CGT a la Internacional Anarcosindicalista (la AIT), registra en sólo un mes el cambio que se ha producido: «Los compañeros que en Tampico editan
Sagitario
, por ejemplo, encerrados en su grupismo, tenían completamente abandonado al movimiento obrero, ahora han comprendido su error. El último número de
Sagitario
muestra el cambio».

Librado, auxiliado por el pequeño grupo de
Sagitario
, en el que destaca Pedro Gudiño, se ve de repente en el centro del movimiento sindical antigubernamental del país. Recién llegado, un acontecimiento habría de conmoverlo profundamente, y al mismo tiempo mostrar que el viejo estaba en su mejor forma, dispuesto a pasar a la acción y comprometer su voz en la lucha. El primero de octubre, fuerzas del ejército disparan contra una manifestación de trabajadores de la Mexican Gulf que se encuentran en huelga. La represión se realiza contra el segundo gran sindicato petrolero que han organizado los anarquistas. Librado publica, en quince días, tres artículos sobre la matanza que sacan chispas, denunciando minuciosamente que los tiroteados (que sufren un muerto y varios heridos, además de posteriores detenciones) iban desarmados en el momento del choque. Su lenguaje no ha perdido fuerza («protestamos contra la maldita soldadesca asesina») y su estilo rompe con la tradición de
Sagitario
de hacer un periodismo de ideas, para hacer un periodismo de denuncia e información.

La sangre vuelve a correr por las venas del viejo.

En sus circulares aparece una dirección en Villa Cecilia. Se trata de un cuarto redondo, sofocante. Tenía por cama un jergón de paja cubierta con una piel de res. Allí también estaba la imprenta. Un peinazo con cinco o seis cajas de tipos y una prensita de pedal. Rivera y Gudiño escribían. Aquél componía y formaba las planas; éste, tras su jornada de trabajo, pedaleaba la prensa.

Así se gestaba
Sagitario
, con sus cinco mil ejemplares que luego eran distribuidos a los grupos anarquistas del país y militantes extranjeros, ¿De qué vivía Librado? Parece ser que apartaba una pequeña parte de los ingresos del periódico por su labor de tipógrafo, pero ésta era insuficiente hasta para cubrir los mínimos gastos de la vida miserable que llevaba. Otros pocos centavos salían de la venta de materiales del Grupo Ricardo Flores Magón, que Nicolás T. Bernal le hacía llegar desde Ciudad de México. A sus sesenta años, Librado vendía, ambulantemente, en las puertas de fábricas y talleres, en las barcas que cruzaban el río para llevar a los obreros a las refinerías, textos de Magón, de Reclús, de Práxedis Guerrero, biografías de Bakunin...

La imagen del viejo anarquista empezó a hacerse popular en asambleas, huelgas, mítines y actos culturales.

Sus artículos, dos o tres en cada número, eran publicados en las páginas de
Sagitario
y
Alba Anárquica
de Monterrey,
Horizonte libertario
de Aguascalientes y
Nuestra Palabra
o
Verbo Rojo
, que se editaban en el D. F.

Aunque concentrado en estas tareas periodísticas, Librado encontró tiempo para pagar deudas emocionales y organizó el comité de defensa de los magonistas presos en Texas, que se encargó de la difusión de los motivos por los que Rangel y sus compañeros se encontraban encarcelados, y de peticiones de libertad y colectas económicas.

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