Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX (25 page)

BOOK: Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX
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El clandestino
Avante
siguió dando información sobre estos acontecimientos en sus números del 15 de mayo y 10 de junio, lo que motivó que Librado fuera denunciado por los dirigentes amarillos Serapio Venegas y Nicolás González y detenido de nuevo el 11 de junio.

La CGT levantó de nuevo su protesta, y organizaciones sindicales, comunidades campesinas y grupos anarquistas de todo el país realizaron actos por la liberación del viejo anarquista.

Librado salió muy pronto en libertad de su tercera detención en los últimos cuatro meses, pero no había de durar mucho tiempo fuera. La continuidad de
Avante
era sentida por las autoridades militares como una ofensa. El 14 de julio, a las once de la mañana, Librado fue detenido y llevado a los sótanos de la jefatura militar de Tampico. Ahí lo mantuvieron sin alimentos y sin agua durante cuatro días. Como se negaba a dar información sobre la imprenta en la que se estaba confeccionando el periódico, tras cuatro días de tortura, los militares lo enviaron, bajo custodia a Cerritos, San Luis Potosí, y lo dejaron abandonado sin dinero.

El día 20 fue arrestado Esteban Méndez, que repartía propaganda de los grupos anarquistas contra la detención de Rivera. Se le encerró en un calabozo junto con su hijo de ocho años, que lo acompañaba en el momento de la detención.

El día 21, el general Ortiz lo torturó personalmente, produciéndole varias heridas en la espalda con su sable porque se negó a informar de la ubicación de la imprenta. Ese día los grupos realizaron un mitin en la plaza de la Libertad denunciando ambas detenciones. Nuevamente intervino la fuerza pública y encarceló a Inés Mena. Los interrogatorios no dieron resultado; en cambio, los arrestos produjeron una reacción masiva de los sindicatos del puerto, provocando que hasta las asambleas de las organizaciones más blandas se pronunciaran por la libertad de los detenidos. Librado consiguió dinero prestado y regresó a Tampico el 22 de julio. Un día después fueron liberados los restantes detenidos.

Menos de un mes más tarde, circulaba el número 29 de
Avante
con una extensa narración de los hechos.

El viejo había derrotado de nuevo a los militares.

En octubre de 1929, Librado Rivera publicó un artículo en su periódico denunciando la ofensiva del gobierno contra la prensa roja. Un mes antes, el 13 de septiembre, se había prohibido la circulación de
Sembrando Ideas
, de Baja California, y el 19 había sido desmantelada y confi scada la imprenta de
Defensa Proletaria
en el D. F. Librado, comentando estos hechos, escribía: «Ya en México vivimos en paz. Pero no en esa paz que deseamos todos los revolucionarios de verdad […], sino la paz seria y monótona de los muertos».

El 5 de febrero de 1930 se hace cargo de la presidencia Pascual Ortiz Rubio, y su ministro de Gobernación es Emilio Portes Gil. El mismo día, el flamante presidente es objeto de un atentado y sin que venga a cuento, puesto que el detenido pertenecía a una organización conservadora, cae sobre la izquierda radical una nueva ola de persecuciones. El 11 de febrero se prohíbe la circulación de
Avante
(que había llegado a su número 33 en diciembre), de dos periódicos de la Juventud Comunista y de toda la prensa ácrata en español que se distribuía en México, sobre todo la argentina y la uruguaya. «Por si esto fuera poco, se allanó mi hogar por la policía —cuenta Librado—, arrasando con todo cuanto se encontró en mi domicilio, en donde yo tenía una biblioteca con más de dos mil quinientos volúmenes, siendo a la vez las Oficinas de
Avante [...] Dinero (cerca de quinientos pesos), ropa y demás objetos de mi uso personal fueron decomisados, sin dejarme otra cosa con que abrigar mi cuerpo que la ropa que traía [...] y fui conducido al cuartel de la jefatura de la guarnición coronando el atropello con el despojo de anteojos y el poco dinero y estampillas que llevaba en el bolsillo, tomando de este dinero (contra mi protesta) los gastos del automóvil que nos condujo a la jefatura de Tampico».

En la oscuridad del calabozo, Librado trata de hacer un recuento de los daños sufridos por el saqueo policíaco. Se ha perdido una colección invaluable de Regeneración y otra de Revolución, varios diccionarios, sus dos pares de lentes...

El viejo se tira de los cabellos. Vaya que la pelea que ha entablado contra el Estado es desigual.

Simultáneamente son detenidos Pedro Gudiño, Ángel Flores y Osvaldo Manrique; lo que quedaba del grupo
Avante
ha sido desmantelado. Pero no terminarán aquí las represalias. El primero de marzo, una escolta de veinticinco soldados se hace cargo del viejo y lo saca de la prisión con destino desconocido, lo acompañan siete obreros del partido comunista, también detenidos. Son llevados a la estación de ferrocarril y metidos en un vagón de carga que horas después será arrastrado lejos de la zona petrolera.

Un día después, Librado aparece en la penitenciaría de Ciudad de México. Se dice que será enviado a las islas Marías.

«A ninguno de nosotros se nos comunicó en Tampico la causa del arresto ni aquí tampoco se nos comunicó jamás. Sencillamente, a nuestra llegada se nos alojó en la jefatura de la guarnición de esta capital y de allí a la penitenciaria del distrito, ingresando ya directamente en el hospital de la prisión por haber llegado bastante delicado de salud».

La CGT interviene ante el presidente de la república para que se libere al viejo. El 5 de marzo se entrevistan con el secretario de Ortiz Rubio, quien les dice que nada se puede hacer por el momento; que el secretario de Gobernación, Portes Gil, está muy indignado a causa de un artículo de Librado en que lo acusa de haberse vendido a una compañía extranjera de agua potable cuando fue presidente. Tres días después una comisión visita la penitenciaria pero hay consigna del secretario de Gobernación de que Librado Rivera permanezca incomunicado.

El 20 de marzo «fui puesto en libertad dizque porque en las investigaciones que se hicieron no se encontraron datos que justificaran mi detención. Estoy aquí sin dinero y sin otros medios de vida, dada mi avanzada edad, buscando alojamiento en las casas de mis amigos, los que por fortuna siempre encuentro dispuestos adondequiera que voy.

Se me quiere someter por hambre ya que las cárceles han sido impotente para convencerme de que estoy en un error y de cambiar el firme convencimiento que tengo de que ningún gobierno podrá resolver el problema de la miseria».

A partir del 20 de marzo, corre el rumor en la prensa del norte del país de que Librado Rivera ha desaparecido en el Distrito Federal. Varios periódicos se hacen eco de la noticia: «Ha desaparecido sin dejar huella de su paradero». Los rumores señalan que posiblemente ha sido deportado a las islas Marías. Manuel del Río, el coordinador de los grupos anarquistas de la zona petrolera, escribe: «No saben estos imbéciles que Rivera muerto es más terrible y un peligro más inminente para la estabilidad».

Pero Librado está bien y a salvo. En Ciudad de México, un tranviario de apellido Vega lo ha llevado a la casa de Nicolás Bernal, que le cede un cuartito para que viva.

Un mes y días más tarde da de nuevo señales de vida al publicar un artículo en
Verbo Rojo
titulado «Venganzas ruines», en el que dice: «Las amenazas y persecuciones de nuestros enemigos, lejos de amedrentarnos, nos sirven de aliento, porque ello nos indica que no somos tan insignificantes».

¿Qué sigue?, se pregunta Librado Rivera en agosto de 1930 al cumplir los sesenta y seis años. Vive arrumbado en un pequeño espacio que le cede Bernal en medio de los amados libros de Ricardo Flores Magón, que Nicolás sigue distribuyendo a un movimiento sindical cada vez más mermado. Vende grasa para zapatos como única manera de sobrevivir, intenta recuperar la imprenta de
Avante
para seguir la labor periodística, pero las autoridades sólo la ofrecen de regreso en caso de que «No se use para hacer labor subversiva». Se niega a recobrarla y en esas condiciones la imprenta es vendida en subasta pública en Cecilia. ¿Ha llegado la hora de la rendición? Librado recorre los ambientes sindicales rojos del D. F. En la CGT se manifiestan fuertes tendencias conciliadoras, los radicales están aislados. Aun así, hay militancia, hay luchas. Librado se propone sacar un nuevo periódico.

La tarea le lleva un año. Un año completo. El primero de mayo de 1931 aparece en Ciudad de México
Paso!
. Librado va a cumplir sesenta y siete años, en los últimos cuatro ha vivido 270 días en la cárcel; no tiene empleo fijo ni recurso económico alguno; ni siquiera tiene su biblioteca, que ha quedado en manos de los policías en Tampico. Pero ahí está de nuevo, ahora con
Paso!
. Al principio es un periódico aislado de las luchas sociales, con un amplio espacio para el recuerdo magonero (¿se vuelve la vista al pasado en estos últimos años?), expresado en largos artículos con el sugerente título de «Aclarando hechos de hace treinta años», donde Ricardo y Enrique Flores Magón, Práxedis y Saravia vuelven a cabalgar con Librado Rivera, vuelven a conspirar, a editar periódicos, a trenzar la red que derribaría la dictadura porfirista. Junto a éstos, hay informes de ventas de folletos, de comités pro-presos, y artículos ideológicos que hablan del carácter de los niños, de la intrínseca malevolencia del Estado...

Pero no se quedará ahí. Pronto
Paso!
comienza a intervenir en la polémica sobre la situación de la CGT, apoyando al grupo anarquista; da noticia de luchas y represiones de obreros de Baja California, maestros de San Luis Potosí y militantes anarquistas de la federación del D.F., que se escinde de la CGT. A partir del número 8, en diciembre de 1931, el periódico dirigido por Librado, se vuelve el órgano del grupo anarquista más ligado al movimiento sindical, el grupo Ideas y Acción.

En ese mismo mes, sin advertencia previa, el gobierno retira la fran-quicia postal de
Paso! .
El número 9, de enero de 1932, es prohibido y ya no puede circular por correo. Librado imprime un volante, que se anexa al ejemplar, en el que cuenta el fin del proyecto, ahogado por la censura y por «lo que más nos aflige, nuestra escasez pecuniaria».

Y ahora, ¿qué? ¿Qué sigue? ¿Qué nuevo proyecto? Librado sale caminando el 19 de febrero de 1932 de la zona textil del sur de Ciudad de México, donde está recaudando fondos para un nuevo proyecto periodístico. Un automóvil conducido imprudentemente lo atropella al cruzar la avenida San Ángel. Lo llevan al hospital Juárez. Un viejo compañero, el general Juan José Ríos, ordena su traslado al hospital de Fabriles y Militares en La Ciudadela. Sus amigos quieren que demande al chófer que lo atropelló. Librado se niega; dice que nada ganaría con perjudicar a un trabajador que quizá tenía familia y en el informe policíaco del accidente se declara culpable. Durante dos semanas padece graves dolores. Un médico, amigo del general Villarreal, lo visita y denuncia que por falta de atención médica ha contraído el tétanos. Los doctores disimulan, ya es tarde para resolverlo. Una tarde, la enfermera que lo cuida trata de cubrirle el rostro para evitar que las moscas lo molesten; Librado le retira el brazo de un manotazo: «¿Conque luchando aún, compañero?», «Siempre luché contra las injusticias sociales de los fuertes».

Pocas horas más tarde entra en agonía.

El primero de marzo de 1932 Librado Rivera muere.

Tras nueve años de una alucinante guerra personal contra el Estado, una guerra vivida muchas veces en solitario, en el interior de un calabozo, una guerra en la que la terquedad y el estilo siempre fueron sus mejores armas, Librado Rivera descansa.

El 3 de marzo sale el último número de
Paso!.
Impreso anónimamente, aún conserva en el cabezal el crédito: «Director Librado Rivera» y el número de su apartado postal en el D. F., el 1563. El periódico sólo tiene un artículo: «Librado Rivera ha muerto», y llama a que los obreros de Ciudad de México acompañen el cadáver desde el local de la Federación de Trabajadores, último reducto del anarcosindicalismo, hasta el panteón de Dolores. El artículo termina con una frase muy al tono de la lírica roja de la época: «Que caiga sobre su tumba una lluvia interminable de flores rojas».

El último magonero se retira de la escena.

El vacío perdura.

Ya no se hacen hombres así. Los mejores de nosotros somos pálidas sombras al lado del viejo Rivera.

Por lo menos, deberíamos cubrir esa tumba, hoy desaparecida, esa inexistente tumba, con una interminable lluvia de flores rojas.

Menos mal que queda la historia.

Menos mal que queda la memoria.

El estilo Hölz

I

Hay personajes que nacieron para la ficción, pero como tienen que moverse en las miserias de lo cotidiano para encontrar un hueco en la historia, se inventan, se rehacen para la luz de la pantalla de cine, para la más alucinante página de la novela; para la más irreal, contradictoria y apasionada canción de gesta. Personajes a los que quedan cortos los escritos biográficos, todas las notas de pie de página, y por tanto se deslizan por sí mismos y sus tiempos hasta ganar el derecho a ser hoja de calendario mal impreso colocado sobre el fogón en hogar proletario, héroe de película muda que nunca será filmada, tema de conversación a la fantasmagórica luz del alto horno.

Max Hölz es, sin duda, uno de estos personajes, y como tal, no tiene pasado antes de su aparición en la página uno de una novela histórica. Nada hay sobre Hölz antes de 1918 que invite a creer que la infancia es el lugar donde los héroes se cultivan en macetas de miserias y sueños.

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